domingo, 14 de febrero de 2016

475. El asunto Asunta II

Vamos con la continuación del reportaje del post anterior. No sé si comparten ustedes mi entusiasmo, pero creo que es un trabajo impecable, que incluye una recogida exhaustiva de datos, una selección concienzuda de la información (aporta datos que yo no he leído en ningún otro lado y, en cambio, pasa de puntillas sobre algunos aspectos morbosos con los que han entretenido al personal diversos programas de la telebasura). Y la pluma es impecable: hay síntesis (a pesar de la longitud), hay continuidad, hay coherencia, la prosa fluye de forma natural, hay tensión narrativa sostenida, sólo cortada por los tres asteriscos que separan los bloques narrativos. Y algunos detalles maestros, como la mención del Orfidal en el primer párrafo. 

Por qué unos padres mataron a su hija adoptiva II (Giles Tremlett 2.02.2016)

Los dos días siguientes fueron una nebulosa de interrogatorios policíales, dolor y píldoras. Hacía poco que Porto había asistido a las incineraciones sucesivas de sus padres y el 24 de septiembre, por tercera vez en 18 meses, estaba de vuelta en el crematorio. Los velatorios son asuntos públicos en España y la sala estaba llena. Porto y su ex marido tomaron fotografías con sus teléfonos móviles del ataúd blanco cerrado (expuesto detrás de una pantalla de vidrio, rodeado de grandes coronas de rosas blancas y lirios), antes de que entrara en el incinerador.

Los periodistas se reunieron afuera. Una veterana periodista de la televisión local, Tereixa Navaza, dio un paso al frente como portavoz de la familia y, cuando alguien sugirió que los padres estaban bajo investigación, reaccionó con enojo. Ella conocía a la familia, dijo, y pondría la mano en el fuego por la inocencia de Porto. Mientras Basterra lloraba, un hombre se acercó discretamente a Porto. Le susurró algo al oído y caminaron juntos. Pasó un tiempo hasta que alguien notó su ausencia.

Pronto llegó la noticia a través de la Guardia Civil española, que investiga los crímenes cometidos en zonas rurales. Porto había sido detenida en el funeral. Para cualquier persona que la conociera, la idea de que Rosario Porto podía haber matado a su propia hija era ridícula. "Simplemente no lo entiendo. Nunca vi a Charo maltratar a Asunta de ninguna manera," me dijo una vecina, Olga Fachal. No todo el mundo estaba de acuerdo. Un juez enérgico y controvertido llamado José Antonio Vázquez Taín, que a veces escribe novelas basadas en sus casos, fue designado para dirigir la investigación. Había sido el “rebelde” Taín -famoso por salir de su oficina en vaqueros y camiseta para saludar a los visitantes- quien había ordenado la detención.

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A pesar de que no había pruebas físicas, como huellas dactilares o fibras, para relacionar a Porto con el cadáver de la niña, la policía tenía buenas razones para detenerla. La prueba más convincente proviene de una cámara de circuito cerrado de televisión instalada en una gasolinera cerca de su apartamento. Las imágenes mostraron a Porto conduciendo el Mercedes Benz verde de la familia en la carretera que conduce a su casa de campo. Una chica de pelo largo se sentaba a su lado. El código de tiempo reveló que el material había sido tomado en un momento en que, según la versión de Porto de la secuencia de eventos, Asunta estaba en casa.

Cuando se le muestra el video, Porto admite que el pasajero era su hija, y culpa a los nervios, las píldoras y la pena por la muerte de la chica de su lapsus de memoria. Se habían ido brevemente a la casa de campo en Teo, explica, pero Asunta se sintió enferma y le había pedido que la llevara a casa. Ella la había dejado cerca del apartamento en Santiago. Porto afirma haber pasado la mayor parte de la noche dando vueltas en asuntos que, debido a su agitación, no puede precisar.

El comportamiento de Porto ya había resultado sospechoso. Cuando la policía la llevó a la casa de campo, horas después de que el cuerpo hubiera sido encontrado, ella se precipitó hacia una habitación del piso superior donde estaba una papelera que contenía fragmentos de cuerda naranja en su interior. La cuerda era similar a la de algunos trozos encontrados al lado del cuerpo, que, los investigadores concluyeron, debía de haber sido utilizada para atar las extremidades de Asunta. Un rollo de la misma clase de cuerda, común en las zonas rurales, fue hallado en un trastero de la casa, pero los científicos forenses no pudieron determinar si los trozos encontrados junto al cuerpo provenían de ese rollo en concreto.

