jueves, 20 de abril de 2023

1.220. De bajón transitorio

Espero que sea transitorio. En realidad se suman varias cosas: la ausencia inmediata de compromisos como los que han llenado los primeros meses de mi peripecia en 2023, la misma llegada de la primavera, con su astenia proverbial, acentuada por la sequía bíblica que sufrimos y que anuncia un verano bastante duro, además de algunos temas que me han dejado algo tocado y que les detallaré más abajo. Me salvan del desánimo absoluto la música y mi gato Tarik Marcelino Martínez, que es un compañero buenísimo, el amigo perfecto para cuando uno empieza a feel the blues. Ya saben lo que dijo al respecto el gran Albert Schweitzer, premio Nobel de la paz en 1952: existen dos medios de refugiarse de las miserias de la vida, la música y los gatos. Vean una foto de este señor en su casa africana.

De falta de actividad no me puedo quejar, lo cierto es que sigo sin parar, como les contaré más abajo, y además el gato llena muchos de mis huecos de atención. Y me quedan algunos flecos del sinvivir de los primeros meses, como recibir a la delegación de la ciudad holandesa de Almere que aplazó el año pasado su visita hasta mediados de este mayo. También he de viajar a final de mayo a París, a ver el concierto de Samantha Fish en el Bataclan, dos veces aplazado y en el que me han dado finalmente gato por liebre, como les he contado, porque mi adorada Sam compartirá escenario con Jess Dayton, que no es manco pero por quien yo no viajaría para ver uno de sus conciertos. Y en el verano tengo varias posibilidades de ir a algunos festivales de rock-blues como hice el año pasado, solo o con mis colegas del blues.

Pero en otoño las posibilidades de moverme se han reducido bastante. En primer lugar, el tema Brazzaville, que ha terminado por convertirse en una decepción, lo que también está contribuyendo a mi desánimo. Se lo explicaré con más detalle. Lo de Brazzaville nos llegó a Werner y a mí como una cosa cojonuda. En una ciudad perdida en la jungla, capital de uno de los países más pobres del mundo surge una ONG preocupada por el medio ambiente y el cambio climático, algo insólito y pionero en África. Se les ocurre crear un anillo verde alrededor de la ciudad, buscan en Internet proyectos similares y encuentran Madrid. Y se les ocurre venir de visita, para lo que contactan con la organización Guiding Architects, de la que Werner es el representante en Madrid. Werner me llama y organizamos el tema a medias. Por primera vez yo paso de ser un conferenciante que le resuelve a Werner una hora de su programa, a ser un co-organizador, lo que supone más trabajo y mayor implicación.

Después hay todos los problemas que les fui contando (incluyendo la visita del Papa a Kinshasa), que retrasan el tema varios meses, pero por fin la visita tiene lugar. A toro pasado, ahora he llegado a tener una idea más clara sobre en qué ha consistido este sarao. Realmente, el amigo Ugain es un hombre con aspiraciones políticas al más alto nivel. Ugain, como Martin Luther King, tiene un sueño. En el Congo-Brazzaville hay un dictador que gobierna el país desde hace unos 40 años, momento en que llegó al poder mediante un golpe de estado. Es una república con un régimen presidencialista, en la que cada siete años hay elecciones a presidente, que este señor gana con porcentajes superiores al 95%.

A mediados de los 90, este señor intentó retirarse y dejar a un sucesor. Pero una parte amplia del pueblo rechazó al sucesor, lo que desembocó en una guerra civil que duró tres años. La guerra terminó cuando intervino, en nombre de la OUA, el ejército de Angola, el más poderoso de la zona, instruido por los rusos y los cubanos. Los de Angola separaron a los contendientes y volvieron a llamar al viejo dictador, cuyo nombre no he memorizado (el aeropuerto de Brazzaville lleva su nombre), que ya ha seguido hasta ahora. Durante un tiempo, el tipo creó la figura de un Primer Ministro que le echara una mano, pero luego se hartó y lo suprimió. Ahora tiene 80 años, las siguientes elecciones son en 2026 y todo indica que está preparando a su hijo como sucesor (todos los dictadores lo intentan), solución que no convence al pueblo.

