martes, 9 de julio de 2019

851. Brisas noruegas

Estoy en una fase de impasse, pendiente de que se concreten determinadas condiciones para tomar una decisión que ahora mismo no puedo tomar y además no se lo puedo contar a ustedes, qué le vamos a hacer. En su día ya daré explicaciones, si es que puedo. De momento, me voy a dedicar a repasar algunos temas que se quedaron por el camino sin ser relatados en el blog. Empezando por los aromas noruegos. En mi club de lecturas Billar de Letras analizamos a finales de mayo la novela Perdón, de Ida Hegazi Høyer. Posiblemente sea el mejor libro que he leído este año, aunque sólo se lo recomendaría a personas que estén mentalmente bien y en posesión de una sólida base anímica, capaz de resistir el vendaval emocional que suscita esta narración.

Ida nació en las islas Lofoten hace 38 años, de ascendencia mixta: padre de origen egipcio y madre de familia danesa. Escribe desde niña, pequeñas reflexiones en cuadernos que guardaba sin mucho orden. Al acabar el bachiller, decidió que no quería estudiar y se largó a ver mundo. Viajó por Asia, Europa, Sudamérica y el norte de África. Sólo cuando cumplió ese anhelo primario, regresó a su tierra, se estableció en Oslo y se puso a estudiar Sociología, mientras vivía de sucesivos empleos alimenticios, como había hecho durante su largo periplo. Al acabar la carrera se centró en serio en la literatura y ya ha logrado publicar varias novelas en su país. Perdón es la primera de sus obras que se traduce a otros idiomas, aupada por el Premio de Literatura de la Unión Europea 2015, un galardón súper merecido.

La novela cuenta con minuciosidad de entomólogo la génesis y desarrollo de una relación tóxica, entre la narradora, de 20 años, y el chico un poco mayor del que se enamora. Todo va bien al principio, la chica vive su amor como sólo puede experimentarlo alguien de esa edad, pero muy pronto empieza a detectar detalles sospechosos y preocupantes. En el mes que tuve para leérmela, entre dos sesiones de Billar de Letras, la leí dos veces, porque es una historia que literalmente se devora, al tiempo que te devora ella a ti. En la segunda lectura se aprecia muy claramente la sutil gradación de esos pequeños motivos de alarma que la chica ve y no quiere ver aunque tampoco puede dejar de apreciarlos. Es una novela terrible, que no te da cuartel, que te repele y te atrae a la vez, de forma que no puedes parar de leer.

A la sesión del Club vino Diego Moreno, el editor del libro y principal valedor de la Editorial Nórdica, que lleva 13 años publicando en España narrativa no policiaca de los cuatro países nórdicos principales, al principio con unos niveles de negocio bastante ruinosos, algo mejor a partir de la concesión del Nobel a un sueco en 2011. Este hombre está dedicado a la difusión de una literatura que le fascina y nos dio algunas claves sobre la forma de escribir de los nórdicos, especialmente de los noruegos, el pueblo más rústico de los cuatro, descendientes directos de los vikingos y sometidos a una climatología que incide de muchas formas en su vida cotidiana. Los noruegos no viven mucho en la calle, salvo en el corto verano, son amantes del hogar, los juegos de mesa, el fuego de las chimeneas, las saunas, la buena mesa regada con un buen vino.

La manera de narrar es muy curiosa, tremendamente sencilla, directa y efectiva. No hay nada de barroco en la escritura de Ida, va directamente al grano, pero es a la vez muy poética. Su prosa está hecha de frases cortas, escuetas, eficaces. Los noruegos son gente que no se tocan apenas, ni por la calle ni en familia (al contrario que las culturas árabes), pero paradójicamente son capaces de desnudar su alma en un libro como pocos pueden hacerlo. A comienzos del Siglo XX, Noruega era un país muy pobre, que luego tuvo la suerte de encontrar petróleo, del que se nutre principalmente su economía. Pero hasta en los momentos de mayores penurias, nunca dejaron de leer. El Estado fomenta la literatura de varias maneras. Por ejemplo, alguien que ha conseguido publicar al menos un libro, recibe del Estado 1.500€ al mes, ya de por vida (yo estaría en ese caso si fuera noruego). Y de cada obra literaria que se edita, el Estado compra 1.000 ejemplares para sus bibliotecas.

La importancia de la luz, el color, el blanco y el negro, la cantidad de elementos metafóricos o simbólicos, componen un relato de una tensión dramática que consigue ponerte nervioso. Es un relato duro, cruel a veces, pero desprovisto de todo patetismo. La relación entre cualquier literatura barroca y recargada con Perdón es como la que tendría un mobiliario estilo Luis XV con unos muebles de Ikea. Como tal vez recuerden, más o menos por las fechas en que analizamos Perdón en el club, tuve la oportunidad de viajar a Oslo, para la proclamación de los premios de Reinventing Cities. Era la única capital de esa zona de Europa que me quedaba por conocer, dado que he visitado Helsinki, San Petersburgo, Tallin, Riga, Vilnius, Estocolmo, Malmöe y Copenhague. Me resultó una ciudad muy agradable, con una política de movilidad radical, que prácticamente ha erradicado el automóvil de las zonas centrales, en las que tampoco se ven tantas bicicletas como en Holanda o en Copenhague. La movilidad urbana se resuelve mediante un potente sistema de transporte público, basado en tranvías, trenes y autobuses, y las gentes aquí son grandes caminantes.
  
