martes, 7 de diciembre de 2021

1.105. Neorrancios y filosofías de vida

Es curioso esto de cómo unos nos vamos adaptando a los nuevos tiempos, el progreso y las nuevas formas de entender el mundo, en general, y en cambio otros se cierran a las novedades y se atrincheran en una cierta nostalgia de unos tiempos dorados, que no lo fueron tanto, como comprenderíamos si le hiciéramos caso a una memoria no automanipulada. Para mí esta es la diferencia entre seguir siendo mentalmente jóvenes o dejarse deslizar a la vejez. A ver si me explico. Creo que todo lo que soy ideológica, anímica y culturalmente se lo debo en primer lugar a mis padres, ellos me enseñaron los fundamentos básicos de cómo afrontar la vida y luego yo fui desarrollando esa base con una serie de decisiones que poco a poco fueron formando mi personalidad.

Así que, no lo duden: a mí, mi padre me lo enseñó todo. Pero he de decir que sus últimas enseñanzas fueron en parte por contraste o por oposición. Quiero decir que mi padre, a partir de una cierta edad (por suerte, muy avanzada), me enseñó todo lo que no había que hacer en la vida, justo lo que empezó a hacer él. Me estoy refiriendo a esa forma de cerrarse a lo nuevo, que lo llevó al desánimo y al abatimiento y le hizo pasar unos últimos años bastante penosos, sobre todo por contraste con lo que él había sido durante más de 80 años. No voy a contar aquí detalles de esa decadencia, no creo que su memoria se lo merezca, pero sí voy a citar algunos detalles, para que vean de qué estoy hablando.

A partir de cierta edad, mi padre dejó de leer nada que no fuera el Quijote, que repasaba una vez y otra. Si yo le regalaba un libro que pensaba que le podía gustar, ni lo abría. Si lo llevábamos a cenar a un buen restaurante, se pedía dos huevos fritos con patatas, porque no quería comer otra cosa y los platos nuevos le sabían mal, decía. Cuando llegó el vídeo, se negó a entenderlo, le regalamos un aparato y no se dignó estrenarlo (se refería a él cambiándole la sílaba tónica de forma irónica: el vidéo). He de precisar que mi padre había sido un manitas con los aparatos, que le encantaba comprarse nuevas máquinas de fotos, que desarmaba relojes y los reconstruía, que entendía la radio y la televisión y era capaz de reparar los artilugios averiados. Un último detalle: yo a veces le planteé que quería presentarle a alguno de mis amigos, porque pensaba que le iba a caer bien. Respuesta: no, es que yo ya tengo bastantes amigos y ya no quiero conocer a nadie más.

Yo aprendí de esa actitud en negativo, porque esos eran pequeños signos de un abatimiento que pronto le pasaría factura. Mi madre, en cambio, adoptó la postura contraria y le fue mucho mejor en sus años de vejez. Recuerdo también una historia de mi madre, de mucho tiempo antes, cuando yo era un niño. En aquel entonces, mi padre gustaba de viajar a París, donde tenía un amigo belga, de los tiempos de la República en Alicante, que había venido como corresponsal de prensa y se había casado con una chica de Alicante, amiga de mi madre. Con esa disculpa, de vez en cuando, mi padre cogía el coche con mi madre y se iban a París. A los niños nos dejaban al cargo de la tía Lola, que vivía con nosotros y era como una abuela (era realmente tía de mi madre y, por tanto, tía-abuela). Se pasaban allí a lo mejor quince días, de los que mi madre volvía siempre cargada de innovaciones para la casa.

Mi madre fue siempre una persona abierta a todo lo nuevo y de ella he heredado yo ese mismo carácter inquieto y curioso con todo lo nuevo, además de muchas enseñanzas complementarias de las de mi padre, en su caso todas en positivo. El caso es que, después de esos viajes a un mundo tan diferente y avanzado, a años luz de la gris España franquista, mi madre volvía con nuevas ideas y modernidades, tales que una minipimer, un molinillo para la pimienta, recogedores del polvo o accesorios para el baño, por no hablar de nuevas recetas, perfumes o limpiadores del suelo. Y todo el rato ensalzaba sus virtudes. Mi tía Lola, callaba, escéptica, ante ese despliegue de modernidad de La Chiqueta, como llamaba cariñosamente a mi madre. Hasta que, en un momento dado, reventaba y soltaba su frase proverbial, todo un clásico: ¡Hay que ver, esta Chiqueta, QUÉ TONTA HA VENIDO DE PARÍS!, que todos recibíamos con una carcajada, incluida la propia aludida.