El bueno de Ugain es arquitecto lo que, en un país con un porcentaje de analfabetismo altísimo, ya indica su pertenencia a una elite muy exclusiva. Él estudió arquitectura primero en Dakar (Senegal) y luego en Shenzhen (China). Los chinos ofertan becas a estudiantes africanos brillantes, para que estudien unos años en sus universidades. Les pagan todo, con dos condiciones: que aprendan chino y que luego no se queden, sino que se vuelvan a su tierra. Disponen así de contactos, a modo de cónsules locales, que les vienen muy bien para su penetración en el continente. Ugain regresó y se sintió llamado a trabajar para su país. Pero, según nos confesó, en su tierra hay dos líneas posibles para dedicarse a la política: integrarse en el régimen (con el riesgo a medio plazo de que te atrape el sistema y su corrupción) o apuntarse a la oposición (con la seguridad inmediata de dar con tus huesos en la cárcel).

Él ha soñado crear una tercera vía, una línea moderna, honesta y basada en el cuidado del medio ambiente. Pero, poco antes de venir a Madrid, nos informaron de que le habían nombrado subsecretario nacional de medio ambiente, lo que viene a sugerir que ya se ha decantado por una de las dos vías posibles. El caso es que la supuesta ONG no existe, aunque probablemente la hayan registrado como tal. Por aquí vino Ugain con cinco personas de relleno, que no decían nada porque no sabían una palabra de urbanismo ni de medio ambiente. Como recordarán, a lo largo de la preparación del viaje nos hicieron llegar distintas listas con los nombres de los implicados para que les hiciéramos la carta de invitación para el visado. Pues esos nombres cambiaban todo el rato, salvo el de su ayudante más directa, que atendía por Kumba.

Aquí llegaron tras una noche de viaje en bus, pasaron un día de breve visita al centro urbano y un segundo día con diferentes visitas institucionales, que les dejaron agotados. En ese día filmaron todos los pasajes, en los que yo debía actuar, salir a la puerta a recibirlos, estrecharles la mano y saludar sonriente, o bien señalar hacia una zona del jardín y fingir explicarles algo. Traían a un señor exclusivamente para filmar. Eso puede entenderse desde su óptica de país subdesarrollado, pero lo peor es que, una vez que tenían lo que habían venido a conseguir, el tercer día ya no querían hacer nada, salvo ir a París para hacer turismo. El objetivo de este señor era tener un vídeo para utilizarlo en su carrera política. Yo creo que su sueño es llegar a ministro y poderse postular como presidenciable frente al hijo del presidente. En fin, todo esto lleva el adverbio presuntamente, es algo que yo he deducido de lo que sentí con esta delegación, a lo largo de los tres estresantes días en que me tocó azuzarles para que no siguieran perdiendo trenes y se comportaran mínimamente.

El objetivo nuestro, tanto de Werner como mío, era que nos invitaran a visitar Brazzaville pero, el día en que nos fuimos a comer los dos para descansar un poco del coñazo, yo ya le dije a Werner que se me habían quitado las ganas de hacer ese viaje. Dado el nivel del tema, pensamos que no íbamos a saber nada más de esta gente. Pero resulta que, hace unos quince días nos empezaron a entrar whatsapps de otro señor. Je, je, que resulta que yo soy un amigo de Ugain y tengo otra ONG y me gustaría hacer un viaje con cinco de sus miembros a Madrid y Valencia, para ver los interesantes proyectos de ambas ciudades. Werner le contestó que cualquier contacto lo canalizara a través de Ugain. Mientras, yo le dije que no estaba muy por la labor y que pensaba que había que cortar con ellos.

