viernes, 28 de diciembre de 2018

797. Joder qué año

Ya saben que no me gusta anticipar las celebraciones, que me da mal rollo, que en este blog se han anunciado a bombo y platillo cosas que se daban por seguras y luego se han frustrado en el último momento. La última, cuando di por hecho que tendría plaza de garaje en mi trabajo y luego me quedé a una uña de lograrlo (por cierto, en relación con este asunto, les comunico que unos días antes de Navidad se ha hecho con una plaza alguien apellidado Martínez Trigueros, a quien no conozco, lo cual viene a pronosticar que pronto será mi turno, por riguroso orden alfabético). Gobernados como estamos por ese Dios travieso y casquivano del que hemos hablado a menudo, no puedo descartar que en los días que quedan para cerrar 2018 no me vaya a pasar alguna putada. Toco madera. Por eso seré especialmente cuidadoso a la hora de escribir el párrafo siguiente.

Digamos pues que, a falta del transcurso de los cuatro días (contando este) que quedan para completar el año del Señor de 2018, los 361 ya transcurridos han resultado totalmente venturosos para mí. Han superado con mucho las expectativas que me planteaba a comienzos del pasado mes de enero. Mis hijos están bien y contentos, ya los dos instalados en Francia, en condiciones laborales precarias, pero haciendo lo que les gusta. En el trabajo, la deriva que inicié en el año anterior se ha confirmado totalmente. Estoy implicado, me estoy divirtiendo, sigo conociendo a gente nueva y tengo la sensación de ser útil de nuevo, hasta el punto de que no acabo de ver el horizonte de la jubilación. Respecto a este trascendental tema, no voy a hacer nuevos anuncios, entre otras cosas, porque nadie de ustedes se los va a creer ya. Tengo el compromiso con mi jefa de seguir hasta las elecciones locales del último domingo de mayo. Luego, ya veremos qué pasa y qué es lo que me ofrece la situación resultante de esas elecciones. Así que iremos partido a partido.

El proyecto Reinventing Cities sigue marchando viento en popa, después de superar resistencias, bloqueos y obstáculos de todo tipo. Algún día puede que cuente esta guerra en detalle en el blog, pero ya les digo que, en varias ocasiones hemos estado también a una uña de que todo se fuera a la mierda. Es un asunto que requiere una lucha continua, que nos obliga a aguzar la imaginación y estar todo el rato muy pendientes y conectados con gentes de todo el mundo. Esta actividad la he tenido que compatibilizar con la recepción continua de visitas, que no ha bajado el ritmo, y con toda la serie de actividades que desarrollo por las tardes, lo que no me ha impedido seguir cumpliendo con ustedes en el blog. Además, he vuelto a entrenar con una cierta continuidad. Lo que he dejado es la natación, de momento, porque es una actividad que no me divierte y que inicié para mitigar mis dolores de espalda y poder seguir corriendo. Como ya no me duele la espalda (vuelvo a tocar madera), no tiene mucho sentido que siga nadando.

El día 26 retomé mis entrenamientos por el Retiro, aprovechando estas vacaciones en casa que son un ensayo de mi futura vida de jubilado. Hoy he salido por segunda vez. La verdad es que no me estoy encontrando muy mal; en realidad, llevaba sólo dos meses sin correr, la última vez que lo hice fue en Chicago, de madrugada, por la orilla del lago Michigan, en una jornada memorable que quedó debidamente reseñada en el blog. Hasta ese día llevaba un entrenamiento bastante regular, desde mediados de julio, porque este año decidí adelantar el comienzo de la temporada. Teniendo en cuenta que en un par de meses voy a cumplir los 68, es algo que no deja de ser bastante meritorio. Pero es que la edad mental a veces va desfasada con la real. Por ejemplo, desde que cumplí los 60, cada otoño recibo una carta de la Comunidad de Madrid recomendándome encarecidamente que me vacune contra la gripe. Nunca me he vacunado. Para qué, si apenas me cojo constipados y los supero por mí mismo.

Así que, por el mismo razonamiento, seguiré corriendo mientras pueda. Porque los vagabundos como yo, nena, hemos nacido para correr. Tramps like us, baby, we were born to run. Es esta una de las canciones más impresionantes que se han compuesto nunca. Bruce Springsteen la lanzó en 1974 y dejó a todo el mundo boquiabierto. En New Jersey hasta se recogieron firmas para que fuera declarada como el himno del Estado. Y muy pronto se empezó a transmitir por el boca a boca que los conciertos de Springsteen eran como de otro nivel. Por eso yo viajé a Barcelona en el tren del rock, a casa de mi amigo Jordi-que-no-se-llamaba-Jordi. Para no perderme el advenimiento de aquel portento en su única visita a España. Les voy a poner un vídeo de cómo se las gastaba este señor por esos tiempos. Está grabado en Phoenix (Arizona) en 1978. Es imposible desarrollar más energía en escena que Bruce. Han de pinchar AQUÍ. Véanlo (en pantalla grande, por favor) y continuamos.   

