miércoles, 3 de febrero de 2021

1.020. Quién es Samantha Fish III

Bien, continúo con esta especie de tesis por entregas sobre Samantha Fish, a la que habíamos dejado después de protagonizar un concierto buenísimo en el Telluride Blues and Brews de septiembre de 2016. En esta estación de esquí de Colorado, todavía recuerdan ese concierto en concreto, a pesar de que Samantha no ha dejado de acudir al festival en los años siguientes con su nueva formación. Seis meses después, en marzo de 2017, Samantha reaparece con cambios importantes. Ha grabado un nuevo disco que se llama Chills and Fever (aludiendo a los escalofríos y fiebre que le produce el contacto con la persona amada). En marzo se lanza también el vídeo de la canción que da nombre al álbum, ese en blanco y negro en el que Sam aparece con una imagen sofisticada de rubia de Hitchcock bajándose de un Rolls o tumbada en una cama de la que surgen muchas manos que la acarician. Es una iconografía muy estudiada y lejos de su imagen de unos años antes. Ya han visto ese vídeo en el blog y no se lo voy a repetir, si quieren verlo es sencillo de encontrar en Youtube. Aquí pueden ver una imagen de su nuevo look.

Pero hay más cambios. Samantha ha disuelto su trío y ha decidido montar una súper banda, incorporando una sección de viento, un teclista y una violinista. Y, sorprendentemente, el batería Go-Go Ray se cae de este proyecto, a pesar de que llevaba cinco años con Sam sin faltar a un solo concierto y de que ésta le cantaba en el vídeo que vimos en el post anterior Please don’t ever let go, con cara de enamorada. Samantha no ha dado nunca muchas explicaciones al respecto, alude a cuestiones de contratos y a que sus músicos no son para siempre y hay que evolucionar.

El que sí continúa es el bajo Chris Alexander, el tipo que al final de las actuaciones grita: ¡Ladies and gentlemen, give it up for miss Samantha Fish! Este músico sí que se cogía sus moscosos, como hemos visto, pero Go-Go era fiel a todas las citas. A lo mejor es por eso, seguir el ritmo de Samantha es algo agotador. En los años siguientes encontramos a Go-Go Ray como batería titular de la banda de Paul Nelson, un grupo que apenas sale de Kansas. Además tiene una página de Internet en la que enseña a tocar la batería a los niños de la ciudad. Una vida tranquila, sin duda. Pero estoy seguro de que nunca se divertirá tanto como en los años enloquecidos en que acompañó por todo el mundo a Samantha Fish. Vean aquí una imagen de promoción del nuevo grupo de Sam.  

De izquierda a derecha, el trompetista, la violinista, Chris Alexander, Samantha, el nuevo batería, el pianista y el saxo. Samantha anuncia ya su programa de conciertos para el año y vuelve a superar los 200. Pero hay un cambio mucho más importante en su vida: ya no reside en Kansas City. Necesitaba irse a un lugar más grande y cosmopolita y ha estado dudando entre Chicago y Nueva Orleans, las dos ciudades entre las que gravita Kansas. En ambas tiene Samantha muchos amigos del mundo de la música. Pero estaría por apostar que Sam elige New Orleans por el clima. En Chicago hace un frío que pela y las nevadas como la de Filomena se prodigan durante todo el invierno. La suavidad del clima de NOLA, más la marcha callejera y el cruce de culturas son exactamente lo que Sam necesitaba para huir de su circunstancia. En los años anteriores ha hecho dinero, hemos visto que es un águila para los negocios y eso le permite instalarse en una casa céntrica y cómoda en New Orleans.

Y, realmente, en Nueva Orleans se lo pasa de puta madre. Es una ciudad llena de colorido, de música, de vida nocturna, de cultura, que la acoge con los brazos abiertos. Poco después de llegar, se hace con dos gatos (otra afición que comparto con ella). Además de toda su actividad en directo, Samantha funda una productora musical, a la que bautiza como Wild Heart Records (yo creo que ella es consciente de que ese es su mejor disco hasta el momento). Es una productora pequeña, que por ahora apadrina sólo a dos músicos, dos auténticos frikis a los que ella es tan afín. El pianista Nicholas Davies, que la acompañó en alguna gira, tal vez recuerden aquel vídeo en Nueva York en el que se sienta en perpendicular al teclista del grupo y se dedica a molestarle con el culo como el típico coñazo. El otro es Johnathon Long, un guitarrista muy gesticulante que maneja la cigar box guitar de maravilla. Vean un par de imágenes de estos estrambóticos caballeros.  


