martes, 15 de abril de 2014

246. España no os roba: CiU os estafa

Los políticos suelen incurrir en un síndrome típico de la gente que pilla poder: el de creerse que todo vale, que se van a salir siempre con la suya y que sólo tienen que ser lo bastante cabezotas para forzar la realidad y acomodarla a sus intereses. Eso los lleva con frecuencia a perder el contacto con el mundo real. Es un síndrome que comparten con los asesinos en serie, con perdón (a los asesinos). Quiero decir que, a veces, cuando se encuentran en un apuro, se les va la olla pa’ Camboya y, cuanto más lo quieren arreglar, más la joden. Antes era más fácil conseguir que todo el mundo se creyera que lo blanco era negro. Ya saben, supongo, la maña que se daban los retocadores de fotos de Stalin a la hora de eliminar de ciertas imágenes a los tipos que iban cayendo en desgracia. Sin photoshop ni nada. Pero ahora, la gente va con sus smartphones, toma fotos y al momento las están viendo hasta en las antípodas.

No hay derecho, hombre, esto no mola, los poderosos tenemos que cogérnosla con papel de fumar y ya no podemos ir avasallando al personal libremente, ahora tenemos que tener un cuidado de la leche, porque, al menor descuido, te fotografían en un mal paso y te hunden la carrera política. Acabo de leer que a Luis Bárcenas lo han castigado en la cárcel a 140 días sin paseo, por insolentarse sucesivamente con una serie de funcionarios y guardias civiles que procedían a llevarlo al hospital penitenciario a petición propia. Parece que le intentaron poner unas esposas, como manda el protocolo, y el tipo se resistió al grito de: “¿Saben ustedes con quién están hablando? ¡Que yo no soy un delincuente, hostias!”

Las cárceles ya no son lo que eran. Hace 36 años Albert Boadella pidió también que lo trasladaran al hospital penitenciario. Entonces no había ni protocolo ni nada. Una vez en el hospital, el tipo se disfrazó de enfermera, maquillaje incluido, salió por la puerta y se largó a Francia. Eran años en que los catalanes y los maquetos como yo, nos carcajeábamos al unísono con historias como esta. Fíjense cómo han cambiado las cosas, que el señor Boadella ya no puede volver a Barcelona ni vestido de lagarterana. A los catalanes y a los maquetos ya no nos hacen gracia las mismas cosas. Boadella, que era una especie de héroe de la transición, se ha tenido que venir a Madrid y pedirle un puesto a Esperanza Aguirre.

Nunca he dudado de que Esperanza es (o era) muy lista. Hace falta un cierto sexto sentido para saber que Boadella aceptaría su oferta de trabajo, en una alianza que no aporta beneficio alguno a la imagen del cómico, y sí, muchos, a la suya propia. Unos meses antes, nadie en su sano juicio podía imaginar que Boadella aceptaría semejante puesto. Sin embargo, ella lo supo. Antes que nadie averiguó que detrás de ese rasgo burlón había un fenicio dispuesto a vender su alma a cualquiera que le pagase por hacer lo que le gusta; alguien a quien su imagen pública le importa un rábano, un bufón capaz en su día de vestirse de Gracita Morales para evitar los dos años a la sombra que tuvieron que pasar los demás miembros de su compañía.

He puesto “es (o era)”, porque nuestra ex presidenta es un caso claro del síndrome del que hablaba al principio. Ya conocen la historia, el asunto ha sido tremending topic y los periodistas han aguzado su ingenio para buscar titulares adecuados al despropósito: “Aguirre, la cólera de Dios”, “Tocata y fuga de Esperanza” “Aguirre and Louise” y otros similares. Está claro que esta señora ha perdido la relación con la realidad. Después de tantos años de moverse en coche oficial, ha vuelto a circular con su Toyota y resulta que la ciudad  ya no es la misma de hace veinte años. Ahora hay lugares donde no sólo está prohibido aparcar, sino también detenerse. Y si un policía te está multando, no puedes largarte y menos tirarle la moto. Encima, en su paranoia, se embarcó en una sarta de explicaciones delirantes. Sólo le faltó decir que el policía era un ultraizquierdista camuflado, miembro en sus ratos libres de los Bukaneros del Rayo. Menos mal que estaba en Madrid y no en Barcelona. Allí la hubieran “reducido” los Mossos d’Esquadra, que tienen un peligro acojonante.

