sábado, 9 de marzo de 2013

99. Tengo un candidato a Papa

Sábado 9 de marzo, por la mañana temprano. Benedicto Nosecuantos ya no es Benedicto Nosecuantos. Ahora vuelve a ser Joseph Ratzinger. Ojo con la pronunciación alemana: la t y la z deben subrayarse sucesivamente expulsando el aire entre la lengua y las encías superiores, con mucha delicadeza, igual que cuando usted pronuncia correctamente shnautzer, esa raza adorable de canes de tamaño pequeño y alma de perro grande. Si recuerdan la película Amarcord de Fellini, una de sus escenas más desternillantes es aquella en que el maestro se esfuerza repetidamente en que su alumno más zote consiga esa pronunciación, que el cenutrio convierte fatalmente en pedorreta cuantas veces lo intenta, para solaz de sus compañeros.

¡Qué alivio debe de sentir este buen hombre, que ya se puede equivocar! Quizá en estos momentos haya desayunado ya un buen zumo de naranja (lo imagino madrugador) y un café capuchino, como sólo los italianos saben preparar, acompañado por unas madalenas o unos bizcochos de soletilla. Tal vez ahora esté practicando algún ejercicio suave, para soltar su castigada musculatura octogenaria. Pronto saldrá, vestido cómodamente de paisano y protegido del sol con un sombrero de paja, a dar un paseo por el interior de la finca de Castelgandolfo, a treinta kilómetros de Roma, lejos del mundanal ruido, adonde se retiró el pasado fin de semana. El Papa cesante residirá aquí hasta que terminen de acondicionar el convento vaticano en donde se instalará definitivamente para pasar sus últimos años.

El palacio de Castelgandolfo es la residencia de verano de los Papas desde su inauguración como tal en 1626. En el Siglo XIX llegó a estar medio abandonado, como consecuencia de la incierta situación política de la península italiana a lo largo de todo ese siglo. Pio XI lo terminó de restaurar en 1934. Su sucesor, Pio XII, estaba allí de veraneo cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. No se volvió a utilizar hasta 1947. Desde entonces está en uso. La finca tiene 55 hectáreas (es más grande que el Vaticano) y allí no llegan los fragores del cónclave que se prepara en Roma, para elegir al ocupante de la silla que nuestro hombre ha abandonado.

¿Por qué lo habrá hecho? –nos preguntamos. La versión oficial habla de cansancio físico y es suficiente para ciertas mentalidades simples. Benedicto Nosecuantos era la voz de Dios, no se podía equivocar y, por tanto, tomó la decisión correcta. Se la sopló el propio Dios a la oreja. Los que conocen más de cerca el mundillo vaticano hablan de otro tipo de cansancio. El cansancio mental y moral del primer pontífice que ha intentado combatir en serio el tema de la pederastia de los eclesiásticos, una lacra tan antigua como la imposición del celibato. 

Los curas llevan tocándole el culo a señoras y jovencitos desde que se lo prohibieron. Antes lo hacían también, seguramente, pero sin morbo, que no es igual. Lo sorprendente es que el voto de castidad no se impuso a los sacerdotes hasta el siglo XI. Hasta entonces sólo era obligado para los monjes. Este dato, junto a otros igualmente asombrosos, se contiene en el libro “Los Papas y el sexo”, publicado en 2010 por el investigador italiano Eric Frattini. No es un vulgar panfleto, lo ha editado nada menos que Espasa Calpe. Su autor, que se define como rata de biblioteca, afirma que todos los datos que aporta están contrastados, que no ha fabulado nada, que se limita a contar la información que ha sacado de bibliotecas y hemerotecas durante años.

