viernes, 3 de octubre de 2014

290. Del postureo eco-chachi y otras imposturas

Ya hemos comentado en alguna parte del blog que el ser humano es un extraño espécimen que continuamente intenta ser lo que no es. Que los gordos quieren ser flacos, los flacos ponerse cachas, los bajitos estirarse (por eso caminan tan tiesos), los altos revenirse (por eso van muchas veces encorvados). Los negros se blanquean o se desrizan el pelo, los pálidos se ponen morenos, las mujeres quieren ser más guapas a base de disimular lo que tienen feo, o lo que creen que tienen feo. Cada vez hay más personas que cambian de sexo. Los calvos se obsesionan con tener pelo y los velludos se dan sesiones de láser para eliminar lo que piensan que les sobra y les afea. Las mujeres que creen tener las tetas pequeñas, lo arreglan con silicona. Las que piensan que las tienen excesivas van por la vida metiéndolas como para dentro, y ponen así en riesgo la estabilidad de su columna vertebral (yo he conocido al menos a dos con escoliosis severas). Los profesionales de la cirugía estética hacen cada vez más negocio.

Cada persona tiene su afán, muchas veces ligado a un complejo no superado y, cualquiera que nos pudiera observar de forma imparcial (por ejemplo, un extraterrestre), pensaría que estamos todos charamitas. Muchas veces, como uno no consigue ser lo que no es, ha de conformarse con hacer como si lo fuera. Aparentar. Cuando yo era pequeño en La Coruña, se usaba mucho esa palabra: aparentar. A Fulanito es que le gusta mucho aparentar. Aparentar ser más culto, o tener más dinero, o más poder. Es algo muy arraigado en nuestra mentalidad ibérica. Los hidalgos arruinados que salían en El Buscón Don Pablos, de Quevedo, lucían camisas almidonadas, pero no tenían dinero para adquirirlas, estaban a dos velas, por lo que solucionaban el asunto poniéndose unas pecheras recortadas con la forma triangular que debía verse bajo la casaca. Pasaban un frío de la hostia, pero figuraban, que era de lo que se trataba.

Desde La Coruña viajaba yo frecuentemente con mis padres a Portugal. Nada más cruzar la frontera, el país vecino te recibía con un gran cartelón que rezaba: Portugal no es un país pequeño. Nadie quiere ser lo que es. En el fondo, es lo que pretenden los catalanes, cuando dicen que no quieren ser españoles. ¡¡¡SLAM!!! (bofetada)  ¡¡¡SLAM!!! (bofetada) ¡¡¡SLAM!!! (bofetada). Soy yo el que se está abofeteando a sí mismo, porque había prometido no hablar más de los catalanes y no lo he cumplido. Es que se me ha escapado. Supongo que, en ésta última frase, reconocen la excusa típica del que se tira un pedo y los de alrededor se dan cuenta. Es que se me ha escapado. Nada, que me había propuesto firmemente mejorar mi blog librándolo de temas malolientes (los pedos y el nacionalismo), pero no hay manera. Tengo que poner más atención.

No hace ni tres días, el diario británico The Telegraph publicó la noticia que les comento ahora y que hace referencia a un caso extremo de esto que estamos contando. AQUÍ tienen el link. Resulta que el líder de Corea del Norte, Kim Yong-Un, lleva un tiempo sin mostrarse en público y se le vio cojeando en sus últimas apariciones. Se especuló con que podía tener gota, pero parece que la explicación es mucho más absurda. El tipo está en un hospital recuperándose de una doble operación para reducir las fracturas que se le produjeron en ambos tobillos. La causa de estas fracturas es su manía de usar tacón cubano para parecer más alto, algo no muy recomendable en una persona que pesa 127 kilos. Por encima del umbral de la obesidad, y no muy alto, el tipo debe de ser del modelo botijillo, que decimos en estas tierras. Calzado con tales alzas, parece que se dedicó a recorrer diversas instalaciones militares, para pasar revista. Allí dio algún traspiés, se produjo esguinces y no se los curó adecuadamente, con lo que han derivado en fracturas.

He de confesar que no había oído hablar jamás del tacón cubano. Yo sólo conocía el tacón francés. Que es el que gastaba Sarkozy para que no se le viera tan enano al lado de Carla Bruni, a la que, por cierto, obligaba a llevar manoletinas. Según el Hola, los zapatos de Sarkozy le suplementaban la estatura nada menos que siete centímetros. Aquí tienen una imagen, para que vean que no les digo mentiras. Siguiendo con el Hola, otros forofos de este tipo de alzas disimuladas, son Berlusconi, Tom Cruise y Elton John, entre otros.

Ya les he contado que, en el mundo del tráfico y la movilidad, el automóvil pasó de ser un signo de modernidad y buen rollo, a convertirse en algo progresivamente odioso y deleznable. Este vuelco en la valoración, podemos situarlo a partir de los últimos 70. Precisamente en 1970 murió por una sobredosis de heroína la gran Janis Joplin, la primera mujer que fue realmente una estrella del rock. En los 60, Janis marcaba tendencia y ni por asomo imaginaba ese cambio de línea. Eso explica que grabara esta canción que se llama Mercedes Benz. Les traigo aquí una versión breve y descarnada, con el único acompañamiento de sus manos dando sobre la mesa. Oh, señor, cómpreme un Mercedes Benz, mis amigos tienen Porsches y yo no tengo dinero.


