miércoles, 17 de octubre de 2018

779. Entre Groenlandia y la línea de sombra

Vaya, tenía yo prisa por terminar la serie sobre Chicago, porque ya enseguida salgo de viaje otra vez, a un lugar todavía por desvelar, y tengo que darles un margen para jugar al bonito juego de las adivinanzas aunque, al final, siempre lo acierta Paco Couto. Así que me he dejado una serie de cosas en el tintero, que tal vez vaya contando intercaladas en los sucesivos textos. Lo que sí quiero es que comparen las fotos de grupo de los workshop: el del año pasado en Portland y el de este año en Chicago. Véanlas, y seguimos.




Les traigo estas dos fotos para que se fijen en un detalle. En el grupo del año pasado, con el que sigo bastante en contacto, había al menos dos personas por encima de los 60, los brasileños Antonio Carlos Velloso, segundo por la derecha en la fila de atrás, y Liana Vallicelli, justo detrás de la guapísima Clare Haley, en el centro de la imagen. Yo me encontraba algo más arropado, por no hablar de la señora china de edad indescifrable, pero probablemente por encima de los 50. Este año, en cambio, como les dije, yo era el más veterano y le sacaba unos 25 años al segundo más viejo. Hay una cosa clara: yo me encuentro muy bien con la gente más joven y me entiendo con ellos a la perfección, porque comparto muchas de sus vivencias. Cierto que me gustaría tener 20 años menos, pero, como no se puede, pues no me voy a hacer mala sangre por ello. En cualquier caso, ya les conté que no desmerecí de la edad media del grupo, que salí a correr con los más esforzados y madrugadores y mantuve el tipo con los más noctámbulos.

Pero es una realidad que el tiempo pasa implacable, como le preocupaba a Joseph Conrad, que escribió todo un tratado al respecto en su novela La Línea de Sombra (1916), en donde desmenuza la obsesión de un joven marino por saber en qué momento atravesará esa difusa línea de sombra que separa la juventud de la madurez. Para Conrad, esa transición no tiene vuelta atrás. He de decir que yo nunca he tenido la sensación de haber atravesado totalmente esa frontera y, tal vez por eso, las diferentes mujeres con las que he tenido una relación más íntima han terminado por tacharme de inmaduro. Lo que sí he estado es mucho tiempo, digamos, en el lado oscuro, en diferentes períodos. Cuando inicié este blog, estaba más o menos en una de esas zonas de penumbra, de la que me defendía precisamente escribiendo y publicando mis reflexiones.

Por cierto, con este trajín que llevo, se me ha olvidado completamente referirme al sexto aniversario del blog, primera vez que me pasa en estos años. En efecto, este blog se inició con el Post #1 “Hágase la luz”, el 19 de septiembre de 2012, y ya me he pasado siete posts (que no siete pueblos) de la fecha del sexto aniversario. Cualquiera que me haya seguido más o menos fielmente en este tiempo, habrá diferenciado nítidamente los cinco primeros años, de este sexto en el que cabalgo desbocado cual surfer sobre ola favorable, tras un proceso que he contado en detalle en la serie Recovering myself, que he escrito casi por explicármelo a mí mismo. Tal vez podría presumir de haber cruzado de vuelta esa línea de sombra para volver a esta especie de segunda juventud. Pero mejor será que no presuma demasiado, que las cabalgadas de los surfers a menudo terminan en trastazo sobre el mar.

Todo esto tiene que ver también con el hecho de que no me miro demasiado al espejo y, cuando lo hago por descuido, la primera idea que acude a mi mente es: –Quién es ese señor tan mayor que me observa desde el azogue. Así que, haciendo un contraplano desde el cielo más inmediato, no es difícil deducir que así es como me ven los demás. Algo sin remedio, porque no estoy dispuesto a teñirme el pelo, hacerme implantes como Bono, ni peinados a cortinilla como Anasagasti, ni estirarme la cara como Paul McCartney. Pero la vejez no la trae sólo la imagen, sino también otros matices, como el olor y aquí viene a cuento la noticia que les comento a continuación. Investigadores del CSIC han descubierto y demostrado científicamente que el olor a viejo no tiene nada que ver con asearse poco, o con no lavar la ropa ni llevar las chaquetas a la tintorería. No señor. El olor a viejo lo produce una bacteria que, para más inri, se instala en el cuerpo humano a partir de los 30 años. Lo que pasa es que a edades más tempranas, los anticuerpos que genera nuestro organismo la neutralizan y por eso la gente de edad intermedia no huele demasiado.

Bueno, algunos sí, a todas las edades. En el Colegio Mayor teníamos un compañero al que apodábamos El Tigre. Y, cuando alguien nos preguntaba por qué, apostillábamos: –Porque se perfuma con dinamita. Un chiste para cinéfilos veteranos y forofos del cine negro francés, que mis seguidores más jóvenes no podrán entender. En el Metro pilla uno a veces unos efluvios que tumban al más pintado. Pero el olor a viejo es algo muy característico (por cierto, para los que no se crean lo que cuento, AQUÍ pueden consultar esta que no dudo en calificar como una de las noticias del año). En realidad, yo conozco a muchos tipos que, con 20 años, son verdaderos ancianos mentales, incluso huelen a viejo y todo. Pero, a lo que iba. Mi aspecto físico no tiene mucho remedio, pero la cuestión olfativa sí. Nadie me ha dicho todavía que huela a viejo pero, desde que leí la noticia, he empezado a perfumarme compulsivamente. He encontrado en mi casa un frasco de Zara Sports que se dejó mi hijo Kike de cuando vivió conmigo. Y cada mañana y cada noche renuevo mis aromas corporales con un par de toques de spray a ambos lados del cuello.

