miércoles, 12 de abril de 2023

1.218. Latiguillos y muletillas

La verdad es que consulto los textos de la RAE sobre modismos y no acabo de diferenciar entre el concepto de latiguillo y el de muletilla, salvo porque se da por admitido que los latiguillos son una forma concreta de muletillas, concepto por tanto más amplio. Tal vez mi querida África me lo sepa aclarar, si decide dejar de chincharme, como anda haciendo últimamente con tenacidad digna de mejores objetivos. O tal vez el Ateo Piadoso, docto conocedor de los intríngulis del lenguaje, me pueda echar una mano. No consigo captar la diferencia entre muletilla y latiguillo, entiendo ambos como pequeños apoyos del lenguaje oral, que cada uno distribuye en sus parlamentos para apoyarse en ellos como conectores de frases. Lo mejor es citar algunos ejemplos: es decir, o sea, a ver si me explico, no me jodas.

La gente usa esas muletillas o latiguillos para conectar unas frases con otras y ni siquiera se da cuenta de que las repite continuamente. Algunos las convierten en contracciones para abreviarlas y poder seguir hablando rápido. Por ejemplo, una amiga mía dice todo el rato osácir, que viene a significar o sea es decir. Otra llega más lejos y lo convierte en extensivo, entre dos signos de interrogación: ¿saloquetequierocir? Este tipo de conectores informales del español hablado existen también en los otros idiomas. Por ejemplo, en el inglés se utiliza todo el tiempo el you know, ¿sabes? Entre una frase y otra. Los hay también más sofisticados, como el by the way, in my opinión, I should say y otros. En francés se abusa mucho del du coup, que es un conector universal, vale para decir así que, por tanto, en consecuencia y cualquier otro de los castellanos. Igualmente a mon avis, a mi parecer.

Yo no estoy libre de estos trucos, a pesar de expresarme en lenguaje escrito. Por ejemplo el socorrido: me creerán o no, pero… Suelo usarlo cuando cuento algo que pueda resultar de entrada inverosímil. Por ejemplo, uno de los temas que se han quedado a un lado en medio de la vorágine de franchutes y congoleños es el sesudo problema de la ruptura Piqué-Shakira, que se trató muy colateralmente en este foro. No les extrañará saber que yo estoy del lado de Shak, como no podría ser de otra manera, normalmente me suelo inclinar por el lado femenino, como vieron en el asunto Vargas-Preysler. Pero es que tengo clarísimo que Shak acierta en la letra de su éxito más reciente, cuando le dice a su ex: yo a ti te quedé grande y por eso estás con una igualita que tú. Grande no, grandísima.

Tan grande que esta señora ha creado ya lenguaje. Como les conté, todos los niños pequeños cantan ahora lo de los patitos como tú. Y la candidata del PSOE a la alcaldía de Segovia, que se llama Clara Martín, ha llenado la ciudad de carteles como el que ven abajo. Shakira no sólo factura sino que incide en todas las facetas de  la sociedad, incluido el lenguaje de los carteles electorales.

El poderío de esta mujer en el mundo del famoseo es mucho. Y aquí viene lo de mi latiguillo favorito: me creerán o no, pero yo ya seguía a Shakira en los albores del siglo, cuando andaba metido en el proyecto de Srí Lanka. Como saben, escribí cuatro libros contando mis andanzas en esa aventura, que fotocopié y repartí entre mis amigos. Pues en uno de ellos hablaba de Shakira y de un tema que acababa de publicar, que me había impresionado especialmente. Hablo del Underneath your clothes, Debajo de tu ropa, cuyo vídeo les propongo ver más abajo. Es un tema publicado en 2001 (el proyecto Sri Lanka se desarrolló entre 1999 y 2003). Yo me mostraba fascinado con la carga erótica del vídeo, el poderío de su cintura de avispa y lo bien que se adaptaba a cantar una balada rockera en inglés.

Después, su carrera se deslizó hacia el reggaetón, las coreografías extremas a la manera de Beyoncé y dejó de interesarme. Pero aquí mostraba un gran potencial, además de una letra bastante explícita, cuyo estribillo dice: debajo de tu ropa hay una historia sin final, la del hombre que yo he elegido y es mi territorio. No estoy seguro si este tipo de letra sería aceptada hoy por la señora Irene Montero y otras feministas; en 2001 las cosas estaban así. Pero lo importante: en 2001, Shakira tenía 22 añitos. Y ya se desempeñaba de la forma que van a ver. El señor Piqué tenía por aquel entonces 12 años y llevaba pantalón corto. No hay mejor demostración de que esta señora le quedó grande desde el primer día. en todos los sentidos. Vean, vean.