Si Porto había matado a Asunta, parecía probable que hubiera contado con un cómplice. Con apenas 4 pies y 8 pulgadas de altura, Porto habría tenido problemas para levantar el cadáver de Asunta y en la carretera no había marcas de arrastre. Así que, al día siguiente de la detención de Porto, el juez Taín ordenó la de Basterra.

El público estaba comprensiblemente conmocionado. Santiago es una ciudad pequeña, un lugar donde el anonimato es imposible y las apariencias cuentan. Porto y su marido eran una pareja muy popular, bien considerada. Ella se había esforzado en ocultar sus problemas detrás de una disposición alegre. Era ensimismada y distraída, pero para nada esnob, sino proclive a la generosidad espontánea. Cuando a Asunta se le quedaba pequeña la ropa, su madre llamaba a los amigos con hijas pequeñas. "Ellos no sólo ofrecen la ropa, sino que la empaquetan y la distribuyen", dijo Demetrio Peláez, un periodista que trabajó con Basterra en El Correo, el periódico local, a finales de 1980. Karen Duncan-Barlow, una profesora universitaria que dio clases de inglés a Porto en su adolescencia, se encontró invitada a la cena de Navidad después de tropezarse con ella décadas más tarde.

Basterra se había especializado en el periodismo de viajes, pero no llegó a publicar nada en los medios de la ciudad. También intentó hacer carrera en la radio pero su tono de voz era demasiado opaco. "Era como un mosquito muerto", dice una persona que trabajó con él. Cuando estaba cortejando a Porto, Basterra irritaba a sus colegas periodistas en El Correo dejando a la mitad noticias escritas para asegurarse de llegar puntual al teatro o sala de conciertos. También suscitaba una cierta envidia su estilo de vida. "Nosotros no podíamos darnos el lujo de ir al Caribe", dice uno. Los  Basterra procedían de la ciudad vasca de Bilbao y habían sido una familia acomodada hasta que el patriarca derrochó su dinero. Él, sin embargo, se aferró al estatus de clase y la conducta caballerosa como parte de lo que llamaba "el honor de los Basterra". Los que conocían bien a la pareja eran conscientes de que Porto podía ser caprichosa y exigente, pero algunos vieron a Basterra como un tipo ratonil y dominado. Pero también tenía su lado altivo y desdeñoso, lo que Duncan-Barlow llama la actitud condescendiente con la "mujercita". En varias ocasiones Basterra había atacado y pegado a Porto, aunque los investigadores no lo supieron hasta mucho más tarde.

Había escasas evidencias físicas para implicar a Basterra, que afirmó haber estado solo en su apartamento, cocinando y leyendo un libro con el móvil apagado, cuando ocurrió el asesinato. Su esposa también dijo que la batería de su móvil se había agotado. O sea, que sus movimientos de esa tarde no pueden ser rastreados a partir de datos recogidos en la red de telefonía móvil. Asunta pasó la última noche de su vida en una litera en el apartamento de su padre después de que Porto llamara para decir que volvería tarde de la inauguración de una exposición fuera de la ciudad. Su ausencia fue una señal para Basterra de que sus esperanzas de volver a la vida familiar normal eran fantasía. Él había exigido, cuando se ofreció a cuidar a Porto tras su ruptura, que cortase con su amante García -que la había contratado como ayudante para un negocio de bienes raíces en Marruecos. Ella había aceptado, pero estuvo en secreto navegando con él el día antes del asesinato, para una cita amorosa.

Pero, además de las imágenes de circuito cerrado de televisión, había otras razones para sospechar de la pareja. Los científicos forenses habían analizado la sangre y la orina de Asunta, revelando niveles altamente tóxicos de lorazepam -el principal ingrediente activo de las pastillas Orfidal que Porto había usado durante mucho tiempo para calmar sus ataques de ansiedad. Los resultados iniciales sugirieron que Asunta había sido drogada y luego asfixiada.

Los profesores de Asunta en dos academias de música recordaron que en los meses previos a su muerte, la niña había aparecido algunas veces atontada y tropezando, incapaz de leer la música y hasta de caminar en línea recta. "Tomé algunas polvos blancos", dijo a Isabel Bello, que dirigía una de las academias. "No sé lo que me están dando. Nadie me dice la verdad", se quejó al profesor de violín. El miércoles antes de su muerte, Asunta había faltado a la escuela, algo muy inusual. Porto escribió una nota explicando que había reaccionado mal a algún medicamento.

