lunes, 19 de julio de 2021

1.069. Una agenda muy apretada

Pues aquí me tienen, en los días estadísticamente más calurosos del año que, como saben, van con un mes de retraso sobre los días más largos de finales de junio, igual que los días más fríos suelen ser a finales de enero, un mes después del solsticio de invierno. No sé muy bien el motivo de este retraso, pero me lo imagino relacionado con la eclíptica, la inclinación del eje de rotación de la Tierra sobre el de traslación, aunque también puede ser debido a un simple factor de inercia térmica: mi casa, por ejemplo, cuando refresca bruscamente el ambiente, todavía sigue caliente un día más por lo menos y viceversa cuando llega una ola de calor.

Este acoso del calor extremo se suma a la quinta ola del jodido virus, que campa por sus respetos sin restricciones. La gente se ha empeñado en imaginarse que la cosa se había terminado y resulta que no es así. La verdad es que teníamos todos muchas ganas de que se acabase de una vez, pero tenemos que seguir protegiéndonos, porque el bicho anda suelto. No sé, yo hace años que hago unas vacaciones atípicas: en verano me solía quedar por aquí, porque no me gustan las aglomeraciones, y luego aprovechaba el superávit de vacaciones pendientes para hacer lo que más me gusta: viajar a ciudades fuera de temporada. Bien, pues a mí, en esta situación, no se me ocurre irme a ver ciudades. Sólo he hecho una escapada a La Coruña y ni siquiera he viajado a París a ver a mis hijos.

Sin embargo, el personal que acostumbra a hacer vacaciones estándar a las playas o a la montaña, joder, es que no perdonan ni dos días. Todos los que conozco se han ido por ahí. Y así se ha generado esta quinta ola. Si ven las curvas de contagiados y muertos, el único período en que el virus se mantuvo a raya fue hace aproximadamente un año, después de los encierros severos que siguieron a la ola inicial. A partir de ahí, todo es un quiero y no puedo, matizado por el hecho de que, con la vacunación masiva, los casos son menos graves y el número de muertos no crece demasiado por ahora. Por cierto, del éxito de la campaña de vacunación no dice nada el fraCasado; según él, esto no tiene nada que ver con Sánchez, el presidente sólo interviene en las cosas que se hacen mal. Este es un tema que dejo para otro post.

Pero estábamos en que el contexto es de calor extremo y acoso renovado del virus. Pues en ese marco tan desagradable, yo empiezo hoy una semana de sinvivir a la altura de los mejores momentos de los años recientes. Veamos. Hoy he desayunado pronto y ligero y estoy aquí tumbado, escribiendo este post en decúbito supino, porque he de estar descansado para lo que viene. En algún momento de la mañana he de ducharme y vestirme para salir caminando hasta la escuela de yoga The Mysore Shala, sita en la plaza del Conde de Miranda, a unos veinte minutos a pie de mi casa. Llevaré mi bolsita de deportes con la equipación adecuada para el yoga, feliz e ilusionado con esta primera clase, guiada por mi amiga Elena, la que hace esos relatos de textos feministas a viva voz, que les he ido trayendo al blog.

La clase es a las 14.00 y calculo que no llegará ni a una hora. La modalidad de yoga que se imparte en este centro es el Ashtanga Yoga, una disciplina que nació en la ciudad de Mysore, al sur de la India. Hay un Instituto Mundial del Ashtanga que acredita a los centros autorizados para impartir esta modalidad y el de mi amiga es el único en Madrid. Las cosas que he leído previamente al respecto me han acrecentado el interés. El aprendizaje es individual, durante todo el tiempo tienes un profesor encima que te guía, te corrige y te anima. Se trata de una disciplina conjunta cuerpo/alma, alejada de una simple práctica de fitness, en la que se adquiere fortaleza, flexibilidad y coordinación y también serenidad y sensación de plenitud. Pero totalmente fuera de cualquier pensamiento mágico o religioso. En realidad, esto es un aprendizaje de una disciplina antigua, enraizada en los orígenes de la civilización.