En fin. Sin comentarios. Nunca se ha visto en un escenario tanta pasión, es un verdadero éxtasis. Bruce es el genuino héroe americano. Algunas acotaciones. En los años en que todos íbamos desaliñados, con jerseys llenos de rotos y sin ducharnos más que lo justo, este señor salía a escena acompañado de su amigo el saxo Clarence Clemons, The Big Man, ataviado con un exquisito traje rojo de soulman, además de un bajo con chaleco y corbata. El vídeo es de hace 40 años, pero, cuando fui a verle de nuevo al Bernabeu el año pasado en compañía de mi amigo X, en la banda continuaban, además de Springsteen, cuatro de sus integrantes originales, el guitarra Steve van Zandt que ya se cubría la cabeza con una gorra porque se estaba quedando calvo, el pianista Roy Bittan, entonces con barba, más el bajo y el extraordinario batería. Los únicos que faltan son The Big Man y el teclista Danny Federici, y porque los dos se han muerto. En el caso del saxo, el Boss lo ha reemplazado por su sobrino Jake. Eso dice mucho de lo que aprecia Bruce la verdadera amistad.

Ya saben: de la vida, los amigos. El concierto del Boss en Barcelona, en 1981, sigue siendo el mejor concierto de rock que he visto nunca. Una actuación épica, grandiosa, legendaria. Dos horas y media al nivel de intensidad que han visto. Tengo en mi memoria un detalle que no he visto en ningún vídeo ni leído en ninguna reseña. El Boss no es demasiado alto, y su estatura se reducía aún más cuando se situaba al lado del gigante Clemons. Al final del concierto de Barna, cuando la banda saludaba al público rendido, Clemons agarró a su jefe en volandas y se lo subió a los hombros a caballito, como se hace con los niños, como hacía también Le Corbusier con Mercadal, que era enano. Y terminaron así sus saludos, con el Boss eufórico, a horcajadas de su gran amigo el gigante.

Bien, estaba yo haciendo una especie de resumen del año, pero me he salido por peteneras con el Boss, disculpen, es algo superior a mí, es que es una de mis señas de identidad, como la película Blade Runner. Hablando de este film, este año hemos inaugurado una modalidad en el blog: el premio a los siete seguidores distinguidos, a los que regalé un pen-drive con la versión remasterizada de la película tal como se estrenó en España. También he propuesto diversas adivinanzas, con el resultado de que todas las acertaba Paco Couto. Ha habido asimismo algunos posts especialmente celebrados por el personal, como los dos sobre mi amigo Jordi. La serie Recovering myself, en cambio, me ha parecido detectar que a mucha gente le ha terminado por resultar aburrida, pero era algo que tenía que contar, porque ahí están las claves de mi resurrección.

Y qué decir de mis viajes. Es difícil tener un año tan lleno de movimientos. En enero fui con mi jefa y mi compañera M. a París, para asistir al Meet Up de Reinventing Cities, en el que nos inspiramos para organizar el de Madrid. En marzo, volví a viajar con M., esta vez a Cannes para difundir nuestro proyecto en la feria MIPIM. En junio fue mi viaje fastuoso a LA, Frisco, San Diego y Tijuana. El viaje bloguero perfecto, con la visita al Bradbury en compañía de mi amiga Shannon, mis dos entrevistas en el Ayuntamiento de San Francisco, la noche del día más duro, el taxista borrico y el cruce a pie de la frontera para volver a los USA, entre otros momentos destacados. En octubre volé a Chicago para el workshop de la red Land Use Planning, y a finales me embarqué en un viaje de tres semanas a Chile, incluyendo la Isla de Pascua.

Después de semejante singladura, qué le puedo pedir al año que empieza. Pues, por supuesto, salud, para mí y para los míos. Y, además, si es posible, que se parezca al año que termina. No puedo pedir más, incluso me conformaría con algo un poco menos intenso. En relación con la salud, alguien me ha llamado por teléfono hace un rato, le he dicho que acababa de volver de correr cinco kilómetros por el Retiro y se ha echado las manos a la cabeza: –¿Es que no sabes que estamos en escenario 2 de contaminación? Es peligroso salir a hacer deporte en estas condiciones. Mi respuesta gallega: –Es peligroso ¿para quién? Pues para la población más vulnerable, los niños, los enfermos pulmonares crónicos… Tras esos puntos suspensivos, a mi amigo se le ha visto de forma transparente el final de la frase: …y los viejos. Ahí está el quid de la cuestión.

¿Debo considerarme población de riesgo por estar a punto de cumplir 68? Pues, honradamente, creo que no. Para mí, salir a correr al Retiro, seguir implicado en el trabajo y mantener un blog como este, constituye un triple seguro de vida. No tanto de vida (todos sabemos cuál es el final de estas aventuras), como de calidad de vida en el tiempo que me quede. Este año he estado en una jornada sobre la felicidad, en la que participé como ponente. Bien, pues uno de los objetivos centrales de los happytólogos, es reducir el tiempo de dependencia, desde los 4 o 5 años que demanda de media un tipo que no se cuida física ni mentalmente, hasta períodos entre seis meses y un año. La gente que reduce su tiempo de dependencia a esos límites da mucho menos el coñazo a los que tiene alrededor. Así que ya saben lo que tienen que hacer. En la generación de nuestros abuelos, a mi edad uno era un anciano. Ahora es diferente. Así que, a falta de un último post para desearles Feliz Año Nuevo, les dejo con esta imagen ilustrativa de lo que estoy diciendo. Sean buenos, al menos estos días que faltan para entrar en 2019.



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