domingo, 12 de mayo de 2019

834. En el centro de la vorágine

Uf, ha sido una semana agotadora, por la sobredosis de compromisos que he debido atender, como les avisé en el post precedente. Lo más pesado fueron las sesiones del Jurado de Reinventing Cities, que todavía habremos de convocar una tercera vez, para cerrar conclusiones. Esto supone encerrarte en una sala a las 9.00 de la mañana y salir de ella después de las 15.00. Seis horas de una esgrima muy delicada, en la que has de descifrar lo que realmente están queriendo decir los intervinientes, porque todo el mundo dice aparentemente una cosa, pero por detrás está expresando otra. Es un gallinero difícil de controlar, que se te puede ir de madre al menor descuido. Yo lo conozco bien de otras ocasiones en que he estado en tribunales de oposiciones y saraos similares. Mis actividades de las tardes tampoco han sido moco de pavo. He de decirles que, además de la larga lista de actividades que les reseñé en el post anterior, el jueves a mediodía tuvimos un webinar de lanzamiento de Reinventing 2, tras de lo cual me apunté al debate sobre la Operación Chamartín del que me avisó Inmaculada y que estuvo muy bien. 

En este post me voy a limitar a ponerles algunas fotos de los sucesivos eventos, y desarrollar un tema concreto: la historia de El Rumano, en el centro de la tediosa reunión de la comunidad de propietarios de mi casa que tuve que sufrir hace unos días. Les relataré esta historia por si pueden sacar de ella alguna enseñanza. Empezamos con las imágenes. Aquí un par de ellas con el chino Jia Hui en el Matadero.

En esta primera pueden verme en el espacio libre del Matadero en plena explicación del Madrid Río al magnate inmobiliario chino. De la posición de mis manos, puede deducirse que estaba en ese momento explicándole el sistema cut and cover, de construcción de los túneles (si fuera ginecólogo, tal vez estuviera explicando otra cosa). El tipo había venido con un intérprete, pero como nos entendíamos bien en inglés, lo único que podía hacer ese correcto funcionario del Partido era observarnos discretamente. Abajo pueden vernos al final de la visita, con la guapa venezolana que le puso el Ayuntamiento para que lo acompañara en su visita a Madrid.


Cambiamos de tercio y pasamos a la recogida de mi flamante coche nuevo. Me lo tenían envuelto en una funda roja y con un cartel que decía Bienvenido a Toyota, Emilio. Una vez desenvuelto, me hice una foto bastante resultona. Yo creo que hasta me podrían fichar para alguna campaña de anuncios por la tele. Imaginen el engolado mensaje del locutor: Nuevo Toyota Corolla, el automóvil del urbanita veterano del Siglo XXI. El híbrido de hoy para la ciudad del mañana.


El coche es precioso, como ven. Por cierto, la chapita que luzco en la solapa es la de Más Madrid, la plataforma de Carmena-Errejón, como pueden comprobar en el selfie de abajo (ya saben que salgo mejor en las fotos que en los selfies). Estuve, como les dije, en el acto de lanzamiento en el Distrito Centro, y además estoy inscrito como voluntario en la campaña, les he dado dinero y tengo su pancarta en mi balcón.


Con este sinvivir que llevo, no les extrañará saber que algunos de estos pasados días me he encontrado a las diez de la noche, prácticamente sin haber comido y sin nada en mi despensa. Lo que mi hijo Kike llama la nevera estilo Erasmus. No me ha quedado más remedio que comerme un bocata en un bar y, para ello, nada mejor que El Brillante de Atocha. Hacía mucho que no iba porque, desde que se jubiló mi amigo Álvarez, el mejor camarero de Madrid, como que la cosa ya no es igual. Entré y me encontré que los carteles que antes anunciaban el mejor bocadillo de calamares del mundo, han desaparecido. Ahora hay otros que ofrecen el nuevo Bocata de Calamares Solidarios (sic). Realmente, el futuro ya ha llegado.  