Por citar sólo un punto, los días de luna llena y luna nueva no hay clases, se descansa. La luna está muy relacionada con la vida de las personas y la interacción con los ciclos lunares es anterior a cualquier religión. La luna gobierna las mareas e interviene en la provocación de los partos. Ya les conté que en Sri Lanka los días de luna llena eran festivos oficiales en todo el país, lo que propiciaba muchos puentes laborales, que los funcionarios municipales de Colombo utilizaban para tomarse los llamados días médicos a los que tenían derecho. También les recuerdo que las fechas de las fiestas mayores de las principales religiones, Semana Santa, Pascua Judía y Ramadán, se determinan por el calendario lunar. No digamos ya en las religiones orientales.

Yo soy una persona bastante alérgica al pensamiento mágico y estaré alerta por si me quieren colar algo de este tipo, pero me suena que el tema me va a resultar apasionante. A la salida de esta clase inicial, tal vez me quede remoloneando por el entorno de la Plaza Mayor, para comer algo en el Revuelta o el Ricla, por supuesto con la consabida cerveza. Hay que joderse con la campaña que se está montando a nivel mundial contra el alcohol. Los que vivimos en su día la del tabaco, sabemos identificarla desde el principio; menos mal que a mí ya no me va a pillar, por viejo. Fíjense sólo en un detalle. Titular de toda la prensa el otro día: durante 2020, se diagnosticaron 100.000 cánceres en bebedores moderados de alcohol.

Entra uno en la noticia con el corazón encogido, para descubrir que esa cifra constituye el 15% de los cánceres diagnosticados en el mundo. ¿No sería mucho más ecuánime, informativamente hablando, decir: el 85% de los cánceres detectados en el mundo afectan al personal abstemio? Pero, en fin, qué se puede esperar de una prensa como la que tenemos. El caso es que hoy, después de picar algo por ahí, tendré apenas el tiempo para una siesta rápida. Porque a las 18.30 he quedado con un amigo que tiene una furgoneta grande, para transportar entre los dos una nevera, desde la casa de una amiga mía que la va a desechar, hasta la de otra de mis amigas que necesita una porque se acaba de trasladar a un piso sin muebles. Mi amigo no me cobra nada por el servicio, así que lo tendré que invitar luego a unas cañas, para mantener vivos los estándares del consumo moderado de alcohol.

Mañana martes, tengo por la mañana mi clase de inglés con Ed. Por la tarde acudiré a la Fundación Telefónica, donde he quedado con mi amiga S., la profesora de la ETSAM que me invitó a contar en su clase la historia del desmantelamiento de las chabolas de Madrid. Vamos a ver en directo una charla con Richard Sennett, prestigioso urbanista norteamericano que, con su pareja Saskia Sassen, está a la vanguardia de las tendencias más participativas, inclusivas y colaborativas del urbanismo. Un tipo súper interesante al que ya he escuchado alguna vez. Mi amiga, por lo que sé, es básicamente abstemia, pero al menos un té sí que caerá a la salida.

El miércoles, he de salir a correr al Retiro a primera hora. Y, de seis a nueve de la noche, tengo que dar tres horas de clase telemática para el Máster de Economía Creativa de la Universidad de Alcalá de Henares que dirige mi amiga Belén Díaz. Es una clase que ya di en febrero, pero que mi amiga quiere que repita para el nuevo grupo cuatrimestral del máster. Tengo las imágenes preparadas, pero he de ensayarla para medir tiempos y también actualizar alguna cosa, lo que me tiene ocupado en estos días previos. El jueves tendré clase de inglés por la mañana y yoga de nuevo a mediodía. He pillado los turnos de yoga a esa hora, porque mi amiga Elena sólo tenía grupos de mañana los martes y jueves, y me coincide con el inglés. Pero mi plan es que, si algún día llego a dominar la cosa como para hacerlo en casa sin profesor, hacer mis sesiones por las mañanas, en ayunas, alternando con los días de running.

