martes, 6 de noviembre de 2018

783. La Patagonia chilena I

4 de noviembre. Escribo desde el extremo sur de Chile, Parque Nacional de las Torres del Paine, que nos disponemos a visitar hoy y mañana. Tengo al fin un rato libre para escribir, debido a que anoche mi nuevo móvil Huawei se volvió loco al discurrir por latitudes tan extremas y decidió por su cuenta adelantar una hora su reloj. Yo me había puesto la alarma a las 6.15, para estar desayunando a las 7.00, pero resultó que, como digo, el maldito aparato perdió el oremus en el trayecto en coche de Punta Arenas, donde llegamos en avión, a Puerto Natales, donde estamos alojados, adelantando una hora su reloj biológico, hecho de circuitos impresos y claves por satélite. Así que tengo un rato libre, antes de afrontar el cachondeo de mis compañeros de aventuras, que justo ahora amanecen correctamente según lo acordado.

Esta parte del viaje comenzó cuando abandonamos el Atacama, volamos de regreso a Santiago (ya me ocuparé en su momento de hablarles de la capital chilena) y al día siguiente tomamos un segundo vuelo aun más al sur, hasta el aeropuerto de Temuco. Allí alquilamos otro coche para llegar a Pucón, donde teníamos hotel reservado. De acuerdo con los tratados geográficos, la Patagonia chilena comienza en Temuco y se extiende hasta las heladas planicies en donde ahora me encuentro (por cierto, nunca había pisado un suelo tan meridional). Pero, a diferencia de la Patagonia argentina, las gentes por aquí son hospitalarias, amables, sonrientes y cálidas. Nada que ver con los argentinos altivos, hirsutos e imperturbables, incapaces de empatizar con el viajero de otras tierras, que describe Roberto Bolaño, insigne escritor chileno que vivió buena parte de su vida en Barcelona, en su excelente relato El gaucho insufrible. Ese en el que los paisanos despiden al viajero con el invariable saludo: –Que le llueva finito. 

El carácter amable de los patagones occidentales viene de dos factores. Uno es el de las diferentes etnias que componen este pueblo, entre las que destacan los araucos y los mapuches. Y el otro es indudablemente el clima amable y el entorno feraz de estas tierras, auténtico vergel protegido entre los Andes y el océano, donde se cultiva de todo y no hay escasez, frente al agreste paisaje de la Pampa, donde los cultivos se arrancan al duro entorno con esfuerzo y sacrificio constante. Por acá, todo el mundo te entra al trapo de los chistes que prodigamos, por ejemplo, en las entradas a los lugares de pago. ¡Ah! pero no me diga que hay que pagar. Yo creía que era gratis. ¿Y no hay descuento para mayores? ¿Sólo para residentes en Chile? Pero es que nosotros ya nos vamos a quedar aquí, porque nos ha gustado mucho el país y no pensamos regresar. ¿Eso no vale? Quitando algunos sujetos más rurales, de talante parco y escueto, los lugareños comparten esas bromas inocentes y responden con otras, siempre respetuosos, siempre educados.

Los mapuches compaginan esa amabilidad con un carácter guerrero y orgulloso. Y ostentan esa doble característica en sus rostros altivos. En una ocasión, llegamos a uno de los pequeños aeropuertos locales y nos abalanzamos al mostrador de la empresa de transportes con una pregunta: –Cómo quedó el Madrí-Barça. Respuesta: –Ni idea; pero marcó un gol Arturo Vidal. Lo cierto es que Arturo Vidal, mapuche eminente, fue el gran fichaje de este verano en el Barcelona, y todo Chile está muy preocupado e intrigado por el hecho de que no juega de titular. No saben qué tiene que hacer para que lo saquen al campo. En una carretera paramos a comprar salmón del que ahúman por procedimientos caseros. Nos recibió un tipo que vivía con varios gatos zalameros y cariñosos, quien nos contó que antes de montar el negocio del salmón había sido profesor y que él le había dado clases varios años a Arturo Vidal.

