martes, 2 de marzo de 2021

1.028. Incendiarios

Empezaré por decir que la acogida del post anterior sobre mi año samánthico ha superado todas mis expectativas y reticencias. Cuando empecé la serie de cuatro posts sobre Samantha Fish, detecté un bajón de visitas muy claro y me dio rabia. Luego, es cierto que los cuatro textos han ido recibiendo un goteo continuo de visitas y se han igualado con los demás. Después de eso, el otro día les ataqué con otra entrada samánthica y pensé que no entraría a leerme ni el gato. Para mi sorpresa, ese post ha sido bastante exitoso para lo que suele ser este blog. Me congratulo por ello. Así que, una vez que los tengo en el terreno que quiero, empiezo a dar leña de nuevo, ahora ya como jubilado bloguero y a mi bola (tengo pendiente corregir mi perfil de blogger incorporando las últimas novedades).

Por si alguien no lo tiene claro, voy a decir unas cuantas obviedades preliminares. Este es mi blog y yo aquí digo lo que me da la gana. No todos mis seguidores han de estar de acuerdo con mis opiniones. Como yo no soy el Papa, puedo estar equivocado en algunas de mis afirmaciones y cualquiera de mis lectores puede enmendarme la plana a su gusto; ya saben que las opiniones son como los culos, que cada uno tiene el/la suyo/a. Que yo me manifieste de forma apasionada en algunos de mis discursos no quiere decir que me crea en posesión de la verdad. A veces ni siquiera estoy seguro al cien por cien de mis afirmaciones. Pero, aun en los casos en que estoy segurísimo de lo que digo, cualquiera puede contestarme con su propia opinión al respecto, opuesta a la mía. Sentado esto, vamos con el tema del título, imagino que ya saben por dónde voy y empezaré por una de las fotos que he seleccionado para este texto y que iré intercalando sin pie de foto ni comentario alguno: su contenido es muy claro.

Les diré que todas las fotos corresponden a las revueltas de estos días en la ciudad de Barcelona. Muy bien, pues empiezo: desde esta tribuna proclamo que no pienso mover un solo dedo para pedir la libertad del rapero, o lo que sea, Don Pablo Rivadulla, más conocido por su nombre artístico Pablo Hasél. Vamos, que no pienso mover ni el dedo meñique por este señor, ni el hecho de que esté entre rejas me va a quitar un solo segundo de sueño. Ese sujeto es un violento, que alienta en sus canciones a magnicidios y crueldades diversas y reivindica el tiro en la nuca como forma de acción política. Es más, es que, si de mí dependiera, no sólo lo metía en la cárcel, sino que además lo forraba a hostias. A él y a su amigo Valtonyc, que propugna los mismos métodos. Decir esas barbaridades no es arte rapero, sino incitación al odio (además no sólo las dice en sus canciones sino en sus tweets, que distribuye a diestro y siniestro). Creo que la sociedad se tiene que defender de ese tipo de personajes, con todo el peso de la ley.

Y ahora me adelanto a algunas de las opiniones que tendrán ustedes, porque son las mismas que leo yo en la prensa y escucho por la calle o a mis conocidos. Y se las voy a rebatir una por una. UNO. No se puede meter a nadie en la cárcel por sus opiniones, sólo por decir lo que piensa. NIEGO LA MAYOR. La palabra es una de las armas más peligrosas de que dispone el ser humano. Donald Trump ha sido especialmente dañino para la democracia de su país, simplemente por las cosas que decía. El manifiesto que suscribieron los intelectuales serbios poco antes de que empezara la guerra en Yugoslavia, contribuyó decisivamente a su desencadenamiento. Los discursos de Hitler o Mussolini eran puro veneno. Repito: la sociedad tiene el derecho y el deber de defenderse del poder tóxico de las palabras que salen de la boca de determinados personajes. Y lo que Pablo Hasél sigue esparciendo desde la cárcel (porque Twitter no le ha cortado la cuenta como hizo con Trump) es puro napalm.