En este momento, lo que más mola es decir: yo no tengo coche. Mis amigos de París, con la excepción de Philippe, que es más o menos de mi generación, están apuntados hace años a este modo de vida. Ellos se mueven por París en transporte público y en bicicleta. Y, si tienen que viajar, van en avión o en tren. Cuando quieren hacer un viaje en coche (algo que puede suceder una o dos veces al año), alquilan uno. Eso les supone un gasto menor que la suma de la compra de un vehículo, el seguro, el mantenimiento, las reparaciones, los accidentes, el garaje y los impuestos municipales. Pero yo creo que esto se hace, no tanto por ahorrar dinero, sino porque es un indicativo de ser muy moderno, sensible y ecológico, adjetivos que puntúan en estos tiempos de recalentamiento global. Los varones, que somos los que caemos en este tipo de tontuna, lo que queremos en el fondo es ligar (como toda la vida) y, a ser posible, con mujeres majas y actuales. Con otros tipos de discurso, las únicas que te entran son las peperas, modelo Cospedal o Soraya y, no sé a ustedes, pero a mí no me gustan nada.

Así que ya lo saben: si quieren comerse alguna rosca de buena calidad, ya pueden empezar a proclamar que el coche es una mierda, y que no tienen coche. Les cuento una anécdota (real), para que entiendan lo que quiero decir. Estaba yo en un foro de gente eco-chachi, ya saben que me gusta moverme en todos los ambientes y observar, para luego contárselo en el blog. Uno de los más forofos tenía una uña completamente negra y alguien le preguntó: qué te ha pasado. El tipo dijo: nada, que me lo pillé el otro día con la puerta del garaje. Entonces hubo un silencio general (escándalo, ha dicho garaje, palabra llena de connotaciones aborrecibles). Inmediatamente, el tipo continuó: yo no tengo coche hace años, tengo el garaje de trastero y fui a guardar unas cajas. Y, al cerrar la puerta, paff... Suspiro de alivio generalizado. Y ahora yo les pregunto: ¿recuerdan ustedes algún caso tan conmovedor de excusatio non petita?

Los vascos no se andan con tantas finezas, pues. Que el coche no mola, pues se soluciona rápido. En vez de aizcolaris, cochecolaris. La nueva modalidad. Como el Mapamundi de Bilbao. Oye Patxi, que me enterao que te han tocao doscientos millones a la lotería. Respuesta de Patxi: lo que jugaba. AQUÍ tienen el vídeo del nuevo deporte abertxale. Ya que no me puedo meter con los catalanes, so riesgo de autoabofeteamiento compulsivo, pues nos meteremos un poquito con los vascos. Gabón.

4 comentarios:

  1. No se lo tome a mal, pero me temo que usted se ajusta al estereotipo que denuncia. Un arquitecto que quiere ser cualquier otra cosa. Un gallego que quiere ser madrileño. Un viejo que no se resigna a serlo. No sigo, no sea que se me ofenda (lo último que querría). Disculpas y un saludo cordial. Me encantan las cosas que cuenta en su blog. Mi comentario es por fastidiar un poco, pero sin malicia.

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    1. No hace falta que se disculpe, no me molesta, supongo que tiene razón en lo que dice. Sólo discrepo con el uso que hace del verbo "denunciar". Yo no denuncio nada. Me limito a describir, de la manera más imparcial que puedo. Introduzco matices o comentarios humorísticos, para hacer los textos más amenos, pero sin que ello comporte valoración absoluta alguna, sino, como mucho, una opinión personal. No soy quien para criticar a nadie y empiezo por no tomarme muy en serio a mí mismo.

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  2. El inventor de la aplicación UBER, que tiene cabreados a los taxistas de toda Europa, pronostica que dentro de 20 años nadie tendrá coche, y que los niños que nazcan en estos próximos años ya no querrán sacarse el carnet de conducir. ¿Para qué? A mí me produce una cierta tristeza esto. El coche es algo tan incorporado a nuestras vidas que me cuesta imaginar ese nuevo mundo de ciclistas y tranvías. Usted no tendrá ese problema, se adaptará a la desaparición del coche, como se ha adaptado a no fumar, escribir directamente en el ordenador y otras novedades arrolladoras de este mundo desquiciado, pero otros no tenemos su flexibilidad. Aunque en una de estas llega el ébola y acabamos todos caminando en chanclas remendadas por las calles polvorientas de una nueva Edad Media. Eso sí: cada uno con su smartphone enterándose en directo de las últimas gilipolleces.

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    1. A mí me gusta mucho conducir, es algo que he dejado claro en este blog, por activa y por pasiva. Es posible que este nuevo giro de lo que mola o lo que es mas "in" me pille un poco mayor.
      La noticia que cita es del día 4 y, no es por presumir, pero yo escribí este post dos días antes (por veinte minutos no lo terminé el jueves 2), sin saber cual era la opinión al respecto del hombre de UBER.
      En cuanto a lo último que dice, no sea cenizo, hombre. Ganaremos la batalla del ébola. Más difícil veo yo la salida de la crisis, pero estamos en ello y no hay que desesperar. Un abrazo.

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