Ugain escribió diciendo que sí, que era un amigo suyo. Y Werner le contestó que no teníamos interés en continuar con esta línea de actuación, que nuestra experiencia había sido muy negativa y disuasoria y que estamos muy ocupados. Era un mensaje educado, pero seco e inequívoco. Ugain respondió enseguida diciendo que estaba touché, que lo sentía pero lo entendía perfectamente. Y que le gustaría que, independientemente de todo, siguiéramos siendo amigos, Werner, él y yo. Punto final al tema. Además, la organización Guiding Architects se caracteriza por traer unas delegaciones de muy alto nivel, sus servicios son caros, cuando Werner me requiere para atender a una de sus visitas yo cuento con la garantía de que es un grupo de categoría, no unos mataos. Según escribo, el bueno de Tarik se ha subido a mi mesa a expresarme su acuerdo con lo que les estoy contando. Véanlo.

El caso es que el viaje a Brazzaville ya no está entre mis proyectos para el otoño. También se ha frustrado el posible viaje a Uganda, con los del grupo de Ciudad Real. Con estos he hecho tres viajes de otoño, a Birmania, Chile y Madagascar. Y en las tres ocasiones, a estas alturas ya estaba definido y contratado el viaje. No sé si volveremos a viajar algún día, pero creo que este año ya no va a ser. Tenía también el plan de recibir a mi amigo Diego Moreno, de Tijuana, que me anunció que planeaba venir este otoño. Pues tampoco viene. Le he escrito para ver qué pasaba y me dice que ha tenido que reformar su casa, que se ha gastado mucho dinero y tiene que aplazar su proyecto de cruzar el charco.

El grupo de senderistas con el que solíamos viajar una vez al mes, también se está viniendo abajo. De sus dos principales impulsores, uno se murió de Covid en los últimos coletazos de la pandemia y el otro se ha enamorado y se ha ido a vivir a Soria con su amada. Todavía puede que vayamos haciendo alguna salida que otra pero la cosa pinta bastante mal. Son cosas que pasan; hace unos quince años yo pertenecía a un grupo que se iba a esquiar cada Navidad a los Pirineos. Pues un año, el tipo que solía ocuparse de organizarlo todo nos comunicó que lo dejaba y el grupo se fue a la mierda. En mi caso, la consecuencia es que ya no he vuelto a esquiar y, a estas alturas y edades, tengo claro que eso se acabó. Diferentes aristas de lo que García Márquez llamaba el desgano.  

Pero la nostalgia de lo que no ha pasado es un sentimiento que no sirve para nada y hay que luchar para que no te atrape. Y lo cierto es que yo no paro de hacer cosas y les cuento. Lo último de lo que les di cuenta es de mi visita al veterinario y lo bien que se portó Tarik el martes 11. Al día siguiente apareció por mi casa mi hijo Lucas, que venía a pasar unos días por Madrid. Esa tarde acudí a la clase de guitarra con Henry y estuvimos practicando con afinaciones abiertas, es decir, formas de afinar la guitarra de forma que el toque sea más fácil. Es algo que inventaron los negros del blues y que Keith Richards incorporó al rock, otro día se lo explico más en detalle. El jueves tuve clase de inglés, yoga, comida en el Ricla y siesta. Por la noche tenía un concierto de Osi y los Osidados en Vallecas. Le dije a Lucas que si se venía conmigo, pero prefirió irse a cenar con su madre y quedarse ya en su casa.

El concierto de Osi fue en la sala Godfather Rock Club, al lado del campo del Rayo, un lugar que durante años se llamó el Jimmy Jazz. Allí nos juntamos todos los del grupo, Henry Guitar, Manolo el trompeta, Pepe el saxo, Críspulo, que es el batería de la big band vallecana y otra serie de colegas de la parte de Palomeras. Yo ya soy uno más del grupo, me recibieron con abrazos afectuosos y me hubiera gustado que mi hijo viniera, pero no pudo ser. El concierto estuvo muy bien, cada vez están más conjuntados y el público era de veteranos rockeros del barrio, de los tiempos del Hebé y el Jimmy. Nos pusimos bien de birras y, ya cerca de la una y media, caminamos Henry, Críspulo y yo hasta la estación de metro a pillar el último tren, ellos en un sentido y yo en el otro. Nos equivocamos varias veces de escaleras y, cuando por fin logramos vernos a ambos lados de las vías, montamos un pollo de risas de los que hacen época, para asombro de los demás viajeros que esperaban para volver a casa.

