martes, 18 de octubre de 2022

1.177. El mono soy yo

Pues el caso es que la semana pasada regresé a mi sinvivir cotidiano, después de siete días un poco más tranquilos en los que hasta me pude dedicar al bricolaje, como les conté. El lunes 10 madrugué para publicar a una hora inusualmente temprana el post sobre Cipriano y la vaselina que había escrito en la tarde anterior y enseguida cogí el coche para acercarme a la ETSAM. Allí estaba citado para dar a las 10.30 mi clase sobre el proceso de realojo de las chabolas de Palomeras, en el curso que dirige mi amiga Sonia de Gregorio que me viene llamando para ello estos últimos años. Con las preguntas de rigor, la clase duró dos horas y mantuve la atención de los chicos como buen flautista de Hamelín que soy. Una chica me dijo que le había emocionado mucho mi relato, porque era exactamente la historia de sus abuelos, que vinieron de Córdoba a montar una panadería y tuvieron que alojarse en unas chabolas hasta que los realojaron. Ella había contrastado lo que sabía de su familia con lo que yo había contado y dijo haber aprendido mucho.

Tuve el tiempo justo de volver a casa, cambiarme y caminar hasta mi clase de yoga. Después, unas albóndigas de rechupete en el Ricla y a casa a descansar, que el día siguiente era fino. El martes 11, estaba a las 9.30 al pie del viejo depósito de agua del Matadero, donde me encontré con Inés R. y sus 40 alumnos del máster de urbanismo de Le Havre. Tuvimos que esperar quince minutos en un bar, porque estaba lloviznando y los chicos no se querían mojar. El día anterior ya habían tenido actividades de tarde y luego habían estado de juerga hasta las tantas, porque son jóvenes y era la primera vez que salían de Francia. Inés es una mujer delgada, muy simpática y lista, una auténtica ardilla, que ya saben que contactó conmigo gracias a un colega francés que me conocía. Ella vive en Grenoble y da clases allí, pero ha logrado sacarse una plaza de profesor asociado en Le Havre y ahora va de una a otra universidad, atravesando toda Francia en tren cada pocos días.

A pesar de haber trasnochado, los chicos aguantaron bien mis cuatro horas de charleta en francés, mientras recorríamos el parque. Después, se dispersaron para comer y yo me busqué un restaurante en la avenida de la Virgen del Puerto para tomar unas raciones con mi nueva amiga. Desde allí cogimos un bus hasta la Plaza de la Cebada, donde nos dieron una charla de hora y media los arquitectos del grupo Zuloark, que fueron los que diseñaron y gestionaron el espacio libre okupado por los vecinos durante años, desde que se demolió el antiguo polideportivo hasta que empezaron las obras del nuevo, que está todavía sin inaugurar, pero este asunto tiene una intrahistoria que se merece un post específico, así que ya se lo cuento otro día. Después, les dimos suelta de nuevo a los alumnos y nos sentamos a tomar una cerveza con uno de los arquitectos de Zuloark, el otro se tenía que ir. Caminé luego hasta casa bastante cansado, pero satisfecho con la jornada.

El miércoles, que era festivo, me volví a encontrar con Inés y sus chicos para una visita guiada al Matadero, a la que quería asistir, aunque luego no me aportó mucho. Al final, la chica tenía previstas una serie de actividades de cierre del viaje lectivo en las que yo no pintaba nada, así que me despedí y eché a andar hacia Atocha, mirando los restaurantes que me salían al camino. Hacía ya muy buen día y las aceras estaban repletas de terrazas abarrotadas de gente comiendo platos de todas las latitudes. Elegí un lugar con el logo de Estrella Galicia, entré a la barra y me pedí una tosta de salmón. Por el precio imaginé que sería grande y acerté. El lugar estaba regentado por una amplia familia de dominicanos y tenía cerveza de presión de las tres modalidades de Estrella: la normal, la milnueve y la sin. Vean la foto que les hice a los grifos.  