Me viene todo esto a la memoria, por doble motivo. Por un lado, porque creo que yo me mantengo joven, en parte desde luego por hacer deporte y mover el esqueleto, pero también por esa apertura mental que me hace apasionarme por cosas nuevas, ya sea Samantha Fish, el yoga, el aprendizaje del blues o mi club de lectura Billar de Letras. Esa juventud de espíritu me lleva a hacer locuras como acceder a mi casa desde la azotea (un tema que algunos de mis lectores no han entendido), o lanzarme a dar clases en inglés por el mundo adelante, lo que me sigue exigiendo mucho trabajo y una tarea continuada de mejora del idioma. O, simplemente, mantener el ritmo de este blog que tiene ya más de nueve años de vida y es un empeño que está cobrando dimensiones monumentales, como las de la catedral de Mejorada del Campo, cuyo artífice se murió la semana pasada, y que era un empeño tan absurdo como el mío.

Por eso, destierro totalmente la nostalgia, la vuelta atrás, la mirada continua a un pasado idealizado, resultado de una memoria que en muchos casos es engañosa y se ha quedado sólo con lo bueno, cuando la realidad es que el pasado de muchos de nosotros fue una sucesión de palos recibidos (yo puedo presumir de que me dieron palos los grises en más de una ocasión. Como para tener nostalgia de eso). Y sepan que a mí me encantan los judiones con chorizo que me prepara la dueña del Ricla, o el caldo gallego, o los paisajes de mi tierra, o los partidos del Deportivo, pero estoy hablando de otra cosa. Y me ha gustado mucho el neologismo neorrancios que se ha inventado para designar a esa gente que mira atrás todo el rato y desconfía de la innovación, los nuevos lenguajes o la lucha de ecologistas y feministas, dos de las líneas de las que se nutre la innovación. En El País se ha hablado de ello en el artículo que pueden consultar pinchando AQUÍ

Les diré que comparto plenamente lo que se dice en este texto. Yo huyo de los neorrancios como de la peste. Y eso me lleva a detectar precisamente a los que no lo son y establecer lazos de amistad con ellos, que los amigos, contra lo que proclamaba mi padre en su época anciana, nunca sobran. Vean. Por ejemplo, ayer lunes, al ser festivo, no había clase de yoga a mediodía y mi amiga Elena libraba. La academia ofrecía un solo turno, a las 10.30, impartido por su director Nacho, a quien no conocía personalmente, sólo vía e-mail. Llegué, lo saludé con un apretón y me presenté como ese bicho raro, ese loco que tiene la pretensión de aprender yoga después de los 70. Su respuesta: ¡Ah! O sea que eres Emilio.

Hablamos unos segundos, le conté que teníamos una amiga común, compañera mía de trabajo que me lo dijo cuando ya estaba matriculado, y conectamos enseguida. Encima resultó que él también es un apasionado del blues a la guitarra, con lo que quedamos en hacer algún día un dueto. Luego tuve una clase con él de dos horas, en la que me hizo continuas correcciones y me dio una caña que ni se lo imaginan. Agotado, le dije adiós terminando de vestirme y me soltó: Ya quisiera yo que muchos de mis otros alumnos tuvieran tu disposición, tu esfuerzo y tu energía, pero no a los 70, sino a los 30 que tienen y que parece que no tuvieran. Pues queda reseñado, como una pequeña muestra de lo que les estoy diciendo.

Pero les he contado mis historias de infancia por un segundo motivo: porque yo también he vuelto de París con dos innovaciones. Mi predisposición a las novedades, va ligada en mi caso al hecho de que yo empiezo ya a ser más el padre de Lucas y de Kike, que un sujeto con personalidad propia. Así que he decidido adoptar dos costumbres de mis hijos. Una, he suprimido el azúcar totalmente, ya estaba en ello y me ponía únicamente una puntita en los cafés, pero en Paris empecé a suprimir esa puntita y ahora me lo tomo a palo seco, con un poquito de leche, como mis hijos. Segunda: voy a imponer que la gente que visite mi casa se descalce al entrar. Esto se va a implantar de forma gradual, yo ya lo hago, pero necesito comprarme un mueble zapatero y ponerlo en el vestíbulo, para que la gente se descalce al entrar.