El viernes fui al teatro con mi amigo X y la peña correspondiente que, por fortuna, no se disuelve. Acudimos al Valle Inclán a ver una obra que se titula Fundamentalmente fantasías para la resistencia. La obra representa a una compañía de teatro de Kiev, que ha de refugiarse en un sótano cuando empieza la invasión de Putin. Y deciden escribir y ensayar una obra cómica, para no desanimarse, en la que uno de ellos representa de forma caricaturesca al propio Putin. La idea es genial, aunque su desarrollo no me pareció demasiado brillante, especialmente cuando deja la línea más bufa y se embarca en un tema más metafísico, sobre si es o no ético que en la obra maten a Putin, al fin y al cabo un ser humano. Desde luego, yo no voy a impulsar que se mate a nadie, pero desde ya les digo que no sentiría ninguna pena si eso sucediera en la realidad. Por ejemplo, hace unos días se ha muerto Sánchez Dragó y no podría decir que me he alegrado, pero sí que he sentido una indiferencia de una intensidad tal que casi se acercaba a la alegría.

El sábado salí a correr por la mañana y dediqué toda la tarde a escribir mi post anterior, de marcado carácter autobiográfico. Por la noche salí a cenar con una amiga a las Bodegas Rosell y dejé el texto sin publicar. El domingo, después de publicar mi post me fui a Entrevías, donde la Big Band Vallecana que dirige mi amigo Henry daba un concierto matutino. El miércoles le había hablado a Henry de mi interés por recoger firmas para la candidatura de Recupera Madrid y me confirmó que los del local le habían dicho que me permitirían poner allí una mesa de firmas. Así que cogí el tren a Entrevías con mis hojas de firmas y con la sensación de ir a jugar un partido fuera de casa, porque en Entrevías son muy podemitas. Y lo acojonante es que, a la vez que yo, apareció por allí Luis Cueto, el cabeza de lista, con más pliegos de firmas. Henry, que era el maestro de ceremonias, decidió que nos cederían cinco minutos antes del concierto para un breve speech y me pidió que presentara yo a Luis.

Fue una buena idea. Yo empecé recalcando que soy del grupo de músicos y ya me conocen de otros conciertos y saraos. Luego dije que era funcionario jubilado del Ayto, que Manuela Carmena y su equipo me habían hecho vivir cuatro años entre los mejores de mi carrera y que Recupera Madrid son los auténticos herederos de ese espíritu, a la espera de que llegue Yolanda. Luis explicó un poco la propuesta del grupo y empezó el concierto. Y a ambos nos persiguió mucha gente interesada en firmarnos las hojas, algo que me sorprendió bastante. Luis recogió un montón de firmas y, antes de irse me dio las gracias y me dijo que pensaba que la mayor parte de la cosecha de firmas era debida a mi intervención, que le había encantado.

Me quedé por allí recogiendo más adhesiones y me comí un bocata de lomo con unas birras en medio de los colegas que ya me tienen como uno más. Me lo pasé bien, aunque no hicimos tantas risas como tras el concierto de Osi. Después de una breve siesta, llevé a Lucas al aeropuerto y volví corriendo porque tenía otra sesión de teatro, esta vez en el Reina Victoria, casi frente a las Cortes. La obra de turno, Figurantes, imagina que los figurantes de una obra, hartos de no tener apenas diálogos, encierran a los actores principales en un desván y se ponen a representar teatro, de forma un tanto caótica y con muchos problemas entre ellos. Es una idea bastante descabellada y los actores la desarrollan de forma muy meritoria. La obra es desigual, con momentos muy hilarantes, un poco en la línea de humor absurdo de los hermanos Marx. En otros pasajes es menos brillante.

