viernes, 24 de enero de 2014

223. Habla el honrado pueblo

Esta semana he cumplido mi tercera intervención explicando el Avance de Plan General en Consejos Territoriales de los distritos madrileños. Los compañeros me preguntan si no me aburro de contar siempre lo mismo, ante audiencias poco preparadas, a las que no consideran demasiado capacitadas para entender lo que se les cuenta, insuficiencia que se manifiesta en las estrambóticas réplicas, intervenciones o preguntas que a veces nos plantean. Yo les digo que no se puede generalizar, que en estos Consejos participa también gente culta y enterada y que, en cualquier caso, estos saraos me resultan de interés para mi tarea paralela de observador de los humanos, semillero de anécdotas a reseñar después en mis textos. En estas tres ocasiones ha habido algunas historias curiosas y divertidas que podrían contarse en el blog.

Pero no me parece elegante relatar aquí estas cosas. Es una cuestión de simple respeto por los ciudadanos, que se animan a intervenir en este tipo de foros en la confianza de que nadie utilizará luego sus proclamas para solaz de lectores virtuales. Como el médico o psicólogo, que nunca deben contar los secretos de sus pacientes, yo me autoimpongo una cláusula de confidencialidad que en ningún caso debo contravenir. Otra cosa son las anécdotas antiguas, protagonizadas por ciudadanos quizá ya muertos, conservadas en mi memoria como tesoros ocultos que nunca caducan. Hace casi veinte años participé en una ronda similar por los 21 distritos, difundiendo en este caso el documento inicial del Plan General hoy vigente, entonces en elaboración. No veo malicia en descatalogar tres de estas perlas de aquellos días, y traerlas al blog. Así se preservan, además, del olvido al que se arriesgarían si su único refugio fuera un rincón de mi frágil memoria.

Caso 1.- Consejo Territorial del Distrito de Tetuán. Año 1995. Tras explicarse el documento y sus directrices principales, un ciudadano pide la palabra para interesarse por el régimen urbanístico por el que se regulará la parcela de su casa. Le informamos que dicha parcela está en un área en la que el Plan no entra, puesto que está pendiente de un PERI que debe redactar el IVIMA. Para los legos en la materia, aclararé que un PERI es un Plan Especial de Reforma Interior (que no de Reforma Importante, como le oí decir en una ocasión a un concejal semianalfabeto del PSOE, y ésta sí que es una anécdota rigurosamente cierta).

El IVIMA, Instituto de la Vivienda de Madrid, era por entonces una empresa pública de la Comunidad, que había solicitado al Ayuntamiento que reservara una zona degradada de Tetuán, para ordenarla ellos, dentro de sus planes de vivienda social. El problema era que esa reserva ya se había efectuado en el Plan General anterior, de 1985. Diez años después, el PERI no estaba ni siquiera iniciado, pero el IVIMA nos prometió que se pondrían enseguida a redactarlo y pidió que mantuviéramos la zona reservada. Por eso, el Plan General que presentábamos no entraba a regular el área y remitía su ordenación a la futura redacción del PERI. El ciudadano en cuestión, tras oír nuestra respuesta, se largó la proclama siguiente:

Señores, yo me creía un ciudadano normal, discreto, buena persona, cumplidor de las leyes. Hasta que un día descubrí que no lo era. Sucedió hace cerca de ocho años. La cisterna de mi wáter se averió y, con ese pretexto, decidí hacer una reforma completa del baño. Me hicieron mi proyectito y acudí al Ayuntamiento a pedir la licencia de obras. Respuesta: no podemos darle licencia, porque está usted en un PERI. Tiene que esperar a que se redacte y apruebe el PERI. Entonces podrá hacer las obras que guste, de acuerdo con la ordenanza que establezca el PERI. Poco después, intenté cambiar la verja de entrada al jardín y me dijeron lo mismo: que no podía cambiarla hasta que se aprobase el PERI, que sería quien determinaría si se podía o no instalar la verja que yo pretendía. Hace unos días puse unos tiestos con geranios en el balcón, y les juro que lo hice con miedo, porque no sé si el PERI me dejará ponerlos. Por eso digo que he llegado a la conclusión de que no soy un ciudadano normal, honrado, cumplidor de las leyes. Ya no estoy seguro de serlo, desde que he descubierto que vivo en un PERI. Es más, es que tengo la sospecha de que nací en el PERI, me casé en el PERI, mis hijos han nacido en el PERI, y, como ustedes no lo remedien, me moriré en el PERI. Dudo que ese PERI se redacte algún día en eso su intuición era certera y no se imaginan la angustia y el desasosiego en el que vive mi familia desde que averiguamos que vivíamos en un PERI. Por eso, se lo suplico: pónganme una regulación cualquiera, la que sea, aunque tengamos que derribar la casa. Pero, por favor, por lo que más quieran, sáquenme del maldito PERI” ovación atronadora.