DOS. Se empieza encarcelando a raperos antisistema y luego se sigue con los demás: cualquiera que disienta del discurso políticamente admitido como correcto, está en riesgo de ser detenido. Ya lo dijo Bertold Bretch: vinieron a por los socialistas y no me preocupé porque yo no soy socialista; luego vinieron a por los sindicalistas y no me preocupé porque yo no soy sindicalista, luego a por los judíos, etc. NIEGO LA MAYOR. En este caso, el poema sería: vinieron a por los que proponían el tiro en la nuca como solución política y punto. No vinieron a por nadie más, porque la ley ampara la libertad de expresión y nos permite cagarnos en el rey emérito y en la madre que lo parió, por poner un ejemplo de actualidad. Pero no defender el tiro en la nuca. Y, desde luego, cuando detuvieron a este señor yo, no sólo no me preocupé, sino que me sentí más seguro, amparado por un sistema que se toma la molestia de protegerme de semejante energúmeno.

TRES. Con esa postura tan belicosa, te estás poniendo a su nivel, así se empiezan las peleas, dos no se pegan si uno no quiere, tú deberías dar ejemplo de tolerancia y templanza, etc. NIEGO LA MAYOR. Yo no me estoy poniendo a su nivel, porque yo no he dicho en ningún momento que haya que cortarle los cojones. Yo sólo digo que hay que responder a sus afirmaciones con todo el peso de la ley. Como se está haciendo. Bien por la Justicia en este caso. Lo que no puede hacer la sociedad es enfrentar sus exabruptos con razonamientos ni explicaciones de contextos y motivaciones. No, señor. Usted ha aplaudido el sistema del tiro en la nuca, pues ya no hay más que argumentar. Está bien donde está, detrás de las rejas, y yo le deseo que no salga en muchos años. Los que protestan en las calles están en su derecho de hacerlo, aunque no deberían ser tan violentos. El que cae en esos grados de violencia se hace más daño a sí mismo y a su imagen, que al sistema al que dice combatir. El sistema tiene medios para aguantar esa presión, resistiría hasta un nuevo incendio de Roma, como el falsamente atribuido a Nerón.

CUATRO. Este lo he dejado para el final, porque es el más extendido y ha alimentado un número considerable de artículos desde una visión, digamos, de izquierdas. La libertad de expresión es sagrada. En un mundo libre uno debe tener la libertad de decir lo que piense, aunque sea una barbaridad. Yo no suscribo las cosas que dice Hasél, pero no creo que se le deba encarcelar por decirlas. Y aquí se suele traer a colación la cita de Voltaire, que encima resulta que es falsa (jamás la dijo): no estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero defendería con mi vida su derecho a decirlo. Pues aquí también: NIEGO LA MAYOR. Los que así se pronuncian, se quedan de puta madre después de decirlo, se sienten magnánimos y encantados de ser tan políticamente correctos.

Hombre, puedo admitir que eso es lo que tiene que decir alguien que escribe en un periódico con miles de lectores. Pero no es mi caso. Yo escribo en algo que cualquier experto calificaría de blog zombie, con unos 40 seguidores fijos y una media de visitas en torno a 60 por entrada, porque algunos entran varias veces, o le pasan a algún amigo un post que les haya gustado especialmente. Así que, como he dicho más arriba, yo me creo en mi derecho de decir lo que me dé la gana. Respecto a esta bienintencionada opinión CUATRO, les diré que, los que así piensan, les hacen el caldo gordo a los violentos y partidarios del tiro en la nuca. O, por decirlo con otras palabras, les sirven de coartada para no sentirse tan unánimemente rechazados, lo que refuerza su posición, Es decir, son los típicos tontos-útiles, caracterización que se usa mucho en Italia (l’utile idiota), aunque fue definida con precisión por el mismísmo Lenin. Les pongo tres ejemplos de tontos útiles.