Mi marca preferida de cerveza está teniendo una expansión y una penetración en el mercado extraordinaria, basada en la calidad y en el diseño exquisito de todos sus elementos. Este núcleo de grifos es un objeto bonito per se y la cerveza que sirve también es una exquisitez. Pero sigo con mi relato. Descansé un rato y me puse a escribir mi siguiente post, que publiqué el jueves 13, entre la clase de inglés y mi nueva sesión de yoga. El viernes 14 empecé subiendo al mercado de Antón Martín a comprar provisiones diversas, luego cogí el coche y me fui a las inmediaciones del APOT a comer en el bar de mis amigos Mon y Sonia y, después de una larga sobremesa, crucé la M-40 para ir a la oficina de mi amiga M. con la que tengo diversos negocios que he de atender de vez en cuando. Volví a casa ya anocheciendo, dejé el coche en el garaje pero no subí a casa, sino que me fui de juerga moderada con un par de amigos que habían venido de Extremadura.

El sábado me tocaba salir a correr, pero me levanté tarde, estaba resacoso, y tenía una cita temprana (14.00), con otra pareja amiga para comer en el restaurante japonés Yokaloka, que está dentro del mercado de Antón Martín. Así que dejé la carrera para el día siguiente (tampoco había corrido el miércoles, a cambio de mis caminatas con Inés R.). El mercado tiene una actividad impresionante los sábados a mediodía, es la primera vez que voy a esa hora. Y el Yokaloka es realmente un buen restaurante, al que suelo ir con mis hijos cuando vienen a Madrid, pero siempre a cenar. Desde allí caminamos a la plaza de Santa Ana buscando una terraza donde tomar unos cafés, pero estaba todo lleno. Acabamos en el Café Central, donde sirven todavía un café excelente. Descansé por la tarde y el domingo pude recuperar mi carrera pendiente. No está mal para una semana de octubre.

Pero les cuento una cosa. Salí como les digo a correr al Retiro. Y me encontré la calle Alfonso XII cortada al tráfico. Desde el final de la Cuesta de Moyano suelo correr un tramo de esa calle por la acera exterior al parque, para evitar la sobreabundancia de corredores que suelen atestar el lado interior de la verja. Y estaba empezando a recorrer ese tramo, cuando desde el paso subterráneo emergió de pronto un tanque del ejército en dirección norte. No sé si me creerán, pero me dio un vuelco el corazón, que casi me trastabillo y me caigo otra vez (todavía tengo molestias en el costado de mi última caída). El tanque se fue alejando. No iba muy deprisa pero es que yo a mis años voy ya bastante despacio. Y se perdió por el fondo en dirección a la puerta de Alcalá.

Había bastante policía regulando que nadie entrara a la calzada. Y entonces me adelantó por el centro de la calle un corredor a toda pastilla, provisto de dorsal. Alguna gente en la puerta de Felipe IV, por donde suelo yo entrar al parque y parar un rato a hacer estiramientos, aplaudieron vivamente al corredor. Mientras estiraba, por el rabillo del ojo vi que pasaban ya otros corredores por la calzada de Alfonso XII. Reanudé mi carrera por el circuito interior del parque y, al final del Paseo de Coches, me tuve que desviar un poco para soslayar la meta de la carrera popular. Al lado de la meta estaba el tanque, junto con un par de tanquetas más. Era una prueba popular patrocinada por el ejército. Pero el susto que yo me había llevado fue auténtico, y eso que ya estoy curado de espanto tras una semana viendo pasar cazas sobre mi casa por el desfile del 12 de octubre y sus diversos ensayos anteriores.

Es significativo que yo vea un tanque por las calles de Madrid y se me revuelvan las tripas y las neuronas. Que lo último que piense es que va abriendo camino a una carrera popular. La maldita guerra de Putin ha logrado ya meternos el miedo en el cuerpo, ahora que empezábamos a quitarnos el terror de la pandemia. He hablado varias veces en mis últimos posts de esta guerra, un tema en el que me he posicionado de una manera clara, porque creo que no hay derecho a que un enano autócrata se monte semejante quilombo y nos ponga en riesgo de generar una debacle mundial de consecuencias insospechadas. Creo que eso no se puede consentir y no me interesan especialmente las razones que han llevado a este punto crítico, porque para mí lo fundamental de esto es que hay un país que ha agredido a un vecino y que está bombardeando barrios civiles con decenas de miles de víctimas.