¿Tendrá este foro que pasar a publicitarse como Blog colaborativo, transversal y sostenible? Dejemos por el momento las imágenes y pasemos a desarrollar la historia de El Rumano. Como supongo saben, vivo en un viejo ático cerca de la glorieta de Atocha. Hace como dos años, se me ocurrió que ya iba siendo momento de hacer algunas mejoras (vestir un armario, acuchillar, pintar). Pero resulta que la cara externa de la pared que da a mi terraza está bastante deteriorada y pensé que eso era lo primero que había que hacer. Pregunté aquí y allá y me enteré de varias cosas. En primer lugar, resulta que la pared que da a mi terraza, forma parte de la envolvente del edificio, por lo cual es responsabilidad de la comunidad su correcto mantenimiento. Además, me enteré de que la pared de todos los demás áticos había sido reparada ya, con cargo a los gastos de comunidad. Sólo faltaba la mía. Es que, como tengo la mente absorbida por el trabajo, los viajes, el blog, las redes sociales y mi actividad incansable, pues no me entero de nada.

A finales de 2017, se celebró la asamblea ordinaria y yo metí el asunto en el orden del día. Lo expliqué y se aprobó sin problemas: era claro que estoy en mi derecho de que me arreglen esa pared, como se les ha arreglado a los demás. La pared en cuestión tiene un acabado en falso ladrillo. En realidad se trata de un enfoscado ordinario, al que se le aplica una plantilla simulando las divisorias entre ladrillos, y luego se pinta de color rosa, dejando en el gris original las falsas divisorias. Una técnica de antigua tradición madrileña y con un resultado muy vistoso. Por otro lado, cuando nuestra comunidad aprueba una obra, lo siguiente es pedir presupuestos. Se me dijo que la comunidad tenía un rumano de cabecera y que era el primero al que había que consultar. Me pareció bien, puesto que son ellos los que me van a pagar la obra. El administrador se quedó encargado de llamarlo.

Poco después, el portero me contó que El Rumano había subido con él a ver la terraza (yo no estoy casi nunca en casa) y ya tenía los datos para hacerme el presupuesto. Y empezó a pasar el tiempo. Yo me fui enseguida a Portland, y a los demás sitios que ya les relacioné hace poco y que no les quiero repetir, para que no me digan otra vez que viajo más que el baúl de doña Concha Piquer. Pasaron los meses y me olvidé del asunto. Y de pronto, me llega otra convocatoria de asamblea ordinaria. ¡Joder! ya había pasado un año. Busqué en el orden del día y descubrí con sorpresa que mi asunto ni siquiera figuraba. Asistí y pedí la palabra en el turno de ruegos y preguntas. Estuve bastante desagradable, porque entre medias había descubierto que el dueño de otro de los áticos había estado un tiempo sin pagar sus recibos y lo habían tenido que requerir a través del Juzgado. En tono agrio pregunté si tenía que dejar yo también de pagar para que se me hiciera el debido caso. Sin perjuicio de que yo, he de reconocerlo, tenga también parte de culpa por dejadez.

Un año después de la primera asamblea, la maquinaria se puso en marcha otra vez en el mismo punto. El Rumano volvió a subir a mi casa con el portero. Pero ahora yo no estaba dispuesto a desentenderme. Entonces, me empezaron a llegar mensajes a través del portero. Primer mensaje: la pared está muy mal y hay que picarla entera. Mi respuesta: muy bien, adelante, pero que me diga cuánto cuesta eso. Unos días después: El Rumano propone enfoscarlo todo en liso, porque es más sencillo, más barato y a Menganito de la otra escalera se lo ha hecho y le ha quedado fenomenal. Encima se lo ha pintado de un color siena muy moderno, ¿no quería yo subir a verlo? La cosa ya me estaba empezando a cargar. No quise subir a ver la maravilla del vecino, pero le urgí al portero a que le insistiera al Rumano para que me hiciera llegar su presupuesto. Tercer mensaje: que dice el Rumano que esos listones que tiene usted por los que corren unos toldos, habría que desmontarlos para que pueda trabajar cómodamente.

