domingo, 19 de mayo de 2019

836. Por qué voy a votar a Carmena y Errejón II

Dicen algunos de mis lectores que por qué me meto tanto con Pepu y que exagero con lo del gesto torcido. No creo haberme metido con Pepu. Si yo no fuera carmenista y errejonudo es muy probable que le votara. Otra cosa es el asunto del gesto. Joder, si a mí se me mete una hebra de pollo entre los dientes y trato de sacármela disimuladamente con la lengua, se me pone una cara de Pepu de la hostia. ¿No se lo creen? Pues aquí la prueba.


Pero vayamos a lo nuestro. Nos habíamos quedado en que Carmena ganó en el Ayuntamiento, algo que fue una sorpresa para todos, incluso para ella misma, que ha confesado que hubo de pasar unos días aislada pensando en su nueva situación inesperada y decidiendo si se había metido en un lío, o si era una oportunidad de hacer algo por su ciudad, y dar rienda a una vieja vocación de gestora. Salió de esa reflexión con unos ánimos extraordinarios; ya se imaginan que yo tengo buena relación con secretarias, conductores, ujieres y gente de seguridad de toda la vida del Ayuntamiento. Pues todos coinciden en que no han visto nunca un alcalde de Madrid tan incansable, con tanta capacidad de trabajo. Carmena se coge cada día el Metro en cuanto abre, a las 6.00, y está en el despacho la primera. Cuando empiezan a llegar sus ayudantes más próximos, aun soñolientos, les pide disculpas, les dice que no pretende agobiarlos, que simplemente duerme pocas horas y no soporta quedarse en la cama una vez que se ha despertado, con la cantidad de trabajo que tiene.

He de precisar que mi defensa de esta señora no es interesada; a mí me viene quedando año y medio de carrete en mi sedal de funcionario, así que desde un ángulo estrictamente personal, me la bufa quien gane. Si acaso, me interesaría mostrarle mi agradecimiento, por estos años apasionantes que su llegada al poder me ha permitido vivir, sobre todo los tres últimos. Pero no es por eso por lo que pido el voto para ella. Si lo hago, es por la ciudad, porque creo que Madrid no se merece que vuelvan las derechas que la han gobernado durante 26 años; que la reelección supondría poder culminar adecuadamente las políticas apenas esbozadas en estos cuatro años. Con mi experiencia de casi 37 años de funcionario, creo que mi opinión es para ser tenida en cuenta. Y mi opinión es que el Ayuntamiento no ha tenido al frente a una persona de esta talla desde Tierno Galván.

Carmena estuvo, como he dicho, reflexionando después de su inesperada victoria e inmediatamente se puso a los mandos. ¿Y qué fue lo que se encontró? Pues un equipo muy deficiente que ella no había formado, un grupo heterogéneo de activistas acostumbrados a encabezar manifestaciones, pero que no sabía nada de contratos, licitaciones, pliegos de condiciones, etc. Con honrosas excepciones, como Inés Sabanés, Marta Higuera y algún otro que seguramente se me olvida. Había que trabajar mucho, y la alcaldesa se aprestó a ello, apoyándose en estos pilares, además de en algunas personas que nombró a dedo, como Luis Cueto o Felipe Llamas (dos portentos) y fiando el resto al cursillo acelerado de administración que algunos de sus concejales tuvieron que hacer. En esta última faceta se distinguieron enseguida los que provenían de Podemos: Rita Maestre, José Manuel Calvo, Jorge García Castaño y otros cuantos, que pronto le empezaron a ser muy útiles. ¿Y saben por qué? Pues porque todos provenían del sector de Íñigo Errejón.

Por el otro lado, empezó también a destacar otra banda que se negaba a aprender, que no renunciaban a poner en primer lugar su ideología, frente a la necesidad de trabajar mucho para los vecinos de Madrid. Carmena hubo de dedicar mucho tiempo y esfuerzo a zurcir los desaguisados que a menudo le montaban estos elementos. Por ejemplo en el tema del urbanismo. Hacer política urbanística es siempre negociar, llegar a acuerdos y ceder. Y cualquiera con dos dedos de frente sabe que la actividad de planificación no se puede detener, si no se quiere que, a medio plazo, la ciudad se quede sin suelo para construir. Durante estos cuatro años, el equipo de gobierno municipal ha debido sacar adelante los proyectos que se le han presentado, con los votos a favor de la mitad de sus concejales, más el de PP y Ciudadanos, y con la otra mitad del equipo votando en contra y la abstención por simple postureo del PSOE, salvo en los casos en que su voto favorable era imprescindible para que la cosa no se  fuera a la mierda.

