jueves, 5 de enero de 2023

1.198. Ciruelo te conocí

¡Ay! Qué disgusto más grande que tengo con esto de la separación de Isabel Preysler y Don Mario Vargas Llosa, y digo Don porque me parece un escritor fabuloso, merecido premio Nobel, cuyas cumbres narrativas se sitúan, en mi opinión, en los inicios de su carrera, con especial énfasis en La Ciudad y los Perros, 1962, con la que se dio a conocer en el mundo, y la monumental Conversación en la Catedral, 1969 (¿Cuándo se jodió el Perú, Zavalita?). Antes de eso, había logrado editar a nivel local su primer relato, Los Cachorros, una especie de novela corta o short story, cuyo protagonista era un chico apodado Pichula Cuellar. Después de Conversación en la Catedral, su producción decayó, se dio a la novela galante erótica con la divertida Pantaleón y las Visitadoras, 1973, a partir de la cual se acomodó en una posición de escritor de éxito mundial, adorado por todos, cuyos libros se vendían como churros. 

En su producción posterior, hay libros muy buenos (La tía Julia y el Escribidor, La Guerra del Fin del Mundo, La Fiesta del Chivo), alternados con solemnes peñazos (El Sueño del Celta, La llamada de la Tribu) y una obra que para mí concentra la esencia de su pensamiento y su relación con las mujeres: Travesuras de la Niña Mala, una mezcla de memorias propias y fascinación por el sexo contrario. Si no la conocen, no sé a qué esperan para bajar a la librería de la esquina a comprársela. No he leído su libro de memorias El Pez en el Agua, del que se hablan maravillas. En paralelo a toda esta actividad literaria, se dedicó a escribir sobre temas políticos y socio económicos, con bastante menos fortuna, siempre en mi opinión. Me parece lógico que se desencantara de su admiración inicial por el régimen cubano y que esa decepción le llevara a enemistarse para siempre con su antes amigo García Márquez. Pero es que en ese viaje hacia el centro, o al centro derecha, se ha pasado de frenada y ahora sus tesis serían casi asumibles por Vox o la señora Meloni.

Es algo bastante frecuente en los desencantados de la izquierda, véase a Boadella que acabó dándose besos con Esperanza Aguirre, Fernando Savater y otros, por no hablar de Jiménez Losantos, que también fue izquierdista en su juventud. Y no olvidemos que Mussolini fue socialista antes de aterrizar en el fascismo puro y duro. Nada peor que los conversos. Vargas Llosa entró en política presentándose a presidente del Perú, pero perdió frente a Fujimori. Desde entonces, sus artículos en prensa sobre economía y política son bastante malos y poco fundamentados, deriva que revela un cierto deterioro, tal vez relacionado con la edad y una especie de esclerotización mental que probablemente lo ha vuelto un tipo refunfuñón y medio amargado. Perder el sentido del humor es muy malo a ciertas edades y, los que se acercan a las ideologías menos progresistas, a menudo están siempre medio cabreados.

Esto, unido a un cierto endiosamiento alimentado por el propio Premio Nobel, puede explicar el que entrara al trapo de enamorarse de un personaje como Isabel Preysler, hasta el punto de liarse la manta a la cabeza y dejar a su mujer de toda la vida, su prima Patricia Llosa, madre de sus tres hijos adultos. Este país de nuestros pecados está lleno de envidiosos y agoreros que, desde el primer momento, se mostraron contrarios a esa pareja, empezaron a pronosticar que no duraría, porque en el fondo la mayoría estaban amargados de tener a su lado a una mujer mucho menos guapa y divertida que Preysler a la que no se atrevían a dejar. La frase prototípica del agorero, frente a algo admirable es: ya veremos lo que dura. Todos esos tipos están ahora felices y proclaman la segunda frase favorita de este personal: no, si ya lo decía yo.

Desde el entorno del escritor, se difunde ahora una tesis que viene a sugerir muy sutilmente que ha sido Don Mario quien ha roto con su pareja, aburrido y decepcionado de su frivolidad y bajo nivel intelectual. Es una teoría que se puede rastrear fácilmente en artículos como el que pueden leer AQUÍ. Parece claro que el propio Vargas Llosa dejó traslucir su malestar anímico en un cuento publicado hace más de dos años, llamado Los Vientos, cuyo sentido autobiográfico pasó entonces desapercibido para la mayoría. Yo creo que este señor, a sus años, no sabía dónde se metía y muy pronto se empezó a arrepentir. Y, en temas galantes, cuando uno empieza a sospechar que la ha cagado, se le genera un fenómeno que tiene una denominación precisa: el regomello. Es esta una palabra genuinamente murciana, también usada en las provincias limítrofes: Alicante (de ahí me viene su conocimiento), Albacete y Almería.

