sábado, 27 de febrero de 2021

1.027. Disfrutando de mi año samánthico

Hala, no se quejen, que les he dejado descansar de mi diva cinco posts y más de veinte días. Ya les conté que esta mujer genera noticias continuamente; el 3 de marzo reaparecerá en directo en Tallahassee (Florida) y luego encadenará una serie de conciertos en ese estado y en el de Texas. Desconozco el formato del grupo que presentará, no sé si será ella sola en acústico, o en trío con sus dos gladiadores negros cincuentones de los últimos tiempos, o con otros músicos diferentes. Lo que parece descartado es que vuelva a la big band, son tiempos de apretarse el cinturón, al menos mientras la pandemia siga haciendo de las suyas. Tampoco se sabe cuándo publicará ese disco que ha estado grabando en este parón, ni si la gira que empieza el mes que viene será para presentar sus nuevas canciones. Yo les iré informando, porque este blog dio un giro temático a mediados del pasado mayo cuando descubrí a Samantha Fish y desde entonces prácticamente no les he dejado de hablar de la chica. Igual que otros se toman de vez en cuando un año sabático, yo estoy disfrutando de un año samánthico. Samantha Fish y este blog son el hilo conductor que me está permitiendo pasar suavemente la transición desde mi perdida condición de ciudadano activo a la de jubilado, sin los quebrantos anímicos que otros sufren en dicho tránsito.  

Hoy quiero que vean algunos vídeos complementarios de la semblanza en cuatro posts que le dediqué hace poco, porque, aunque ustedes no se lo crean, para esa serie tuve que descartar muchísima información para no resultar aún más pesado. Como saben, Samantha Fish maneja últimamente una guitarra Gibson SG blanca y negra, que ha desplazado en sus preferencias a la vieja Delaney tuneada del pescadito. Bien, pues la casa Gibson ha empezado una serie de vídeos promocionales de sus productos que se llama The songbook, para lo que ha usado una casa de madera junto a un lago en un paraje precioso, para llevar allí a sus artistas y dejarles hablar un poco de sí mismos y luego cantar una canción. Como no podía ser de otra manera, el número uno de esta serie está dedicado a Samantha.

Les pido que lo vean, aunque no entiendan inglés, son apenas dos minutos de charleta antes de ponerse a cantar. La chica confirma lo que les he contado yo, que ella empezó a tocar la guitarra porque su padre y sus amigos la tocaban todos, que oía la radio y allí recibió sus primeras influencias: Keith Richards, Angus Young, Mike Campbell, Tom Petty and the Heartbreakers. En estas enumeraciones deja volar su acento sureño tan característico. Luego habla de los músicos de blues que la influyeron, como Freddy King o Skip James. Dice que su padre y sus amigos eran storytellers, o sea, contadores de historias con música. Que ella cuenta historias no cien por cien autobiográficas, pero basadas en lo que observa a su alrededor. Que la guitarra es como una extensión de sí misma y de su cuerpo, que ella se expresa como intérprete con la voz y la guitarra. Que le gusta explorar nuevas texturas y técnicas. Y termina diciendo que su proceso creativo no tiene límites, es una endless creativity.

Y elige para este vídeo la canción Dreamgirl, que hemos escuchado en su versión con el grupo, recuerden la triple percusión con la cadenita. Aquí la canta ella sola con su guitarra acústica y es una verdadera delicia. No sé si recuerdan la letra: soy la chica de tus sueños, déjate llevar por mí, juntos surcamos los vientos hasta tan lejos como podemos ver, pero luego tú, en cuanto estás listo, vuelves a la tierra y yo ya no puedo bajar; si pudiera rendirme y vivir un “después” feliz para siempre, me iría; si al menos tú pudieras estar a la altura de mis sueños, yo aguantaría; soy la chica de tus sueños, que viene cada día en tu ayuda, lucho contra tus demonios como si esa fuera mi propia cruzada, pero por la mañana cuando te vas, me enfrento a una negrura, que tú jamás conocerás. Ya les dije que Sam sublima aquí, en mi opinión, toda su frustración con el tipo que sólo quiere sexo, pero que, una vez satisfecho su deseo, empieza a pensar en largarse a sus asuntos o tiene prisa por volver con su mujer. Nadie ha expresado tan certeramente en una melodía ese sentimiento. Vean el vídeo. 

