lunes, 27 de enero de 2014

224. ¿Qué está pasando en Brasil? I. La creación del Estado.

El coloso brasileño está en problemas. Con motivo de la celebración el año pasado de la Copa Confederaciones de Fútbol, el pueblo salió masivamente a la calle a protestar contra ese evento. Ahora se reanudan las protestas, ante la expectativa del Mundial de Fútbol del próximo verano. Las imágenes que pueden ver en este link, de ayer mismo, no están tomadas en Kiev, ni en El Cairo. Son imágenes de Sao Paulo.

Estamos en un mundo convulso, con varios focos de revuelta violenta: Egipto, Ucrania, Tailandia. En Turquía el conflicto duerme de momento, pero fue también duro y crispado. Sin olvidarnos de Gamonal. En este blog se han analizado en profundidad algunos de estos conflictos, sobre todo, los de Egipto y Ucrania. Sorprende que en el gigante brasileño, epicentro de la pasión por el futebol, u país du rei Pelé e du jogo bunito, surja una contestación precisamente contra la organización de unos campeonatos que normalmente colmarían los mejores anhelos del pueblo llano y proverbialmente inculto.

Brasil es hoy en día la séptima potencia mundial, si atendemos al PIB nominal bruto, es decir, total. Sólo la superan Estados Unidos, China, Japón, Alemania, Francia y el Reino Unido. Sin embargo, Brasil procede de la colonización portuguesa, prima hermana de la española, ambas desarrolladas desde los comienzos del siglo XVI. ¿Se han parado ustedes a pensar alguna vez por qué la extensa colonia española se disgregó en 19 países y en cambio la parte portuguesa permaneció unida? Es una diferencia que no se debe a la casualidad, sino a causas concretas, tras las que hay también personas concretas. La rebelión contra las potencias coloniales tuvo como protagonistas a los líderes de los propios colonos, españoles y portugueses en cada caso. Los indígenas bastante tenían con luchar para sobrevivir. Pero en la parte española surgieron mil caudillos que alzaron sus armas para crear un enjambre de reinos de taifas, mientras en la parte portuguesa hubo alguien que lo impidió.

Al final, todos los temas de este blog acaban estando relacionados. En la gran colonia española, parte primordial del viejo imperio donde nunca se ponía el sol, surgió un puñado de arturmases  (o arturmenos, como yo les suelo llamar), que crearon 19 estados, muchos de ellos pequeñitos, de esos que dice el unurabla que también han de tener un lugar bajo el Sol y, por supuesto, en la ONU. A pesar de los esfuerzos unificadores de ciertos caudillos clarividentes, como el gran Simón Bolívar, el resultado fue este: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay y Venezuela (¿Se imaginan el potencial que tendría ese conglomerado si formase un solo país? ¡¡Los Estados Unidos de Latinoamérica!!). En cambio, la parte portuguesa sólo generó un nuevo Estado. Un gigante cuyo PIB nominal bruto está hoy por delante de los diecinueve que les he recitado.

¿Acaso creen que no hubo en la parte portuguesa fuerzas disgregadoras? Pues sí, las hubo y muy poderosas. Si esas pulsiones hubieran triunfado, hoy tendríamos un ramillete de estados postportugueses, que se llamarían Bahía, Pernambuco, Rio Grande do Norte, Rio Grande do Sul, Río de Janeiro, Paraná o Mato Grosso. Y, por supuesto, u gran ‘stado das Minas Gerais, a terra du rei Pelé. No fue eso lo que sucedió. ¿Por qué? Alguien lo impidió, como les digo. Exactamente el caballero cuya imagen pueden ver aquí abajo. El gran Pedro II, segundo y último Emperador del Brasil (el primero fue Pedro I, como podrían deducir ustedes mismos de la simple observación secuencial terminológica).

Todo comenzó con la invasión napoleónica de la Península Ibérica, allá por los inicios del XIX. La entrada de las tropas francesas sorprendió a Portugal con una reina, María I, que padecía Alzheimer, por lo que su hijo, el príncipe Juan, ejercía de regente. Este futuro rey Juan VI, tenía varios hijos, pero el mayor murió de niño, por lo que la línea dinástica pasó al segundo, Pedro. En 1807, toda la familia se va a Brasil, para huir de las tropas de Napoleón. El traslado de la Corte a Río de Janeiro fue algo extraordinario, emigró un 10% de la población de Portugal, se llevaron 60.000 libros de la Biblioteca Real de Lisboa y construyeron allí un edificio idéntico, piedra a piedra, para guardarlos todos.