Los científicos forenses analizaron un mechón de cabello de Asunta y descubrieron la presencia de lorazepam a lo largo de los tres primeros centímetros. Puesto que el pelo crece aproximadamente un centímetro al mes, llegaron a la conclusión de que la niña había estado ingiriendo dosis más pequeñas de dicha droga durante tres meses. Esto coincide con las historias contadas por sus profesores.

Los investigadores comenzaron a desarrollar su teoría. Los padres adoptivos de Asunta decidieron que se habían cansado de la niña que habían "comprado" una década antes. El asesinato había sido un intento cuidadosamente planeado para librarse de una preadolescente cada vez más molesta. La trama había incluido la dosificación experimental con Orfidal, la precaución de inhabilitar sus teléfonos móviles y la arrogante creencia de que iban a ser capaces de convencer a la gente de que Asunta había sido secuestrada y asesinada. Porto había sido la fuerza impulsora del crimen, sospechaban, tal vez trastornada por la reciente muerte de sus padres. Un psicólogo que había tratado  a la niña en las semanas anteriores al asesinato, dijo que se había sentido "abrumado" por Asunta.

Inmediatamente después de su detención, Basterra fue encerrado en una celda de la policía junto a la de su esposa, separados por un tabique delgado a través del cual pudieran hablar y se registraran en secreto sus conversaciones. La policía acumuló horas de cinta, pero en ningún momento de las grabaciones se escucha una sola admisión de culpabilidad o cualquier otra evidencia utilizable en contra de Basterra y Porto (un tribunal declararía más adelante que tales grabaciones eran inadmisibles). "Mira en qué lío nos has metido con tu imaginación calenturienta”, fue una de las frases enigmáticas pronunciadas por Porto.

Pero la cinta sí reveló algo inesperado. Una vez solos, Basterra ya no era sumiso. "¡Silencio!" ordenó a Porto en tono perentorio, cuando vio que estaba hablando demasiado. "Eso fue una sorpresa", me dijo Taín. "Es como si se turnaran en el papel dominante”. Basterra, decidieron los investigadores, tenía la misma probabilidad de ser el principal instigador. " Son dos de las personas más egoístas que he conocido ", me dijo uno de los policías que les interrogaron. "Ella es una niña mimada. Él se cree superior al resto del mundo".

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Durante los dos años siguientes (la investigación policial procedió lentamente), programas de televisión y populares tabloides de España especularon fuertemente sobre la culpabilidad, el móvil del crimen y las pruebas, mientras difundían rumores sin fundamento de que Basterra era un pedófilo o Porto había matado a sus padres. Los detalles de la investigación policial se filtraron y los rumores circulaban libremente. Todo el mundo parecía tener una opinión sobre la culpabilidad o inocencia de Porto y Basterra. Sin embargo, nadie podía explicar un crimen tan aparentemente sin motivo. Los casos de niños asesinados por sus padres adoptivos son extremadamente raros. En los pocos casos conocidos, el crimen ha sido el resultado de un momento de ira o de sentimientos abrumadores de insuficiencia. Obediente y dotada, Asunta no encajaba en el perfil de víctima de este tipo de delitos. Tampoco sus padres se ajustan al perfil de los asesinos de niños. Porto puede haber sufrido ataques de depresión y ansiedad, pero eso no convierte a una madre en una asesina.

No fue hasta el 1 de octubre de 2015, que el fiscal expuso finalmente su caso ante un jurado, en el elegante edificio de los tribunales, en los anodinos alrededores de Santiago. Dos años de prisión habían cobrado su peaje a Porto y Basterra. Este último había sufrido las burlas e insultos que los presos reservan para los abusadores de niños. Porto había pasado gran parte de su tiempo en la cárcel en un delirio lloroso y farmacológico. Basterra, ahora casi totalmente calvo y con barba blanca, había desarrollado un odio feroz a Taín y los investigadores de la policía. En el tribunal, mantuvo una actitud indignada y altiva, de abierta confrontación, por momentos hasta con desprecio a los que le interrogaban y pronunciando palabrotas silenciosas -cejas oscuras rebotando hacia arriba por encima de sus gafas de montura gruesa -cuando se alteraba más. Porto aparecía confusa y llorosa, con momentos repentinos de coherencia, intentando convencer al jurado de que sus lapsus de memoria son parte de un problema nervioso más amplio. Los dos iban de negro.

