lunes, 7 de diciembre de 2020

1.001. La pandemia y el rock en directo

Ya saben que una de las cosas que más me satisfacen con esto del blog es adelantarme a las noticias. Hace unos cuantos textos publiqué un post sobre Perú y desde entonces no paran de salir en la prensa informaciones sobre la frágil situación política de ese país hermano, que yo les anticipé. En mi último post, el del número mil, comenté medio de pasada eso de las identidades de género difusas y la moda de los sexualmente indefinidos de presentarse bajo la etiqueta de adjetivos terminados en e, para no definirse como masculinos ni como femeninos. Es algo que ya venía observando hace tiempo pero, justo al día siguiente de mi post, El País Semanal publicó un reportaje en lugar destacado, dedicado al tema. Pueden comprobarlo AQUÍ, no hace falta que lo lean si no les interesa, vean el título y si acaso échenle un ojo a las fotos para ver la pinta de estos sujetos, o sujetes. Yo respeto esto de las identidades de género no binarias, parece que afectan a menos de un 5% de la población y entiendo que los tipos, tipas o tipes (o tipex) deben de sufrir un montón. Pero utilizar el lenguaje de esa forma me parece una tontuna a la altura de lo de decir todo el rato los ciudadanos y ciudadanas cabreados y cabreadas. Tal vez ahora deban añadirse los ciudadanes cabreades.

En el artículo pueden encontrar especímenes (denominación neutra por definición) que se presentan a sí mismos como psicólogue-sexólogue, pansexual fluído y otras lindezas. Dada mi predilección por las mujeres y mi afinidad con las tendencias feministas, sobradamente acreditada en este foro, tal vez debería cambiar mi perfil de bloguero y pasar a definirme como bloguere. Por cierto, es obvio que los catalanes tienen sólo la mitad del problema lingüístico: muchos de sus sustantivos masculinos ya acaban en e. También en Asturias usan la terminación e para el femenino: les vaques. Hace tiempo que me interesé por la teoría queer, esa que dice que las categorías sexuales son un constructo social y no tienen nada que ver con lo que cada uno tenga entre las piernas cuando nace. Incluso llegué a proclamar a los cuatro vientos mi condición de cisexual, para escándalo de algunos. Todo eso está en los textos de mi etiqueta LGTB, aquí a la derecha, que arrancan allá por 2013, hace casi ocho años.

Pero a mí lo que me interesa es que aquellos de ustedes, queridos lectores, que abrieran el periódico el domingo y encontrasen ese artículo, reconocieron enseguida el tema al que yo había aludido el viernes. Es lo mismo que mi insistencia en Samantha Fish. Esta señora es una estrella emergente, antes o después se hablará mucho en la prensa de ella, cuando la descubran. Entonces ustedes podrán presumir de enterados y quedar bien en sus saraos más cools, cuando la mencione alguno de esos enteradillos que siempre están a la última. Hombre, yo entiendo que algunos de ustedes crean que exagero, que chocheo y estoy fascinado por una mujer muy natural y fotogénica, que como artista no es para tanto. Tal vez cambien de opinión cuando sepan que el mismísimo Paul Krugman se cuenta entre sus admiradores. Sí, estoy hablando del Premio Nobel de Economía que colabora en el New York Times y otros medios, una referencia mundial en temas económicos, de quien he traído ya más de un artículo al blog. ¿No me creen? Compruébenlo AQUÍ. Abajo tienen la traducción de lo que dice este señor en su blog del NY Times (es un texto muy cortito, de 2018):

Yo soy un baby boomer envejeciendo, criado en la idea de que la buena música se acabó en algún momento de la década de los 70. Pero, a partir de 2010, he descubierto que eso es cualquier cosa menos cierto; en todo caso, el fin de la era del CD y la necesidad de los músicos de volver a la interpretación en vivo como fuente principal de ingresos, ha traído el renacimiento de unos músicos increíblemente talentosos. En general, me preocupa que haya demasiada buena música oculta. ¿Cómo pueden hacerse oír todos los que se lo merecen? Pero en todo caso, yo sigo descubriendo nuevos artistas que me dejan sin aliento. No tenía idea de que en el blues hubiera gente tan buena, pero sólo miren y escuchen esta interpretación.