Estos y otros excesos se relatan en la divertida novela histórica El Imperio eres tú, con la que el madrileño Javier Moro ganó el Premio Planeta de 2011, un texto que les recomiendo vivamente. En 1820, expulsadas ya las tropas de Napoleón, Juan VI y su corte regresan a Portugal, pero Pedro se queda en Brasil como regente (el heredero del trono portugués, tenía en ese tiempo el título de Príncipe de Brasil, como en España tiene el de Príncipe de Asturias). Están empezando ya a surgir los movimientos independentistas y, desde Lisboa, su padre le ordena a Pedro que regrese. Éste, por entonces ya casado en Brasil, se niega y entonces es cesado como regente. Con un cabreo monumental, Pedro desenvaina su espada y grita “¡¡INDEPENDENCIA O MUERTE!!" Es lo que se conoce como El Grito de Ipiranga. Pedro se pone al frente de los insurgentes y es proclamado Emperador de Brasil el 12 de octubre de 1822.

Pedro I tuvo un reinado breve y agitado, marcado por luchas internas y externas. En 1826, el rey Juan VI de Portugal muere, y Pedro decide regresar a la madre patria, a reivindicar sus derechos, con la idea de volver a unir los dos tronos, proyecto al que se opone su hermano Miguel, con el que iniciará una cruenta guerra sucesoria. Deja en Brasil al cargo del país a su hijo menor, el futuro Pedro II, que tiene entonces sólo seis años y está cuidado e instruido por varios tutores. Durante la regencia, las fuerzas vivas procuran no inmiscuirse en la guerra portuguesa y mantienen un precario equilibrio en torno al “rey niño”. La figura de su padre Pedro I no había tenido un apoyo unánime, por eso de que era nacido en Portugal, y ya saben qué tontos se ponen con estas cosas los independentistas, nacionalistas y similares. En cambio, aquel chaval de 6 años, es ya nacido en Brasil, y su figura concita un extraño consenso. Cuando alcanza la mayoría de edad, es coronado Emperador y empieza a dirigir el país con mano hábil. Su Imperio durará hasta 1889. Toda una vida al servicio de su pueblo, durante la que se ganó largamente el sobrenombre de El Magnánimo.

El Estado que recibió Pedro II era un territorio en riesgo grave de desintegración, con fuertes tensiones secesionistas de las diferentes regiones. Pero el Emperador fue capaz de pacificar el país y convertirlo en una gran potencia. Era un tipo culto, preparado desde muy niño para ser un estadista, que viajaba mucho por todo el mundo, donde era recibido por los líderes de los principales países, que lo trataban como a uno de ellos. El Emperador era un defensor de los derechos civiles, un ilustrado que creía en la libertad y la cultura. Decretó la libertad de prensa en todo su territorio. Impuso por la fuerza la abolición de la esclavitud contra la opinión mayoritaria de las grandes fortunas y los poderes locales. Gano varias guerras con sus vecinos. Y dejó a Brasil convertido en una potencia emergente.

En 1889, ya anciano, fue destituido por un golpe militar que instauró la república, un régimen no demasiado popular en el país, cuyos habitantes adoraban al Emperador. Sus partidarios le instaron a luchar, a defenderse, seguros de que el pueblo les apoyaría masivamente. Pero el Emperador estaba cansado y no quería un baño de sangre. Se marchó a Europa, en donde vivió modestamente un par de años más hasta su muerte. Años después, sus restos fueron llevados a Brasil en donde se le dispensaron grandes honores y ceremonias. Su gran creación, los Estados Unidos de Brasil, sigue perviviendo en un mundo difícil y convulso. Todo esto que les he contado, tiene poco que ver con la problemática actual del Brasil, pero conviene conocerlo. En el próximo post, nos centraremos en el momento presente.
  

2 comentarios:

  1. Una luminosa lección de historia. Pedro II perdió el imperio precisamente porque creyó en la libertad. Prefirió ser amado a ser temido por su pueblo.

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    1. Era, sin duda, un estadista de los que ya no quedan, quitando tal vez al presidente de Uruguay. Y un gran desconocido entre nosotros, los españoles.

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