lunes, 5 de diciembre de 2016

584. La llegada

Una advertencia. El blog está muy raro hoy, porque he metido todos los posts anteriores en el congelador virtual durante unos días, hasta el final del puente en el que estamos. Así que, hasta que los rehabilite, no van a poder leer más textos que este. El motivo real es que se ha reproducido el ataque de los rusos, pero no voy a dar más explicaciones al respecto, que luego me llaman paranoico. Así que lo dejaremos en que hago esto porque me da la gana, porque puedo o, mejor aún, para fastidiar. No se inquieten, a partir del domingo volveré a publicar todo. La anterior vez hube de borrarlos uno por uno y luego hacer lo mismo para rehabilitarlos. Ahora he encontrado la forma de hacer grupos de 25 y gestionarlos juntos. Así que el borrado lo hago en un periquete y la resurrección también será un procedimiento rápido.

Entretanto, hoy quiero hablarles de una película que vi ayer en el cine y que me ha gustado mucho, hasta el punto que es posible que vuelva a verla otra vez antes de que desaparezca de los cines de estreno, para poder disfrutar de todas sus claves, una vez que conozco la trama en su conjunto. Se llama La Llegada (Denis Villeneuve, 2016) y lo cierto es que estaba esperando su estreno para verla enseguida. ¿Por qué? Bueno, los motivos son varios. Para empezar, se trata de cine de ciencia-ficción, un género que me apasiona, sobre todo cuando, como en este caso, hablamos de películas que trascienden las claves de la estricta ciencia-ficción para internarse en terrenos que nos afectan y nos preocupan en el día a día, como puede ser el tiempo, su relación con el espacio, la posibilidad de viajar adelante o atrás, la inmortalidad, el destino, la suerte y la fatalidad, el lenguaje y las formas de comunicarse entre seres diferentes.

De todo esto iba Blade Runner, la película que más veces he visto en mi vida, y también Allien y El Planeta de los Simios y 2001 y Encuentros en la Tercera Fase y Soylent Green y Terminator I. Pero más que a cualquiera de estas, La Llegada remite a Doce Monos, una reflexión sobre el carácter circular del tiempo, en la que al personaje que interpreta Bruce Willis lo traen y lo llevan por el tiempo haciéndole sufrir un montón, a pesar de la reconfortante presencia de Madeleine Stowe, una de las mujeres más guapas que ha pasado por la pantalla en los últimos años, a la que también pudimos ver en la excelente El Último Mohicano. La Llegada (Arrival en su título original), se desenvuelve en esos terrenos resbaladizos, beneficiándose de una producción exquisita, que no escatima en medios visuales para contar lo que nos cuenta.

Otra razón por la que quería ver esta película es por el director. Denis Villeneuve es un canadiense de la parte francófona, de 50 años recién cumplidos, que ya ha demostrado su capacidad de conmover al espectador en una serie de películas anteriores, lo que le ha valido para ser fichado por la gran industria de Hollywood como director puntero. De estas películas, he visto tres, a cual más inquietante. Incendios (2010) parte de dos hermanos de origen sirio o libanés, perfectamente integrados en la sociedad canadiense, que reciben la noticia de la muerte de su madre en su país de origen. Se hacen cargo de su testamento y con él reciben un encargo de la difunta que les llevará al escenario convulso de Oriente Medio, en donde deberán rastrear todo su pasado, llegando a desvelar unos antecedentes terribles.

Prisioneros (2013) se centra en un pacífico carpintero cuya vida salta por los aires cuando su hija de seis años es secuestrada y no aparece. Tras confiar inicialmente en la policía, se lo llevan los demonios al ver que la justicia pone en libertad por falta de pruebas al principal sospechoso. Entonces, decide tomarse la justicia por su cuenta. Hasta aquí el típico esquema del cine yanqui (cuántas películas de Harrison Ford o de Lyam Neeson hemos visto con ese mismo patrón). Pero aquí viene lo sorprendente. El protagonista, que se siente héroe americano, secuestra a su vez al supuesto malo, lo encierra en un local y lo tortura de forma tremenda. Una peripecia de la que sale casi tan destrozado anímicamente como su oponente, y que además es completamente inútil, porque el tipo no puede desvelar el paradero de la niña, porque no ha tenido nada que ver en el asunto. Bueno, ya les he fastidiado un poco la trama, aunque no las cuestiones de tipo ético que plantea la película.

Y, finalmente, también he visto Sicario (2015), una historia que transcurre en la frontera mexicana, donde una agente del FBI, honesta e idealista, es reclutada para ayudar en una misión y ha de integrarse en un grupo de veteranos de conducta no tan intachable como la suya, tras años de batirse el cobre con un enemigo ubicuo y despiadado, del que han copiado muchos métodos. En esta película, me impresionó la música, dirigida por un noruego, Johan Johansen, que se mantiene todo el tiempo en primer plano, subrayando la acción de manera elocuente y convirtiéndose casi en un protagonista central. Este Johansen es también el autor de la música de La Llegada, con un resultado similar. Como pueden comprobar, La Llegada es la primera incursión de este director en el terreno de la ciencia-ficción. Sin embargo, los dilemas morales más profundos y difíciles son una constante en su cine.  

La trama del film gira en torno a la llegada a la Tierra de doce naves con forma de pepino, que se sitúan suspendidas en posición vertical a unos metros del suelo en diferentes lugares del mundo. Hay una en Estados Unidos y el mando del ejército americano decide convocar a una lingüista y un matemático, para que intenten averiguar quiénes son y que pretenden. Los dos expertos son auténticos figuras en sus terrenos y ponen en juego su saber filosófico y científico, respectivamente, al servicio de una tarea contra reloj, porque los militares de los diferentes países quieren solucionar el problema a bombazo limpio. En concreto, la película se centra en la mujer, de nombre Louise, magnífica interpretación de la versátil y siempre brillante Amy Adams, yo creo que llamando ya a las puertas del Óscar por esta película.

Pero incluso antes de que lleguen los extraterrestres (segunda escena del film), en el arranque te cuentan la tragedia íntima de esta mujer, cuya hija ha muerto de algo que parece una leucemia o similar. La mirada de Amy Adams mantiene durante toda la acción el velo de melancolía que expresa el peso de esa historia, que se intercala con la peripecia de la investigación, en unos flash-backs muy intensos, en los que Amy aparece con otro brillo en la mirada. Pero esa tristeza básica no le impide ser una persona muy valiente, con una determinación que no se detiene ante nada. El final es muy bueno (en mi opinión) y cierra todas las tramas de forma brillante. Uno sale conmovido y con la sensación de haber visto una película distinta. Les sugiero que vayan a verla. A lo mejor no les gusta tanto como a mí, ya saben que soy apasionado para estas cosas.

Hay muchas más cosas en este film admirable. La contraposición de la visión de ciencias con la de letras. El contraste entre el individualismo de los militares, que quieren hacer cada uno la guerra por su cuenta, frente a la forma de concebir el mundo en red, propia de los civiles, mucho más al día en sus procedimientos. La fotografía un punto tenebrosa, en unos escenarios siempre en sombra, con el subrayado de la música. En fin, como saben, la posibilidad de que haya seres inteligentes en otras galaxias es algo bastante posible. Si algún día se tuviera contacto con ellos, se suscitarían problemas como los que plantea la película. Muchos de los avances incorporados a nuestras rutinas cotidianas en los últimos veinte años, se consideraban hace muy poco ciencia-ficción. Que se lo digan a los rusos que capturan mis posts por motivos que se me escapan. Disfruten del macro puente.

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