Eso dice el gran Paul Krugman, que pone a continuación un vídeo de Samantha con el tremendo I put spell on you que ella suele cantar a medias con Tab Benoit siempre que tienen ocasión, pero que esta vez interpreta ella sola, en 2014, con 25 añitos. A mí me pasa lo mismo que a Paul Krugman. Yo también pensaba que la buena música de rock se había acabado hace tiempo, que lo que se hacía en los últimos años era mediocre. Mis referencias eran septuagenarios como Springsteen, Neil Young o los Stones, junto con otros directamente fallecidos, como Lou Reed, Bowie o JJ Cale. Hasta que he descubierto a esta nueva generación de músicos estupendos: Samantha Fish, Larkin Poe, Luke Winslow-King, Damon Fowler, Jeremiah Johnson y tantos otros, todos ellos en la treintena, todos grandes instrumentistas y expertos en las tecnologías analógicas de sonido, y todos mucho mejores en directo que en sus discos de estudio. Dos precursores en esta línea: Sheryl Crow, que tiene 58 tacos, y Tab Benoit, que tiene 53.

Para esta generación de músicos, la pandemia y el confinamiento ha resultado ser una putada enorme. El directo y las giras son su vida. Por eso todos se afanan en diversas actividades para mantener la ilusión hasta que puedan volver a los escenarios. Sheryl Crow publicó una serie de vídeos grabados en Zoom, con sus músicos habituales tocando desde sus casas, que fueron puntualmente subidos al blog, algunos de marcado contenido político. Luego dio dos conciertos en su rancho, con sus músicos a la distancia social requerida, retransmitidos en streaming. Uno de ellos se colgó durante un breve tiempo en Youtube y pudieron ustedes verlo entero si se dieron prisa, porque luego fue eliminado de la página. En ese concierto, en uno de sus parlamentos entre canción y canción, Sheryl bromeó con uno de sus músicos sobre el hecho de que se había dejado la barba. Él respondió que se debía a que con el confinamiento no podía ir al barbero, a lo que Sheryl repuso: tendrías que ver cómo tengo yo las piernas.

Samantha arrancó en el Knuckleheads de Kansas City los días 8 y 9 de octubre, en conciertos que vi desde mi casa a las 3 de la mañana y que ya se comentaron. Fue uno de los artistas del rock que empezó primero a actuar con público. Tab Benoit tardó todavía un mes en hacerlo. Pero el 6 de noviembre se presentó en el Ryman de Nashville, en compañía de Samantha, que supongo que fue quien le animó a salir del agujero, que le dijo que no pasaba nada si se aplicaban las medidas sanitarias a rajatabla. Este concierto también lo vi a las 3 de la mañana; en el blog han podido ver la interpretación al alimón que ambos músicos hacen del I put a spell on you, pero quiero contarles algunas cosas más. En primer lugar el escenario elegido para esa rentrée. El Ryman es un gran teatro lleno de historia. Vean una imagen del edificio.


Nashville está reconocida unánimemente como la capital del country. Y el Ryman es su catedral. El edificio fue construido, efectivamente como centro religioso en 1885, para albergar los eventos que montaba el animoso predicador evangelista local Sam Jones, que necesitaba un sitio donde congregar a los más de 5.000 feligreses que le seguían; y fue costeado por uno de ellos, el capitán de barco de vapor del Mississippi Thomas G. Ryman. Originalmente se llamó el Tabernáculo del Evangelio de la Unión, hasta que a la muerte de Ryman sus correligionarios decidieron cambiarlo de nombre en honor a su benefactor. Perdió temporalmente ese nombre cuando pasó a ser un lugar de espectáculos. Sucedió en 1920, cuando sus propietarios lo arrendaron a un imaginativo promotor del show bizness, que lo rebautizó como el Carnegie of the South, lugar en el que actuaron desde Chaplin y el mago Houdini, hasta Mae West y Bob Hope. Por entonces era ya el lugar clave del ocio nocturno en Nashville. De sus años de uso religioso conservaba el auditorio semicircular escalonado, con sus bancos de madera curvos hechos a medida, que aun mantiene y que pueden ver en esta imagen.

