sábado, 11 de diciembre de 2021

1.106. En un tiempo líquido y evanescente

Bien, olvidado ya mi viaje a París y superado el coñazo del macropuente, afronto el nuevo coñazo de las navidades, pensando inevitablemente en lo que vendrá después, marcado por mi inminente nuevo desplazamiento a la Ciudad de la Luz para ver en directo a mi adorada Samantha Fish, que tocará en el Bataclan el día 10 de febrero, evento para el que dispongo de seis entradas como la que pueden ver en esta primera imagen que les traigo.

La musa de este blog sigue con su ritmo de casi un concierto diario y anoche prosiguió su gira con un nuevo bolo a medias con Tab Benoit, en el histórico Ryman de Nashville. Por cierto, entre mis lectores ha causado gran impacto la presencia en el vídeo que les traje al último post, del gran Big Chief Monk Boudreaux, con todo su plumaje verde al viento. He de decirles que en New Orleans hay una vieja tradición que hace que los indios de las diferentes tribus organicen su propio Mardi Grass, su carnaval, que a menudo es hasta más divertido que el oficial y desde luego más colorido.

Representantes de las tribus que viven por el entorno no compiten por otro concepto que el de ser el más guapo y el que muestra un atuendo más espectacular. Boudreaux es desde hace años el Big Chief, o sea el Gran Jefe, de la tribu de los Golden Eagles, las Águlias Doradas. Y ya se ha convertido en un personaje imprescindible de la ciudad. Por eso Tab Benoit le ha invitado a incorporarse a su gira, aunque su aportación musical se limita a tocar levemente una pandereta provisto de guantes quirúrgicos. Boudreaux chupa cámara como los mejores actores y se convierte en el centro del espectáculo. Otro día me extenderé sobre los orígenes de esta curiosa tradición del Indian Mardi Grass. De momento conténtense con una nueva imagen de este insigne caballero.

Aparte otras consideraciones, este señor es un ejemplo de lo que les contaba en el último post, que uno no puede anclarse en la nostalgia, sino que debe intentar adaptarse a los nuevos tiempos, sin renegar de las tradiciones y las señas de identidad propias. Porque este señor, al que han visto bailar con buen estilo durante la propina de un concierto que lleva posiblemente dos horas de desarrollo, tiene nada menos que 80 años. Los cumplió el pasado 7 de diciembre, tres días después de dicho concierto. Estamos en un tiempo realmente líquido, que ha perdido la cualidad inmutable del simple paso de los minutos y segundos, para adquirir una textura más flexible y variable, coherente con las teorías de Bauman y los fundamentos de la mecánica cuántica. Otro ejemplo. El pasado día 27 de noviembre, Jimmy Hendrix hubiera cumplido 79 años. Acojonante. Este señor se murió mucho antes, a los 27 y por eso nos hemos quedado con su imagen eternamente joven, como la de James Dean o la de John Lennon.

Salvo muertes prematuras como estas, está en nuestra mano mantenernos mentalmente jóvenes (el cuerpo ya es más difícil de mantener) simplemente estando con los ojos muy abiertos para enterarnos de lo que está pasando y probar a adaptarnos a las nuevas ideas y las nuevas rutinas. Y les traigo otro ejemplo más. Ron Johnson el bajo de la banda de Samantha Fish es un cincuentón con una larga carrera musical a sus espaldas, especialmente como bajo titular de la Allman Bets Band. En sus primeros meses con Sam solía vestirse completamente de negro y quedarse en un prudente segundo plano con gesto a menudo taciturno. Pero, en las recientes celebraciones del Halloween, ya vimos como su disfraz y su maquillaje era el más divertido de la banda. Ahora ha publicado una foto que les pongo abajo, en donde se le ve radiante. No cabe duda que la compañía de dos jóvenes mujeres de bandera, como Sam y la baterista Sarah Tomek, le están rejuveneciendo a ojos vista. 

Por cierto, fíjense que Ron y Sarah se estiran para la foto, porque son pequeños, mientras que Sam, que es un pedazo de mujer como sabemos, parece que hace por encogerse para no destacar al lado de sus compañeros. La lectura gestual da mucha información sobre los personajes. Pero volvamos al tiempo. Por si no tuviéramos bastante con este tiempo incierto y mudable, resulta que aparece el Covid y aquí sí que ya todo se trastoca. A mí la Navidad casi siempre me pilla en fuera de juego, pero este año aún más, a pesar de que he pasado un año repleto de historias de todo tipo, que ya reseñaré en algún post de fin de año como de costumbre. Pero es que fíjense sólo en un detalle. A la enfermedad que produce la pandemia se la bautizó como Covid-19, aunque solemos olvidarnos del sufijo numeral: 19 (diecinueve). Y estamos entrando ya en el 22. Ciertamente flipante, como dicen los milennials.