Durante el mes siguiente, a lo largo de interminables sesiones que empezaban a las 10 de la mañana y, a veces, duraban hasta la noche, un jurado de nueve hombres y mujeres fue informado de las evidencias, aunque -como la mayoría de los españoles- probablemente ya habían oído o leído toneladas de información sobre el caso. Con la excepción de los profesores de música y ballet, que habían visto a Asunta aturdida o disgustada, todos los testigos describieron a Porto y Basterra como padres modelo. "Para mí siempre fueron una familia perfecta", dijo González, la asistenta.

Los fiscales continuaron insistiendo en que la pareja había pasado meses ideando a sangre fría una conspiración para eliminar a su propia hija -a pesar de que finalmente rebajaron los cargos contra Basterra, al que presentaron como cómplice del plan de asesinato de su ex esposa. Porto no fue capaz de explicar sus mentiras iniciales sobre sus movimientos el día de la muerte de Asunta. El punto débil en la defensa de Basterra, aparte de la violencia hacia su mujer, (que Porto confiesa como de pasada durante el juicio, en donde el resto del tiempo insistió en que había sido un padre maravilloso) era el Orfidal. Durante el juicio se demostró que Basterra había adquirido al menos 175 pastillas en las últimas semanas -algunas legalmente con recetas de su esposa, otras sin prescripción médica, y hasta una con una receta obtenida de su propio médico. Porto, sin embargo, insistió en que sólo los usaba de vez en cuando. Asunta, se le dijo al jurado, había sido de alguna manera obligada a tragarse al menos 27 pastillas molidas -nueve veces más que una dosis de adulto fuerte- en el día de su muerte. Ninguno de los padres pudo explicar cómo o por qué, y ambos afirman que sólo le daban pastillas para tratar su alergia en los días en que aparecía mareada.

Después de tres días y medio de deliberaciones, el jurado emitió un veredicto aún más duro que la solicitud del fiscal. Ellos creyeron el testimonio de un conocido de Asunta, de 15 años de edad, que afirmó haberla visto en la calle con Basterra en el día del crimen a una hora en que él afirma que estaba solo en su casa. Basterra, podría ir escondido en el asiento trasero del coche cuando Asunta fue llevada a la casa de campo. Ella habría sido asfixiada allí, y luego transportada a la pista forestal. El juez dictó sentencia contra Basterra y Porto: 18 años para cada uno, ya que el crimen fue cometido antes de la aprobación de la nueva ley que introduce penas de cadena perpetua para los asesinos de niños. Ambos han recurrido la sentencia.

El veredicto de culpabilidad saca a la luz una nueva serie de preguntas sin respuesta. Los investigadores no han conseguido adivinar por qué la pareja decidió adoptar. Basterra nunca había querido tener hijos, y Porto estaba de acuerdo. La presión de sus padres iba, sin embargo, en sentido contrario. "Creo que quisieron proyectar el estereotipo de una familia feliz", dice un investigador, que les considera arrogantes y egoístas. "Si ella quiere algo, piensa que sólo tiene que comprarlo. Y si ya no lo quiere, se deshace de ello. Y él la ayuda a satisfacer sus caprichos. Pero si ella se vuelve dependiente, él se pone violento. Es imposible decir si, de ser cierto, nada de esto podría haber sido previsto con anterioridad. Los psicólogos designados por el tribunal que entrevistaron a Porto tras el crimen (Basterra se negó a ser tratado por ellos), la consideran narcisista y depresiva, pero capaz de distinguir el bien del mal.

Es comprensible que los que evaluaron su idoneidad como padres adoptivos nunca imaginaran que Porto y Basterra se convertirían en asesinos de niños. Pero el veredicto de culpabilidad les habrá obligado a hacer examen de conciencia. Ahora está claro que los problemas psiquiátricos de Porto empezaron mucho antes de la adopción, pero ella los mantenía bien ocultos o no fueron tenidos en cuenta por los psicólogos que evaluaron su solicitud de adopción. Los funcionarios de la Xunta de Galicia se han negado varias veces a confirmarme si se ha llevado a cabo una investigación interna o se han revisado los procedimientos tras la muerte de Asunta.