Shakira tenía entonces 21 como les digo, y ahora tiene 44. Por eso le dice a Piqué en su letra más reciente: yo valgo por dos de 22. Este tipo de juego numérico no es del todo original, puesto que ya Luis Eduardo Aute lo utilizaba al final de una de sus canciones más recordadas: Una de dos: Una de dos, o me llevo a tu mujer, o te la cambio por dos de quince, si puede ser. Otra letra que resultaría insólita en los tiempos que corren, caracterizados por el puritanismo más pacato. La serie de posibilidades que Aute desgrana al final de su canción, serían hoy bastante mal vistas. Sin embargo, este tipo de casos se dan. Recuerden que Eric Clapton se enamoró perdidamente de Patty Boyd, esposa de su amigo George Harrison, a la que dedicó una canción desesperada: Layla. Cuando Patty se enteró de que la canción iba dedicada a ella, le dijo que no hacía falta que se pusiera tan dramático, que hubiera bastado con que se lo dijera. Y se fue con él. Aute se toma esto con ironía, como pueden ver abajo; estamos ante uno de los mejores letristas del rock en español.

Pero volvamos a Shakira. ¿Alguno de ustedes, queridos lectores, alberga la menor duda de que esta señora estupenda, que se desempeñaba como han visto en 2001, le quedó grande no, grandísima a Piqué? Sin embargo, paradojas de la vida, resulta que Shakira mide exactamente 1,57, es más pequeña que la mayor parte de las mujeres con las que yo me relaciono o me cruzo cada día. En el otro lado, el señor Piqué mide nada menos que 1,94, es un mozarrón de altura similar a la del Rey, que mide 1,97. Así que estén ustedes alerta, que nada es lo que parece. Y ahora, con lo del ChatGPT se pueden crear imágenes y realidades virtuales con facilidad. Cuando yo publiqué LA FOTO con Samantha Fish, mi amigo Paco Couto empezó pensando que había usado el Photoshop, que es una especie de ChatGPT en cutre. Antes de que existieran estos sistemas de Inteligencia Artificial, las cosas sólo se podían hacer de verdad. Vean por ejemplo un par de casas curiosas.


La de más arriba está en Sopot (Polonia). La de abajo no estoy seguro, pero tiene toda la pinta de estar en San Francisco, por la zona de Haight-Asbury. Caprichos arquitectónicos de otros tiempos. También con simples técnicas fotográficas se podían lograr imágenes muy sugerentes, como esta que les pongo abajo.

Ahora, con la Inteligencia Artificial, llegaremos a un mundo en el que se privilegiará lo real, por más auténtico, igual que en Brasil las mujeres más valoradas en este momento son las que no se han hecho ninguna cirugía estética, al parecer difíciles de encontrar. Otra muestra más de un mundo que se ha vuelto loco y por eso mucha gente no ha superado la pandemia. De ese mundo es del que nos quiere liberar el señor Putin, que quiere volver a lo auténtico. Lo que pasa es que es muy burro y sólo sabe hacer las cosas de una forma: la que ha usado en Chechenia, Kazajistan o Siria (pobre ciudad mártir de Alepo, con lo hermosa que era). Tal vez por eso, yo estoy bastante encerrado en mi casa, en donde aguardo acojonado el incremento del calor. Menudo verano que se nos viene. Menos mal que me hace compañía el gran Tarik Marcelino Martínez.

Aún así, vengo saliendo bastante. La semana pasada quedé a cenar una noche con Paco Couto, y otro día con una amiga en la Plaza de Santa Ana. También he ido al cine a ver Air, una película maravillosa para un proyanqui como yo. Ayer por la mañana acudí al edificio municipal de Mayor-71, donde están las sedes de los grupos políticos, con el propósito de firmar para que se acepte la candidatura de Luis Cueto para las elecciones locales. Como se trata de una agrupación de electores y no un partido político, han de reunir 8.000 firmas. Después de una semana de proponerse, ayer llevaban sólo 1.500, así que la cosa va a estar apretada, porque han de reunir las 8.000 antes del día 23. Si no las consiguen finalmente, puede que clara-mente me abstenga de votar. A menos que alguien me convenza del voto útil a la señora Reyes Maroto, a quien, si me la cruzara por la calle, no reconocería. Los demás, que ni sueñen con contar con mi voto.