Es este un tiempo inestable y voluble que apenas nos deja hacer planes. Ahora con esto de la variante ómicron y la temida sexta ola, yo estoy haciendo toda clase de rogativas a los distintos San Benitiños (de Lérez y de Rabiño) para que el pico llegue pronto y Samantha no se vea obligada a suspender la parte europea de su gira, que empieza en el Reino Unido el 30 de enero. Mi plan inicial era ir también a Ámsterdam para verla en el Melkweg, pero esta parte del plan la tengo en suspenso, hasta ver por dónde van los tiros. Tenía yo la intención de visitar esa ciudad que tanto me gusta, pero en el viaje pasado ya no fue posible y en el próximo, me temo que tampoco. Sólo se puede hacer una cosa: mantenerse atentos y adecuar los planes a las diferentes curvas que nos vaya presentando el camino, como se hace con el volante de los automóviles.

Mi grupo de viajeros veteranos, con el que fui a Birmania, Chile y Madagascar, muerden rabiosos el freno, impotentes de no poder seguir con su ocupación favorita. La verdad es que estamos aguantando esta mierda con bastante dignidad, pero no cabe duda de que es un auténtico aburrimiento, el cuento de nunca acabar. El otro día, una vecindonga lavapiesera, de estas que meten cuerpo para ver si se cuelan en la cola de los puestos del mercado, lo expresó con total rotundidad, cuando mi amigo Luis el Charcutero la conminó a ponerse bien la mascarilla, que llevaba a guisa de barbuquejo sujetando la papada. Recolocándosela con un gesto airado, proclamó a los cuatro vientos: ¡De verdad! ¡Qué hartura con la panderemia esta de las narices, coñe! Todo un hallazgo lingüístico. Porque no olviden que de esta misma forma surgieron palabros como cocreta y almóndiga, que ya reconoce la RAE.

En fin, que yo estoy feliz como una perdiz, igual que el bueno de Ron Johnson, porque yo también me hago acompañar preferiblemente por mujeres y, si es posible, jóvenes. Ayer viernes me pasé la mañana en la ETSAM, haciendo de jurado de unos premios que la escuela, junto con la Facultad de Ciencias Políticas de la Autónoma, concedía a los mejores trabajos de un curso transversal entre ambas universidades, a petición de mi amiga S., la directora de dicho curso. La mayoría femenina en el acto, tanto entre el profesorado como entre los alumnos, era muy llamativa Por ejemplo: uno de los premios se lo otorgamos por unanimidad a un equipo formado íntegramente por mujeres. Qué contraste con los años en que yo estudiaba en ese mismo edificio. Por aquel entonces, las alumnas eran muy escasas y todas muy feas, con perdón, con dos únicas excepciones: Mariola, la nieta de Franco, y mi amiga Ana Perpiñá. Estas dos eran guapísimas (Ana lo sigue siendo, de la otra no tengo referencias).

Pues estoy feliz como les decía (toco madera para que la racha no se tuerza), porque me lo estoy pasando bien de jubilado hiperactivo y porque le he visto las orejas al lobo con el asunto de mi estenosis carotidea, felizmente esquivado. Pero es que hay más cosas, que me están haciendo literalmente venirme arriba. Veamos. En mis últimos cinco años y medio de trabajo, lo cierto es que me lo pasé muy bien, aprendí mucho, me sentí útil a la ciudad y desarrollé unas líneas de trabajo innovadoras que rompían corsés burocráticos y funcionariales bastante nefastos. El día de mi jubilación, comí en el restaurante Papúa-Colón con mi jefa y mi compañera M., las dos personas que habían formado equipo conmigo, que querían despedirme adecuadamente. No sé si lo conté en este foro, pero mi compañera y amiga M. estuvo inusualmente triste y apagada. No había motivos para estar tristes, pero ahora creo que ella, con su intuición femenina, supo que ya nada sería igual.

Desde entonces, cada vez que he vuelto de visita a la oficina me ha parecido detectar un ambiente más tenso y menos eufórico que el de costumbre. Y ahora tengo dos datos que me han confirmado esta sensación. Mi compañero y amigo JM. fue la persona que mi jefa y yo elegimos para que se hiciera cargo de la tarea de recibir a todas las delegaciones extranjeras que nos visitaban. Durante mi último año lectivo, hicimos esta tarea a medias. Yo le pasé todas mis presentaciones y empezó por acompañarme en algunos de estos saraos. Y enseguida empecé a dejarle intervenir, hacer presentaciones al alimón e incluso dejárselas a él enteras. Se desempeñaba bien con el inglés, se esforzaba, era muy amable con la gente y ayudaba en todo lo que podía.