He escrito varios posts al respecto explicando mi postura y sé que hay muchos de mis lectores que no están de acuerdo, como África, Alfred, Paco Couto y otros que me lo han dicho por detrás. También hay otros más que me han manifestado su total acuerdo, estos todos por detrás. Como ya he dicho varias veces, no quiero de ninguna forma que esta tribuna se convierta en un foro exclusivamente político; no me siento en absoluto preparado para eso, ni me apetece lo más mínimo. Yo no soy un especialista en temas geoestratégicos, ni un sabio, ni un estudioso de dichos temas. Yo sólo soy un observador urbano que luego cuenta lo que ve y elabora en torno a ello una serie de reflexiones no especialmente profundas, pero sí particulares y sobre todo divertidas, al menos a mí me divierte formularlas. Si titulé mi último post al respecto Leña al mono hasta que hable inglés, ahora tengo claro que el mono soy yo.

Ya sé que las cosas no son tan sencillas como yo las cuento, pero finalmente soy tan bolo como el de la foto de arriba y tiendo a simplificar lo complejo. En mis recientes posts sobre el conflicto en Ucrania, reconozco también una intención clara de provocación. Es porque me da mucha rabia que, en el círculo en el que me muevo, mucha gente dé por hechas determinadas teorías, jaleadas desde ciertas tribunas, sin ponerlas en cuestión, sólo porque van contra la versión más extendida, la que comparten la mayoría de los gobiernos de todo el mundo. Para el Kremlin esas teorías son un regalo y es sabido que llevan décadas infiltrándose en las redes informáticas de occidente, sin un propósito inmediato claro, de forma preventiva, para poder utilizar esa penetración en un caso de conflicto como el actual. También creo que, enfrascados en tales teorías, nos convertimos en un grupo bastante endogámico, que luego no entendemos por qué siempre gana las elecciones la derecha.

Pero reconozco una intención provocadora por mi parte y en ese sentido, tengo que agradecer la paciencia, la educación, el tacto y el cariño que me muestran en sus comentarios algunos de mis lectores más fieles, especialmente los tres que he citado más arriba. Este blog no sería lo mismo sin seguidores tan cojonudos como ellos. Muchas gracias, de verdad. Pero, por encima de cualquier otra consideración, me dan mucha pena los ucranianos, unos señores que vivían pacíficamente sin meterse con nadie, como nosotros, y a los que están machacando sin freno, destruyendo su país para muchas décadas. Por supuesto, también me dan pena los rusos de a pie. Ya les conté que los soldados de las primeras hornadas que invadieron Ucrania en febrero llevaban en el petate su uniforme de gala porque les habían dicho que serían recibidos con aplausos (iban a liberar a la población local de un régimen nazi, recuerden) y que en unos días tendrían que desfilar por las avenidas entre confetis y flores.

Iban al frente engañados, porque su jefe es, encima, un mal estratega, que lleva años rodeado por aduladores que no le dicen la verdad sobre la verdadera preparación del ejército ruso. La guerra la están perdiendo en el frente por esa mala preparación y porque no es lo mismo la motivación para el combate de un tipo que está defendiendo su tierra, que la de un soldadito que se cree que está entrando en el país vecino para desfilar entre ovaciones del pueblo liberado y lo reciben a tiros. Ahora las cosas han cambiado y la primera reacción a la movilización decretada por el Hijo de Putin ha sido pies pa’ qué os quiero. Los que han podido, se han largado del país. Los hijos de los magnates y ricachones habrán pagado para evitar la leva, como pasa siempre. Y los que han tenido que ir al frente, van con la cara que ven en la impresionante foto de abajo. Qué otra cara van a poner unos semiadolescentes que saben que van a ser usados como carne de cañón sin la más mínima preparación para el combate.