El libro es un catálogo de corrupción, vicios, perversiones, crueldad, sexo y conspiraciones diversas. Contiene la referencia de Papas casados y homosexuales, pederastas y violadores, fetichistas y adúlteros, travestis y voyeuristas, masoquistas y sadomasoquistas, asesinos de Papas, hijos de Papas, Papas hijos de curas, Papas padres de Papas y Papas hijos de Papas. A mí no me divierte especialmente leer sobre estos temas pero, si quieren adentrarse en ese mundo, aquí tienen el link a la página del propio autor, en la que es posible descargarse libremente el Capitulo 1, y un segundo link a otra página en donde lo entrevistan.

Me quedo con algunos datos curiosos. De San Pedro a Ratzinger sólo ha habido 261 Papas. Yo creía que serían más. Antes de que se impusiera el celibato en el siglo XI, era normal que los Papas estuvieran casados y vivieran en Roma con su mujer e hijos. San Pedro, el primero, era ya padre de familia cuando Jesús lo convenció de que le siguiera. Tres de los cuatro evangelistas coinciden en el dato de que Pedro vivía en Galilea con su mujer y su suegra. A lo mejor por eso salió de naja (perdonen el chiste fácil). Santa Petronila, cuyo sepulcro se venera en Roma, está reconocida como hija suya.

Desde aquí hasta Wojtyla, a quién Frattini atribuye al menos dos amores y una hija, el desmadre ha sido prácticamente continuo, entremezclado con luchas de poder despiadadas. Parece obvio que a Juan Pablo I el Breve le dieron chicharrón, para evitar que cumpliera su promesa de investigar en profundidad los tejemanejes del Banco Ambrosiano, versión que se ilustra con pelos y señales en la película El Padrino III, sin que a Coppola le hayan perseguido o excomulgado por ello. Ni siquiera se han molestado en desmentirlo formalmente.

Así que, con semejante historia detrás, no es de extrañar que el amigo Ratzinger haya dicho: ahí os quedáis con vuestra mierda. Buscad a otro, que yo me largo, que me tenéis harto con tanta conspiración y tanta mamandurria (palabro que, desde ya, propongo para su admisión por la RAE). Y que nadie le tosa, que ha sido el propio Dios el que le ha dado la orden. Los cardenales del cónclave han recibido el marrón con malhumor y no saben a quién elegir. Si escogen a un alma pura, se exponen a que también dé la espantada, una vez que se ha abierto esa vía. Y si es un vicioso, su papado estará condicionado por la amenaza de que alguien a quien le haya tocado el culo lo cante y organice un escándalo monumental. 

El caso es difícil, ciertamente. Pero yo tengo la solución y aquí se la ofrezco. Desde mi Blog, propongo formalmente que el próximo Papa sea Berlusconi. ¿Que tiene que ser sacerdote? Muy bien, pues que lo ordenen cura en una ceremonia exprés. La presencia de Il Cavaliere en la silla de San Pedro serviría para matar dos pájaros de un tiro: solucionaría el cónclave y de paso libraría a Italia de este sujeto. El panorama electoral se despejaría. La prima de riesgo caería enseguida por debajo de los cien puntos. Toda Europa saldría ganando.

Con setenta y seis años, Berlusconi es casi un anciano y está bastante gagá. Si se ha presentado a presidente, es sólo porque necesita mantener un cargo público para seguir aforado y librarse de la cárcel que le amenaza. Si no fuera por eso, se retiraría a una de sus villas lujosas, a disfrutar de su nueva esposa a la que saca cuarenta y nueve años. Lo que pasa es que los italianos están tan jodidos que le han votado más de lo que él mismo se esperaba. 

Con mi propuesta, los italianos verían entronizado al tipo al que más adoran y podrían ir a aplaudirle al balcón vaticano cada domingo. Su amenaza de optar otra vez a la Presidencia de la República no espantaría más a los europeos (la Merkel lo teme como a un nublado). Y la curia de Roma lo aceptaría de buen grado. Al fin y al cabo, como se ve en el libro de Frattini, en el Vaticano nunca le han hecho ascos al bunga-bunga

No hay comentarios:

Publicar un comentario