En 1943, adquiere el edificio una empresa que hace un exitoso programa de radio en directo, llamado el Grand Ole Opry. En ese tiempo pasaron por allí Elvis Presley, Johnny Cash, Hank Williams y muchos otros. El lugar mantenía su auditorio original, pero carecía de camerinos o lugares donde los músicos simplemente esperaran a que les tocara su turno. Por eso, muchos de ellos salían al exterior, cruzaban alguna de las calles laterales y accedían a los bares llamados de Honky Tonk, lugares donde se mezclaba la prostitución más o menos encubierta, con un pequeño escenario en el que cualquiera podía tocar de manera improvisada (solía haber un piano medio desvencijado). La cosa se hizo tradición y mucha gente iba a los bares de Honky Tonk con la esperanza de escuchar por poco dinero a los grandes artistas del momento, mientras esperaban a entrar a actuar en el Ryman. A las busconas que pululaban por estos bares les dedicaron los Stones su inolvidable Honky Tonk Women.

Pero en 1970, el Grand Ole Opry se hartó de tanta penuria y se trasladó a un edificio nuevo de la periferia. El Ryman se cerró, quedó medio abandonado, empezó a deteriorarse, fue vandalizado y se planteó la posibilidad de su demolición. En los 90, una sociedad formada por la gente preocupada por el patrimonio arquitectónico de la ciudad, se hizo cargo del edificio con unas primeras obras en las que se añadieron asientos y se construyó un bar restaurante anejo, que se llama el Café Lula. El local se reabrió, empezó a funcionar como un tiro y en 2015 el negocio permitió que se acometiera una remodelación completa, añadiendo camerinos, oficinas y cuartos auxiliares. Se renovó el escenario usando una madera tropical brasileña y se rehabilitaron los bancos circulares. Desde entonces es uno de los motivos de orgullo de Nashville con una programación diaria que incluye a los mejores músicos del momento.

El concierto de Tab y Samantha fue fabuloso. Samantha es muy diva y le gusta mandar y ser la protagonista, pero también sabe quedarse en un segundo plano y hacer de telonera de una persona a la que admira y con quien tiene mucha empatía. Ella sabe que Tab es el tipo que mantuvo vivo el legado de Stevie Ray Vaughan durante veinte años, hasta que llegaron ella y los de su generación. Como ven arriba, salió a escena con una chaqueta de brillos tornasolados estilo Bowie, habló a la audiencia lo mínimo (dijo que era su primera vez en el Ryman) y se limitó a cantar seis canciones, con su entrega de costumbre, pero sin pasarse. En cuanto terminó, Tab salió a escena como un toro al que le abren el chiquero. No necesita mucha parafernalia, siempre usa la misma guitarra (no como Samantha, que viaja con siete u ocho de su colección y cambia de instrumento todo el rato, a veces en medio de una canción). Un periódico local del día siguiente se refirió al evento como El Concierto de La Bella y la Bestia. La verdad es que el concierto de Tab fue brutal.