Bien, pues el otro día me llamó para decirme que se había trasladado a petición propia a una Junta de Distrito. Preguntado por el motivo, me dijo que iba a ganar un poquito más de dinero, pero sobre todo es que el trabajo que hacía en Urbanismo le resultaba ya muy aburrido; que, desde que me había ido yo, la Dirección General ya no recibía a delegaciones extranjera, que parece que ahora son atendidas por otras dependencias y que a él eso era lo que más le interesaba y le divertía del puesto anterior. El otro dato: esta semana, la Dirección le ha comunicado al equipo de Reinventing Cities que Madrid no va a participar en la tercera edición del concurso, para lo que se aducen diferentes razones entre ellas que yo ya no estoy en activo. Antes de Navidad reeditaremos la comida a tres con mis chicas y tal vez me cuenten algo más.

Es decir, que el buen rollo laboral era yo quien lo llevaba incorporado, algo que no me imaginaba, porque siempre he tenido la sensación de que mi tarea era mucho de tirarme el rollo, de relaciones públicas, mientras que el trabajo duro y de detalle lo hacían mis compañeras y así lo he manifestado siempre en el blog. Pero es que, además, esto se contrapone con el hecho de que acabo de ir a hablar a París y he quedado muy bien. De que mi amiga Ana Ruiz-Bowen, directora del Máster de Smart Cities de la Université Catholique de Lille me ha escrito para invítame a dar otra conferencia online en el curso que empieza en enero. De que mi amigo Alain Sinou cuenta conmigo para montar una red europea de personas afines, que entendemos el urbanismo y el territorio de una manera determinada, y yo ya se lo ha planteado a mi amiga S. que, después de pensárselo unos días, me ha dado el sí, realmente ilusionada.

Como para no venirme arriba. Y mi historia del desmantelamiento de las chabolas de Palomeras, objeto de una serie de cuatro posts de este blog, ya la he contado tres veces en la ETSAM y está cobrando las dimensiones de un asunto que puede tener mucho más vuelo, porque es algo que la gente de Madrid no conoce y debería conocer. Además, por medio de Henry Guitar, mi profesor de blues, tengo el contacto con la Asociación de Vecinos Nuevas Palomeras, que podría aportar el punto de vista de los propios afectados. Mi amiga S. me ha hablado de la posibilidad de integrar este tema en el curso del año que viene, incluyendo un encuentro de los alumnos con la propia asociación. Además de esto, la cosa tiene una línea complementaria más, en la que ya estoy empezando a trabajar, pero no la voy a anunciar de momento en el blog, que a veces por contar las cosas demasiado pronto, luego resulta que se joden. Sin ir más lejos, hace mucho tiempo que les hablé del concierto de Sam en el Bataclan y de que ya tenía mis entradas. Veremos si al final no se jode la cosa con la panderemia de los cojones.

¿Cómo dicen? ¿Que se lo desvele ya? Que no, que no. Que se esperen un poco, no me sean ansiosos. Aquí parece que se cuenta todo, pero yo sólo les hablo de lo que me parece. Por ejemplo, hace mucho que no les hablo de mi amiga indonesia Tantri, a cuya boda online asistí como único amigo no indonesio ni holandés. Miren ustedes por dónde, mi amiga vive ahora cerca de Ámsterdam, está embarazada de varios meses y era esta otra de las razones por las que yo quería viajar a Holanda. Es que ustedes quieren enterarse de todo y así no son las cosas. ¿Saben lo que les digo? Métanse en sus asuntos. Mejor, se lo digo en inglés: Mind your own business.

Mi amiga Tantri fue la que sentenció que, con esto del Covid, el tiempo pasa despacio y deprisa a la vez. No hay mejor definición de este tiempo líquido, incierto, aleatorio, azaroso, eventual, en el que las cosas no salen como se planean. Hace ya cerca de dos años, antes de la llegada de este vértigo temporal, Tantri estaba haciendo un máster en Rotterdam y yo tenía los billetes a París desde donde pensaba coger un tren para encontrarme con ella. Incluso habíamos quedado para vernos una noche y hasta habíamos elegido ya un restaurante para una cena romántica. Pero llegó el Covid y todo se fue a la mierda. Yo cancelé mi viaje. Tantri vio como cerraban apresuradamente su máster, se encontró atrapada en un país extranjero en situación de pánico y en esa peripecia encontró a un holandés que la ayudó de forma decisiva a encontrar la forma de volver a su casa en Indonesia. Y se enamoró de él. Y tuvo que casarse, para que su familia la dejara irse de su tierra.