Aquí sí que me planté. Hasta ahí podíamos llegar. Esos listones están sólidamente anclados a la pared con tres supertornillos y también por el mismo sistema al peto exterior de la terraza. Desmontarlos y volverlos a montar luego, supondría destrozar las albardillas del peto de forma probablemente irreversible. Le dije al portero que iba a buscar una alternativa. Entonces le pedí socorro a mi colega y amigo Tito, que vino con un albañil de su confianza. Estuvieron ambos un buen rato observando, dando puñetacitos a la pared, hicieron fotos y me comunicaron su conclusión: la pared está en perfecto estado, no está bufada ni nada. Por tanto, ellos me proponen reparar los cuatro o cinco sitios estropeados, completar el acabado de falso ladrillo y luego darle a todo una imprimación para igualarlo. Me pareció perfecto y a los cuatro días tenía su presupuesto en mi correo electrónico. Se lo hice llegar al administrador, quien me informó que convocaría una asamblea extraordinaria sólo para este tema. Y que, normalmente, lo que se hace es pedir varios presupuestos, para que la comunidad elija entre ellos, así que por qué no le pedía otro al Rumano. Me pareció bien. Hasta ahora, año y medio después de que la comunidad autorizara la obra, yo no sólo no había visto ningún presupuesto del Rumano, sino que ni siquiera había visto en persona al propio Rumano, ni había hablado por teléfono con él.

A través del portero, le hice llegar el recado de que me llamara. Cero respuesta. Entonces le pedí el número. Le llamé yo este lunes. Se le oía como si fuera conduciendo. Ah, sí, sí, sí, ya le iba yo a llamar a usted; me dice el portero que usted quiere hacer sólo una pequeña reparación y no picarlo todo. Sí, estoy considerando esa alternativa, pero yo quiero que usted me dé un presupuesto de su propuesta, tirándolo todo abajo. Ah, pero yo puedo hacer lo que a usted le guste más. A ver, no nos estamos entendiendo, yo lo que quiero es que usted me dé un presupuesto de lo que cuesta lo que usted ha propuesto, porque yo tengo otra alternativa más conservadora y ya me la han presupuestado; me falta el suyo para que la comunidad pueda elegir. Sí, pero yo puedo hacerle lo que usted quiera y cobrarle más barato. ¿Pero usted no ha dicho que era necesario picarlo todo? No, eso lo dijo el portero; si usted me dice cuánto es el presupuesto que tiene, yo puedo hacérselo, seguro, más barato.

En fin, estaba claro que el tipo es un enreda. Para colmo, quería venir otra vez, para que yo le dijera exactamente lo que quería y poder presupuestarlo. Me estaba ya cayendo gordo, pero le dije que le esperaba al día siguiente a las cinco, porque tenía un hueco en mi apretada agenda. El martes a las cinco no apareció. A las seis menos cuarto, cuando yo estaba preparado para salir a correr, ya vestido y todo, llamó al telefonillo. Que si subía. Le dije que no, que se había hecho tarde y ya no le podía atender. No era por fastidiar, yo tenía que salir a correr con tiempo para ducharme y llegar puntual al acto de Más Madrid. Al día siguiente por la mañana me llamó el administrador, ligeramente molesto. El Rumano le había contado que él había llegado a las cinco y cuarto, pero yo no le había dejado subir, porque lo que yo quiero es hacer la obra con otras personas, cosa que a él se la bufa, porque tiene mucho trabajo.

Por la tarde era la asamblea extraordinaria y yo iba a presentarme con un solo presupuesto. Y con el riesgo de que todos los comuneros se pusieran a opinar a la vez (yo soy de los más jóvenes) y la cosa se frustrara, como ha pasado en tantos otros asuntos comunitarios. Así que tenía que ser muy convincente, a pesar de lo agotado que estaba en mitad de mi programa intensivo de festejos. Finalmente mi discurso fue efectivo. Conté brevemente lo que había pasado. Dije que ante mí tenía dos alternativas. En un lado, un arquitecto de mi confianza, con una propuesta conservadora y no muy cara. En el otro lado, un caos y un tipo del que ya no me fiaba (de pronto había visto claro que ya no quería de ninguna manera que el Rumano entrara en mi casa a trabajar). Les dije que mi propuesta era menos agresiva, que montaría menos polvo y ruido, que además era fiel al proyecto original de la casa y que, ya que soy yo el que va a vivir en esa terraza, creo que mi opinión debe ser tenida en cuenta en primer lugar, y más siendo arquitecto.