Eso es algo universal, que se hace en toda Europa, Asia y Norteamérica. Sin embargo, les aclararé que yo no me siento obligado a adaptarme a todas las modernidades, así porque sí. Por ejemplo, mis hijos mean sentados en la taza, como se hace en toda Europa, entiendo que porque luego es más fácil la limpieza del wáter. Pero yo no estoy dispuesto a pasar por ahí y seguiré meando de pie. Ya ven: soy un moderno selectivo. Tal vez vaya un día al Rastro o al llamado Mercado de Motores, que hacen una vez al mes en la antigua Estación de Delicias, a comprar mi estantería zapatera. En cuanto la tenga impondré la nueva norma. Con mi súper equipo de música y mi parqué, se puede bailar muy bien sin zapatos. Especialmente la música de Samantha Fish. Vean aquí una imagen del grupo en un receso de su gira, en el típico hotel cutre USA de carretera.


Pero sigamos con lo nuestro. Esta disyuntiva apertura/cerrazón a las innovaciones, está también en el origen de la existencia de los antivacunas. El que se niega a reconocer los avances que supone el ARN mensajero, es un neorrancio de cojones. Algunos piensan que está en su derecho y yo creo que lo estaría si fuera alguien que viviera aislado. Pero vivimos en sociedad. Y opino que los ciudadanos deberíamos de empezar a exigir que los bares pidan el certificado de vacunación; si no, no entramos. Y ya el colmo de la cerrazón y la burricie, son esos líderes del movimiento antivacunas que se contagian por borricos y se ponen malísimos, pero no dan su brazo a torcer. Como el famoso líder de la protesta austriaca, que se ha muerto de covid y ahora sus seguidores dicen que es que lo han envenenado las grandes farmacéuticas. Su historia contrasta con la de un correligionario suyo italiano que ha visto la luz como San Pablo cuando se ha visto ingresado por covid. Ambas historias pueden encontrarlas pinchando AQUÍ.

Para mí estos tipos son similares a los testígulos de Jehova que rechazan las transfusiones de sangre. Ni un gramo de comprensión hacia esa gente. Por lo demás, me sorprende mucho que estos movimientos surjan precisamente en países como Alemania, que en otros terrenos son modélicos. Vean por ejemplo el caso de la formación de su próximo gobierno, que sustituirá al de Merkel la semana que viene. Las elecciones fueron en septiembre. Tras constatar que ningún partido podía gobernar con mayoría absoluta, el líder de la lista más votada (el SPD, socialdemócrata), se pone a negociar. Y tarda dos meses en alcanzar un acuerdo con los liberales (centro derecha) y los verdes. El acuerdo se consigue negociando sobre sus programas respectivos. Y se basa en tres líneas maestras: descarbonización de la economía, digitalización y modernización del país y protección social.

El acuerdo, con un montón de puntos, como subida del salario mínimo, no subida de impuestos, continuar con el plan de eliminar la energía nuclear, o un aumento de la inversión en carreteras, se ha publicado y los ciudadanos pueden consultarlo, cuando el gobierno ni siquiera se ha constituido. O sea, igualito-igualito que en España. En Alemania no existe un partido de la derecha que se niegue aceptar deportivamente que han perdido y han quedado de segundos, y se pone a colocar palos en las ruedas del poder desde el segundo uno. Allí no hay fraCasados que digan que el señor Olaf Scholz quiere instituir una dictadura verde-comunista, que bautice al gobierno de coalición como Frankenstein y que dedique en exclusiva las sesiones de control al gobierno al insulto, el bulo y la descalificación personal permanente, apoyados por la prensa afín y el veneno de las redes sociales. Allí eso sólo lo hace la ultraderecha de AfD, a la que TODOS los demás partidos (incluida la derecha de Merkel) le han asignado un cordón sanitario y ni se sientan a hablar con ellos. Les pido que vean la foto que se han hecho los negociadores.

