lunes, 31 de diciembre de 2018

798. Por un 2019 venturoso para todos

La otra noche estuve por ahí de copas con mi amigo y colega Tito y, en los momentos finales, cuando en la deriva noctívaga se suelta la lengua y llega el momento de la verborrea, de la sinceridad, de rescatar del fondo del baúl los deseos inconfesados, de la reivindicación de los anhelos nunca cumplidos, mi amigo entornó los ojos con nostalgia y dijo una de esas frases que, por su lucidez, inmediatamente de pronunciadas adquieren un peso propio y parecen ponerle un punto y aparte a la deriva enloquecida del mundo: –Yo tenía que haber sido negro y saxofonista.

Queda aquí registrada como una de las frases del año a punto de terminar. Les había prometido escribir un último post de felicitación del año nuevo y casi se me pasa el momento. Esta mañana he cumplido con mi programa de entrenamiento, tercera vez consecutiva que salgo y la verdad es que me he encontrado fenomenal. El Retiro volvía a estar helado y bastante poco concurrido. Apenas había corredores, eso sí, los que había eran runners de verdad; los tuercebotas pedorros que suelen atestar los senderos del parque estaban todos en sus casas, porque esta noche correrán la San Silvestre, una especie de pseudocarrera, en la que la gente va disfrazada y dispuesta a hacer el mono durante diez kilómetros, porque, correr, lo que se dice correr, es prácticamente imposible. Tengo que decir que yo la he corrido muchos años y sé de lo que hablo.

En realidad, yo solía correr esa carrera exclusivamente por una finalidad, que por primera vez voy a confesar abiertamente, ya con la perspectiva de los años transcurridos. Mi objetivo al sumarme a esa astracanada era sólo librarme de tener que ayudar en la preparación del festejo pantagruélico con que en aquellos años celebrábamos la entrada de año en familia. Me explico. Uno se apunta a la San Silvestre y por la mañana no puede ayudar a comprar nada, porque ha de estar concentrado y descansado para la heroicidad que va a hacer por la tarde. Después tampoco puede hacer nada en la cocina, porque ha de salir con tiempo para llegar puntual al pistoletazo de salida. Y a la vuelta, ha de ducharse y vestirse como corresponde, para sentarse a mesa puesta sin haber preparado una triste ensalada. Y, encima, dándose importancia a base de exagerar lo duro que es el recorrido, el frío que hacía, etc…

En fin, ya que estamos en un país de cultura católica apostólica, se pueden imaginar lo aliviado que me he quedado, tras quitarme semejante peso de encima. Es que no sé ni cómo he podido vivir con ello todos estos años. Aunque, ahora que lo pienso, para que la cosa de la confesión funcione, hace falta arrepentimiento sincero y propósito de la enmienda y de ambas cosas ando yo bastante escaso. He de precisar que, al contrario que muchos de mis amigos y seguidores, a mí no me agobian las multitudes y ya he contado que me siento muy bien en medio de un concierto de rock multitudinario, una manifestación gigantesca o un partido de fútbol en el estadio. Y hasta experimento la comunión y el éxtasis colectivo en el comienzo de determinadas canciones, un grito coreado especialmente reivindicativo o el orgásmico gol de la victoria.

Hace ya unos cinco o seis años dejé claro que no me gustan las navidades. Pero este año, tal vez porque estoy más contento, me están molestando menos. No quiero decir con eso que vaya a cambiar de opinión sobre esta orgía agotadora de buenismo, hipocresía y consumo desenfrenado. Ya me conocen, esta es una página en la que se registran sentimientos, no pretende ser una guía de cómo actuar correctamente. Quiero decir que yo primero tengo una sensación y luego la cuento, casi para explicármela a mí mismo. Y este año me estoy encontrando menos incómodo y hasta me he infiltrado por determinados escenarios nocturnos que normalmente no solía pisar por estas fechas. Les pongo unas cuantas imágenes. La Gran Vía, la iluminación de un tramo de Alcalá, una vista de Julia, la maravillosa estatua de Jaume Plensa en Colón y unas imágenes de la Plaza Mayor, en pleno concierto del grupo colombiano Candeleros, que, como pueden ver, tocaron desde los balcones del primer piso de la Casa de la Carnicería, recientemente rehabilitada como hotel.