Tab Benoit tiene varios puntos fijos: sus camisas hawaianas, su cabeza de cocodrilo que sitúa siempre en el escenario a modo de amuleto, su vieja guitarra Fender del 72 y el bajo que le acompaña, el gordo Corey Duplechin. En este concierto la batería corrió a cargo de Terence Higgins, que había acompañado a Samantha en su gira hasta ese día. Casi no se habían ido Sam y sus músicos cuando irrumpió Tab en el escenario. Tenía prisa por empezar. De primeras, no lo reconocí, con esas melenas que luce por primera vez en su carrera. Hasta que empezó a cantar y caí en la cuenta de que era él. Sin más prólogos atacó un rock and roll puro, una canción de denuncia del maltrato a los negros que escribió hace décadas el gran Muddy Waters y que se llama Why are people like that? ¿Por qué la gente es así? Escuchen una versión antigua de Tab de esta canción (Corey no estaba todavía tan gordo), para que se hagan idea de cómo salió este hombre a escena.  

Sin transición abordó la segunda canción, Whole lotta soul, una composición propia, entre el delirio del público. Debo decirles que había sólo 170 espectadores en un lugar que puede albergar a 2000. Los interesados en presenciar este concierto en directo debían adquirir un banco entero, para una, dos, tres o cuatro personas que acreditaran ser convivientes o allegadas de alguna manera. No se podían servir consumiciones y era obligatoria la mascarilla. El mundo del rock ya está bien jodido como para jugar con estas cosas. Pero el concierto fue seguido en streaming por un montón de gente de todo el mundo. No hay en Youtube más grabaciones de ese día que la que les traje al blog de la versión al alimón de Tab & Sam del I put a spell on you. Pero abajo tienen una versión bastante reciente del segundo tema que tocó Tab. En su letra explica todo su activismo climático, su lucha contra la desaparición del Delta por la actuación del hombre y el avance del océano. Su letra es tremenda: qué le vamos a decir a los niños, qué le vamos a decir a los árboles, si el corazón del pantano está sangrando.

Ya calmado su anhelo de tocar en directo, empezó con sus chistes. En realidad este hombre no cuenta chistes, sino que tiene una vis cómica importante y va soltando paridas improvisadas, como pensamientos enlazados. Uno de sus parlamentos fue: Bueno, qué les parece mi nuevo look… (risas)...se llama Covid style… (más risas)…en realidad es el resultado de que mi peluquero aplique las normas de distancia social… (carcajadas)… Sin acercarse a menos de dos metros, no lo puede hacer mejor… (ovación cerrada). En otro de los intermedios, empezó diciendo: los que me hayan escuchado alguna vez en directo, que levanten la mano…(muchas manos alzadas)… ahora los que me hayan escuchado en los últimos ocho meses (ninguno, murmullos)… sepan que estoy agradecidísimo de su presencia, yo no me metí en la música para cantarle a una pequeña cámara en la parte de arriba de mi ordenador, yo me dediqué a esto para cantarle al público, para hacerlo vibrar y sentir su energía de vuelta... (enorme y emocionada ovación). En fin, abajo tienen unas imágenes del concierto.



El concierto en total, vino a durar unas dos horas y media; al final, Tab llamó a Samantha, que salió ahora con una chaqueta de cuero llena de pinchos plateados, cantaron juntos el I put a spell on you de cierre y luego fueron requeridos a dar una  larga propina. Pero ya ven que Tab  Benoit puso el dedo en la llaga en el segundo de sus parlamentos que he reproducido. Los músicos que viven del directo están pasando una mala racha y sobreviven como pueden. En España también lo están pasando mal. La última vez que me reuní con mi amigo o allegado Ramoncín, le dije que yo estaba viendo conciertos en streaming a las 3 de la madrugada, por precios de 12€ y que por qué no hacían ellos lo mismo. Me contestó que en América hay una larga tradición de conciertos en streaming y que tienen toda la infraestructura preparada para ello. Que aquí les resultaría muy caro montarla. La verdad es que yo no les pagué los conciertos a los músicos, sino al Tipitina, al Knuckleheads y al Ryman, de los que me sigue llegando información de todos los saraos que organizan, a ver si pico otra vez. ¿Tan difícil sería montar algo así en España?