A.- Los vascos que en los setenta y ochenta decían: yo no comparto los métodos de ETA, pero sí los fines, porque aquí hay un conflicto y hay que resolverlo. Ya les conté que yo perdí a todos mis amigos vascos de esos años, por decirles que yo lo que no compartía de ETA eran los fines, que con semejantes fines sus métodos me parecían de lo más coherente. Los vascos tardaron mucho tiempo en darse cuenta de que, efectivamente, en su tierra había un conflicto: ese conflicto se llamaba ETA. Ellos eran los que sobraban. Ahora los vascos están de puta madre sin semejantes animales.

B.- Los catalanes que dicen: escolti tú, que aquí hay también un conflict. Y yo apoyo que se ejerza el derecho a decidir. Yo quiero seguir en España y será eso lo que vote, pero quiero que se me pregunte. Esto, que lo piensa más gente de la que ustedes se imaginan, es hacerle el caldo gordo a Puigdemont y a Torra (por cierto, ¿dónde está Torra? ¿Sigue todavía cobrando su sueldo, el más alto de todas las administraciones nacionales?). A partir del día en que se hiciera esa consulta, los puigdemoníacos se desentenderían de estos ingenuos, una vez utilizados. En este caso, muchos catalanes de buena fe aún no se han dado cuenta de que hay un conflict, efectivamente, pero ese conflict se llama independentismo. Ese es su peor incendio.



C.- Los países europeos frente a la Guerra Civil española. Supongo que ya saben de qué les hablo. Cuando estalló nuestra guerra en 1936, por un golpe militar contra el gobierno legítimo de la Segunda República, el gobierno francés de Leon Blum promovió la Política de No Intervención, entusiásticamente apoyada por los británicos de Lord Chamberlain. Todos los países europeos apoyaron ese acuerdo y se cerraron las fronteras. Aunque enseguida se supo que Alemania, Italia y Portugal, que habían firmado dicho acuerdo, por detrás estaban apoyando con tropas, munición y dinero al bando de Franco. Pero los franchutes y los británicos mantuvieron esa neutralidad exquisita que quedaba tan bien para contentar a sus conciencias súper correctas.

En la guerra, los alemanes ayudaron a Franco de todas las formas posibles, incluso bombardeando Gernika para probar sus armas sobre una población civil, un ensayo para la inminente guerra mundial a punto de desencadenarse, que ni franceses ni ingleses pudieron parar con esa política tan educada y equidistante. Los italianos también intervinieron, pero su papel fue más bien ridículo: en Guadalajara se enfrentaron a una tropa republicana varias veces inferior en número, les entró la cagalera y echaron a correr abandonando todo su armamento, que le vino muy bien a los republicanos. El señor Oliveira Salazar, desde nuestro país vecino también daba apoyo de todo tipo a Franco. Frente a ese apoyo decisivo al otro bando, a la República sólo la ayudó Rusia que, por cierto, nos mandó un armamento desechado por viejo y una munición caducada, menudos cabrones también, Stalin y compañía. Todo eso está en los libros de Historia, pueden comprobarlo.

A nuestros efectos, tanto los gobernantes de los países de la no intervención, como los catalanes que quieren una consulta para quedarse en España, o los vascos que decían compartir los fines de ETA aunque no los medios, son lo mismo: una gente que toma su decisión equidistante y se sienten de puta madre. Todos ellos piensan o pensaron: qué bien, oyes, qué decisión más justa y más ecuánime he tomado, qué contribución la mía a la concordia, cómo molo yo con este pronunciamiento tan correcto. Pues lo mismo sienten los que toman la opción de pedir que liberen de la cárcel a Pablo Hasél, aunque no suscriban las barbaridades que dice. Estos, como los primeros, son tontos útiles de manual y los violentos los utilizan para reforzar su posición, aunque luego los dejarían tirados cuando ya no les fueran de utilidad.

