lunes, 23 de marzo de 2020

923. CC4. Como hormigas en un hormiguero atacado a pisotones

Ustedes lo han hecho alguna vez de niños, y tal vez también de mayores: ver un hormiguero que de pronto invade nuestro jardín o el lugar donde pretendemos sentarnos a descansar de una caminata, y emprenderla a pisotones asesinos. En segundos, las hormigas se transmiten el mensaje de peligro y de pronto ya no hay ninguna a la vista: todas se han refugiado prudentemente en sus casas y esperan a que pase el ataque. Pues eso es lo que hemos hecho nosotros. Como hormigas en un hormiguero atacado, nos hemos recluido en nuestras madrigueras. Y esperamos. Hoy es mi día número 11 de reclusión, si bien, el día 1 salí a correr por el Retiro y luego me corté el pelo. Desde entonces he salido un par de veces a aprovisionarme de comida.

La diferencia con las hormigas es que nuestras madrigueras están sorprendentemente bien equipadas y llenas de entretenimientos potenciales. Por ejemplo la mía. He hecho deporte un par de veces en serio. No me refiero a la payasada que reflejé en mi último videoselfie. Alguien que sepa de running (y ustedes llevan siete años aprendiendo del tema en este blog), habrá observado que mi forma de pisar en esa filmación no es de fondista, sino de velocista, en permanente esfuerzo de impulsarse sobre el suelo. Lo que pasa es que esa es una pisada más plástica, que queda mejor para presumir. También daba muchas vueltas en la parte barrida por la cámara, para evitar esos vacíos que mi amiga África interpretó como que aprovechaba para pasar por la nevera. Es que si hubiera grabado lo que hago de verdad, sería muy aburrido. Ese día, repetí mi actuación cuatro veces, hasta que quedó a mi gusto y con la música sincronizada. Resultado: acabé agotado y al día siguiente tenía agujetas en los gemelos.

Sin embargo, lo que he hecho ya dos veces durante el encierro es repetir mi rutina de El Retiro, pero dentro de casa y por el recorrido más largo posible. Es decir: 8 minutos de calentamiento, unos 15 de estiramientos, 30 minutos de carrera continua, una tanda de abdominales y un rato de pesas. Después, una ducha y a vivir. No me pongo música para esto, la llevo en la cabeza. Hay varios rocks que sirven para el ritmo que puedo llevar dentro de casa, que es algo más lento que el de El Retiro, para evitar el riesgo de tropezarme con algún mueble y caerme, lo que, en estas circunstancias sanitarias, sería auténticamente desastroso. Por ejemplo, el último día llevé todo el rato en la cabeza el Jailhouse Rock de Elvis Presley, el archiconocido Rock de la Cárcel. Es una canción de los míticos Leiber y Stoller que constituyó el tema central de la película del mismo nombre y que fue grabada nada menos que en 1957. Les pongo un vídeo que ya traje al blog hace una eternidad, pero que no tengo inconveniente en repetir. Véanlo en pantalla grande. Merece la pena.  



Hace 53 años de esto y ya ven que ahí estaba todo. Por cierto, los autores Leiber y Stoller, responsables también de maravillas como Stand by me, Hound Dog, Kansas City y otros cientos de canciones, están hoy de actualidad. En concreto Mike Stoller, porque Leiber se murió en 2011. Mike Stoller tiene 87 años y está vivito y coleando, lo que no ha impedido que estos días, los cabrones que imaginan y difunden fake news hayan publicado la noticia de su muerte por coronavirus. Ha tenido que salir su familia a desmentirlo, como pueden comprobar en ESTA información de hoy mismo. Y volviendo al hilo del post, los que tengan un poco de oído musical habrán captado que el ritmo del Jailhouse Rock es mucho más lento que el de Led Zepelin que utilicé en el videoselfie y que me dejaba agotado a los tres minutos.

Más entretenimientos para el tiempo infinito de la reclusión. Mi jefa y algunos de los miembros del equipo tenemos un grupo de Windows Team, con el que mantenemos un chat que tenemos abierto toda la mañana, además del correo electrónico y el grupo de Whatsapp. Con esa triple herramienta nos podemos enviar documentos, corregirlos y devolverlos, o generar otros nuevos, incluyendo planos e imágenes. Eso nos permite seguir trabajando on line. Mañana tendremos una call conjunta con Londres y Nueva York para tomar decisiones respecto a los plazos y condiciones de Reinventing Cities 2. En la medida de lo posible, seguimos ocupados. También les diré que el Club Billar de Letras está montando una sesión on line a través de la plataforma Zoom, que es la misma que yo uso para asistir a los webinars que organiza mi amigo Flavio Coppola, ahora desde Nueva York, ya no más desde San Francisco, donde yo lo conocí. Tendremos en directo a Andrés Neuman, desde Granada, y a su editor, el gran Juan Casamayor, para hablar de Anatomía Sensible.