Al final acabamos siempre en Cataluña, qué hartura. Artur Menos y sus huestes han perdido también la relación con la realidad y huyen hacia delante. Sólo eso explica que se hayan creído el informe de los expertos que ellos mismos han pagado, y que se analiza en el artículo que les pongo aquí: http://blogs.elpais.com/cafe-steiner/2014/04/secesion-de-terciopelo-adhesion-de-terciopelo.html. Cuando a uno le encargan un informe, bien se cuida de hacerlo al gusto de quien le paga por él, que la pela es la pela, escolti, aquí y en Barcelona. Aunque no se lo crean, yo ya estoy bastante relajado con este tema. Quiero decir que ya ha entrado tanta gente de peso a dar opiniones en sintonía con lo que yo vengo repitiendo desde el inicio del blog, que queda poco por añadir. Los fundamentos históricos  o culturales del secesionismo son falsos, y a nivel práctico es una barbaridad que se separen, pero allá ellos. Si son tan cortos como para que el señor Menos se los lleve a una ratonera, como el flautista de Hamelín, pues adelante.

Aún me queda un resto de esperanza (que no Aguirre) en el seny del pueblo catalán. Ejemplos no les faltan. Los quebecoises, una vez que han conseguido el máximo grado de autonomía política y financiera posible, han votado mayoritariamente contra la separación del Canadá. Y los flamencos, a las puertas de conseguir lo mismo (el próximo mes de julio), ya han anunciado, por boca del presidente del principal partido separatista, que renuncian a la independencia. Los catalanes están ya bastante cerca de ese nivel, les faltan sólo algunos flecos financieros y fiscales. Y lo rebasan ampliamente en el tema lingüístico: en ninguna parte del mundo se prohíbe la enseñanza en el idioma que hablan mayoritariamente sus ciudadanos. Ni siquiera en Letonia se prohíbe la enseñanza en ruso. Por lo demás, el IRA entregó sus armas a cambio de un nivel de autonomía menor que el que tiene aquí cualquier comunidad.

El problema es que los catalanes iban por la misma senda que flamencos y quebecoises y, en esa hoja de ruta, aprobaron un estatuto de autonomía en el que el señor Zapatero les dijo que pusieran lo que quisieran, que él lo apoyaba. Y tuvo que venir el PP a dar por culo con el recurso, logrando que los catalanes se cabrearan como monas y abrazaran las tesis del independentismo, el Catalonia is not Spain y el España nos roba. Y el señor Menos, se puso al frente, como Chaplín en Tiempos Modernos cuando recoge el trapo rojo del suelo y todo el mundo se cree que lleva una bandera, escena que ya se ha comentado en este blog. Y ahora, con Rajoy haciendo de Don Tancredo, lo único que estamos consiguiendo es ensanchar la herida. Ya está todo dicho, pero hay dos matices que no he encontrado en ninguna parte, salvo en mis propios textos, así que insistiré en ellos.

UNO. Ya se ha repetido hasta la saciedad que el nacionalismo es algo retrógrado, reaccionario, que vuelve a la caverna y pone diques a la tendencia natural del hombre hacia el universalismo (que es, no lo olvidemos, una propuesta propia de cualquier tesis progresista, desde Jesucristo y Buda). Pero es que el de los catalanes tiene un punto más de falta de ética, que lo hace aun más impresentable. Veamos. Llega la democracia. Año 1975, o 78, si lo prefieren, por aquello de la Constitución. Y se les pregunta a los catalanes: “A ver, vosotros ¿qué cojones queréis?” Respuesta de los interpelados: “Nosaltres volem llibertat, amnistía i estatut d’autonomía”. A lo que el Estado español les contesta: “Como éstas. Ahí lo tenéis todo”. Pasan los años y  los tipos disfrutan de la nueva situación, en la que tienen todo lo que han pedido. Hasta implantan una política lingüística y educativa única en el mundo y nadie les dice nada, salvo cuatro fachas. Pero siguen cabreados. ¿Por qué? Pues porque dicen: “escolti, nen, no nos emboliquen, es cierto que nos han dado todo lo que pedíamos, pero es que también se lo han dado a los demás y eso no mola nada. ¿Qué payasada es esta? ¿Qué pintan los gallegos y los andaluces y los extremeños con sus autonomías? Nos han engañado, nosotros lo que queríamos era ser más que los otros y resulta que lo que nosotros pedimos ahora se lo dan a todos, vaya estafa, España nos roba”. En fin, el calificativo, desde el punto de vista ético, a esta conducta, póngaselo el lector.

DOS. Las grandes empresas multinacionales dominan el mundo, es algo fuera de toda duda (no serán tan ingenuos de creer que Obama o la señora Merkel pintan algo en el zoco universal). Y esas grandes empresas están encantadas de que los países se disgreguen por tensiones nacionalistas, porque los estados grandes como Francia o Alemania son los únicos que pueden ponerles algún freno, en defensa de sus ciudadanos. Los países pequeñitos están en manos de la Coca Cola y el McDonalds (esa fue mi sensación cuando visité Croacia, por ejemplo). Ahora mismo, esos poderes en la sombra están encantados con lo que está pasando en Ucrania: de puta madre, primero el negocio de la venta de armas, y luego el chollo de la reconstrucción. Así que no es muy aventurado pensar que, detrás de estos movimientos secesionistas hay alguien que los anda financiando por detrás, porque para liar la que están liando los catalanes hace falta mucho dinero. No tengo pruebas de esto que digo (si las tuviera estaría cagado de miedo), pero estoy convencido de que es así.