Ayer fui a cenar a casa de mi hermano mayor Antonio (83). Mi cuñada Gundi (también 83) lo notó al abrazarme y me preguntó a qué se debía, si estaba enamorado o algo así. Le respondí con una galantería (llevamos más de 50 años coqueteando). Quiero decir que le aseguré que me había perfumado por visitarla a ella. En fin, volviendo a la noticia yo creo que posiblemente la vejez en general tal vez sea creada también por una bacteria, lo que pasa es que todavía no la han descubierto los del CSIC. Sólo así se explicaría que haya ancianos de 30 años y tipos como yo que siguen manteniendo el tipo, al menos mentalmente. Estamos en un mundo en el que cada vez aparecen más explicaciones laicas a asuntos que antes se atribuían a una divinidad. Yo aun sigo creyendo en la existencia de un dios travieso que tira los dados, pero, por ejemplo, tengo claro que el nacionalismo no se debe a un virus, como he sostenido largo tiempo en este blog, sino a una variante especialmente agresiva de la ameba comecerebros.

Además es una cosa progresiva. Los dirigentes independentistas cada vez están más infectados y desligados de la realidad. Aunque esto se deba también a que, como se van designando sucesivamente a dedo como los presidentes norcoreanos, pues la calidad personal va degenerando de forma irreversible. Si tú nombras un sucesor a dedo, es por fuerza alguien de menor categoría que tú, al que piensas que vas a poder manipular y si no que se lo pregunten a Aznar. A ver por qué escogió a Rajoy por delante de Rato y Mayor Oreja. Bien, pues Pujol nombró a dedo a Artur Mas, alguien de muy inferior talla personal y política (en este caso fue un premio por lo bien que miraba para otro lado como conseller de Hacienda). Años más tarde, Mas nombró por el mismo procedimiento a Puigdemont (segundo estadio de degradación). Y Puigdemont ha superado a todos los anteriores poniendo en la Generalitat a un robot, un verdadero androide al que manejan desde Bruselas con un algoritmo.

Pero bueno, que yo no quería hablarles del embrollo catalán, sino de la línea de sombra y de Groenlandia. ¿Cómo? ¿Que si me voy a Groenlandia? No, no. Por favor. En realidad me estoy refiriendo a la canción Groenlandia, el gran tema de los 80 que firmó Bernardo Bonezzi con el grupo Los Zombies. Bonezzi fue un tipo realmente singular. Fue un niño prodigio que formó el grupo citado cuando tenía 13 años y escribió su canción maravillosa con 15. Sólo alcanzó a publicar dos discos a comienzos de los 80 y luego derivó su virtuosismo hacia la composición de bandas sonoras, trabajo por el que fue nominado a los Goya cuatro veces y ganó una. También fue el directivo más joven de la historia de la SGAE. ¿Cómo aplicar a este hombre los parámetros de juventud, madurez o vejez? Con 15 años, Bonezzi ya había traspasado la línea de sombra que tanto preocupaba a Conrad.

Hablo en pasado porque este gran músico tuvo un final bastante desdichado. Con 48 años se hartó de hacer bandas sonoras y decidió retomar su carrera y publicar un disco de pop. Firmó un contrato y hasta empezó una gira de promoción. Tal vez le pasaba como a mí, que no era consciente de que estaba gordo y tenía una pinta de señor mayor bastante poco adecuada para un cantante pop. El caso es que su disco no lo compraba ni el Tato y que tuvo que suspender la gira porque nadie iba a escucharle cantar. Todo esto sucedió en 2012. Bonezzi no llegó ni al otoño de ese año. El 29 de agosto dejó en su Facebook un mensaje escueto, con un juego de palabras muy cinematográfico: I’m fading to black (estoy fundiendo a negro). Todos sus amigos lo entendieron. Al día siguiente apareció muerto en su casa. Otra forma de traspasar una línea de sombra.

Pero yo quiero que escuchen hoy Groenlandia, que es un himno a la vida, a la curiosidad geográfica y a la potencia de la juventud, un período de la vida en que nos sentimos inmortales y capaces de llegar a cualquier rincón del mundo. Les traigo una versión con la letra sobreimpresa, porque esa letra tiene una serie de referencias que les pueden servir para adivinar a dónde voy a volar el próximo día 24. Obviamente no voy a ir a los cráteres de Marte, ni a los anillos de Saturno, ni a Japón, donde ya he estado. Pero, también en mi caso, todas las secuencias han llegado a su conclusión y me dispongo a llegar, volando, hasta el espacio exterioooooooor. Sean felices.





3 comentarios:

  1. Entre las dos fotos, me parece encontrar más mujeres en la foto del año pasado, y más guapas, con permiso de Shannon. Lo de las diferentes líneas de sombra, muy interesante. Y la cancioncilla la había escuchado mil veces, pero usted tiene la virtud de que pone estas cosas en contexto y nos las hace escuchar de otra manera.
    En cuanto a la adivinanza, a mí el resultado me parece bastante claro: no se va a Groenlandia ni al Japón, dice. No me lo imagino en las selvas de Borneo, en el Tibet, ni en la isla de Pascua. Así que apuesto porque se va a Perú. Ahí queda dicho.

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  2. Eres la quinta persona que conozco que se ha ido a Perú en estos meses. Me hablan de paseos deliciosos por Lima y restaurantes espléndidos !Listos para acompañarte virtualmente vía blog!

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    1. Ambos dos están errados: no voy a Perú. Pronto despejaré las dudas. Gracias por los elogios del anónimo primero.

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