Además tengo las siete temporadas de Los Soprano (ya me estoy acabando la segunda) y estoy aprovechando que tengo más tiempo de lectura disponible, para atacar la Micropedia del mexicano Ignacio Padilla, de la que ya se habló en el blog. Y, por si no fuera bastante con esto, he recuperado el gusto por cocinar. Ya les expliqué cómo hacer unas buenas lentejas. El otro día me hice un curry de pollo Madrás sui géneris, que me salió bastante rico. La receta es fácil. Basta tener un curry de calidad y un paquetito de semillas de sésamo, o ajonjolí, como se le llamaba en mi casa. También hay que tener media pechuga de pollo, a ser posible de corral. Se trocea en daditos, y se reboza en el curry en un tazón, dándole vueltas para que se impregne bien y se macere. Eso se hace un rato antes de empezar a cocinar. Luego se pone al fuego, con un poco de aceite de oliva del bueno y se rehoga un buen rato con una cuchara de palo. Ahí se echa el ajonjolí por encima y sal a gusto, se dan unas vueltas más para que se haga y luego se le añade nata líquida y se deja a fuego lento hasta que espese.

Se toma con arroz, a ser posible del largo local, o del indio basmati. El arroz se puede hacer al estilo indio, directamente cocido con sal y escurrido, o bien a la valenciana, como me enseñó a hacerlo mi madre, dorando primero un ajo, añadiendo el arroz, rehogándolo un poco y luego añadiendo dos veces y media de agua y bajando el fuego. Cuando el agua se ha ido del todo y la base no ha empezado a quemarse, el arroz está en su punto. He de decir que esta vez hice una heterodoxia, porque al momento de echar la nata líquida al curry, caí en la cuenta de que no tenía, con lo que tuve que improvisar. Se me ocurrió mezclar un yogur con leche y batirlo bien. En vez de un curry Madras me salió más bien un Jalfrezi, pero estaba de rechupete. Hoy me he hecho una merluza a la gallega, cuya receta ya les explico otro día.

Ven que no me lo paso mal. Y algunos lectores me han dicho que cómo puedo estar tan contento con la que está cayendo. Que yo esté bien no quiere decir que sea insensible a lo que está pasando fuera de mi refugio. Estamos en pleno pico, la gente se está muriendo y yo ya he tenido varias bajas cercanas, como una compañera del grupo de senderismo y el padre de un amigo mío. También tengo otros amigos ingresados, en diferentes grados de gravedad y hasta uno ya dado de alta. Es terrible, pero yo me he propuesto continuar este blog al ritmo habitual de los últimos tiempos, para ayudar a mis lectores a mantener el ánimo. Y también para mantenérmelo a mí mismo. Pero soy consciente de lo que está pasando afuera y no puedo evitar sentir una cierta congoja. Me llegan fotos de las ciudades vacías de todo el mundo. Imágenes de la desolación. He seleccionado algunas para ustedes. Empezamos por Times Square. NY.


Una imagen nocturna y desolada de otra calle neoyorkina. Es el cruce de la calle 44 con la 8ª Avenida.


Aquí el puente de Brooklyn, habitualmente abarrotado de gente. Hay niebla en NY estos días.


Una calle del barrio de Fulton Market, la zona más hipster y bulliciosa de Chicago, de la que se habló en el blog.


Exterior del Walt Disney Concert Hall, de Los Ángeles, no hace falta que les diga quién es el arquitecto.


Una de las míticas playas de Miami.


El paseo de borde de otra playa legendaria, la de Ipanema, en Río de Janeiro.


Una imagen de Venecia.


Y las Ramblas de Barcelona.


Y ahora vamos con las de Madrid. Empiezo por la plaza de Las Cortes, a 5 minutos de mi casa.


El arranque de la Gran Vía.


La calle Toledo, desde la Plaza Mayor.


Preciados, normalmente la calle más concurrida de la ciudad.

La Puerta del Sol.


Y la Plaza Mayor, sin turistas ni terrazas.


Es imposible que a uno no le entre una cierta angustia con estas vistas. El jodido virus nos ha golpeado donde más duele. Tenemos que resistir, hasta que se le consiga doblegar. A la gente le preocupa el cumplimiento de los plazos, de los calendarios, de los programas. Que hacer con la Liga, y con las Olimpiadas y con los Presupuestos del Estado y con los diferentes procesos políticos y con las Elecciones USA. Pero todo eso son constructos, creaciones de la mente del ser humano para pautar el transcurso del tiempo. Y el tiempo ahora no corre. Yo propondría que nos tomásemos un año sabático colectivo, que borrasemos todo lo ocurrido y le quitáramos un año al calendario y a la Historia, como si esto no hubiera sucedido nunca. Que las próximas Navidades vuelvan a ser las de 2019, para que empecemos de nuevo este año sin el maldito virus. Podría ser una opción a considerar, si no fuera por la economía y la necesidad de contar con ella para recuperar nuestras vidas. Y los muertos.