El calvo y candidato a primer ministro por el SPD es el señor Olaf Scholz. En el lado de la izquierda, los Verdes encabezados por la señora Annalena Baerbock, posible ministra de Exteriores. Y en el otro lado, los liberales, con su líder Christian Lindner, que posa al lado de Scholz. Fíjense lo fácil que hubiera sido algo así en España. ¿Por qué no sucedió? Pues porque el señor Albert Rivera, a la sazón equivalente de Lindner, decidió optar al premio del político más tonto de Europa, un puesto que requería mucho esfuerzo y puntería, con precedentes como Cameron, Hollande y Zapatero. Y adoptó la decisión más equivocada de la historia europea después de la Segunda Guerra Mundial: colocarse el cordón sanitario por el lado equivocado. Y su partido empezó ahí a disolverse como un azucarillo. Es un error histórico, bíblico. Si no fuera por ese error monumental, Rivera sería ahora el vicepresidente de Sánchez y hasta podía haber enchufado a Malú de Ministra de Cultura y perdón por la mala uva.

Sánchez lo intentó con él, pero no pudo y, ante ello, tuvo que darse un abrazo con Iglesias, a pesar del presumible olor a neorrancio de su coleta y así llegamos a la actual situación de polarización que es muy peligrosa. No es mi intención situarme en posiciones equidistantes ni mirar todo esto desde encima, mis lectores ya saben de qué lado estoy, pero no puedo dejar de destacar el lamentable papel que desempeñaron en todo ese proceso los dos partidos emergentes, Ciudadanos y Podemos. Ambos se pusieron cordones sanitarios mutuos: Ciudadanos proclamó que, mientras estuviera Podemos en la ecuación, ni se sentaba, y los otros a la viceversa. No soy yo el equidistante, son ellos los que actuaron de forma simétrica. Si el señor Lindner hubiera actuado así y hubiera formado un frente con la derecha y la ultraderecha, Scholz se hubiera visto arrastrado a pactar con los comunistas de Die Linke y el país acabaría tan polarizado e insoportable como el nuestro. Por suerte, en Alemania las cosas son diferentes.

Rivera, no sólo no consiguió enchufar de ministra a su señora, sino que ni siquiera ganó el trofeo al político más tonto de Europa. Hay otro más tonto y se lo vengo diciendo en el blog. Hablo de su antiguo lugarteniente el señor Girauta. Me preguntan algunos seguidores por qué le tengo tanta manía a este señor, que cada poco esparce desde el ABC todo su rencor y su veneno. El ABC siempre fue un periódico conservador, pero serio y que daba un nivel. Perdió ese carácter cuando le cedió una columna a Salvador Sostres, un animal de pezuña al que hasta despidieron de El inMundo por maleducado en 2015, momento en que se pasó al ABC. Pues Girauta es todavía peor. Creo que basta con un detalle para caracterizar a este señor. Cuando su ex jefa de filas Inés Arrimadas decidió salvar la prórroga del estado de alarma apoyando con sus votos a Sánchez, este señor publicó en Twitter el mensaje que les pongo abajo.

Vamos es que, soy yo el marido de la señora Arrimadas, y bajo a buscarlo para partirle la cara. Pues a este señor tan desagradable, maleducado, borde, guarro y muy tonto, el ABC le ha proporcionado una tribuna para que publique semanalmente sus eructos. Frente a este lodazal en el que se ha convertido la política patria, a mí me parece bien la iniciativa de Yolanda Díaz: una plataforma ciudadana independiente de los partidos. Si la izquierda se uniera en torno a esta idea, podría tener un gran peso en el próximo gobierno. Si personajes como Errejón o la fraCasada Rita Maestre no son capaces de ver esto, deberían dar un paso al costado (Iglesias ya lo ha dado). Como imagino que son tan cerriles que no se darán por aludidos, volverán a perder y se hundirán en la irrelevancia como Rivera. La que sí lo ha entendido es Carmena, que ha salido del mutismo en el que entró tras su derrota, para apoyar esa plataforma, con una larga entrevista que pueden consultar AQUÍ

Me quito el sombrero ante esta señora que, de paso, con la entrevista promociona el libro que acaba de publicar y a cuya presentación acudieron únicamente los cuatro concejales del Ayuntamiento que han formado Recupera Madrid, mis amigos Calvo, Cueto y Llamas y la señora Marta Higuera, ese grupo de soñadores a los que la fraCasada Rita acosa con denuncias en los juzgados para que los echen del Ayuntamiento, después de haber ella votado contra el mantenimiento de Madrid Central apenas corregido, de la mano de Vox. En fin, que así nos va. Qué envidia de Alemania, a pesar de los antivacunas, a los que, imagino, el poder, cuando se le hinchen las pelotas, los coserá a multazos, que es como se hacen las cosas en ese país heredero de la gran Prusia.