En base a eso, solicitaba respetuosamente que se me eximiera de pedir más presupuestos. Lo había intentado, pero a día de hoy sólo tenía un presupuesto. Surgieron algunas voces contando otras malas experiencias anteriores con El Rumano, y enseguida la propuesta se aprobó por unanimidad. Esa fue otra noche en la que llegué a casa agotado. El viernes tuve mi sesión para los compañeros en la Dirección General a la que pertenezco, que fue todo un éxito. Y ayer sábado les dimos nuestra charla en inglés a los urbanistas europeos de AETU en el Ateneo y luego los paseamos por todo Madrid. Al llegar a Madrid Río, un veterano colega y yo procedimos a protegernos el cartón del sol implacable, para lo cual extrajimos sendos sombreros panamá que resultaron ser idénticos. La cosa pedía una foto, a la que se sumó una de las organizadoras del evento, con un look ochentero muy de los tiempos de la movida. Es una foto preciosa, que les he reservado para el final.


Los viejos rockeros nunca se rinden. Hoy por fin, estoy disfrutando del merecido descanso semanal, tan arraigado en las culturas judeo-cristianas. Por si no lo saben, en la Torah, el libro sagrado de los judíos, que los ultraortodoxos aplican al pie de la letra, se cuenta cómo HaShem dedicó seis días a la creación del mundo y, cuando ya estaba casi acabando, cogió dos montoncitos de tierra con los que creó simultáneamente al hombre y a la mujer. La Torah es en esto más igualitaria que la Biblia, en donde se crea primero al hombre y luego se usa una de sus costillas para crear a la mujer (por cierto, los judíos cuentan su calendario desde el momento de la creación; según eso, estamos ahora en el año 5.780). Pues de la misma forma, yo he cogido un montoncito de tierra mental para escribir este post, antes de tumbarme a la bartola hasta mañana, que tengo que reponer fuerzas para la continuación de la vorágine. Sean felices.


4 comentarios:

  1. Este post es realmente muy oportuno para mí. Al fin leo algo que me consuela de la envidia corrosiva que sentía al leer tus andanzas viajeras, tus actividades literarias, tu forma física e incluso la felicidad que te proporciona tu trabajo ultimamente.

    Tengo que confesarte que me hacías sentir un gusano. un ser carente de energía y vitalidad. Pero hoy todo ha cambiado. De repente nos descubres que estás atrapado en la telaraña de la Comunidad de Vecinos; que tienes un problema que ya va a cumplir un trienio, o lo que es lo mismo, que no se sabe cuántos trienios va a cumplir, pues es sabido que si quieres que algo no funcione somételo a una comisión… ¡O a una Comunidad de Vecinos!

    ¡Estoy empezando a sentir compasión!

    Sólo una pregunta: ¿El administrador se llama Bárcenas?

    Un abrazo, amigo, y que disfrutes ese coche nuevo con aspecto deportivo que has comprado.

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    1. Amigo Berto, no has de sentir envidia de mí. Mis aventuras no son seguramente muy diferentes de las tuyas o las de cualquiera. A mi me gusta viajar, me encantan los idiomas e intentar entenderme con los nativos en sus lenguas. Y luego contarlo en el blog para que mis lectores se diviertan. Pero lo importante es que, en Chicago o en la comunidad de propietarios de mi casa, yo sigo siendo el mismo. El que se fue contigo y con el Coronel a la Costa Azul en un seiscientos al que llamábamos El Tocino, porque no tenía nada que ver con la velocidad.
      Bárcenas sería en todo caso el tesorero. Y el coche es como el anterior: un híbrido Auris, ahora llamado Corolla.
      Un fuerte abrazo.

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  2. Se dice que la versión bíblica de la creación del hombre en primer lugar, se debe a que Dios quiso que Adán tuviera tiempo de decir una palabra. Supongo que ahora esto es poco feminista, pero me importa un bledo, yo lo soy.

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  3. Haces bien en ser feminista, querida. Pero aplícalo al presente. Ver la Biblia con ojos de feminista de hoy es una tontería. Como los animalistas que pasearon por Barcelona una pancarta que decía: No a la muerte del dragón/San Jordi asesino.

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