La relación de Samantha con toda clase de tipos estrafalarios viene de antiguo. Y van a comprobarlo en el vídeo que les voy a pedir que vean. En general, yo les he hablado en el blog de músicos blancos, pero en New Orleans hay negros de todas las tonalidades. Y, en el mundo del blues negro hay un músico que destaca por encima de todos y es también el más friki. Se llama Eric Gales y ya su aspecto es tremendo: todo el rato hace muecas con sus ojos saltones y tiene una mandíbula inferior prominente que deja pequeña a las de los Austrias, yo creo que lo debe pasar mal cuando llueve, por el riesgo de ahogarse. Además, es zurdo, pero toca una guitarra de diestros (no es el primero que hace eso). Y está tocando en un garito, una noche cualquiera, cuando llega Sam con otro amigo muy friki: el obeso Christon Kingfish Ingram. Este es un chaval de 20 años que toca la guitarra como los ángeles y es el sucesor nato de Samantha y los de su generación. En la secundaria era ya el raro del curso, porque todos sus colegas se dedicaban al rap y al hip hop. Pero él dice que lo suyo es el blues, que es la música de sus abuelos y que no quiere hacer otra cosa.

Samantha y Christone (el mote kingfish imagino que alude a una especie de besugo del Golfo de México) se presentan en el garito, acompañados por un tercero, un negro que va grabando todo con su móvil (lo verán en el vídeo). Y Eric Gales se pone muy contento y les pide que toquen. Pero no traen guitarra. No importa, yo os dejo la mía. Pero es de zurdos. No pasa nada, le das la vuelta y ya. Esta es la conversación que se intuye que tienen al principio. Samantha mira a su amigo y, sólo cuando este accede, dice OK. Le quita el volumen a su móvil, deja el bolso y el abrigo por allí tirados y se dispone a ver a Gales, que se arranca con un clásico del blues: Red House. Eric Gales es un guitarrista muy bueno y todo un showman, feo de cojones y súper expresivo.

Observen que al tener la guitarra al revés, los acordes no los toca con el pulgar hacia abajo, sino con el dedo corazón hacia arriba. Al rato le cede la guitarra a Samantha, que hace lo que van a ver. Gales la acompaña con el bajo, que también toca al revés. Y no se pierdan el letrero del bombo del batería: Life is dope, la vida es droga. Finalmente le toca el turno a Christone y eso ya es la repera. El acabose. El gordo es un guitarrista estratosférico. En este video se hace uno una idea precisa de lo bien que se lo está pasando Sam en NOLA; los negros la han acogido en su mundo y la sienten como uno de los suyos. Y ella está feliz entre ellos. Cuando el gordo acaba, Sam le hace una seña al tercer amigo y los tres se van a otro bar, a seguir la noche. Gales continúa la canción, entre el entusiasmo del público, consciente de que acaban de ver algo realmente especial. Después invita a un rapero que anda también por allí, pero la grabación ya se corta. Esto es la noche de Nueva Orleans.

Samantha Fish al natural, con una camiseta estándar, unos vaqueros y unas botitas de medio tacón, rodeada de sus amigos más frikis y feliz en Nueva Orleans. Muy pronto arranca su temporada de conciertos y todo el mundo puede comprobar que ya apenas usa su guitarra personalizada del pescadito. Ahora su preferida es una Gibson SG blanca de la que saca todas las sonoridades. Pero, como si no estuviera bastante ocupada tocando por todo el país, atendiendo sus tareas de productora y viviendo la noche de New Orleans, todavía le sobra energía para grabar otro disco. Se llama Belle of the West y sale en el mismo año 2017, a finales. Ella lo justifica diciendo que ha grabado canciones de dos estilos, el Chills and Fever es más bien soul, mientras que el Belle of the West es puro country, como el que tocaban su padre y sus tíos.

Pero yo tengo otra explicación. En realidad, creo que Samantha tiene prisa por grabar el quinto de los álbumes que tiene comprometidos con la Ruf Records, para liberarse de su contrato. Pero en cualquier caso, publicar dos discos en el mismo año es algo bastante insólito en el rock de hoy en día. Por esta pareja de álbumes le vuelven a llover los premios. En realidad, Sam ganó el premio de 2012 a la mejor promesa y no volvió a recibir más galardones hasta los cinco de 2016, por Wild Heart. Desde entonces arrasa en todos los certámenes. En especial, el premio Road Warrior lo gana todos los años, yo creo que ya ni se vota, nadie puede discutir que las giras de Samantha no tienen parangón. Y movilizar a tantos músicos con sus instrumentos es algo complejo, que requiere una buena gestión de personal para que todos se sientan a gusto. Sam es una jefa siempre muy pendiente de los problemas de todos, es una empresaria empática que sabe mandar, pero confraterniza hasta con el último currante y empieza por ser ella misma la que más trabaja.