Caso 2.- Consejo Territorial del Distrito de Carabanchel. Año 1995. Al acabar nuestra exposición se pone en pie un señor mayor. Canoso, grueso, frente despejada, abrigo abierto forrado de lana de borrego, una mano apoyada en la garrota de roble, la otra subrayando sus palabras con gestos ampulosos. Histriónico, facilidad de palabra, tono didáctico, dotes de líder: se escucha, se gusta, ríe sus propias gracias, busca la complicidad y la aclamación de sus convecinos, que le miran con respeto, apoyando su intervención. Dice representar a los vecinos de Carabanchel Alto, una barriada que siempre ha sido el patito feo de los barrios de Madrid y va a seguir siéndolo, por lo que acaba de oír. Mira a las alturas y se pone estupendo:

Hace tiempo tuve la oportunidad de escuchar a un catedrático de la Complutense hablando de nuestro barrio. Un tío extraordinario. Un fuera de serie. Y este señor tan culto y preparado, dijo una cosa que nunca olvidaré: Carabanchel Alto es un apéndice de Madrid. Fíjense ustedes que comparación más buena: un apéndice de Madrid ponía los ojos en blanco, miraba al infinito, extasiado ante la grandeza del concepto, y lo repetía dejando salir las sílabas una a una, con gesto de arrobo: U-na-pen-di-ce–. Guardó silencio un instante, estirando aquella pausa tan teatral, con la audiencia definitivamente entregada. Entonces, con un recurso digno de los actores shakespearianos, su cara mutó en un gesto colérico, ceño fruncido, venas del cuello a punto de estallar. Dio un puñetazo sobre la mesa y proclamó: Y DIGO YO: QUÉ BIEN DISCURRIDO Y QUE BIEN DICHO ESTÁ ESO DE PÉNDICE. PORQUE ASÍ ES JUSTAMENTE COMO NOS VEN ESTOS SEÑORES. QUERIDOS CONVECINOS: PARA EL AYUNTAMIENTO DE MADRID, CARABANCHEL ALTO ES LA PÉNDICE DE MADRID–. Se sentó inmediatamente en medio de una ovación apoteósica.

Caso 3.- Aquí no hay Consejo Territorial, pero es una historieta contemporánea y, en cierto modo, hermana de las anteriores. Además de contarlo en las Juntas, recibimos la instrucción de explicárselo a todos y cada uno de los concejales del Equipo de Gobierno. Por cierto, que una entonces desconocida Esperanza Aguirre, a la sazón concejala de Medio Ambiente, tras escuchar nuestra explicación, nos echó una bronca monumental diciendo que el Plan que proponíamos lo suscribirían sin problemas los comunistas del señor Mangada, bestia negra de las nacientes hordas neoliberales. Pero no es esto lo que quiero contarles. En un momento dado, el Plan se le había contado ya a todos los concejales menos a uno: el ínclito Matanzo. Nadie quería ir a verle. A mí me tantearon y dije: no, no, no, por favor, se lo cuento a cualquiera, pero a Matanzo, no.