Una preciosidad. Como les digo, con Samantha y mi actividad bloguera, voy pasando el trago este de la jubilación, suave y gradual también por el hecho de que yo sigo haciendo prácticamente la misma vida que antes de la fecha del cambio de estatus. Por ejemplo, esta semana tuve el lunes por la mañana la repetición de mi clase sobre el desmantelamiento de las chabolas de Palomeras y otros lugares en los años 70, que esta vez impartí para los alumnos de mi amiga Sonia de Gregorio en la ETSAM. El martes a mediodía tuve una call con Adriana Plata, de Bogotá, para concretar los detalles del encuentro que los urbanistas de esta ciudad están preparando con Madrid, Sao Paulo y San Francisco. Este es un tema en el que intervengo en nombre del Ayuntamiento de Madrid, y es importante para mí, porque los de Relaciones Internacionales saben desde ese día que pueden seguir contando conmigo para este tipo de saraos y ya hemos sentado un precedente al respecto.

El encuentro será finalmente el 16 de marzo, se ha retrasado para que pueda intervenir también la Alcaldesa de Bogotá. Se trata de que el Ayuntamiento quiere remodelar la Carrera Séptima, una avenida que separa la ciudad de los cerros vecinos del norte, también llenos de vivienda. Esta avenida está íntegramente dedicada al tráfico rodado y se quiere cambiar a una sección más arbolada, con menos espacio para el coche y más para el tráfico peatonal, ciclista y de transporte público. Y quieren contrastarlo con algunas operaciones ya realizadas, como Madrid Río y otras similares en las otras dos ciudades invitadas. Por cierto, en los ayuntamientos de San Francisco y Sao Paulo hay muchos urbanistas, pero podría darse la circunstancia de que por dichas ciudades intervinieran Eden Brukman y/o Marcelo Sousa, a los que conozco del C40. Me encantaría verlos.

El miércoles y el jueves estuve dedicado a enviar cartas a todos mis contactos del correo corporativo que se habían apresurado a anularme el mismo lunes, a primera hora ya no me funcionaba. Además tuve que fajarme con la página Web de la Seguridad Social para darme de alta como jubilado y que me empiecen a pagar la pensión. Y ayer viernes, fui a mi oficina con un doble motivo. Primero quería acompañar a mis queridas amigas del curre, mi exjefa y mi compañera M., a un acto de plantación de árboles en la parcela del Bosque Metropolitano que va más avanzada. Asistía la Vicealcaldesa Villacís y nuestro Concejal, del que aproveché para saludarle y comunicarle que ya estaba jubilado, pero a su disposición. El acto lo patrocinaba Sanitas, que ha pagado parte de los árboles y trajeron como embajador al cuatro veces medallista olímpico Saúl Craviotto, que es un tipo guapísimo y excelente comunicador, como verán en la foto de abajo. Mis chicas se revolucionaron e insistieron en que se querían hacer una foto al lado de semejante bellezo. Pueden ver el resultado.


Con unas amigas tan majas como estas, cómo voy yo a romper el contacto con mi curre. El portero negacionista de mi casa comenta entre dientes a mí paso, cada vez que me ve salir: si ya no le pagan, no entiendo por qué sigue usted yendo al trabajo. En fin, a partir de ciertos presupuestos ideológicos y mentales, es frecuente que las cosas se entiendan al revés. Tras el acto, me pasé por el restaurante de mis amigos para comer algo rápido, porque tenía que subir otra vez a la oficina, para encargarme de recibir a los que entregaban propuestas para la fase final de Reinventing Cities 2, cuyo plazo acababa ayer. En circunstancias normales, esto se entregaría en el Registro, pero en esa dependencia sólo se atiende ahora a gente del exterior con cita previa. Así que alguien tenía que estar al loro de que les dejaran pasar los seguratas para que subieran a nuestra planta y les hiciéramos una comparecencia, un tipo de documento del que yo he hecho miles a lo largo de mi carrera, pero que ya no puedo firmar, porque debajo de un letrero que rece “El funcionario”, mi firma ya no es válida.