En los años 2018 y 2019, sus giras se extienden a Europa, especialmente Gran Bretaña y Alemania, donde es muy popular (vimos en el blog tres canciones de un concierto en Dortmund). Ahora tiene una variedad de estilos muy grande, se ha soltado como compositora y además está arropada por una verdadera big band, que le permite delegar en otros músicos la mayor parte del sonido del grupo. A la vuelta, sigue haciendo bolos como este que vamos a ver. Es una actuación en directo para una cadena de TV de Memphis. Para el tema de cierre, Sam ha elegido una canción que ya escuchamos en versión acústica en el telesilla de Telluride: Crow Jane. Es un viejo blues primitivo de los años 20, adaptado por ella, con una letra tremenda: Crow Jane, Crow Jane, no deberías ir por ahí con la cabeza tan alta, piensa que un día deberás morir; me has dejado y vas con la cabeza alta, pero yo ya me he hecho con un revólver y te lo digo muy claro, tienes que morir.

Este es un tipo de letras muy propio de los blues primitivos de los negros, con un tinte machista y cruel insoportable. Pero Samantha no tiene inconveniente en cantarlo, ella hace música, como el que rueda una película de crímenes horrendos. E imagina que es una canción que alguien sale a cantar con un megáfono por las calles del pueblo, para aterrorizar a la novia que le ha plantado. Y, para darle la vuelta al sentido de la canción, hace salir a su ayudante precisamente con un megáfono. El tipo se arrodilla y ella, la mujer, es la que domina. Puro espectáculo, esta Samantha sinfónica. Por cierto, al principio presenta a sus músicos, todos de Nueva Orleans, menos Chris Alexander que es texano y el saxo que es de Mobile (Alabama). Disfrútenla.

Ya ven qué energía desarrolla esta mujer en el escenario. Por cierto, aquí la hemos visto con la cigar box guitar de cuatro cuerdas. Ella cuenta que supo de la existencia de estas guitarras artesanales hechas a partir de viejas cajas de puros en una feria que visitó con sus padres, a los que convenció de que le compraran una. O sea que empezó con estas guitarras casi a la vez que con las normales. Saben que está considerada la mejor intérprete mundial de cigar box guitar.

A finales de 2019, Samantha publica su disco número 9, el primero con una productora nueva, Rounder Records. Se llama Kill or be kind. Es el disco que en los premios del blues de 2020 batirá todos los records llevándose nada menos que diez premios. Obviamente es muy bueno, aunque a mí me gusta más el Wild Heart. Pero tiene una circunstancia curiosa: las letras de las once canciones giran sobre el mismo tema y forman un ciclo. La secuencia que componen parece sugerir que Sam ha tenido una historia con un hombre casado, y ha sufrido al tener que renunciar a su amor porque el tipo no termina de dejar a su mujer. ¿Le ha sucedido a ella? ¿O a alguna amiga? ¿Es todo una fábula? De ser algo vivido, ¿cuánto ha durado? Imagino que no mucho, porque Sam es una mujer muy práctica. Pero parece saber de lo que habla. Veamos algunos extractos de estas letras.

La primera canción, Bulletproof, a prueba de balas, es una descarga de ira, incluso en lo músical: me entrenaste para estar en un escenario, sin mostrar mi rabia hacia ti, tienes mi amor, pero no es bastante, necesito demostrártelo, ¿cuál es la diferencia? puedo cambiar, pero dime cómo. Podría encenderte, podría encenderte, pero tú eres a prueba de balas, rompo cosas, pateo y grito, eres un retorcido, y al final soy yo la belicosa. La segunda, Kill or be kind, es todavía más explícita: antes de ser una destrozahogares, yo era una chica buena-buena-buena, antes de ser tu rompecorazones, yo era alguien a quien podías adorar, antes de que hacer el amor contigo me convirtiera en una idiota, yo buscaba algo más, ahora decídete, decídete de una vez, porque yo puedo matar o ser amable. Samantha hace un juego de palabras con la alternativa clásica de la guerra kill or be killed.