Cómo no sentir pena de estos críos, recien rapados y estrenando su uniforme. Por cierto, el propio Kremlin admite que ha mandado al frente ya a 16.000 de estos reclutas y que entre ellos se han producido las primeras bajas. ¿Cuánto aguantará el pueblo ruso? Es una variable a considerar. Pero yo quiero darle a este texto un golpe de timón. Porque una de las virtudes de este blog (en mi opinión) es la elección de las imágenes y vídeos con los que suelo ilustrar mis entradas. Las tres que llevo en este post son perfectos ejemplos del refrán una imagen vale más de mil palabras. Y les voy a poner una muestra más. Ya saben que el campeón del mundo de ajedrez se ha negado a jugar con el nuevo fenómeno emergente, el americano Niemann, porque dice que es un tramposo (investigaciones posteriores parecen haber demostrado que sí lo es). Vean su imagen.

No me digan que el tipo no tiene una cara de tramposo absoluta. La cara es el espejo del alma. Es curioso (volviendo por un momento a Ucrania) que muchas de las opiniones de mis críticos incidan en la persona de Zelensky a quien acusan de encabezar un régimen corrupto y de no ser más que un actor. Especialmente mis amigas más críticas, me dicen que el tipo les da muy mal feeling. Hombre, yo admito que es bastante feo. Pero, como actor acostumbrado a declamar sus textos, habla muy bien. Y no olvidemos que es un señor al que eligió su pueblo por mayoría amplia, en tiempos de paz y en unas elecciones certificadas por la ONU. Su régimen era corrupto, pero no más que el 90% de los regímenes africanos, y nadie los invade por ello. Y, en tiempos de guerra, uno no puede andarse con demasiadas sutilezas democráticas, porque en caso contrario te puede suceder lo que a la República española.

Hay por ahí otros líderes que, además de feos, encima no saben hablar. Y estoy pensando en Feijoo. ¡Madre mía, qué decepción! Hombre, mejor que el fraCasado es, era imposible superarlo. Pero qué discurso más plano. No sé lo que piensan ustedes, queridos lectores, pero a mí este señor me resulta muy paleto. Sin ánimo de insultar a nadie, a mí Feijoo me huele a grelos a dos metros de distancia. Le crecen percebes entre los dedos de los pies. Le anidan mejillones en los sobacos. ¿Este es el gran hombre, el político de raza que nos va a librar del inicuo Sánchez? Como dijo Aznar: ¿con qué programa? ¿Para hacer qué? Hasta ahora lo único que ha hecho ha sido seguir bloqueando la renovación del poder judicial y repetir ad nauseam el mantra de bajar los impuestos. Me temo que estamos ante un político de garrafón.

Pero las encuestas lo ponen de ganador claro. Excepto el despectivamente llamado CIS de Tezanos, que lo sitúa por detrás de Sánchez. Es curioso que esas mismas encuestas, decían exactamente lo mismo del fraCasado quince días antes de que su propio partido le diera una patada en el culo. Por un lado, es cierto que el PP probablemente gane todas las elecciones a partir de ahora, aunque ponga de candidato a un mono de hojalata de esos que tocan los platillos cuando se les da cuerda. Pero es que la Brunete mediática consigue muchos de sus objetivos simplemente machacando mensajes un día y otro aunque sean falsos. Con esa táctica, consiguieron que se odiara a muerte a Iglesias y también a Sánchez. En ese sentido, viene a cuento la viñeta de hace unos días del Roto, tan certera como de costumbre.  

Y ya que hemos hablado del mantra de la derechona de bajar impuestos, no puedo dejar de referirme a lo que está pasando en Gran Bretaña. Recuerden: la señora Liz Truss se hizo con el poder en el Partido Conservador, tras la defenestración de Boris Bote-johnson, tan merecida como la del fraCasado. Consiguió vencer con el citado mantra ultraliberal. Nada más tomar posesión, se puso manos a la obra, cumpliendo su promesa. Y, en unos días, ha tenido que dar marcha atrás porque los mercados internacionales se hundían. Ha tenido que cambiar al ministro de Economía, por otro que lo que va a hacer es subir impuestos. En este sentido, las cosas son para mí bastante sencillas. UNO: la frase bajar los impuestos es de izquierdas es una de las mayores memeces que se han escuchado en este país, y la pronunció el presidente Zapatero, poniendo cara de haber descubierto el hilo negro.