Continúo mi escritura en la noche del 5 de noviembre, después de dos días por el parque de las Torres del Paine, un día antes de regresar a Santiago. La primera parte de la Patagonia chilena que hemos recorrido en este viaje, gira en torno a una serie de lagos muy bonitos, rodeados de verdes prados con pastos y cultivos. Es curioso venir de Atacama en avión y comprobar  desde el aire que el desierto llega casi a las puertas de Santiago. Sin embargo, desembarcando en Temuco y viajando al sur, el paisaje es una mezcla de Asturias, Cantabria o la propia Suiza. Después de dormir una noche en Pucón, bajamos hasta Puerto Montt, la ciudad más grande de la zona, bastante fea en mi opinión, pero con alojamientos más baratos que Puerto Varas, centro de la vida rural en torno al lago Llanquihué. Al otro día caímos a Puerto Varas y contemplamos la hermosa vista del lago con los volcanes Osorno y Calbuco al otro lado.

El recorrido alrededor del lago ofrece lugares muy interesantes, como el propio pueblo de Llanquihué, o Frutillar, centro de la influencia alemana, en donde está el Teatro del Lago, magnífico edificio moderno de madera, que pasa por ser el mejor teatro de Latinoamérica, con programación diaria todo el año. También visitamos unas bonitas cascadas, así como los Saltos de Petrohué, que son realmente impresionantes. Por último, hicimos un recorrido por el lago en una lancha motora, que pilotaba un abuelo, por nombre Guido, quien se conocía todas las historias en torno al lago. Allí hay unos grandes catamaranes de la empresa Tourist Tours, que organizan viajes a través de ríos y lagos, hasta Bariloche en Argentina. El dueño de esta empresa tiene una casa junto al lago a la que sólo se puede acceder por barco. Otra de las mansiones es propiedad de la familia del fundador de El Mercurio, el mejor periódico de Santiago. Uno de estos magnates construyó una casa de muñecas flotante para una de sus nietas, que todavía existe, aunque la destinataria del regalo es ahora octogenaria.

Don Guido nos contó que los cuatro miembros de la Junta Militar de Pinochet solían venir en verano a reunirse en alguna de estas casas de sueño, invitados por alguno de sus propietarios. De alguno de estos émulos de El Gran Gatsby nos contó que tenía varias esposas y había conseguido que se llevaran bien entre ellas, algo ciertamente raro y meritorio. Él mismo nos dijo que nunca se había casado, pero que tenía varios hijos, lo que era una demostración viviente de que no hace falta casarse para tener hijos. Un tipo curioso este Don Guido, guardián de todos los secretos y las anécdotas del lago Llanquihué, en el centro de la Patagonia chilena. Cerramos ese día en torno al lago con una cena fastuosa en un lugar de Puerto Varas que nos ganó por el olfato, mientras paseábamos por las calles del lugar. Allí nos obsequiamos con un cebiche de salmón y una carne de la que aquí llaman bife-chorizo, tal vez nuestra mejor comida en todo Chile.

Los alemanes colonizaron esta zona después de los españoles y se nota su influencia en la arquitectura y en las estupendas cervezas que se consumen por aquí, como la Austral Calafate, o las diversas marcas de cerveza artesanal. En el 2001 de Villarrica probamos el mejor pisco sour de todos los que hemos degustado en el viaje. Nos explicaron la receta. Se ha de mezclar una lima de las verdes por cada dos personas, un par de cucharadas de azúcar y hielo golpeado, junto con la mayor o menor cantidad de pisco, en función de que se quiera más o menos cargado. Las limas se trocean, con cáscara y todo. Y todo ello se pasa por una batidora o termomix y luego se cuela para dejar sólo el líquido. El resultado es espectacular. Me gustaría cerrar este texto con unas fotos, pero con el Wifi que tengo en estos hoteles me resulta algo difícil. Les prometo compensarles con las imágenes correspondientes. Así que: que les llueva finito.

2 comentarios:

  1. ¡Qué pena, que no hayas podido subir fotos! Y don Bolaño debía de ser más sieso que sus detectives salvajes: ¡Mira que decir que son insufribles los gauchos! Hay que leer "Final de novela en la Patagonia". Hay algún ajo, pero en su mayoría, los argentinos de la Pampa son la gente más cariñosa y encantadora de la tierra. Y me quedo corta.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Querida, esa es tu opinión, tan respetable como la mía, basada como la mía en un viaje de unos 15 días por las diferentes regiones a los dos lados de los Andes. Yo tengo buenos amigos argentinos, como sabes, pero colectivamente me resultan bastante irritantes, algo que no me ha sucedido con los chilenos, con mucho más componente indio y menos ramalazo italiano. Pero es absurdo discutir sobre generalizaciones y tópicos nacionales.

      Eliminar