Pero la cosa no acaba aquí. El viernes (aún sin confirmar) tendrá lugar la reunión del Jurado de Reinventig Cities Students, un jurado del que me han pedido que forme parte. Los del Jurado hemos recibido los proyectos presentados por los estudiantes y unas plantillas que hacen los de mi Dirección General con unas primeras valoraciones. Confeccionar esas plantillas es un curre difícil, en el que yo participaba cuando estaba en activo. Ahora voy de elegante: los demás hacen las plantillas y yo sólo intervengo el día del Jurado, con esas plantillas a la vista. Pero, de todas formas, he tenido que echarles un vistazo a los proyectos presentados, que son diez, para formarme mi propio criterio. Esto de Reinventing Students es la primera vez que se hace. El equipo ganador no se lleva premio en metálico alguno, sólo la promesa de que la ciudad estudiará la propuesta por si puede hacerse realidad. Pero se harán publicaciones con mucha difusión y los del equipo que gane podrán enriquecer su currículum y tener mejores opciones de trabajo cuando terminen.

El viernes creo que viene mi hijo Lucas a pasar un día por aquí, de vuelta desde el sur de España a París. Creo que se va el sábado. Un sábado en el que habré de hacer mis 6,5 kilómetros por el Retiro a primera hora, que luego aprieta el calor, y quizá llevar a mi hijo al aeropuerto. Así que: ¿quién dijo aburrimiento? La verdad es que no tengo queja de mi vida de jubilado por ahora. Cierto que echo de menos viajar, pero me mantengo en contacto con mis amigos around the world. Mi colega de Tijuana Diego Moreno dice que el día que se pueda viajar, él va a emprender también una vuelta al mundo como la mía y me va a proponer que nos encontremos en algún lugar insólito. Y cita como posibles: Kimberly en África del Sur, un pueblo de Finlandia en Navidad para ver las auroras boreales, Persépolis, la meseta del Indostán, Abu Simbel, Brasilia.

Mi amiga Shannon de LA me cuenta que allí está subiendo también el covid, que se ha vuelto a imponer la mascarilla obligatoria en interiores, que hay mucho miedo a pesar del progreso de la vacunación. Por cierto, mi demostración de blues le ha sorprendido, dice que no imaginaba que tocara así y que le han encantado las gafas negras y el sombrerito. Es que, como dice Samantha, esto no va sólo de tocar y cantar más o menos bien, va también de cómo te presentas ante los oyentes. Es un uniforme completo, con la camiseta negra con caracteres japoneses. En fin, con este post les aviso que tal vez en estos días no tenga tiempo de cumplir con el ritmo de producción del blog. Pero paciencia, que ya viene agosto y espero que el sinvivir se modere.

Para que no se malacostumbren, les dejo de despedida un vídeo de Samantha, de la época del principio, cuando era esa larguirucha enérgica que hacía un blues extraordinario, con sus acompañantes habituales, Chris Alexander al bajo y Go Go Ray a la batería, a los que en este caso se suma Mike Zitto, un guitarrista amigo suyo que está entre el público y al que parece que no le apetece mucho subir, pero no le queda más remedio, porque Sam le dice: venga, hombre, que esta canción te la sabes. La cosa tiene lugar en Las Vegas, 2016, con motivo del Big Blues Bender, una iniciativa solidaria de recaudación de fondos, a la que Sam anima a participar con dinero, en vez de gastarlo en los casinos. La canción, Bitch on the run, ya la conocen y Sam cierra con ella su espectáculo. Ya se ha descalzado y empieza por su presentación habitual de sí misma y sus músicos. El vídeo está filmado con una sola cámara, parece que con teleobjetivo, por un espectador que busca todo el rato planos primerísimos. Que lo disfruten. Y que pasen una buena semana.

2 comentarios:

  1. Una auténtica fiera tu Samantha, no me extraña que te tenga tan encandilado. El vídeo es un poco mareante a ratos, pero los que nos criamos con el estilo Lazarov no tenemos mayores problemas con ello. Por lo demás, envidia nos das a todos con ese despliegue de actividades a cual más singular. Felicitaciones. Con esa actividad no es de extrañar que no necesites salir de vacaciones como los demás mortales.

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    1. Gracias hombre. Muy oportuna la referencia a Lazarov, que nos mareó lo suyo en nuestra adolescencia, se nota que eres veterano como yo. No creas: si encontrara con quién, a lo mejor yo también me iba por ahí a la playa. Abrazos.

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