En fin, ven que mi vida, por ahora sigue sustancialmente igual. Este pasaje lo he intercalado aquí para joder a los seguidores que, en cuanto ven por el título que la cosa va de Samantha, pasan de entrar a leerlo. En realidad, mis lectores más fieles e incondicionales me leen siempre, porque disfrutan de mi forma de escribir, aunque el tema no les interese especialmente. Los otros, en realidad, me siguen por un simple afán de cotilleo, para ver si cuento alguna de mis intimidades, por ejemplo si llevo calzoncillos rojos o uso un champú para blanquear mis canas y quitarles el tono amarillento que me hace más viejo. Pues estos seguidores de segundo nivel van a tener que tragar con Samantha si quieren seguir entrando en mi vida a cotillear, porque yo pienso seguir hablando de mi dreamgirl y mezclando unos temas con otros.

Recuerdan que les dije que Sam también lo canta todo como yo. Pues, igual que los de las guitarras Gibson, los fabricantes de los pedales que utiliza han patrocinado un vídeo en el que Sam explica cómo los usa para sacar diferentes tonalidades de sus tres guitarras principales, la Gibson SG, la Delaney del pescadito y la cigar box guitar de cuatro cuerdas. Les pido que lo vean, aunque no entiendan el inglés, porque los sonidos que muestra Sam son reveladores. Les recuerdo que toda esta parafernalia de pedales, que ella usa a veces con los pies, con tacón altísimo o descalza, y a veces tirándose literalmente al suelo para manejarlos con la mano, compone un sistema totalmente analógico; aquí no hay nada digital. Es el sistema del pedalboard que utilizaban los guitarristas de blues y de rock de toda la vida. Vean el vídeo.

En fin, Samantha ha publicado ya su programa de conciertos para los próximos meses y marea sólo de verlo. A primeros de marzo toca en varios lugares de Florida: el 3 en Tallahassee, el 4 y el 5 en Boca Ratón, el 6 en St.Petersburg y el 7 en Kissimmee. Luego salta a Texas donde los días 25 al 28 da cuatro conciertos consecutivos en cuatro de las ciudades principales del estado: San Antonio, Forth Worth, Austin y Houston. Y en abril tiene toda una serie de conciertos con su amigo y maestro Tab Benoit: el 7 en Roanoke (Virginia), el 8 en Rougemont (Carolina del Norte), el 9 en Huntersville (Carolina del Norte), el 10 en St. Augustine (Florida) y el 11 en Atlanta (Georgia). Es la forma de trabajar de Sam, que nunca se cansa y que consigue a este ritmo hacer más de 250 bolos anuales. Para la mini gira con Tab Benoit han hecho un cartel promocional incidiendo en la idea de la Bella y la Bestia, y la estética de los carteles de cine de serie Z. Véanlo.

Samantha es a veces muy dominante, ella dirige su banda y va dando entrada sucesivamente a los diferentes músicos para que se luzcan. Pero también sabe quedarse a un lado y dejarle el protagonismo a otro, especialmente si ese otro es su amigo y maestro Tab Benoit, el eslabón perdido con el arte y la figura de Stevie Ray Vaughan y Jimmy Hendrix. Les voy a poner un vídeo que lo demuestra. Tab Benoit, con su habitual bajo obeso Corey Duplechin (a quien en otro post definimos como un sujeto espasmódico, trémulo, grasiento, representación viviente de los epsilones del mundo feliz de Huxley) y su batería procedente de los caballeros absolutamente monstruosos de Jon Cleary, ha invitado a dos músicos de lujo para una de sus canciones: Samantha y un trompetista que es muy bueno.

Interpretan uno de sus temas, Medicine, ya saben, porfa tráeme mi medicina, que me estoy empezando a poner muy malito y muy nervioso. El trompeta parece ser más amigo del gordo, que todo el rato le hace señas y morisquetas, ignorando a Sam que, como sabemos, no le tiene mucho aprecio y prefiere coquetear con Benoit, que es quien distribuye los turnos. Sam espera a que se lo indiquen y entra después del trompeta, elevando la temperatura del tema con su punteo fantástico. Cierra Tab Benoit con su guitarra también impagable, con su toque característico, a veces como si la guitarra hablara y siempre masculino, frente a la sonoridad más femenina de Sam. Un tema brutal en cualquier caso. 

