sábado, 1 de junio de 2013

132. Los paisajes de la crisis

La crisis en la que estamos y sobre la que ya hemos hablado hasta aburrir, propicia algunos paisajes nuevos. Imágenes de decadencia, de desolación, de desamparo. Hablaré hoy sobre algunas cosas que he visto en estos días. Ya sé que hay casos mucho más dramáticos y tremendos. Estoy al tanto de ello y he dejado constancia en este Blog de mi solidaridad con los ciudadanos desahuciados, parados, excluidos, ninguneados, estafados, apaleados, defraudados, deprimidos y jodidos. Pero éste no es un Blog de denuncia social, sino un lugar en el que se habla de impresiones recibidas en el día a día, y se reflexiona sobre ellas. Soy consciente de ser un privilegiado: funcionario de plaza fija (cualquier día la convierten en no fija), buen sueldo, vivienda pagada, pocos apuros económicos por ahora. Mirando alrededor desde ese confortable entorno, observo algunos escenarios nuevos.

1.- El cine. Hacía mucho que no iba a ver una película de estreno en día de diario. La otra noche me acerqué a los cines Ideal, con la intención de ver el film paraguayo 7 cajas. Por cierto, es una película muy buena, con un guión redondo en el que se entrecruzan varias historias que acaban por ser la misma, en un escenario igualmente tortuoso: un viejo mercado del centro de Asunción. Bien, llegué ante las puertas de cristal, empujé una de ellas un poquito para asomar la cabeza y pensé que el cine estaba cerrado. Ni una persona. No sé si conocen el lugar, pero tiene un enorme hall cuadrado, que siempre estaba lleno con las colas paralelas de los espectadores. Estaba a punto de irme, cuando en las taquillas del fondo vi movimientos. La única taquillera me hacía señas para que me acercara.

Esta escena tuvo lugar un jueves, media hora antes de que empezara la sesión a la que yo iba. En circunstancias normales ya no hubiera encontrado entradas. Pero hay que decir que el cine cuesta ahora 9,20 euros, que es una barbaridad (por cierto, a mí me costó 4,50; alguna ventaja tenemos que tener los inminentes ancianos). Entre unos y otros están acabando con el cine. Cualquiera puede descargarse una película, legal o ilegalmente, y verla en su casa. La gente joven ya no ve películas, como mucho alguna serie. Y los ciudadanos recortados casi no tienen para llegar a fin de mes, como para gastarse nueve euros en el cine.

2.- Los corredores en el Retiro. Bueno, eso es una auténtica fiebre. Ahora que empieza a hacer calor al mediodía, las horas útiles para correr se reducen y al atardecer hay verdaderas hordas de corredores ocupando los caminos. Se lucha por el espacio a codazos y se espanta a los jubilados, propietarios de perros, paseantes con niños y caminantes solitarios, que se pasan todo el rato apartándose a un lado para que no los arrollen. 

Es cierto que el asunto está de moda pero ¿no habrá algo más? Yo creo que sí. Yo creo que los parques están llenos de corredores porque es el deporte más barato. La gente que antes jugaba al tenis o al fútbol sala, ahora corre por los parques. Es algo que mola y además da la oportunidad de cruzarse con corredoras de tipos esculturales (las caras no tanto). No hablemos ya de cosas como el golf o el esquí que, cuando empezaban a popularizarse, se han visto afectados por la crisis y han regresado a su papel inicial de entretenimientos de la elite.

3.- El SIMA. Por mi trabajo he debido presenciar el montaje de esta feria inmobiliaria anual, en la que el stand municipal cuenta con una pantalla que muestra un bucle continuo de imágenes de la ciudad, en cuya selección he colaborado. En los años del boom, el SIMA ocupaba la mitad del espacio útil del recinto ferial IFEMA, es decir, los cinco pabellones del lado impar, del 1 al 9. Hoy ocupa exactamente la cuarta parte de la superficie del Pabellón 8. Los stands que predominan, como era de esperar, son los de los bancos: BBVA, Santander, Caixa Cataluña, La Caixa, el Sabadell y, por supuesto, el SAREB, es decir, el Banco Malo del que tanto nos cachondeábamos en el post #8, allá por el mes de octubre.