Desde luego que yo no estoy de acuerdo con ese tipo de posturas. Yo creo que uno debe de portarse bien, ser correcto y educado y tratar bien a todo el mundo. Pero a mí, si me viene un tipo con una pistola y me apunta a la cabeza, lo último que se me ocurriría es decirle: mire usted, caballero, yo comprendo que usted es una buena persona, que si me está intentando robar es por culpa del contexto, por esta sociedad injusta con estas desigualdades sociales que existen, está claro que ese contexto es el que le ha forzado a usted a tomar este camino delictivo en el que yo le comprendo y tiene usted todo mi apoyo. No sé si ustedes harían eso. Yo, no. Yo, desde luego, si viera una mínima oportunidad de darle un rodillazo en los huevos y quitarle el arma, no la iba a desaprovechar. Precisamente por esos paños calientes que se están teniendo con este aquelarre incendiario, es por lo que el vandalismo no cesa en Barcelona, después de más de una semana.  

Pero en esta historia hay más cosas, desde luego. Por un lado, como acertadamente señala Enric Juliana en La Vanguardia, esta pandemia no se vive igual por una persona de 50 o 60 años, con experiencia en la vida y sus cosas más o menos organizadas, que por una persona que tiene ahora 18 años y tiene la sensación de que cada hora que pierde por la pandemia es como si perdiera la vida entera. De acuerdo: la gente joven está frustrada y nerviosa, y no ven horizontes. Eso los hace estar más sensibles, no les gusta el mundo que les hemos dejado y dejan estallar esa frustración saliendo a la calle a protestar porque alguien les ha dicho que han metido en el trullo a un rapero por sus letras y eso no se puede consentir. Eso explicaría el carácter masivo de las manifestaciones, cebadas también por el independentismo, la CUP, etc.

Pero aún hay más. Durante los años duros de la crisis económica de 2008 en adelante, yo solía participar en manifestaciones y marchas contra la situación, que se repetían día a día, como se contó puntualmente en los dos primeros años del blog. Desde entonces no he vuelto a salir a la calle a protestar. Bien, pues de aquellos momentos tengo un recuerdo nítido: las marchas eran casi siempre pacíficas, al final se leía un manifiesto y la gente se dispersaba y se iba a tomarse su vermú o sus cañas, según la hora. A veces, sin embargo, la cosa no acababa bien. A veces había hostias en los momentos finales y más de una vez tuve que correr para llegar sano a casa. Bien, pues TODAS las ocasiones en que eso sucedió, yo tuve la sensación de que iba a haber bofetadas, antes de que sucediera. Yo soy observador, como saben, y todas las veces intuí anticipadamente que se preparaba un final más violento. Y de que lo sabían tanto los manifestantes pacíficos, como los policías.

Ya ven, se creían ustedes que ya habían leído los matices más polémicos y políticamente incorrectos de mi texto, y aún les faltaba lo peor. Esto que les estoy contando era algo que no podía pasar desapercibido para alguien que no fuera un despistado. Es que, en un momento dado, empezaban las miradas nerviosas a todos los lados. El ambiente parecía electrificarse por momentos. Y, de pronto, ya no había niños en el grueso de la mani. Ni casi madres. Ese nerviosismo, esa tensión, se trasladaba a los policías que vigilaban la cosa, que se ponían en alerta. Y entonces empezaba la guerra, siempre con algún chaval que tiraba algún objeto sólido a la pasma. ¿Qué es lo que les estoy tratando de contar? Pues que estoy convencido de que todo lo que sucedía estaba planeado de antemano. Que los organizadores de la marcha habían decidido que por medios pacíficos no estaban logrando nada y decían: hoy vamos a apretar un poco más las tuercas.