Hay que ver, con la afinidad que tiene Sam por los frikis, con el gordo este no hay el menor feeling. Él sabrá por qué. Quiero puntualizar algo que se me quedó en el tintero respecto a Samantha Fish. Me refiero a su relación con su hermana Amanda, dos años mayor, buena y esforzada instrumentista, respetada en el ambiente local del blues de Kansas City, pero que no despega a un nivel más alto. Si se les pregunta, ambas dicen que su relación es excelente, como no podría ser de otra manera. Pero hay algunos indicios de algo subterráneo que ha llevado a Sam a irse a Nueva Orleans, donde se lo pasa en grande, todo el mundo la quiere y la respeta y es feliz con sus gatos. A Sam no le suelen preguntar casi nunca por su hermana, es obvio que es un personaje sin mucho interés para los medios entre los que Sam se mueve. A Amanda sí le preguntan por su hermana famosa. Veamos qué responde.

Por supuesto, dice que se alegra muchísimo de sus éxitos y que se siente orgullosa de tener una hermana como ella. Pero añade: Sam y yo somos muy diferentes y llevamos caminos distintos. Yo soy una investigadora del blues y trabajo mucho en busca de las raíces de esta música única. Samantha tiene otros objetivos: ella maneja un tipo de música más variado y quiere componer sus propios temas, para expresar sus sentimientos. O sea, que yo soy una blueswoman, mientras que ella es una cantautora. Bueno, lo que dice Amanda es cierto pero, sin ser consciente de ello, define una rivalidad soterrada que yo creo que la tiene bastante frustrada. Porque en USA, el mundo del rock y el de los cantautores siempre fueron como el agua y el aceite. Recuerden que a Bob Dylan muchos de sus primeros seguidores nunca le perdonaron que introdujera la electricidad en sus conciertos y le tiraban piedras y otras cosas cuando salía al escenario con su guitarra eléctrica. Era un traidor al folk tradicional.

Hay en Youtube contados conciertos en los que Sam invita a subir al escenario a su hermana para tocar juntas. Pero ninguno en sentido contrario. Si en un concierto de Amanda y su grupo se supiera que iba a entrar su hermana, toda la expectación se centraría en escucharla a ella y eso haría que Amanda se sintiera aun peor. Todo esto que escribo es, obviamente, una fabulación, basada en la imagen de ambas, la alegría que respira Sam por todos sus poros y el aire más triste y desolado de Amanda. Además, hay una cosa obvia: antes de ampliar sus horizontes y el registro de estilos de su música, Samantha ya demostró ser la mejor en el terreno del blues más ortodoxo. Y esa Samantha inicial es la que a mí me tiene totalmente enganchado: como les dije, estoy enamorado de una mujer que ya no existe.

La Samantha actual está luchando por hacerse con una repercusión planetaria. Es una artista a la que el mundo del blues se le ha quedado pequeño, de hecho ya no le pueden dar más premios de blues. Yo creo que Sam estaría encantada si fuera simplemente nominada a un Grammy pero, si piensan que ella va a renunciar a su independencia, o abrirse de piernas ante algún alto ejecutivo de las discográficas, ya pueden esperar sentados y meterse el Grammy por donde les quepa. Sam es feliz haciendo lo que hace y va teniendo ya algunos reconocimientos de mayor calado, como el que les mostré de Paul Krugman, o lo que dijo de ella el New York Times: impresionante guitarrista de blues, que canta con voz dulce y poderosa, uno de los jóvenes talentos más prometedores del género. Por su parte, el periódico de su pueblo The Kansas City Star añade: Samantha Fish ha derribado la puerta del club patriarcal del viejo blues; esta joven artista ha mostrado ya más imaginación y creatividad de la que exhibieron muchas vacas sagradas del blues en toda su carrera.