Todo es circular, como ven, los temas de los que hablo en el blog siempre están relacionados, no es casualidad que el dueño de mi academia de yoga toque blues con su guitarra, que mi profesor de blues viva en los bloques de realojo de Palomeras sobre los que he hablado en la ETSAM tres veces este año. El puente entra en su recta final y ya les he provisto de entretenimiento para pasar el último día festivo. Pero quiero redondearlo con noticias de Samantha Fish. Nuestra diva está esta semana compartiendo bolos con el gran Tab Benoit, hasta el día 17 de diciembre en que se ha reservado un tiempo de descanso, antes de reiniciar con el concierto de Año Nuevo y dar el salto a Europa. Les voy a dejar de regalo uno de sus vídeos más recientes, para que no decaiga ¡Ele! 

El día 4 de diciembre, en Tampa, Tab Benoit dio su concierto. Sam hizo de telonera 45 minutos con su banda y luego salió el gran Tab. Después de un concierto apoteósico, la gente pidió otra por aclamación y Tab reunió a todos sus invitados para la propina. Pueden reconocer al batería habitual Terence Higgins, al gordo Corey Duplechin al bajo, al acordeonista Johnny Sansone, un violinista veterano que no sé quién es y, en el centro del escenario, el espectacular Gran Jefe Monk Boudreaux, con sus galas de miembro de la tribu de las Águilas Doradas, muy activa en el Mardi Grass. Sam, que es muy mitómana y le encantan los frikis, no pudo evitar hacerse una foto con el Gran Jefe, que tiene nada menos que 80 años. Abajo pueden verla. Además de otra que se quiso hacer delante del teatro en donde iban a tocar, con el letrero de Sold out, que indica que se han vendido todas las entradas.


Y aquí el vídeo de la propina de que les hablaba, con todos los músicos en el escenario. Está tomado con un móvil desde el patio. La canción es un clásico de Tab Benoit que ya hemos visto en el blog, cuyo estribillo dice: mi chica tiene el fuego, yo tengo la comida, juntos hacemos un gumbo de puta madre, vaya que sí, hacemos un gran gumbo, aquí en el pantano. Sam tiene sus compases de lucimiento muy al principio. Tab Benoit, que no se ha vuelto a cortar el pelo desde que empezó la pandemia, tiene un rato para hacer ese acompañamiento tan de New Orleans que se consigue sujetando las cuerdas contra el traste con la mano izquierda y usando la derecha en modo percusión, seguido de una serie de pizzicatos y adornos diversos. Como de costumbre, se lo pasan todos pipa, especialmente el Gran Jefe, ante el asombro del público que abarrota la sala y que les da una ovación apoteósica. El vídeo de la propina  de Tab Benoit es mi propina para ustedes. Véanlo. Y sean buenos. Y vayan haciendo acopio de munición anímica y afectiva para atravesar el pantano de la Navidad.  

4 comentarios:

  1. Es genial!!! Samantha con Esperanza Roy!!!!!

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    1. Mari, un respeto, que este señor es una celebridad en New Orleans y un personaje muy querido, a sus 80 tacos. Nada comparable a la diva del cuplé y la mojiganga.

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  2. Querido brother, se empieza por descalzarse en casa y mear sentado y se termina por comer con palitos orientales. Ojo, lo primero fomenta los hongos, lo segundo tortura la próstata y lo tercero es una incómoda horterada adoptada de las pelis y series yankees. En cuanto a eliminar el azúcar del café me parece una buena medida porque potencia el agradable sabor del café, pero no estoy de acuerdo en añadir leche, alimento nefando donde los haya (excepción de sus derivados quesos).
    Querido, quédese como está que está muy bien y cuídeseme que no estamos para muchos cambios a nuestra edad.
    Un abrazo fuerte.

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    1. Gracias por los consejos, querido brother. Para lo de descalzarse, si algún día me hago con el jodido mueble zapatero, ya me ocuparé de tener unas pantuflas a disposición de los visitantes. En lo de mear de pie ya le digo que no voy a caer. A mí la leche me sienta bien y me gusta, ahora la compro sin lactosa, porque mis hijos son intolerantes ambos. Esta leche sin lactosa es un poquito dulce y suaviza la aspereza del café negro. ¡Ah! y yo tengo palillos en casa, que sólo uso cuando consumo alguna comida china o japonesa que los requiera. Y soy bastante mañoso con ellos, es una simple cuestión de práctica.
      Un abrazo, amigo, y buenas fiestas.

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