Y eso me lleva a otra conclusión obvia: que los violentos eran gente que ya venía preparada para montarla, con proyectiles y pertrechos para la batalla. Y que los promotores de la marcha puede que hasta les hubieran pagado por ello. Desde luego, habían cerrado los detalles concretos del trato: que no haya heridos graves, no empecéis hasta que os demos la señal, y todo lo que se quieran ustedes imaginar. Los pacíficos sabían que eso iba a suceder y protegían a los suyos cuando llegaba el momento. Y la pasma también lo sabía, porque suelen tener gente infiltrada, que les da el cante. Ya sé que esto es muy fuerte, pero así lo sentí yo en varias ocasiones (ya saben que yo espero a que una cosa suceda varias veces antes de decidir que es tendencia). No soy un tipo conspiranoico y creo que lo he demostrado en este blog, pero estoy convencido de que esto que digo sucedía exactamente como lo cuento. Por supuesto, no tengo prueba ninguna, salvo mi intuición.

Pero no me creo que la indignación sea algo que surja siempre de modo espontáneo de la masa, sino que a menudo es algo planificado previamente. ¿Y qué puede impulsar a un chaval a entrar en una banda de la porra, a la que se contrata para que la monte al final de una mani pacífica? Pues muchas cosas. A lo mejor un cierto grado de fanatismo. O una rebeldía muy propia de esas edades. O reafirmar su personalidad para hacerse el macho, o para ligar más. Si es cierto que les pagan por ello, tal vez financiarse alguna adicción. Pero además de todo ello, hay una erótica de la violencia. Es que incendiar un coche tiene que producir una descarga de adrenalina impagable. Yo, que no me he peleado desde los 14 años, lo más parecido a eso que he sentido ha sido las veces que he tirado un tabique, haciendo una reforma doméstica. Es que agarras la maza gigante, le empiezas a arrear a la pared y la adrenalina se te dispara. 




Sobre la etiología de la violencia trata el libro que estoy leyendo para la próxima sesión de Billar de Letras, cuya portada y foto de la autora ven aquí. Se llama precisamente Los incendiarios y es obra de la escritora norirlandesa Jan Carson, que ganó con ella el Premio de Literatura Europea 2019. Cuenta una historia que se desarrolla en la actual Belfast, una ciudad machacada por años de violencia, la división que no cesa entre católicos y unionistas, un clima horrible en el que llueve todo el tiempo y la sensación de miedo y hastío de un conflicto (ese sí es real) que tiene pinta de que no se va a arreglar nunca. En ese ambiente sórdido, transcurren varias historias paralelas, con un componente fantástico alucinante. Y, como telón de fondo, esa ciudad a la que la violencia durante décadas ha dejado tocada ya para siempre. La foto que les pongo abajo es de ahora mismo. Ese no es el muro de Trump. Ese es un muro que existe hoy en la ciudad y separa los barrios católicos de Belfast Oeste, de los protestantes de Belfast Este, para que no se peguen entre ellos.  

Uno de los personajes de la novela es Sammy Agnew, que en su juventud fue paramilitar unionista y se dedicaba con sus colegas a parar los coches que venían por una carretera de las afueras a punta de pistola, y pedirles a los ocupantes que cantaran La Banda, canción popular de los unionistas. Si los del coche no se la saben, es que son católicos y entonces los sacan fuera, les queman el coche y, si protestan, los apalizan con las porras y las culatas de sus pistolas, hasta dejarlos medio muertos en la hierba. Iban con pasamontañas, como los incendiarios de Barna. Sammy cuenta cómo se sentía intocable, como el tener una pistola en la mano le producía una sensación de omnipotencia, de gloria, que no puede compararse con nada. Cómo la ira habitaba en su interior y cómo sólo la sangre y el sonido de huesos rotos calmaban su ansia y le hacían sentirse en paz consigo mismo.