Por la tarde llevé a Tarik Marcelino al veterinario por primera vez. Es un vecino muy majo que tiene una clínica en Lavapiés. Allí le hicimos la cartilla veterinaria, en donde lo registré con su nombre completo. Y le pusieron el chip y la primera vacuna. Tarik se portó fenomenal, estuvo inspeccionando la clínica, porque sus principales afanes son los que se derivan de la curiosidad. La verdad es que es un tipo que se porta bastante bien, sin olvidar que es un adolescente. Me sigue haciendo perrerías, pero sólo cuando estoy yo en casa. Si me voy, como el lunes, al yoga, a comer al Ricla y a comprar más café a La Mexicana (unas cuatro horas en total), a la vuelta me encuentro la casa inmaculada. Pero, cuando estoy por la casa, se dedica a escarbar en los tiestos llenando todo de tierra y otras travesuras. Clara-mente para provocar.

Lo peor fue un día que me levanté y no tenía Internet. Investigué qué pasaba y me encontré completamente mordisqueado el cable que une la entrada del cable de fibra con el router. Es un cable delgadito que no está preparado para que lo mastique un gato. Llamé al servicio técnico de Orange y les expliqué lo que me pasaba. Me precisaron que ese cable se denomina el latiguillo y que ellos no podían suministrármelo (era el Jueves Santo), pero que yo podía perfectamente conseguirlo en un Leroy Merlin. Me vestí a toda pastilla, cogí el coche y me personé en el Leroy Merlin de Raimundo Fernández Villaverde. Allí, según se me había indicado, pregunté si tenían latiguillos de fibra para Internet. No tenían, eso sólo se sirve en los Leroy Merlin más grandes, en las salidas de la ciudad. Consulté el Maps, vi que el más cercano era el de Barajas y allí que me fui con el coche.

El Leroy Merlin de Barajas está exactamente en el Polígono de las Mercedes, cuyo Plan Parcial me tocó a mí informar en su día. Por si acaso, me compré un segundo latiguillo de repuesto, en previsión de que Tarik se lo vuelva a comer para merendar. Ahora lo tengo medianamente protegido y de momento no lo ha vuelto a atacar. Por cierto, ya que estamos hoy de digresiones, tal vez ustedes no sepan que Leroy Merlin, junto con Alcampo, Decathlon y los cafés Paul, que suele haber en los aeropuertos, son todos negocios de una misma familia, radicada en Lille, donde vive mi hijo Lucas. El patriarca de dicha familia es una especie de Amancio Ortega franchute, que se ha situado de puta madre en los principales sectores de negocio: la alimentación, el deporte, el bricolaje y la restauración en aeropuertos. En Lille es un hombre conocido, al que es frecuente ver comprando en las tiendas o tomándose algo en un café.

A Tarik todavía no le dejo salir a la terraza. Antes tengo que hacer una pequeña obra cerrando con una puerta el pasillete lateral de la azotea, para lo cual he contactado con el albañil de cabecera de la Comunidad de Propietarios, que se llama Tiberio, nombre a la altura de una chapuza para Tarik Marcelino. Espero que el tal Tiberio me aporte alguna solución para evitar que Tarik se marche por los tejados y monte algún tiberio en casa ajena. El Rubito, el último gato que vivió conmigo en esta casa, gustaba de pasarse a la casa del vecino para cagarse en su terraza, esperemos que Tarik no llegue a tales extremos.

En este post de recorrido un tanto errático, hemos mencionado de pasada el tema de que las cosas auténticas cobrarán valor frente a mistificaciones e imposturas. Lo auténtico siempre será valorado, al menos por una cierta gente, los que no nos dejamos influir por la publicidad, el marketing y los dogmatismos. Por eso están volviendo, por ejemplo, los discos de vinilo y el rock en directo. La presencia avasalladora de las grandes discográficas garantiza el éxito para sus patrocinados, como Beyoncé, Rosalía o Jennifer Lopez. Pero ninguna de ellas puede igualar ahora mismo un directo de Samantha Fish o de Ghalia Volt. Vean qué alegría expresa esta chica, ahora girando por la América profunda, a la que como a mí le encanta la buena cerveza.

Y, si estamos tratando de lo auténtico, de lo no impostado ni mistificado, qué decir del gran Van Morrison. Se lo voy a dejar de propina. Van Morrison se mantiene en plena forma artística, física y personal a sus 77 años. Este vídeo es de 2021, así que tenía por entonces 75. No les quiero hacer ningún comentario específico. Bueno, salvo uno. Fíjense en cómo permite en un momento dado el lucimiento, más bien corto, del guitarrista y el teclista. El interludio de ambos se subraya con la aparición de una segunda pandereta, que suplementa a la primera, presente en toda la canción. Pura esencia de buen rock. Sólo un genio hace cosas como esta. Sean buenos. 

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