Lucas Pérez es estos días el tío
más popular de La Coruña. Es un héroe del pueblo, un tipo que emigró a tierras
lejanas, para forjarse en duras batallas futboleras en lugares como Ucrania o
Grecia, donde se convirtió en estrella deportiva de primer orden. Este año ha
decidido volver a su Ítaca natal. Lo
hace perdiendo dinero, para ayudar a salvar los muebles al equipo de sus
amores, en un momento de naufragio económico en las antípodas de sus glorias
pasadas. Aquí tienen su foto. Un tipo con esa cara sólo puede ser gallego y muy buena persona, valga la redundancia.
Lucas nació en 1988, p’allá pa
la parte de Monelos, actualmente uno de los barrios con más xeito de la ciudad. En esa época,
Monelos era una zona recién incorporada al continuo urbano. Se estaban terminando
de construir el Barrio de las Flores y el Polígono de Elviña, dos promociones
públicas muy de la época, y apenas quedaban rastros del caserío del viejo
Monelos que yo había conocido 30 años antes. En los tiempos históricos, el río de Monelos bajaba libre por el centro del pueblo, rodeado de lavaderos públicos y
amplias campas en las que se organizaban las verbenas, la más lucida la de la
Virgen de Agosto. Los chavales de la postguerra jugábamos a la bujaina y a las
bolas en los descampados, o íbamos a cazar lagartos a los taludes de las
primeras obras de construcción de la Avenida Alfonso Molina.
Los fines de semana, rapaces de todos los barrios nos
juntábamos en la Playa de Santa Cristina, para
jugar partidos de fútbol en la arena. Luego nos bañábamos en aquel entorno
paradisíaco, donde apenas había otras construcciones que el merendero de Casa
Sara, junto al muelle de la lancha que traía a los bañistas desde el Puerto de La
Coruña. Los de Monelos tenían un camino más corto: bajaban por las corredoiras
hasta Las Jubias, y allí se subían a la lancha de remos de El Rubio, que
cruzaba la ría en diagonal, aprovechando el empuje de la corriente. El Rubio
cobraba 10 pesetas, pero a los niños y a la gente que le caía en gracia los
cruzaba gratis.
Para volver, se podía uno acercar
al Puente Pasaje a coger el tranvía de Sada, al que la gente llamaba el Siboney,
por anunciar en sus costados esa vieja marca coruñesa de café. Leo en alguna
parte que el Siboney dejó de funcionar en 1956. Tenía yo cinco años y ya no
puedo asegurar si mis recuerdos de ese tiempo se basan en escenas reales, o son
ensoñaciones fabricadas a partir de imágenes de viejos documentales. Lo que si conservo
nítidamente en mi memoria es el viejo autobús de Cal Pita, que sustituyó al
tranvía. Los amigos solíamos bajarnos en la campa de La Palloza, para hacer una
parada en la fábrica de cerveza Estrella de Galicia.
Nada de esto podría recordar
Lucas Perez, nacido en tiempos de la democracia, con la playa de Santa
Cristina sin dunas y llena de edificios de apartamentos. Las leiras entre Monelos y la ciudad se habían
rellenado poco a poco con los nuevos barrios de bloque abierto. El Barrio de las Flores,
obra de los arquitectos Corrales y Molezún, es un valioso ejemplo de la
arquitectura social de los 70, algo que, probablemente, sus habitantes
desconocen. Y más allá, el polígono de Elviña. ¿E lojo ti de dónde eres? Ay,
señor, eu son de Monelos ¿E ti? Eu son do políjano. El pequeño Lucas iba
con sus abuelos al estadio de Riazor y soñaba con debutar un día en ese campo y
recibir la ovación unánime del público. Empezó en el Victoria local, un club
modesto de la llamada Liga de la Costa. Allí ya demostró buenas maneras y una
zurda digna de Puskas, a pesar de que no tenía todavía sus actuales hechuras físicas.