DOS: para la derecha ultraliberal, bajar los impuestos consiste en bajárselos mucho a los más ricos y un poquito a los más pobres. Piensan que eso es bueno para la economía, porque facilita las cosas a las grandes empresas, crea empleo, etc. Está clara esta teoría: le bajas la tributación al Corte Inglés, contrata más empleados y baja el paro. TRES: una política verdaderamente social debería basarse en el principio contrario, es decir bajar los impuestos a los de abajo y subírselos a los de arriba, de forma gradual y escalonada para no asustarlos y retraer la inversión. En general, lo mejor son los términos medios, la combinación imaginativa de medidas mixtas, como lo que hizo Roosevelt en su New Deal. CUATRO: en épocas de crisis, hay que aumentar los impuestos siempre, todos debemos ayudar y contribuir a mejorar los servicios públicos, que son críticos en estos períodos.

La señora Truss es ya lo que en América llaman un pato cojo, a lame duck. Podría decir como en su día Rajoy: no voy a hacer lo que prometí, sino lo que hay que hacer. Pero estas cosas pueden colar en España, no en el UK. Y por cierto, ya que hemos hablado de relacionar la imagen con el carácter, a mí esta señora siempre me ha parecido que tenía aires de spinster. ¿Cómo dicen? ¿Que no saben lo que significa spinster? Joder, pues vayan a mirarlo al diccionario inglés-español, que no se lo voy a dar todo mascado. ¿Ya saben lo que es? Pues a mí me sorprendió saber en su día que esta señora era madre de familia con hijos. Su imagen me la sugería más bien rodeada de gatos en un apartamento del viejo Londres con chimenea de leña. Pero ya saben que no es oro todo lo que reluce. Por cierto, respecto a esto de ricos y pobres, les recomiendo que lean un artículo reciente, muy cortito, publicado en La Voz de Galicia. Para ello han de pinchar AQUÍ. Sean buenos.

4 comentarios:

  1. Se dice de los buenos escritores que son capaces de dibujar a un personaje con apenas unos cuantos trazos. El retrato que nos hace usted de Feijoo en diez renglones es brutal. Hacía tiempo que no leía algo como eso, lo volvía a leer una y otra vez y no podía parar de reirme.

    ResponderEliminar
  2. Spinster! Pero, mi querido amigo, qué rancio y qué impropio de un dandy coruñés resulta aplicar semejante adjetivo a una política, aunque sea tan calamitosa como la primera ministra del Reino Unido. Ya en las novelas de Jane Austen, ¡siglo XVIII!, el término era despectivo o suscitaba conmiseración. Emilio, ese calificativo tiene un punto de machismo: ¿Te preocuparías mucho del estado civil de un político? ¿Llamarías "solterón" al topillo insignificante que "reina" en Cibeles? Pues, que se sepa, ese pequeño pozo de rencor, está soltero y no se le conoce vida galante digna de reseña.

    Y para que no todo sean reproches, ¿de dónde has sacado esa maravilla de foto con los jovencísimos reclutas que Hijoputin manda al matadero! Su expresión de desconcierto es más elocuente que una catilinaria de Cicerón. ¡Pobres críos, involuntaria carne de cañón al servicio de un psicópata! Como decía Antonio Gala, "Cuando decís patria, es que vais a pedirlo algo terrible, vais a pedir la vida".

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Querida!!! Tienes toda la razón en cuanto al adjetvo spinster y su utilización peiorativa. Lo que pasa es que yo no he dicho que la señora Truss sea una spinster y yo la haga de menos por ello, sino que tiene un aire de. Y ese aire existe y es reconocible en ciertas señoras. Tan ofendido como tú podría sentirse cualquier gallego con lo de los grelos y los percebes.
      Pero esa es la salsa del blog. De nuestro Topillo se dicen otras cosas igualmenre ofensivas, que me abstendré de reproducir aquí, per que se deducen fácilmente de su apariencia.
      Finalmente, no suelo revelar mis fuentes, pero te diré que la foto de los chicos seleccionados como carne de cañón la saqué del New York Times.

      Eliminar