Matanzo fue un concejal siempre peculiar. Antiguo carnicero en posesión de un cierta cultura autodidacta, era moreno, castizo, galdosiano, con un carácter volcánico, explosivo, colérico. Empezó como Concejal de Abastos, se movía con soltura entre los gremios de comerciantes y fue, durante sus años de responsable del Distrito Centro, el azote de mercadillos, músicos callejeros, artesanos, melenudos y hippies. Entre sus logros, promover una reforma de la plaza de Santa Ana, que expulsó de allí para siempre el mercadillo de los sábados y dejó la plaza lista para la instalación de las terrazas de los bares que la ocupan hoy en día. En 1995, Matanzo había caído en desgracia y estaba condenado a un semidestierro en un puesto en el que no tenía nada que hacer. Todos sabíamos que estaba furioso y por eso no queríamos ir a contarle el Plan General. Al final, lo echamos a suertes y le tocó a XX. Según su relato, esto fue lo que sucedió.

Matanzo ocupaba un lúgubre despacho en el único edificio que tiene entrada por la Cuesta de la Vega. Esta vía madrileña, continuación de la Calle Mayor tras cruzar Bailén, cae hacia la vaguada del río haciendo un slalom de curvas pronunciadas. Al inicio, deja a la derecha la trasera de la Catedral y a la izquierda el edificio del que les hablo, de propiedad municipal. XX hubo de esperar en una antesala, mientras la secretaria del concejal se asomaba con cautela al despacho principal, como quien atisba en la cueva del dragón. Autorizado a pasar, encontró a Matanzo en penumbra, muy serio, sentado tras una enorme mesa de caoba sobriamente decorada, en la que no faltaban el crucifijo y las típicas fotos del hombre en compañía del Rey y del Alcalde.

XX inició su exposición, frente a un oyente taciturno, con la cabeza apoyada en una mano. Se esforzó en explicar las líneas maestras, desplegó planos, señaló con su bolígrafo aquí y allá, habló y habló en una especie de huida hacia delante, hasta que el otro le interrumpió, abriendo la boca por primera vez para pronunciar a bote pronto una frase que hoy es ya mítica: “¿Tú sabes lo que es la tapilla?” Por la mente de XX pasaron rápidamente imágenes de todas las nuevas operaciones que proponía el Plan: la Rasilla, la Ventilla, el Olivillo, la Resina, la Mina del Cazador… La Tapilla no aparecía entre ellas. Le habían pillado, creía saberse el Plan de pe a pa, pero aquel sagaz concejal de gesto adusto conocía un área de desarrollo de la que él no había ni oído hablar. Con las orejas gachas respondió: “No”. Entonces Matanzo se vino arriba y concluyó:

Pues yo sí lo sé. ¿Sabes por qué? Porque soy carnicero. Pues eso mismo me pasa a mí contigo: que no tengo ni puta idea de urbanismo y no me estoy enterando de nada de lo que me dices.

La entrevista concluyó de esta manera abrupta. XX salió a la calle y respiró con alivio el aire fresco de la tarde madrileña. Todavía alucinado, cruzó la calle Bailén y entro en la taberna El Anciano Rey de los Vinos. Allí se pidió un vasito de vino dulce, acompañado de la proverbial galletita Gullón, y se lo bebió de un tirón, pensando todavía: “Menudo trago”. 

8 comentarios:

  1. He leído lo publicado en la página del ayto. respecto al "preavance" y, aún no siendo carnicero sino arquitecto, me cuesta sacar alguna conclusión dado lo genérico del texto. ¿Hay algún análisis, jurídico o urbanístico, publicado? ¿Alguna precrítica al preavance? Por último, ¿es razonable, en tu opinión, pensar que se aprobará en esta legislatura? Gracias,

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    1. ¿De verdad crees que voy a utilizar este blog para hablar de algo relacionado con mi trabajo diario? ¿Acaso piensas añadir en tu tarjeta de visita un renglón que diga "información privilegiada a través de conexión directa con el equipo redactor del Plan General"? No salgo de mi asombro.
      Si no me conoces, utiliza las vías de información que ha establecido el Ayuntamiento. Si no lo entiendes es tu problema. Si eres amigo mío, conocerás mi número de móvil y puedes llamarme. Quedamos, tomamos unas cervezas y hablamos del Plan General, suponiendo que no encontremos temas más divertidos de que hablar. Aunque, mejor, casi prefiero que no te identifiques, no quiero perder el buen concepto que tengo de los amigos que me quedan.
      Sirva de advertencia general. Al próximo que me pregunte en este foro por el Plan General, le responderé gallegamente con otra pregunta. Le preguntaré por su familia.
      Definitivamente me entiendo mejor con los carniceros. ¡Manda carallo!