Cualquier generalización sobre los pueblos es un tópico y un arquetipo, pero tiene también algo de cierto. En ese sentido, los suecos son los elegantes de la zona, los que visten mejor, tienen ciudades más señoriales y unos reyes que son el top de las monarquías. Los daneses son vividores, juerguistas, con un punto macarra, muy dotados para el arte, para el diseño, la gastronomía, el cine y el teatro. Sus reyes tienen un punto mundano y el país ha estado en quiebra varias veces y ha resurgido siempre a base de trabajo e imaginación. Los finlandeses son como los más frikis, tal vez debido a la climatología extrema, el aislamiento en la esquina última de Europa y la presencia intimidante del gigante ruso. Al lado de todos estos, los noruegos son marineros, aventureros, rurales, sencillos, grandes deportistas, amantes de la cultura en todas sus formas. Sus reyes son plebeyos y campechanos. Y todos sobrellevan con naturalidad sus contradicciones básicas como pueblo: son los más ecologistas, pero viven del petróleo y los más cuidadosos con la biodiversidad, pero hasta hace cuatro días eran los mejores balleneros del mundo, junto con los japoneses.

Oslo es una ciudad pequeña, que no llega al millón de habitantes. Estuvimos allí dos días, tiempo suficiente para dar un primer vistazo, deambular por las calles perfectamente pavimentadas y limpias, ver algún museo y disfrutar de los edificios más sobresalientes, como la estupenda Ópera, en el antiguo puerto, obra de un equipo de arquitectos noruegos que encabeza Kjetil Traedal Thorsen. Lo mejor es que les ponga unas imágenes.  



Aquí una vista general del edifico de la Ópera. Abajo diferentes detalles de la cubierta visitable, que está abierta al público y es uno de los lugares más atractivos para los paseantes de la ciudad.





Un efecto óptico precioso y una vista nocturna, desde el otro lado del puerto, en donde pueden apreciar que en ese momento estaban saliendo los espectadores del concierto de noche.




El interior es de madera y formas redondeadas, que albergan dos grandes auditorios. Aquí unas vistas.




Una arquitectura cálida y hogareña en los interiores y desnuda en los exteriores, basada en el color blanco. El lenguaje de la arquitectura noruega es coherente con el de su literatura, como ven. En cambio, al lado de la Ópera se está construyendo el nuevo museo de Munch, según proyecto del español Juan Herreros, ahora separado de su socio habitual Iñaki Ábalos. No sé si es por contrastar con la Ópera o por el punto tenebroso de Munch, pero el edificio es bastante oscuro y un poco tétrico en mi opinión. Un par de vistas desde la propia Ópera.



Oslo lucha por convertirse en una urbe atractiva para el turismo, el gran maná de las ciudades en estos momentos. Sabe que nunca igualará el lujo y el atractivo de Estocolmo, pero está invirtiendo en edificaciones que sean emblemáticas, como estas que hemos visto. Entre los edificios más tradicionales destaca el Ayuntamiento, que es donde se entregan los Premios Nobel, y los diversos palacios clásicos sin demasiado interés. Voy a terminar con el lugar en donde se concentra, entre otros, la marcha nocturna: el Salt, en el mismo puerto. Allí celebramos la fiesta tras la proclamación de vencedores de Reinventing, bajo una instalación decorada con camisas y camisetas usadas. Por la tarde la habíamos visto y le hice un par de fotos. En el panel explicativo se precisa que se trata de crear un espacio bajo la advocación de las vidas vividas por los dueños de las camisas instaladas.



Por la noche estaba concurridísimo. Y fue allí donde el CEO de C40, que se llama Mark Watts, en medio de la complicidad que alimentan el alcohol y la buena música a altas horas de la noche, nos confesó que la señora Carmena era la favorita para suceder a Madame Hidalgo al frente de la red en el próximo congreso plenario que celebrarán en octubre en Copenhague. Eso alimentó mi cuento de la lechera, que unos días más tarde tendría un final cruel, como saben. Como dice Diego Moreno, el otro, el de Tijuana, el hubiera no existe. Y la nostalgia no sirve para nada. Hay que seguir adelante. Ni se les ocurra compadecerme. 

2 comentarios:

  1. No es por ir de estupendo, pero el despiece del mármol de Carrara del suelo es sencillamente espectacular. Echo de menos un comentario suyo al respecto.

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  2. Estoy de acuerdo con usted y ya lo comentamos mis compañeras y yo, lo que pasa es que este no es un blog de arquitectos; como mucho es una tribuna de pedagogía urbana. De todas formas, se agradece la precisión.

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