Mi amigo Ramón tiene muchas salidas porque ha hecho de todo, desde presentar programas de televisión, hasta escribir libros, como su Diccionario Cheli, que fue durante mucho tiempo un best seller y que se sigue vendiendo. Es hombre de recursos variados. Ahora, tiene una colaboración fija en el programa diario de la Sexta Liarla Pardo, cuyas audiencias mejoran cada vez que sale él. Además acaba de presentar un documental que hicieron sobre él en 2018, titulado Ramoncín, una vida al filo, que está en Amazon Prime. Yo lo he visto y está bastante bien, sale hasta Felipe González hablando de él. Con motivo de su presentación concedió diversas entrevistas. A mí me gustó especialmente la que le hicieron en El inMundo, que pueden leer AQUÍ

Pero mis seguidores más fieles saben que tengo una especial debilidad por un artista patrio: el gran José Luis Perales. Les conté que tenía fechas para tocar este fin de año en Nueva York y otras tres ciudades USA. Obviamente, lo ha tenido que suspender. Ésta era su gira de despedida, que ahora ha prolongado hasta finales de 2021, donde incluirá sus cuatro conciertos en USA. Perales cumplirá en enero 76 años, podría dedicarse a cuidar a sus nietos y pasar de otros afanes, pero es de los míos y no para. Este año ha tenido los santos huevos de presentarse a los Grammy Latinos, que han sido telemáticos, para optar al premio a toda su carrera, que finalmente no ganó. 

Pero participó en el show con un directo desde la terraza del Hotel Riu de la plaza de España, acompañado por una big band completa. Todos los músicos llevan mascarilla menos, por motivos obvios, el propio Perales y el saxo, que es clavadito al ex-jugador del Deportivo Manuel Pablo. Es un vídeo espectacular, que les dejo de despedida, en el que se ve al fondo el Palacio Real, en plena anochecida. Merece la pena que se lo pongan en pantalla completa. Toda Latinoamérica disfrutó de esta actuación y pueden ver a pie de pantalla algunos de los tweets que le dedicaron. Definitivamente, este señor hace más por el nombre de España en el extranjero, que todos los políticos locales juntos. Que sigan ustedes disfrutando de su puente. 


2 comentarios:

  1. Estupendo texto, muy instructivo, siempre quise saber a qué se referían los Stones con su Honky Tonk Women. Algunas matizaciones. El negocio de la música en directo no da de comer sólo a los músicos. Además están los técnicos de sonido, los de la iluminación, los que se ocupan de la difusión, los del marketing, hasta los conductores de los vehículos en las giras. Todos esos personajes más anónimos tienen familias a las que alimentar, las están pasando canutas y tardarán tiempo en recuperarse.
    Otra: entre los septuagenarios que cita y que básicamente coinciden con los que yo admiro, no ha incluido usted a Bob Dylan, tal vez ha sido un simple olvido.
    Y, en cuanto a Perales, pues menuda puesta en escena. Va usted a conseguir que me acabe gustando.
    Saludos cordiales.

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    1. Gracias, este es un tema que no le interesa a todos mis seguidores, lo que pasa es que ya sabe usted que he decidido hablar de lo que me apetezca a mí, guste o no a los lectores. Desde luego que los diferentes profesionales que completan el trabajo de los artistas están tan jodidos como ellos y no saben cómo llegarán a la salida del túnel, que antes o después llegará.
      A Bob Dylan lo tenía ya por octogenario, pero he consultado la Wikipedia y comprobado que tiene 79. Por supuesto que es la referencia más clara de todas. Y Perales es un tipo que busca siempre hacer lo correcto. Para tres minutos que le daban podía haberlo solventado con una faena de aliño. Pero él no es así. Él busca la excelencia. Por eso el lugar, la escenografía, la iluminación, la big band, el arreglo. Todo es bueno.
      Abrazos.

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