Según los diferentes diccionarios, regomello es la sensación de malestar interior, que no se formula al exterior, por haber hecho algo que no se quería hacer o por no haber estado a la altura, remordimiento de conciencia, resquemor, desasosiego, disgusto o desgano interior que no se expresa. En el cuento citado, Vargas se refiere al caso con estas palabras: Fue un enamoramiento de la pichula, no del corazón, de esa pichula que ya no me sirve para nada, salvo para hacer pipí. Ahí está la clave de todo. Esa afirmación es impropia de un tipo tan experimentado y profundo; Don Mario debería saber que todo enamoramiento empieza por la pichula, hasta el punto que su frase debería estar coronada con el consabido valga la redundancia. Es creíble que una persona tan culta como él conociera la obra de teatro gallego de Castelao Os vellos non deben de namorarse, y probablemente haya leído la afirmación de Pepe Carvalho en alguna de las novelas sublimes de Vázquez Montalban: a los sesenta, uno ya no seduce. Pero desatendió esos avisos y eso le llevó irremisiblemente al regomello.

Parece claro que Vargas atesoraba desde hace bastante tiempo ese sentimiento. Quién sabe por qué había entrado él al trapo de Preysler, tal vez porque siempre ha sido un seductor y le ha gustado caminar por el filo (historias con su tía Julia o su prima Patricia, con la que finalmente se casó). A lo mejor por el afán de vivir una postrera aventura a sus setenta y muchos, junto con un componente probable de simple vanidad. Al principio todo fue bien, imagino a Preysler como una mujer que deja vivir a su pareja de turno y Don Mario paseó ufano por el mundo acompañado por la belleza veterana que tanto lustre le daba. Pero no valoró un hecho incontestable: la edad no perdona. La pulsión sexual se va agostando, uno empieza a aburrirse en saraos mundanos que antes le gustaban, lo que hoy te entretiene y te interesa, mañana te aburre y todo eso alimenta el citado regomello. Un regomello que se evidencia en una de las imágenes más conocidas de la pareja. Véanla.

Aquí se ve bien claro que ella está feliz y resplandeciente, mientras que a él le sale el regomello hasta por las pestañas. Y, en cuanto a Isabel, ¿por qué entró al trapo del anciano donjuán? Pues yo lo tengo bien claro: porque ella se ha guiado siempre por el corazón, es muy lista y está en plena forma. Y tal vez vio en ello una oportunidad de redimirse frente a los que la consideran simplemente una mujer guapa, sin nada detrás. Y yo estoy convencido de que esa teoría de que ha sido él quien ha roto es una milonga. Para mí está claro que ha sido Isabel quien se ha aburrido de tener al lado a un abuelo, quince años mayor que ella y encima con regomello constante, rumiando todo el rato su malhumor (y al que la pichula le sirve sólo para hacer pipí, según él mismo confiesa). Menudo coñazo.

No deja de ser una teoría, que ustedes no tienen por qué compartir, ya saben que una de mis especialidades es fabular en torno a los hechos externos que se van sucediendo. Pero a mí, personajes como Julio Cortázar me enseñaron a desconfiar de lo que nos cuenta la prensa. Tal vez recuerden ustedes las imágenes del magnicidio de Dallas. Al presidente Kennedy le acaban de reventar la cabeza de un disparo. Y Jackie, horrorizada, camina hacia atrás de rodillas sobre el capó del coche estirando la mano hacia un policía que va en una moto al lado. La versión oficial fue que, en un gesto heroico, extiende la mano para hacer que el policía suba al coche para ayudar a su marido herido de muerte. Pero Cortázar le da la vuelta: lo que pretende Jackie en ese momento es que el policía la ayude a ella a salir fuera de ese infierno en el que les están acribillando a balazos, por un mero instinto: sálvese el que pueda.

Así que, si Don Mario (que tiene una capacidad de fabular mucho mayor que la mía) sale por ahí sugiriendo que ha sido él quien ha roto, yo le contestaré con el título de este post: ciruelo te conocí. ¿Cómo dicen? ¿Que no se conocen la historia? Pues es ésta una fábula o chascarrillo que viene del ámbito manchego. Se cuenta que un labrador bastante bolo trabajaba sus campos con denuedo y cuidaba con especial esmero de un ciruelo veterano, la joya de sus propiedades, que cada año daba mucha fruta. Pero vino el cura del pueblo a pedirle que lo talara, porque necesitaba su madera para hacer una talla del santo patrón, que se exhibiera en la iglesia. Hecha ya la escultura y colocada en el altar, se empezó a correr por la comarca la especie de que el santo hacía milagros, lo que generó una avalancha de feligreses que venían de muy lejos a comprobar el prodigio y hacían cola para pedirle al santo que aliviara su miseria o se cumplieran sus anhelos escondidos.