Qué dice Sam al respecto. Escuchémosla. Yo nunca voy a ser una artista del blues tradicional, no es eso lo que soy para nada. Pero en mí todo es blues. Cuando salieron Muddy Waters y Howling Wolf, lo que hacían no sonaba como algo que se hubiera hecho antes en el blues. Yo tengo que mantener ese fuego y ese espíritu; no puedo hacer a Muddy Waters mejor de lo que Muddy Waters es, yo tengo que ser quien soy y encontrar mi propia voz. Creo que está bien claro. Y proporciona una respuesta contundente a lo que su hermana dice de ella y de sí misma. Pero, como les decía más arriba, a mí me fascina esa primera Samantha, esa casi post adolescente larguirucha, que pesaba 56 kilos y salía ya con una determinación admirable a comerse el escenario con un estilo de blues bastante ortodoxo.

He encontrado en los archivos de Youtube un vídeo de enero de 2013, cuando acababa de ganar el premio al mejor artista debutante del blues, ese galardón que fue a recoger a Memphis con su familia, enfundada en un vestido un tanto pueblerino, que no le sentaba demasiado bien. Olvidada ya la gira con las chicas, Sam se ha apuntado a un Crucero del Blues. Esto es algo bastante popular en USA. La gente se pasa unos cuantos días embarcada en un enorme transatlántico, escuchando blues en directo y cogiéndose unos pedos de altura. Samantha se ve aquí rodeada de músicos muy veteranos, con los que improvisa una jam sesión. Son tres temas los que canta, pero yo les aconsejo que se salten los dos primeros, que son como de calentamiento.

El vídeo dura 23 minutos, pero para ver lo que les digo, han de entrar directamente en el minuto 10. Ahí acaba el segundo de los temas y hay un cambio de batería. Y, a partir de ese punto, tenemos a esa Samantha primigenia que tanto me gusta, en estado puro. Ella domina el cotarro y le va dando entrada a los diferentes músicos, un guitarrista grandote bastante malo, luego un teclista medio chino. Ahí entra ella con su sonido inconfundible. Al final se suma un tipo con un saxo tenor, con el que Sam establece un diálogo súper divertido. Y durante toda la filmación, en el lado de la derecha hay un bailón que ya no es que esté pedo, es que sus movimientos delatan algo más fuerte, no sé, un tripi o un éxtasis. Es admirable que no se caiga de culo. 

Sólo por contemplar las evoluciones del bailón alucinado de la derecha, merece la pena ver este vídeo impagable, que he rescatado para ustedes de un archivo bastante remoto. Hay otros bailones en escena y es este un vídeo que muestra el ambiente de estos cruceros y la capacidad de Sam de apuntarse a un bombardeo y pasárselo de puta madre. Es casi una niña y ahí la tienen, en un medio totalmente decadente y viejuno, calzada con unas chanclas del todo a cien, desplegando toda su música y divirtiéndose. Hagan ustedes lo mismo: hagan de la necesidad virtud y pasen un buen fin de semana, que la primavera empieza a asomar por detrás de la esquina.  


6 comentarios:

  1. El bellezo no es currutaco, es sencillote. Está bien que las chicas lo admiren.

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    1. Es guapísimo, resultón y arrollador, además de bastante buen comunicador. Mis chicas no se revolucionan por cualquier guaperas. Lo de currutaco, según la RAE quiere decir bajito: nada de eso, a mí casi me pasaba la cabeza, estuve a su lado en el acto.
      A menos que quieras decir currutaco mental. Tampoco lo es.
      Un abrazo.

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  2. El bailón alucinado es extraordinario. Todo un curso de expresión corporal. No tendría precio como extra de una película de zombies o de la noche de los muertos vivientes.

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    1. Sí, es el tipo que alegra el vídeo, uno no puede más que mirarlo a él todo el rato.

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  3. Lo que frustra a Amanda Fish es su incapacidad de expresar sus sentimientos (que los tendrá como todo el mundo). Samantha es una mujer muy expresiva, todo lo cuenta y ese tipo de personas consiguen sentirse muy bien. Los que se lo guardan, en cambio, sufren más. De esto sé yo mucho.

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    1. Gracias por su apunte, Doctor Freud, en ningún momento he dudado de sus conocimientos al respecto.

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