Según los padres adoptivos de otros niños chinos en la región, el proceso de selección para los padres gallegos que quieren adoptar ahora, se ha vuelto exhaustivo. Desde que China ha endurecido sus normas de adopción, un número mucho menor de chicas como Asunta está saliendo del país. De hecho, en todo el mundo, las adopciones internacionales han caído por debajo de la mitad de su pico de 45.288 en 2004, lo que refleja la preocupación por el trato que recibirán los niños y los niveles de protección ofrecidos por los países de acogida. Sucesos tan sorprendentes como el asesinato de Asunta Fong Yang siguen siendo, por suerte, pocos y distantes entre sí.

Un niño de 12 años de edad, ha tenido muy pocas oportunidades de dejar una huella duradera en el mundo. Con la muerte, casi todo desaparece. Asunta Fong Yang no es una excepción. Ahora sólo unas pocas cosas suyas permanecen. Una de ellas es un blog en el que solía colgar sus prácticas de inglés escrito. Allí mostró un gusto por los misterios y los crímenes. "Érase una vez una familia feliz; un hombre, una mujer y un hijo ", comienza uno. "Un día la mujer es asesinada (sic)."

El lugar donde se halló el cadáver de Asunta es hoy un pequeño santuario, donde lentamente se van desintegrando los peluches, velas, flores de plástico y nuevos ramos ocasionales de crisantemos. "Ustedes no mostraron compasión, ni sentimientos, ni corazón", se lee en una ruda señal de madera, pintada a mano, censurando a sus padres. Sus cenizas también permanecen. Tras las detenciones, el gerente del crematorio tuvo que preguntar a Taín qué hacía con ellas. Finalmente fueron entregadas a un amigo de Rosario Porto que las mantiene en custodia. Hasta que sus padres adoptivos -ahora también sus asesinos convictos- decidan qué hacer con ellas.


4 comentarios:

  1. Excelente reportaje y muy buena su traducción. Es una habilidad que no le conocíamos. Entiendo lo que nos dice sobre la selección de los aspectos importantes y el pasar de puntillas sobre los rollos que se inventó la prensa española para darle más morbo al asunto, como eso de que Basterra fuera un pedófilo, o las sospechas sobre la muerte de los padre de Porto. Por no hablar de la tontuna del "hombre del semen", que este señor ni siquiera menciona. En fin, un artículo muy claro en lo que cuenta y en lo que sugiere sobre los motivos de la pareja para matar a la niña. Un par de desalmados en cualquier caso.

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    1. El circo mediático que montaron Ana Rosa y otros portentos de la telebasura es vomitivo. Lo del hombre del semen es simplemente una humorada de alguien con tino para poner motes, pero estaba claro que por este lado no había misterio: hicieron una chapuza en el laboratorio de la Guardia Civil y luego decidieron negar la evidencia.
      En cuanto al móvil del crimen, yo sigo estando confuso. Al principio de todo llegué a creer en la inocencia de la pareja, porque no me cabía en la cabeza que unas personas con un cierto nivel cultural, no hubieran visto la serie CSI, y perpetraran semejante chapuza de asesinato, repartiendo evidencias a tutiplén. Ahora tiendo a creerme lo que sugiere este periodista: que son un par de idiotas, que por provenir de la clase media alta se creen más listos que los demás, y que todo eso, unido a un componente fantasioso (ya ves en dónde nos has metido con tu imaginación calenturienta) les ha llevado a hacer lo que ya nadie duda que hicieron. Aunque hace falta además una falta de principios básicos aterradora, y una ausencia de empatía que los hace aun más despreciables. Hay que ser realmente un desalmado para matar a una niña de 12 años, simplemente porque te estorba. Yo creo que, si no han confesado, es para que la gente no vea cuáles eran realmente sus motivos para matar, lo que los haría aun más odiosos. Y entre los dos, hay uno que tira del carro y otro que le sigue. No sé cuál de los dos es más repulsivo.

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  2. Mi querido amigo, hago este añadido para desearle un felíz día de cumpleaños. Veo que va usted pisando fuerte por la senda sixty. Yo le sigo un año menos con admiración y respeto. Bicos e apertas.
    https://youtu.be/K4Ei6x1ofCk

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    1. Gracias amigo. Ya sabes que apenas pude celebrarlo, pero cuento con hacerlo en cuanto domine el tema del dolor en el brazo. Me doy por felicitado, con esa pequeña maravilla del Happy Birthday a capella.
      Apertas a puñaos.

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