Animado por la curiosidad, el labriego del cuento se sumó a la cola y, al llegar frente al santo milagrero pronunció estas sabias palabras: ciruelo te conocí, y de tus frutos comí; los milagros que tú hagas, que me los carguen a mí. Ahora ya lo conocen. Un poco de sabiduría popular, o gramática parda, nunca viene mal para que no olvidemos de dónde venimos. Y uno que no ha olvidado en ningún momento sus orígenes es el futbolista del Deportivo de La Coruña Lucas Pérez, que acaba de protagonizar un hecho insólito del que se ha hecho eco toda la prensa mundial. Hasta hace dos días, Lucas pertenecía al Cádiz, de primera división, en donde era el máximo goleador y todo un ídolo local por su entrega y actitud en los partidos. Pero Lucas quería volver a su Dépor, para estar en casa y ayudarle a subir desde el tercer nivel del futbol nacional hasta el lugar que se merece el club por historia y afición.

Pero había un grave problema económico que impedía su regreso. El Cádiz lo había tasado en un millón de euros y no estaba dispuesto a rebajar su precio ni un céntimo. Y el Dépor no podía pagar más de medio millón. La solución ha sido acojonante: el propio Lucas ha puesto el otro medio millón de su bolsillo. Un caso único en el mundo, que debe hacernos reflexionar. El fútbol es ahora mismo un universo completamente mercantilizado, una expresión perfecta del capitalismo más salvaje y exacerbado. Que un tipo renuncie a jugar en primera división y se vaya al tercer nivel a ayudar al equipo de sus amores es una muestra de romanticismo extremo a la que no estamos acostumbrados. De hecho, el único precedente es el caso del futbolista italiano Cristiano Lucarelli, que renunció a ganar mucho dinero por regresar al Livorno de sus amores. La historia de Lucarelli, un comunista convencido que celebraba sus goles puño en alto, es muy interesante. Pero no llegó a poner dinero de su bolsillo.

Lucas, en cambio es un chaval del barrio de Monelos, que no pudo empezar su carrera en los juveniles del Dépor, porque por entonces el club era el Súper Dépor, que ganaba una liga, casi otra y llegaba a ser semifinalista de la Champions. Sus oportunidades eran nulas y por eso inició un peregrinaje por diferentes canteras nacionales (Alavés, At. Madrid, Rayo Vallecano). En el Rayo subió al primer equipo en los momentos de la ruina inminente de Ruiz Mateos. Le debían bastante dinero cuando decidió aceptar una oferta de incorporarse al Karpaty, equipo de la ciudad ucraniana de Lviv, capital de la Galitzia y actualmente a oscuras por el minucioso y cobarde bombardeo ruso de sus centrales eléctricas. En Ucrania se convirtió en un futbolista de primer nivel, metió goles por docenas, pasó luego al Shaktar de Donetsk y al PAOK de Salónica. Desde Grecia regresó por fin al Deportivo, perdiendo también dinero, en 2014. Eso motivó que yo dedicara al caso dos posts muy interesantes, uno sobre la región de Lviv (Post#295) y otro titulado Lucas Pérez, un Ulises coruñés (Post #296), que pueden consultar si tienen tiempo y ganas. Especialmente el primero revela que hace ocho años este blog ya tenía el grado de calidad actual.

En Coruña tuvo una temporada sensacional, rompiendo todos sus records de goles, lo que motivó que el poderoso Arsenal de Londres viniera a por él, poniendo sobre la mesa nada menos que 20 millones de euros, que le vinieron muy bien a las arcas del club. A partir de ahí su deriva ha sido errática, hasta terminar de ídolo local del Cádiz. En todo momento, su afán ha sido volver al Dépor. El año pasado, estaba en las gradas de Riazor, viendo como el equipo de sus amores se jugaba el ascenso a segunda con el Albacete, al que aventajaba por un gol a cero a poco del final del partido. Pero el Albacete metió dos goles y revirtió la eliminatoria. Un solo gol le hubiera bastado al Dépor para ascender, porque el empate le era suficiente. Pero no fue capaz de marcarlo. Y cuentan sus amigos que, tras el pitido final, Lucas rompió a llorar, derrumbado sobre su asiento.