Y, ya que estamos con sensaciones, pues respecto a ustedes, en estos tiempos, he creído detectar que les encantan los textos caóticos en los que no se sabe de qué se habla. Y desde luego, los posts cortitos. Así que no les voy a dar más el coñazo. El año que empieza es como un bebé recién nacido. No sé si es casualidad pero, en los períodos en que he estado bien en el trabajo, por estar integrado en un grupo majo que se esforzaba en hacer algo interesante, siempre he comprobado que mis compañeros tenían muchos niños. Por el contrario, cuando el rollo laboral era malo, lo que había eran separaciones. En este último año y pico desde mi workshop de Portland, hemos registrado el nacimiento de Ziggy y Zosia, los gemelos de Radcliffe, además de Eduardo, el hijo de Guadalupe, de Buenos Aires. Y, centrándonos en el equipo de Reinventing Cities hay que reseñar los recientes nacimientos de Alexandre, hijo de Hélène Chartier y de Federica, la niña de Julia López Ventura.

Así que, para que disfruten de estas primeras horas del año bebé, les voy a dejar de propina un vídeo que ya subí al blog hace varios años, pero que me parece que viene al pelo y, además, la mayoría de mis lectores actuales no me seguían por entonces. Tommy Fletcher, el cantante del grupo británico McFly, tuvo un primer hijo llamado Buzz (ahora ya tiene otro más). Un día salió con él a la espalda y se le ocurrió coger del campo una de esas flores que los ingleses llaman dandelion y que nunca he sabido cómo se llaman en español (en Coruña las llamábamos paracaidistas), que al soplarles dispersan sus semillas por el aire. Tommy iba grabando a su hijo, pero no esperaba que la cosa le hiciera tanta gracia. Cuando se da cuenta de que la escena está trascendiendo del simple vídeo casero, la alarga convenientemente, muerto de risa. Con las carcajadas de este simpático bebé, les deseo un muy, muy, muy feliz año 2019.  Y que lo pasen bien esta noche.



4 comentarios:

  1. Feliz Año Nuevo, Emilio. Muy graciosa la risa del bebé, refrescante como una ducha en el infierno, que diría LADC.

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    1. Feliz Año Nuevo, o ano nuevo con tilde, querida. Me encanta que tú también juegues a las adivinanzas y, por el texto, supongo que te refieres a Luis Alberto de Cuenca. Besitos.

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  2. Mis más grandes deseos de que disfrute usted de un año de salud y prosperidad, ya sabe, "Feliz Navidad y Próspero Merimée" como antaño decíamos. Por mi parte las fiestas han sido de lo más gratificantes al haberlas pasado sólo con mi gato (llamado Nabo McCatney). Mi hijo mayor en Köln, el segundo preparando el macro-concierto de Lori Meyers en el Wizink Center madrileño y el tercero de músico de estudio grabando un disco de Soleá Morente también en Madrid. Mi señora Ana preparando su viaje a Tailandia (ya están allí) invitada por su hijo...Menos mal que coincidimos todos el 29 en el concierto al que asistió también mi hermano Guillermo con su señora y niña. El concierto fué un exitazo total de la banda con un lleno absoluto (unas 14.000 almas botando y gritando). Lori Meyers ya no son el grupo que yo apoderaba...son un super-grupo. Bueno mi querido amigo, prometo aparecer este año más por este blog que, aunque no comente, lo leo siempre puntualmente. Un abrazo muy fuerte y que nos sea leve.

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    1. Lo mismo para usted, querido amigo y gracias por ponerme al día de los buenos pasos de sus familiares más directos. Lo siguiente es que nos veamos algún día. No sé qué va a dar de sí este año que empieza pero seguro que podemos encontrar un hueco. Me congratulo especialmente de la buena marcha de Lori Meyers, no es mi estilo musical favorito, pero se reconoce enseguida que son buenos músicos y que están creciendo contínuamente y por eso siguen en candelero. Si se produce algún nuevo concierto de esa envergadura en Madrid, le ruego que me avise; ya sabe que me encantará sumarme a su grupo familiar en el que me encontraré como en mi casa.
      Lo dicho, abrazos a porrillo, feliz año y a seguir en la carrera.

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