Pero, en ese tiempo, ingresar en
el Super Depor, campeón de Liga y semifinalista de la Champions League, era una
quimera imposible para un chaval de Monelos. Empezó entonces un peregrinar por
los equipos juveniles del Arteixo, Órdenes, Montañeros y otros, incluyendo un
breve paso por el Alavés. Para entonces ya medía 1,80 y estaba cuadrado. Pero
su ambición era otra y en 2007 se marcha al Atlético de Madrid. En este club lo
mandan directamente al equipo C, que se mueve entre la tercera división y la regional
preferente, con la promesa de ir ascendiendo en función de sus méritos. Dos
años después, continúa en el C. Bloqueado en su progresión, se le abren
entonces dos posibilidades: entrar en el Real Madrid C, o fichar por el Rayo
Vallecano B. Elige la segunda. Él es un chaval del suburbio y piensa que puede
ser feliz en Vallecas. Además, la B sólo necesita un salto para llegar a la A,
no dos como la C.
Jugará en el Rayo B una temporada
y media, en las que meterá muchos goles. En el inicio de la temporada 2010/2011,
empieza a alternar los partidos del B, con algunos del A, por entonces en
Segunda. En Navidad, el club tiene grandes expectativas de ascender, pero el
entramado económico de Ruiz Mateos se tambalea. A Lucas le deben dinero, el
club está a punto de entrar en concurso de acreedores y en ese contexto, le
surge la posibilidad de emigrar a Ucrania. Lucas no se lo piensa. El 17 de
enero de 2011 aterriza en el pequeño aeropuerto de Lviv, una pista completamente
cubierta de nieve, cuya torre de control más parece una iglesia, según sus
propias palabras. Con él viaja su primo Yago, inseparable escudero que
acompañará al héroe en todas sus aventuras.
En Lviv pasará dos años y medio,
en los que explotará como jugador en una liga obviamente de menos nivel que la
española. El Karpaty de Lviv es una especie de tercero en discordia de una competición
dominada por dos equipos muy fuertes: el Dinamo de Kiev y el Shakhtar de
Donetsk. Algo así como el Atlético de Madrid frente a Real y Barça. Para colmo,
Kiev es la capital del estado, cabeza de la zona pro-occidental, mientras
Donetsk es la ciudad más importante de los separatistas pro-rusos. Así que las
similitudes son sangrantes. Dice Lucas que en Ucrania hace mucho frío y que los
ucranianos son también fríos y poco apasionados. A pesar de disputarle la liga
a los dos gigantes, al estadio del Karpaty apenas acudían 300 espectadores. Con
todo, Lucas metió innumerables goles y se convirtió en el ídolo local. En su
segunda temporada, uno de sus goles fue elegido como el mejor del año en
Ucrania. Pueden verlo AQUÍ
y comprobarán que el premio es merecido.
En el verano de 2012, llega a Ucrania el Campeonato Europeo que ganará
España y Lucas disfruta de los partidos como un hincha más, mientras se dispone
a cumplir el tercer año que tiene firmado con el Karpaty. Pero en febrero se
interpone el Dinamo de Kiev. El poderoso club de la capital, paga un dineral al
Karpaty por la cesión de su principal estrella hasta el verano. Lucas cree haber dado el salto definitivo en su
carrera pero, para su sorpresa, no llega a jugar ni un solo minuto. Es la
típica conducta mafiosa de los equipos grandes: resulta que lo han fichado sólo
para debilitar a un rival potencial que se estaba poniendo farruco. Dice Lucas
que esos fueron los peores cuatro meses de su carrera. Desengañado de una Ucrania
en la que, un año después del campeonato europeo, la guerra civil parece
inevitable, acepta la oferta del equipo griego del PAOK de Salónica. En Grecia encontrará,
además de un clima más cálido, un temperamento más latino y una pasión
futbolera en consonancia.
En su única temporada en el
fútbol griego demostró ser un completo crack. Fue elegido uno de los once jugadores del equipo ideal de
la liga y compitió por ser el mejor jugador del año. Sus números hablan de 10
goles y muchas más asistencias. Pero este verano le surgió la posibilidad de
venir a ayudar al Dépor y no se lo pensó. Pertenece todavía al PAOK y ha
venido cedido con opción de compra por 2 millones. Nadie duda que, si a final
de año el club no tiene dinero para su recompra, en un crowdfunding la
ciudad reuniría fácilmente esos dos millones. Sin embargo, la mala suerte le
atrapó nada más llegar a su tierra. En el primer entrenamiento se produjo
un esguince de rodilla. Cuando ya parecía que se recuperaba del percance,
sufrió una lesión muscular, la primera de toda su carrera. Yo no tengo duda de que
la ansiedad por debutar tuvo algo que ver en esa historia. Mientras tanto la
Liga empezó y el Depor, sin Lucas, iba sin frenos y cuesta abajo.