El Banco Malo muestra en sus carteles ofertas como la siguiente: adosado en Villalbilla, por 278.920 €. Aquí tienen la foto de este portento. 278.920 € son cerca de 47 millones de pesetas. En confianza: yo no sé ni dónde está Villalbilla. Si tenemos en cuenta que los inmuebles que pasan al Banco Malo ya han sufrido una depreciación notable, pues no me extraña que esto fuera un activo tóxico. Datos como éste confirman por un lado el nivel de locura que se llegó a alcanzar en este país en los años del boom y, por otro, el difícil camino que resta, porque los brotes verdes de que hablan mis colegas arquitectos, están surgiendo en zonas céntricas de las grandes ciudades, pero yo no me compro un adosado en Villalbilla, ni aunque me paguen por ello.
   
Historias como éstas conforman el paisaje de la crisis que empieza a rodearnos por todos lados. Podría añadir la impresión que me produjo saber que el Café La Fídula, lugar mítico de la calle Huertas, cerró sus  puertas para siempre a comienzos de este año. Y la franquicia francesa de camisas y corbatas Café Cotton, donde en cada época de rebajas iba a comprarme tres o cuatro camisas, cerró el año pasado su única tienda en España, que estaba en Las Rozas. Y la librería de Lavapiés llamada precisamente La Libre-ría, que se ha tenido que reconvertir en bar del mismo nombre, porque vendiendo libros la cosa no daba ni para pagar el alquiler. Dramas infinitesimales al lado de los desahucios, pero dramas al fin, cuya proliferación contribuye a acrecentar un panorama cada vez más agobiante.

Esto no marcha, coño. Si no hacen más que recortarnos, pues el consumo se retrae. A mi nivel, yo ya estoy haciendo economías. Antes iba al cine al menos una vez por semana. Ahora no voy casi nunca. Nadie va. Los del cine Ideal se bastan ahora con una sola taquillera, cuando antes tenían cuatro que estaban agobiadas. Y eso son tres personas más al paro. Tres personas que empiezan a reducir gastos, a tentarse la ropa antes de gastar en cosas superfluas como el cine. Es un ejemplo del círculo vicioso en que nos mantienen doña Merkel y sus corifeos, como cobayas dando vueltas en una estructura cilíndrica.

Europa es el gran enfermo económico del mundo. Desconozco si conseguiremos salir del agujero. Pero, a pesar de los pesares, sigo estando convencido de que la solución no es salirse de Europa, ya ven que soy cabezota. Es que de la señora Merkel y compañía me fio poco, pero de los de aquí menos. La única forma de salvarnos es colectiva. Mantengamos la calma. Las soluciones a la italiana (Berlusconi o Beppe Grillo) no sirven más que para hacer el ridículo. Rosa Díez es más de lo mismo. Al Cayo Lara tampoco lo veo yo mucho. Eso sí: cualquier cosa menos que vuelva el del bigote.

2 comentarios:

  1. ¡Menuda horterada de chalé y menudo pueblo el de Villalbilla! Tiene una iglesia muy aparente, pero, por lo demás, todos los inconvenientes de un pueblo y todas las dificultades para aparcar del centro de Madrid; nueve mil y pico habitantes, todos con sus vehículos a punto para salir raspailando de tan idílico lugar. Como todos los activos de la Sareb sean así, no le auguro un porvenir muy risueño; ni siquiera aunque reabrieran La Fídula, La Libre-ría volviera a vender libros y todos los cines de España se llenaran a diario.

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    1. Veo que tiene más datos que yo de Villalbilla. Yo es que no sabía ni que existía. Mal vamos si el SAREB tiene que colocar cosas como esta. Lo demás irá volviendo poco a poco, pero los archivos tóxicos son una losa para la economía.

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