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    2. Bueno hombre, disculpa. No era mi intención.
      Mi familia bien, gracias.

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    3. Disculpa aceptada. No sé quién eres, pero me alegro de que tu familia esté bien. Eso es lo que importa y no el urbanismo. Yo también te pido disculpas por el tono de mi respuesta. Como ya he repetido muchas veces, esto no es mi página de Facebook, ni un confesonario, ni una consulta psiquiátrica, ni una terapia. Lo último que querría es que la gente mezcle por aquí temas relacionados con mi trabajo, unos temas en los que tengo que guardar la lógica discreción.
      Te agradezco que me hayas dado la oportunidad de dejárselo claro a los demás. En el gremio de los arquitectos hay mucho buitre que anda a la que pilla, para vender luego su información y dárselas de enterado. No creo que sea tu caso. Este tipo de aves carroñeras no suelen perder el tiempo en menudencias como este blog.
      Un abrazo.

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  2. De vez en cuando se le cruzan a usted los cables y se permite unos "rabotazos" que no vienen a cuento. ¿No dice que quiere que entre mucha gente a hacer comentarios? Pues si los trata usted como al anterior, no les van a quedar ganas de repetir. Al fin y al cabo, ¿qué problema hay en comentar un documento urbanístico que es público y está colgado en Internet? Sin ir más lejos, a mí me gustaría que me aclarase cuál es la previsión del Avance en la esquina libre de Arcentales con Hermanos García Noblejas. Gracias en todo caso.

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    1. Ja, ja, ja. Qué divertido es usted. Qué forma más disimulada de actuar de troll. Veamos. En primer lugar, si he hecho una promesa a la vista de todo el público, digo yo que tendré que cumplirla, quedaría muy mal si no. Así que: ¿que tal está su señora? ¿Los niños progresan adecuadamente? ¿Y sus dolores en la espalda? ¿Han mejorado? ¿Qué le dice el médico?
      En otro orden de cosas, me encanta la palabra "rabotazo", mi padre la usaba con frecuencia. Consulto el DRAE y me dice textualmente: "Expresión destemplada o injuriosa con ademanes groseros". Es una definición predigital. En un chat o blog con comentarios cruzados, los ademanes groseros habrá que presuponerlos. Tal vez podríamos matizar la definición y hablar de "ademanes groseros presuntos". Cuando mi padre hablaba de rabotazos, a mi me sonaba a derivado de rabo. Es decir, a mi mente venía la imagen de algún animal salvaje defendiéndose a golpes de rabo. Por ejemplo un cocodrilo. ¿Se imagina usted el daño que debe de hacer el rabotazo de un cocodrilo de los grandes?
      En fin, toda esta respuesta parte del supuesto de que a usted "se le da una higa" la regulación urbanística de la parcela que cita, que lo único que pretende es provocarme amablemente (me encanta). Si, por ventura, no fuera así, le digo lo mismo que al otro: siga los caminos establecidos por el Ayuntamiento, intente entender lo que se ha publicado y sea paciente. Y, por supuesto, si me conoce y tiene mi teléfono, llámeme y quedamos. Si me invita a unas cervezas, estoy dispuesto a darle una teórica. Yo, por unas cervezas, mato.
      Gracias a usted, amigo.

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  3. ¡Déjense ustedes de Plan! Mejor hagan planes para el finde. ¡Menudo "planazo" estropear la Estrella de Galicia con una conversación sobre planeamiento!

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    1. Gracias amiga, tú siempre das en el clavo. Acabando ya el finde, te juro que no he hablado de urbanismo con nadie. Y que me he tomado unas cuantas Estrellas de Galicia bien frías. Besos.

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