A veces se puede tener nostalgia de algo que no ha sucedido. Yo tenía el sueño de encontrarme en Rotterdam con mi amiga Tantri y ahora no sé dónde está. Habíamos reservado un fin de semana para pasarlo juntos, ya teníamos pensado hasta el restaurante en donde íbamos a cenar el sábado. Lo último que supe de ella es que le habían cancelado abruptamente la residencia en Holanda, que estaba buscando vuelos de vuelta a su tierra y que estaba aterrorizada, porque pensaba que en Indonesia las condiciones higiénico-sanitarias son peores que las de Holanda y al mismo tiempo temía volver allí contagiada y pegárselo a su familia. Nuestro encuentro ha quedado pospuesto indefinidamente y a mí me invade la nostalgia cuando pienso en ese sueño que no llegó a cumplirse. Porque se puede echar de menos algo que no ha llegado a suceder, se puede sentir nostalgia de una ilusión, igual que se puede recordar un sueño. Así lo dejó grabado el gran Otis Redding, un artista muy adecuado para momentos intensos y excepcionales como estos. Con esta canción se abría su album póstumo El Inmortal Otis Redding, de 1968. Cuídense mucho y resistan. Hagan como los  del Dúo Dinámico, que aguantan lo que les echen.



8 comentarios:

  1. Esto parece una distopia, pero me pregunto si no somos una generación de malcriados, tanto quejarnos del confinamiento, con toda clase de comodidades, calefacción, internet, amigos con quienes hablar... Una temporadita en Gaza o en un campo de refugiados donde tener un plástico para cobijarse es un privilegio, les daría yo a los quejicas. Muy positivo tu blog, se agradece. Y también la receta del pollo con arroz, a ver si me hago con un buen curry y la experimento. Estupendas las imágenes. Voy a mirar el arquitecto del Walt Dysney de Los Ángeles, no sé quién es, a ver si confirmo mi suposición o quedo en ridículo ante mí misma. Besos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Querida, no me habrás oído a mí quejarme. En general los que despotrican ahora del confinamiento, ya estaban antes quejándose de todo. Y a mí me criticaban por optimista y me decían que vivía en los mundos de Yupi. Yo estaba cojonudamente y disfrutaba de ello. Ahora no estoy tan bien, pero hay que apechugar y ser positivos.
      Tu suposición sobre el autor del Walt Disney Center es acertada: es un tipo que ya hace todos los edificios iguales.
      Abrazos virtuales.

      Eliminar
  2. Varias cosas. En Times Square, en vez de los anuncios habituales, hay un letrero que dice: "lávense las manos a menudo, con agua y jabón durante al menos 20 segundos.
    El cruce con la Octava Avenida es reconocible por la presencia del Teatro Majestic, en el 245-Oeste de la calle 44, en donde daban hasta hace poco El Fantasma de la Ópera.
    Disculpe este despliegue de erudición, he estado en Nueva York en Navidades y no se imagina cómo me impresionan sus fotos.
    Me parece muy buena idea lo de borrar un año del calendario. En tal caso, supongo que en febrero volvería a cumplir usted 69 y no tendría más remedio que recopliar otra tanda de cuentos como los anteriores.
    Cuídese, amigo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por sus aportes y precisiones geográficas. Estas cosas son siempre bienvenidas. A usted se ve que le han gustado mis relatos eróticos y quiere más, pillín (doy por hecho que es usted varón, dada la casi total ausencia de opiniones femeninas sobre mi post de cumpleaños).
      Cuídese usted también amigo.

      Eliminar
  3. El papa Gregorio XIII no dudó en suprimir fechas del calendario cuando descubrió la tozudez del Sol en no adaptarse al calendario Juliano, aunque dicho calendario hubiese sido creado por el mismísimo emperador Julio César. Ni corto ni perezoso este papa hizo desaparecer los días 5 al 14 de octubre de 1582, ya que no había forma de cuadrar las festividades religiosas con el puñetero calendario. Nació así el calendario gregoriano que seguimos utilizando hoy en día, salvo que prospere tu propuesta, en cuyo caso pasaría a denominarse “Calendario Emiliano”.
    Desde este mismo momento yo voto por el calendario emiliano.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por el aporte, querido Berto. Efectivamente, el calendario gregoriano introduce los años bisiestos, para evitar ese desfase progresivo. Tal vez sería el momento de introducir un nuevo calendario establecido de manera digital, que ajustara los años al sol y eliminara los bisiestos, que es tradicional considerar como años de mal fario y a la vista está el actual.
      Los musulmanes no tiene en cuenta ese desfase y por eso el ramadán va cayendo cada añño en distinta estación. Los años en que cae en verano, las pasan canutas para ayunar con el calor.
      Un abrazo virtual. Y cuídate mucho.

      Eliminar
  4. Sin desmerecer de los comentarios anteriores, a mí lo que me ha dejado tocado es el tema de Otis Redding. No sabía que este señor había sido tan bueno. Es que ni Resisitiré ni nada, Otis es quien mejoir expresa cómo me siento en estos días. Gracias por descubrírmelo.

    ResponderEliminar