En esta guerra hay un caso especial, que es el de Sánchez Mato. Este señor, que proviene de Izquierda Unida, se encargó de dirigir el Área Económica. Por lo que me cuentan, es un tipo muy listo y también buena gente. El problema es que se llegó a creer Varoufakis y se vino arriba en la pelea contra Montoro, que no nos dejaba utilizar los superávits contables por una interpretación muy restrictiva de las normas europeas. En un momento dado, Sánchez Mato tuvo los huevos de viajar a Bruselas a denunciar a Montoro ante las autoridades económicas comunitarias. Se plantó allí y les dijo que Montoro estaba interpretando así la norma para jodernos porque éramos de izquierdas y para enmascarar con ello sus propias cifras económicas estatales que eran desastrosas (entre ustedes y yo, imagino que tenía razón). Los de Bruselas pusieron cara de póker y le dieron las gracias por la información. Y, nada más volver de Bruselas, Carmena le cesó y puso en su lugar a otro, para que negociara una salida pactada al bloqueo, lo que nos ha permitido hacer las obras que se han hecho estos años. Este es el Sánchez Mato que ahora se ha puesto al frente de la lista de los díscolos.

Comprenderán ustedes que gobernar de esa manera es un verdadero calvario, que se necesita alguien con mucho cuajo para poder salir airoso en una situación así (tengan en cuenta que el equipo tenía un solo concejal de ventaja sobre las derechas y ha logrado aguantar los cuatro años en ese estado de precariedad). Y esto nos lleva al verano de 2017. Carmena declara entonces que está un poco cansada y se va de vacaciones y añade que su intención es no presentarse a la reelección, porque piensa que va a ser muy mayor y cree que ella ya ha hecho su trabajo. A partir de eso, el entorno de Podemos hace sus sondeos extraoficiales. Y constata que con Carmena pueden o no revalidar, pero que sin ella, ni de coña. Entonces empiezan a bailarle el agua para que se quede. Y ella se deja querer y mantiene todo lo que puede la incertidumbre.

Y, tras el verano siguiente, da su respuesta. Ella repetirá si se le deja hacer su propio equipo y se le permite deshacerse de la purrela que tanto la ha hecho sufrir. Esa purrela surgió de las primarias abiertas que se hicieron en 2015. Carmena quiere hacer ahora unas primarias controladas y llegar a una lista negociada. Este es un matiz clave. Porque no es cierto lo que se dijo: que Carmena quería poner sólo a los suyos. No. Ella estaba dispuesta a negociar una lista de consenso, con los suyos y los que le dijera Podemos. En el partido, el interlocutor era El General que Salió del Frío. ¿Lo recuerdan? ¿Qué habrá sido de aquel tipo semicongelado? ¿Habrá vuelto a los parajes glaciales de donde parecía provenir? El caso es que empezó la negociación. Carmena quería poner en buenos puestos a los seis errejonudos de su guardia pretoriana, pero hubiera aceptado incluir al General de número 2, o tal vez de 3, detrás de Marta Higuera. 
  
Y fue entonces cuando el General rompió la baraja y filtró a la prensa una lista provisional en la que él mismo se situaba de segundo, y los del equipo de Carmena aparecían al final. Al día siguiente se rompieron las conversaciones y los seis citados se dieron de baja en Podemos. A partir de ahí, todo ha tenido una lógica. Errejón era el elegido por las bases para presentarse a la Comunidad de Madrid. Pero muy pronto descubrió que le estaban haciendo una lista para dejarle solo al frente de un equipo controlado por Iglesias. Aguantó lo que pudo, pero en un momento dado le superó el corazón. Sus amigos y seguidores estaban finalmente bien colocados en la lista de Carmena. Y a él lo estaban tratando muy mal en el partido. Así que se fue a cenar con la alcaldesa en la noche navideña en que ella le preparó unas croquetas y por protegerlas se rompió algún hueso del tobillo.