El domingo pasado, Lucas por fin estaba listo
para debutar ante su público. El Depor, colista de la Liga, era en ese momento el equipo más
goleado de Europa. Todos, entrenador, compañeros y público, esperaban a Lucas,
un tipo arrollador, con un optimismo invencible, que contagia a todos los que
le rodean. La víspera, un periodista que lo entrevistaba, le dijo que lo veía todo negro, a lo que respondió que él lo veía todo blanco. El reto era peliagudo. El equipo debía
enfrentarse al poderoso Valencia, imbatido, segundo en la tabla, y con sólo
cuatro goles encajados. El Depor le metió otros tres, como seguramente saben. El
segundo, el de la tranquilidad, lo marcó Lucas. Lo pueden ver AQUÍ
(el vídeo incluye los tres goles, no he encontrado ninguno exclusivo del suyo).
La jugada empieza en un saque
largo del portero. Con fe inquebrantable, el negro Cavaleiro salta a disputar
el balón que viene del cielo y convierte un globo inocuo en una perfecta asistencia a Lucas
con la coronilla. Después de tantos años esperando ese momento, a nuestro héroe
no le temblaron las piernas. Avanzó y se perfiló para armar su zurda
legendaria. El portero, de forma ortodoxa, cubrió el palo corto y toda la
portería, excepto un palmo del palo largo (es imposible taparlo todo). Con toda
su rabia acumulada, Lucas disparó al único agujero. El portero, rectifica y llega a tocar el balón, pero no puede evitar el gol. Lejos de
hacer alguna de las pijadas al uso entre los figuras del balón (el corazoncito,
señalar al cielo y demás horteradas), Lucas respiró hondo, se besó el escudo, dio una patada a una
valla y se fue a abrazar a los espectadores del corner, el lugar donde él iba de
pequeño con su abuelo a ver los partidos. En esta secuencia de fotos pueden ver
el alivio supremo del héroe tranquilo, el éxtasis tras consumar su hazaña. Las fotos están tomadas por Cesar Quian, para La Voz de Galicia.
Es el final del viaje del Ulises
coruñés. Vendrán nuevos goles ahora. Nuevas hazañas. El objetivo del club es
sencillo: terminar la Liga con, al menos, tres equipos por detrás. No es
demasiado difícil. En Primera hay este año más de tres equipos peores que el
Depor. Y, además, los otros no tienen a Lucas. Tras el partido, este moderno Odiséo
no hizo tampoco ninguna celebración especial. Según ha contado, bajó al bar de
la esquina y se tomó un refresco con su primo y los amigos de la infancia, que
aun mantiene. Luego subió a casa a cenar y se tumbó en el sofá a ver por la
tele los resúmenes de los demás partidos. Esto no ha hecho más que
empezar.
Ya que te fijas en la forma que tiene la gente para referirse a determinados barrios (o políjano), te recuerdo que no muy lejos de Monelos hay uno de esos polígonos de promoción industrial y comercial que completaban los nuevos barios residenciales. Me refiero al Polígono Comercial Mayorista de la Coruña, bautizado con el acrónimo Pocomaco, al que la gente llama por supuesto el PacoMaco. ¿E lojo tí donde traballas? Eu no PacoMaco.
ResponderEliminar¡Qué bueno! Tienes razón. Ya no me acordaba del Pacomaco. Me viene a la memoria el asunto de la demolición del Manolito franquista que había en las islas Cíes. Un abrazo, paisano.