Dice que aquello no era cuestión política o de banderas. Que él tenía que dar salida a esa ira que llevaba dentro. Que no hubiera parado ni por petición de su mujer, de su madre o de sus líderes políticos. Únicamente paró cuando tuvo a su primer hijo y lo sostuvo entre sus brazos. Entonces sintió una especie de epifanía: con ese bebé en brazos era aún más divino que aporreando católicos. Así que decidió cambiar de vida. Desde entonces es un buen ciudadano, aunque a veces siente la vieja ira, como una especie de hielo interior, pero la reprime, porque piensa que se lo debe a su familia. Pero en Belfast hay ahora una fiebre de incendios y Sammy cree ver algo en la mirada de su hijo mayor, que le permite intuir que es el lider de los incendiarios, porque lleva en la sangre la maldición de su estirpe, que viene desde el propio Caín. Y no sabe cómo hacer para que esa pulsión hereditaria deje en paz al chico y le permita reconducir su vida.

Tenía más imágenes de fuegos urbanos, pero voy a terminar con un giro inesperado. Me cuentan de algunos compañeros y amigos que se han jubilado como yo y lo llevan fatal, que están aburridos y enfurruñados. Yo les recomendaría encarecidamente la literatura. Leer es algo muy grato. Un libro como este de Los incendiarios es una maravilla. Es que abres la primera página y ya te engancha, te agarra por el cuello y no te suelta. Yo tengo una lista de libros pendientes tan extensa, que en lo que me quede de vida no me da tiempo suficiente para leerlos todos, así que tengo entretenimiento asegurado. Pero, claro, hay personas que son incapaces de leer nada más largo que un tweet: yo conozco a más de uno que entra en mi blog y se marea, sólo de ver la cantidad de texto escrito. En esas condiciones, no es de extrañar que anden desanimados o cabreados. Especialmente dedicada a los de este estereotipo, aquí va mi imagen de cierre. Sean buenos. Y cuídense.


6 comentarios:

  1. Jolín, empiezas diciendo que ya no estás enfadado con los lectores por su desinterés por Samantha Fish, pero luego te vuelves a enfadar porque no pensamos exactamente como tú respecto a Hasél. ¡Qué carácter!
    Entiendo tu posición, Hasél es repulsivo, pero hay que ser muy cuidadoso con esto de meter a la gente a la sombra por sus opiniones. Es un camino también peligroso.
    Un abrazo, hombre, y tranquilízate, que to'er mundo e' güeno.

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    1. Comparto lo que dices, hasta el abrazo inclusive. Lo de después ya no tanto. El buenismo es algo muy poco práctico, yo no creo que todo el mundo sea güeno, hay gente mala por ahí, por fortuna no demasiada, pero hay que protegerse de ellos.

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  2. Completamente de acuerdo con sus reflexiones sobre sobre ese "rapero" botarate pero además hay que precisar que este energúmeno no entró en prisión solamente por sus "amigables parrafadas" sino que estaba acusado de varios delitos. A saber:
    - fue condenado en 2020 por un Juzgado de Lleida a 6 meses de prisión por un delito de lesiones por agredir, en 2016, a un periodista de 'TV3' en una rueda de prensa en el Rectorado de la Universitat de Lleida, ocupado por estudiantes. El mismo que ahora ha utilizado para encerrar y dificultar su arresto. Hasél empujó, insultó y roció con un líquido de limpieza al informador.
    - Realizó unas pintadas en la sede del PP de Lleida y también amenazó de muerte en una canción al alcalde de Lleida, Àngel Ros.
    - Otro juzgado de Lleida le condenó a 2 años y medio de prisión por agredir a un hombre que declaró como testigo en un juicio.
    - Está imputado por su presunta participación en un intento de asalto a la subdelegación del Gobierno de Lleida en 2018, en protesta por el intento de arresto de Puigdemont.
    En fin, como si fuera un corderito al que han dejado mudo.
    Por favor, un poco de seriedad.
    Un abrazo mi querido brother.

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    1. Querido brother, esta vez estamos de acuerdo, no sólo en lo fundamental como de costumbre, sino también en lo accesorio.
      Un fuerte abrazo.

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