Ya dije en algún post anterior que para mí los escoceses y los flamencos tienen un fundamento para los procesos en que se han embarcado, fundamento que también reconozco a los del Québec y que no veo en la enloquecida deriva catalana. Pues hoy, para seguir dando musho por culo, añadiré que lo de los ucranianos del este tiene también una lógica. Ellos no pretenden la tontería de ser un país pequeñito. Ellos quieren integrarse en la gran Rusia, donde piensan que sus derechos y su lengua van a estar mejor salvaguardados que en esa Ucrania pro-occidental de la que no se sienten parte.

En fin, Serafín. Dar musho por culo es función propia de bufones como yo o como Boadella, con quien me identifico completamente. ¿O es que creen que si Esperanza me pagara por hacer un blog como este, iba yo a rechazar el dinero? Sean buenos. 

4 comentarios:

  1. En El Intermedio dijeron que los catalanes, igual que los ucranios, quieren integrarse con el país vecino; estos, con Rusia, que paga mejores sueldos y pensiones más altas; aquéllos con Andorra, ¡gran país!, sus razones tendrán.

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    1. Los del Intermedio se ríen hasta de su sombra, y su coña pone de relieve lo que yo vengo diciendo: que es un absurdo querer ser un país más pequeño en el mundo en que nos desenvolvemos. Y encima meterse por su cuenta en Europa. Dice África, mi asesora para asuntos históricos y culturales, que éstos lo que no quieren es subvencionar a los extremeños y andaluces, y, por cabezotas, van a pasar a subvencionar a los eslovenos, croatas y chipriotas, que seguro que son mucho más sinvergüenzas.

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  2. Bueno, hace usted bien de confesar que lo único que pretende es hacer de bufón y chinchar al personal. Eso ya lo sabíamos algunos, pero tal vez sea bueno que lo entiendan los demás lectores de su blog. Desde el otro lado del tablero, creo que, en el fondo, usted y yo estamos más de acuerdo de lo que pudiera parecer.
    Me explico. Usted y yo creemos en la gente y en sus derechos individuales. También compartimos la idea de que la unión hace la fuerza, de que se consiguen más cosas asociándose que en solitario. Entonces ¿qué problema hay en que la gente escoja entre una manera u otra de asociarse y con quien? ¿Es que las fronteras actuales son inamovibles? No lo parece, puesto que cada año nacen nuevos países y se crean entidades nacionales diferentes.
    Los catalanes tenemos unos derechos como personas y hemos empezado a asociarnos en función de bases culturales y lingüísticas. Lo único que queremos es que nos dejen decidir hasta dónde llegan esas asociaciones, dónde se pone el límite. La estructura política en la que estamos integrados hasta ahora se nos ha quedado vieja y pequeña, y ya no da respuesta a nuestras ilusiones y nuestros anhelos.
    Es natural que nuestro objetivo irrite a los nacionalistas españoles y a los poderes fácticos. Le devuelvo la pelota: no entiendo que hace usted en medio de esa banda de fascistas y retrógrados.
    Saludos.

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    1. Amigo troll, en respuestas anteriores le he tratado con cierta cordialidad, pero eso no establece ningún punto de conexión entre usted y yo, así que no se confíe. Eso de que lo ÚNICO que pretendo es hacer de bufón, lo dice usted. Pretendo muchas otras cosas bastante más serias, sólo que usted no las entiende.
      No he dudado nunca de sus buenas intenciones, pero el señor Menos le está estafando como a los demás y, bajo mi punto de vista, no es menos retrógrado que Rajoy. Para bien y para mal, estamos todos en el mismo país, con una Constitución que hay que cumplir, aunque sea reformable bajo ciertas condiciones y procedimientos. Ya sabe usted que la única Constitución que actualmente admite un proceso como el que pretenden (sin acuerdo previo con el gobierno central) es la de Etiopía. El camino que ustedes han emprendido, lleva a situaciones como la yugoslava de los 90 o la de Ucrania, ahora. Las preguntas que habría que hacer en su consulta son: ¿Quiere usted que Cataluña sea independiente? ¿Está usted de acuerdo en que, para conseguir ese objetivo, se utilice cualquier medio, pacífico o violento?
      Estoy encantado en mi posición, rodeado de gentes tan interesantes como Vargas Llosa, Savater, Javier Cercas, Jorge Martínez Reverte o su paisano Jordi Soler.
      Que le den.

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