El lunes tuve inglés y yoga y me dediqué a recoger firmas por el barrio. Me firmaron varios vecinos de la casa, el portero, Jurgen el peluquero, Fernando del Matilda, que se quedó con un par de folios para clientes interesados en firmar también, los floristas, las chicas de la farmacia, varios dependientes de tiendas a los que apenas conozco y hasta Javi el veterinario de Tarik, a quien fui a ver para pagarle 25€ que le había dejado a deber. Antes me habían firmado la profesora de yoga y varias alumnas, así como los dos hermanos que llevan el Ricla. Me vine un poco arriba con este tema y el martes me fui al APOT a recoger más firmas, pero allí, entre mis antiguos compañeros, apenas recogí apoyos. Me sentí un poco raro, estos tipos de la candidatura han sido nuestros jefes, nos han tratado bien, han sido los responsables de la creación de la Dirección General de Planificación Estratégica, algo por lo que habíamos luchado años sin que el PP nos escuchara.

Ahora esta gente, que fueron los que realmente salvaron la legislatura de Carmena, al retirarse su jefa natural se han visto acorralados por Rita Maestre y los demás de Más Madrid y sólo están pidiendo firmas para poder competir en las elecciones, ni siquiera son votos lo que se pide. Capté un sentimiento como de que estas oficinas son una especie de cápsula fuera del tiempo, en la que se desarrollan rutinas y comportamientos endogámicos. Durante años pertenecí a esa burbuja atemporal, pero cada vez me siento más ajeno y cada vez entiendo más a mi compañera África que no ha vuelto a pisar el lugar desde que se jubiló. Entiendo que hay gente que piensa que esa candidatura va a dividir aun más a la izquierda y lo respeto.

Cada uno es libre de tener sus opiniones y dejarse influir por determinadas campañas o no, yo siempre he ido por libre y tengo debilidad por la disidencia y las causas perdidas. Pero me impresionaron especialmente algunos compañeros que reaccionaban a mi petición con un mohín entre el asco y el terror, diciendo: es que yo no quiero firmar nada. No fue uno ni dos, unos cuantos. En general, interpreto esto como una secuela más de la pandemia, que ha dejado a mucha gente tocada y aterrorizada. El mohín era gemelo del de los vegetarianos cuando se les ofrece jamón, los antivacunas cuando se les solicita que se vacunen y se me ocurre una tercera comparación de índole sexual, que me abstendré de detallar por respeto a mis lectoras del género aludido.

En fin, menos mal que me fui pronto al bar de mis amigos, donde recuperé el buen ánimo porque el dueño, mi amiga Sonia, los demás camareros en bloque y muchos clientes me firmaron sin tantos remilgos. Por la tarde me fui a acompañar a un amigo que estaba un poco malito en su casa, lo encontré bastante recuperado y animado y hasta me firmó también, a pesar de sus justificados reparos. Como es lector del blog, desde estas líneas aprovecho para mandarle un abrazo fuerte. Ayer tuve otra vez clases de inglés y guitarra, esta semana está todo descabalado porque Ed, el profesor de inglés está en una playa en la República Dominicana y hemos de adaptar el calendario a la diferencia horaria. Hoy jueves tampoco tenía el habitual yoga por ser luna nueva, pero mi tocayo del Ricla me ha avisado de que su madre había cocinado un bacalao con tomate extraordinario, así que me he subido a comer con ellos. Por cierto, la madre también me ha firmado.

Esto es más o menos todo. Afronto un par de meses con flecos del sinvivir, un verano que, salvo algunos festivales de blues, pasaré con Tarik refugiados del calor extremo y un otoño por ahora abierto y sumido en incógnitas. Empiezo a considerar algunas ideas a lo grande, pero no las quiero contar en el blog, que ya saben que trae mala suerte. Samantha Fish ha rodado una especie de documental con entrevistas y temas en directo en una emisora de Nueva Orleans y empiezan a filtrarse algunas de las canciones. Entre ellas la que les dejo de propina, de su último disco, un tema melancólico que nunca canta en sus conciertos y que es una maravilla, en la línea de Adele pero con su voz más metálica. Habla del final de una relación y es adecuado para momentos de bajón como el que me acecha. Pueden ver que, como Carolina de Mónaco, esta mujer no se ha tocado nada, ni los dientes un poco de vampira que siempre ha tenido, y lleva sus primeras arrugas con bastante dignidad. Sean buenos.

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