Y aquí surgió el llanto y el crujir de dientes de los podemitas desconsolados: ¡Eso no se hace! ¡En el peor momento! ¿Cómo puede Iglesias perdonar una deslealtad así? En mi opinión, estamos exactamente en una situación de divorcio de una pareja (aunque sea de amigos). El que se va, ha aguantado carros y carretas y ya no lo soporta. Y anuncia que se larga. Entonces la otra parte dice que eso no se hace, que tenía que haber avisado, que es una especie de Judas y, por supuesto, que es el peor momento (todos lo son para una separación). El día que Errejón proclamó que ya no lo quería a Iglesias y que se marchaba de casa para irse a vivir con la abuela, yo me llevé una alegría muy grande. Ya sé que esto divide el voto de la izquierda, pero me parece que aquí hay más una diferencia ideológica que personal (que también). Y yo creo que los políticos se deben situar en el lugar del arco ideológico en donde se sientan a gusto.

Esta es mi explicación de por qué me declaro carmenista y errejonudo. Desde luego, creo que estas dos personas han definido un espacio entre el PSOE y el Podemos al que Iglesias está abocando a ser una nueva Izquierda Unida. Y yo me siento a gusto en ese espacio. Pero es que además, el Ayuntamiento del cambio necesita otros cuatro años para poder consolidar la nueva mentalidad que se ha empezado a esbozar en estos años. Madrid es una ciudad viva y menos casposa desde que la derecha perdió el poder después de 26 años de ostentarlo. El equipo de Carmena ha conseguido muchos logros, que ya les contaré otro día, en una situación de fragilidad política muy severa. Yo querría verla con un equipo más sólido y cohesionado. Y, por supuesto, también ha hecho algunas cosas mal, pero me van a permitir que el detalle de estas lo deje para después de las elecciones. De momento, ustedes voten a Carmena y Errejón, háganme caso. Ya les contaré lo que, en mi opinión, se ha hecho mal en el Ayuntamiento en los últimos años.

Y, para terminar, les voy a dejar con una imagen a la que El inMundo no le ha sacado todo el partido malsano que cabía esperar del citado tabloide. ¿Se están descuidando estos plumíferos? El caso es que Carmena y Errejón se presentaron en una fiesta del colectivo LGTB-HIJK, para ganarse el apoyo de esta gente, a la que Vox quiere desterrar otra vez a la Casa de Campo. El acto tuvo lugar en la discoteca Medias Puri y, en medio del cachondeo, les pidieron a la pareja que se dieran el pico. Procedieron, entre la ovación del público, y no se les cayeron los anillos. Carmena ha mostrado en entrevistas una mentalidad bastante desinhibida y avanzada para su generación a la hora de hablar del sexo. En cuanto a Errejón, no es un secreto que le gustan más jóvenes (como a ustedes y a mí), pero ahí queda la foto para la historia. Y no dejen de reparar en un detalle: la alcaldesa exhibe el costurón de la operación sufrida en el tobillo, a cuenta del accidente de las croquetas. Sean buenos.  



2 comentarios:

  1. Cojonudo lo de la cara de Pepu, el General que vino del frío, el colectivo LGTB-HIJK y otros destellos de humor. Y su interpretación de la historia, irrebatible: a Iglesias le ha dado un ataque de cuernos y Sánchez Mato se une a la purrela (otro hallazgo lingüístico) por simple despecho. Nos queda poco para saber el resultado de tanto desmadre. Sería una pena que la izquierda desaprovechará un momento tan bajo de las derechas.

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    1. Gracias por los halagos, quien quiera que usted sea. Sánchez Mato es despecho, pero también alguien coherente, dispuesto a morir por sus ideas, que se ha erigido en guardián de la ortodoxia izquierdista frente al pragmatismo carmenil. Sólo por eso se merece un respeto, a pesar de encabezar una reata de personajes y personajas que no merecen perder ni un renglón en calificarlos y calificarlas (toma ya, lenguaje y lenguaja inclusivo, inclusiva y hasta inclusive). Auténtica purrela.

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