Seguimos. La canción 3, Love Letters dice: por qué no puedes dormir a mi lado, un paquete de cigarrillos y tu dinero suelto son todo lo que tengo cuando te vas, me estoy ahogando en cartas de amor, un amor que no puedo medir, tú y yo podríamos gobernar el mundo juntos, yo te impulsaría, lo sé bien, pero me rompo en pedazos cada vez que te vas. Canción 4, el receptor sigue tomando, pero el donante ha renunciado, cada palabra es un ladrillo, estás construyendo un muro, pidiéndome respuestas, pero ya las has escuchado todas. Canción 5, este flirt es como estar volando, más alto de lo que debería, dos corazones prestados perdidos en el mar, flotando como maderos, lo intentaré, lo intentaré, lo intentaré, no enamorarme de ti. Canción 6: un vínculo simple, que pensé que era cierto, un corazón ingenuo que lo malinterpreta, por qué me acerqué tanto a ti, un final amargo, un cliché triste, adiós a mis buenos tiempos, adiós ya para siempre, adiós a un capricho pasajero, todo lo que pasamos juntos no significa nada para ti, algún día tal vez veas la verdad.

Canción número 7: mi mejor amigo, mi amante, veo que estás atado a otra, me abrazaste tan de cerca, estaba tan vacía cuando me elegiste, tal vez te las apañes solo, y tal vez yo aprenda esta vez, o quizá esté viviendo en otra mentira. En las sucesivas letras vemos que la narración ha pasado de la ira al desanimo respecto a un tema que parece irrecuperable. Y entonces llegamos a la canción que más me gusta de este disco, y quizá una de las cumbres de toda la obra de Samantha Fish: Dream Girl, la chica de tus sueños. Aquí ya no es que dé el tema por perdido, es que sublima la historia en una letra desolada y preciosa: soy la chica de tus sueños, juntos surcamos los vientos y volamos hasta donde podemos ver, pero luego tú vuelves a la tierra y yo ya no puedo bajar. Les voy a poner un vídeo de esta preciosa canción. No dejen de reparar en la delicadeza de la triple percusión, con cadenita incluida.

Pero aún quedan tres canciones. En la siguiente, She don´t live around here, ella ya no vive por aquí, Sam pone la voz narrativa en una tercera persona, quizá una vecina, que ve llegar al amante que vuelve y le dice: otra vez subes esos escalones, pero ella ya no vive aquí, perdiste demasiado tiempo, el tiempo puede cambiar los corazones y las invitaciones caducan. Está bien claro. La número 10 es Dirty, Sucio, cuya letra ya les traje al blog: sola en un cuarto de hotel, tus pasos se desvanecen, un reflejo en mi ventana confirma que te has ido, ¿cómo puedes dormir por la noche a su lado, si soy yo la que está en tu mente? Tu amor es sucio, mancha mi corazón, me hace sentir indigna. Tremendo. Quizá no haya peor humillación para una mujer que ir a un motel, echar un polvo y que, nada más terminar, el tipo empiece a mirar el reloj porque se tiene que ir con su mujer. Y de la última canción basta con el título: You got it bad, te lo has hecho muy mal. Es el colofón.

¿Qué es esto, un disco o una venganza? Si todo es una fabulación de Sam (a lo mejor sólo le ha pasado una vez), entonces tendría un pase. Si ha sido una historia más larga y profunda, entonces al tipo se lo tienen que estar llevando los demonios. Lo cierto es que Samantha parece haber tenido un desengaño amoroso de alguna clase y lo ha superado de la forma más inteligente: aprovechando la intensidad de sus sentimientos para componer un disco cojonudo, grabarlo, publicarlo y llevarse todos los premios del mundo. Y saliendo enseguida de gira. El trabajo intenso es la mejor terapia tras una historia de amor roto. Pero esta gira se verá interrumpida por el Covid-19 y eso se lo contaré en el siguiente post, que tal vez sea de poco texto y muchas imágenes de esta mujer siempre tan fotogénica. Échenle paciencia, que todo acaba por llegar a su fin. Como pasará con el virus.

2 comentarios:

  1. El kingfish ese, yo creo que más que besugo es palometa, por el color oscuro. Y, en cuanto a Eric Gales, su aspecto es más cercano al del rape, llamado en Portugal el peixe-sapo. O sea, que todo queda entre fishs.
    La reunión de los tres músicos es fantástica. Por otro lado, que coraje da lo que le ha pasado a Sam con su amor fallido. Vamos que, como si nos enteramos de quién es el interesado, es para buscarlo y darle dos hostias.

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    1. Buenos apuntes piscícolas, me he reído mucho leyendo su comentario. Las hostias que le ofrece a quien quiera que sea que le ha "faltado" a nuestra querida Sam, se sobreentiende que son figuradas o simbólicas; en este foro no se alienta ningún tipo de violencia. Si es así, tiene usted todo mi apoyo, yo estaré siempre del lado de Samantha en cualquier controversia que tenga, incluso aunque crea que no tiene razón. Así de incondicional suyo soy.
      Un abrazo.

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