EliminarHaces bien de resaltar lo del río "de" Monelos. Era tan humilde que no tenía ni nombre, era sólo el río que pasaba por el pueblo de Monelos. Yo no tengo un recuerdo tan bucólico como el tuyo, tal vez por ser más joven. En mi memoria tengo la imagen de un cauce lleno de mierda entre piedras negras de pura suciedad, que ya bajaba cuajadito de residuos de las industrias y donde la gente tiraba encima sus basuras sin ningún cuidado. La canalización fue una bendición para el entorno, aquel río era un foco insalubre muy peligroso.
ResponderEliminarEn cuanto a la historia de Lucas, lo que más me ha impresionado es el vídeo del gol que marca en Ucrania. Un auténtico viqueirón. Si marca uno de esos en Riazor se pueden venir abajo el estadio.
Mis recuerdos no son tampoco muy diferentes, lo que pasa es que no quería decirlo con tanta crudeza. Lo del viqueirón es algo muy coruñés. Cuando jugábamos al fútbol en algún descampado, se establecían al principio las reglas del juego, especialmente en un tema: ¿Vale furar o no vale furar? Los porteros eran los que pedían que no valiese furar, para evitar viqueirones que pusieran en peligro su integridad. O bien decían que sí, que valía furar, para hacerse los duros.
EliminarSí, claro, no hay más que repasar la lista de gallegos bien conocidos en el mundo para dejar establecido que añadir "buena persona" al calificativo de "gallego" es una redundancia: Francisco Franco, Manuel Fraga... muy buenas personas estos gallegos. Un poquito sanguinarios, un poquito fascistas, un poquito totalitarios, pero eso carece de importancia, al lado de lo buenas personas que fueron, dado que fueron gallegos. ¡Faltaría más!
ResponderEliminarPero bueno: qué agresividad. No me voy a picar contigo: viendo la cara del tipo, es fácil deducir que es gallego y que es buena persona. El resto del párrafo es un adorno literario humorístico para provocar la sonrisa del lector. Si te lo has tomado al pie de la letra y encima te cabreas, es tu problema. Este no es un foro para que hooligans regionales diriman sus absurdas contiendas, sino todo lo contrario. De todas formas, no te metas con los gallegos, que yo no me he metido con los bolos (excepto con los conductores). Un beso, a pesar de todo.
Eliminar¡Que yo no he sido, pesao! Y que sepas, además, que el pollo de la foto, el tal Lucas Pérez, no parece de Coruña, ni nada, parece de Cuenca, mira tú por donde, que estás muy pero que muy perdido en materia de fisiognomías.
EliminarRespondiendo a este comentario que tampoco has escrito tú, te diré que dudo que en Cuenca haya nadie con esa cara. El físico de este chaval remite exactamente a la fisonomía del marulo, estereotipo típicamente gallego con el que se suele designar a los mangallones de pueblo, sanos, colorados y buenazos. Se les suele tachar de cortos, aunque no es el caso de Lucas Pérez, un coruñes muy viajado y ventilado, que habla inglés como Shakespeare.
EliminarPor lo que sea no había leído este post y me quedo alucinado por lo que me concierne.
ResponderEliminarEn primer lugar nací en el Barrio de Monelos, Avda. de Chile, a unos 100 m del río. Cierto lo de su mala salubridad, mi hermano se bañó en él (propio de ocurrencias de un personaje como mi hermano) y se agarró unas tifoideas de collons.
Hoy en día me considero un graduado de la Universidad de Monelos.
He de precisar que la Liga de la Costa, como usted dice, se llamaba realmente "Liga de las Mariñas". En otra liga, más local, la de los "modestos", participaban insignes clubs como el Liceo de Monelos y el "Oza Juvenil". Los dos del barrio que siempre ofrecían gran espectáculo bronco en sus "derbys".
Por otra parte y siguiendo sus "términos" del argot futbolístico coruñés, existe uno fantástico como es "barrón" (poste o larguero). ("El viqueirón pegó en el barrón", "chocó con el barrón"...etc...).
Podría precisar muchísimos más recuerdos, cualquier día lo haré en otro foro, pero con esto me sobra para agradecerle este rato tan agradable que me ha hecho pasar leyendo el post.
Un gran abrazo amigo.
Ah! Hoy, por fortuna y buen hacer, D. Lucas es un crack candidato a "pichichi" y la selección nacional.