Ahora es una mujer feliz que espera su primer bebé. Que por qué no les he contado esto antes. Pues porque no es su business y porque yo tengo por norma no usar el blog para quejarme de mis desventuras sobrevenidas. El tiempo te juega estas malas pasadas y hay que aceptarlo con deportividad. Un tiempo voluble, caprichoso, cruel a veces y como gobernado por un Dios que tira todo el rato los dados. Pero a la vez un tiempo que convierte algunas cosas en inmortales, en elementos imperecederos con los que se construyen nuestros recuerdos y nuestra memoria. Por ejemplo, la música del gran Hank Williams, uno de los mejores músicos de country de la historia. No hace mucho les traje su blues del enfermo de amor. Hoy les despido con otra joya: Mind your own business. Disfrútenlo. Y aplíquense el cuento.

4 comentarios:

  1. Emilio, qué románticos son los franceses. Solo un pueblo tan chauvinista retuerce la etimología para conseguir que se llame "Ciudad de la Luz" a la pantanosa villa que los romanos denominaron "Lutecia", o sea, Ciudad del Lodo. Y la elegancia gala no se detiene ahí: Han sido capaces de elevar a las humildes patatas a la categoría de "manzanas de tierra", de dignificar el chancro de la sífilis con el nombre de "mariposa de amor" (papillon d'amour) y nada menos que referirse a la suegra como "belle mère". ¿Hay quien dé más?
    Y "cocreta" no, no está en el DRAE. En el panhispánico sí, pero sin definición, remite a "croqueta". Yo encuentro muy paleto eso de decir "cocreta", pero hay quien riza el rizo y las llama "cocletas", solecismo que aprovechó Juanito Navarro en un programa casposo de la TVE casposa de finales de los 60. La almóndiga sí figura, pero por derecho propio, ya que era la forma originaria, procedente del árabe, como tantas palabras del castellano.
    Y eso de "las dos únicas", ¿no te parece una paradoja? Es correcto, sin embargo las piezas únicas no pueden ser dos. Es una reflexión mía, me interesan mucho las curiosidades lingüísticas.
    Por último, Mariola ahora es una señora de 68 primaveras que sigue siendo muy guapa y es la única de esa familia tan anómala que continúa casada con el mismo marido, un arquitecto nieto de presos republicanos, con el que tiene tres hijos y una empresa inmobiliaria. Hablé con ella una vez en la G.M.U., era un pibonazo, muy alta, muy atractiva y extraordinariamente simpática.
    Una pena la decadencia de la D.G. de Planificación Estratégica. Resulta que el alma eras tú, sin saberlo. Carapolla, poco a poco, está demoliendo el Madrid de Carmena. Volvemos a la edad de plomo.

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    1. Querida, mil gracias por comentario tan sesudo. Creí que cocreta estaba admitido por la RAE: craso error, o graso error, como decía un personaje de Benedetti. Lo de decir "las dos únicas", es correcto, creo, como forma de enfatizar una frase que quedaría menos rotunda diciendo simplemente "las únicas".
      Has de saber que Mariola estaba justo detrás de mí en la lista alfabética, al ser yo el último de los Martínez con apellido simple (seguido del Vidal) y ella la primera con un Martínez compuesto, puesto que se apellidaba Martínez-Bordiú Franco. Eso propició que nos tratáramos brevemente, intercambiáramos apuntes y tuviéramos un mínimo contacto, siempre educado y discreto por su parte. La recuerdo como una mujer lista y práctica. Por lo que dices, imagino que ya había encontrado por entonces su media naranja, como Ana Perpiñá que ya tenía novio en la Escuela.
      Respecto a lo de la DG, ya sabes que me gusta mucho tirarme el rollo. Las cosas tienen su tiempo y su desarrollo y supongo que, aunque yo siguiera por allí, no podría hacer nada por evitar una decadencia propiciada desde arriba por un staff bastante ignorante.
      Por lo demás, feliz Navidad, querida.

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  2. Pues la verdad es que el covid 19 le jugó una mala pasada al privarle de una historia sentimental con futuro. Faenas del destino. No hay que mirar atrás.

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    1. No saquemos las cosas de quicio. Yo no tenía ninguna historia sentimental con futuro por la diferencia de edad. Pero me hacía mucha ilusión encontrarme con ella de nuevo. Tantri es mi soul sister desde que nos conocimos, y ahora su marido es también mi soul brother. El destino lo marca un Dios que juega a los dados y hay que aceptar deportivamente el resultado de sus jugadas.

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