Se dice también que durante su año en Londres ganó mucho dinero y lo supo invertir con tino, por lo que ahora no tiene problemas económicos. Lo suyo es una cuestión de amor a una ciudad, un equipo y unos colores. Y, como todo enamoramiento, podríamos considerarlo de la pichula, por usar esa desafortunada expresión del ínclito Don Mario. La llegada de Lucas ha supuesto un subidón de moral para el equipo y me van a permitir que saque pecho en ese contexto: esas cosas sólo pueden pasar en el Deportivo. Un club que ha bajado a tercera, pero que sigue teniendo 24.000 socios, entre los que me cuento, una cifra muy superior a la de más de la mitad de los clubes de primera división. En estos últimos años de decadencia, sólo hay un sector del club que ha seguido estando a la altura: la afición. Lo demás ha sido penoso. Y ahora vuelve Lucas y ya todo parece posible. Vean un breve extracto de la primera conferencia de prensa de este Ulises coruñés, que otra vez vuelve a su Ítaca.

Los seguidores más antiguos de mi blog recordarán que he hecho más de un viaje a La Coruña exclusivamente para estar en Riazor en ciertos partidos decisivos, igual que ahora viajo para asistir a los conciertos de Samantha Fish. Y toda mi energía anímica está ahora mismo apoyando a mi equipo del alma, porque ya saben que el corazón tiene razones que la razón no entiende, y sólo tienen que ver la imagen de mi admirada escritora Valeria Correa celebrando la victoria de la selección argentina. Así que hemos empezado el año con una mala noticia, la ruptura de Vargas/Preysler y otra buena, el regreso de Lucas Pérez al Dépor. Otro Lucas, mi hijo mayor, regresó también ayer a su casa de Lille. Y por la tarde llegó la novia de mi otro hijo Kike. Como ven, mi casa es cada vez más una mezcla de air-b-and-b y esas camas calientes de los emigrantes. Llevo ya casi veinte días con la casa llena de gente, sensación grata donde las haya.

Pasado ya el segundo escalón de los festejos, seguí con mi proverbial sinvivir y el mismo día 2 fui a comer a La Llorería con una amiga que respondió a mi felicitación de año nuevo con unas frases bastante sugerentes y para qué vamos a esperar más. Y ayer quedé por la mañana con Henry Guitar para hacer una gira por el centro, visitando primero guitarrerías (él quiere aconsejar a los padres de una alumna de 10 años para que le compren una guitarra mejor que la que tiene) y luego por librerías, para hacernos con regalos para los Reyes, que es ya la última línea que nos queda por cruzar en esta travesía navideña. Como no podía ser de otra manera, culminamos la mañana con un vermú, esta vez en la Cervecería Santa Isabel, un clásico de Lavapiés en la calle del mismo nombre. Y hoy he tenido inglés, yoga y unos callos con níscalos en el Ricla, para empezar el año a buen ritmo. Les dejo de propina una viñeta ad hoc del añorado Forges, otro romántico empedernido que nos dejó hace unos años. Sean buenos y Feliz Año Nuevo para todos.


3 comentarios:

  1. Lo sorprendente no es que el decadente Pemio Nobel y la embalsamada "reina de corazones" (no puede estar más monstruosa, no jodas con que está guapa y respandeciente, parece momificada) se hayan separado; lo raro es que don Vargas haya soportado durante ocho años a la mujer más insulsa de la tierra, con lo bien que le hacía las maletas y le organizaba la agenda su prima Patricia, madre de sus tres hijos, la que le decía, "Ay, Mario, hijo, tú solo sirves para escribir". Pues ahora don Vargas tiene motivos para poner esa cara de regomello, porque resulta que la prima le ha dicho aquello de "Pájaro que abandona su primer nido, si lo encuentra ocupado, bien merecido".
    Lo de Lucas, algo épico, a ese no lo compra ni el emir de Qatar. Hasta los hinchas gaditanos le han aplaudido. Si saca al Dépor del infierno, tendrán que poner su nombre al estadio.

    ResponderEliminar
  2. El caso Lucas Pérez destaca más aun, por comparación con la deriva lamentable del personaje Cretino Ronaldo (el mote chusco es de usted, entre mis amigos ya le llamamos siempre así y este blog debería reivindicar el copyright).
    En cuanto a la pareja rota del momento, es cierto que, de primeras, uno tiende a pensar de forma automática en favor de Don Mario (tampoco está mal el mote) y así lo confirma el comentario anterior. La versión suya es llamativa y no sé si pensar en que simplemente trata de llevar la contraria o tiene parte de razón. La verdad es que no sé qué pensar. Encualquier caso, no está mal esta deriva del blog hacia temas del famoseo más denostado. Feliz Año.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Feliz año, amigo. Tal vez esté usted en lo cierto y yo sólo trate de llevar la contraria y posicionarme en las antípodas de lo que todo el mundo piensa. Pero supongo que tendré parte de razón. La verdad sólo la saben los implicados y probablemente sea una mezcla de ambas interpretaciones, como suele suceder.

      Eliminar