domingo, 19 de abril de 2020

933. CC14. Un menú a la medida

Ufff, lo más importante: mi amigo G., el que está en un peligro mayor entre todos mis conocidos, resiste por el momento. Como me consta que hay creyentes entre mis seguidores, les ruego que recen por su recuperación. A los demás les pido que unan sus energías mentales con la mía para hacer fuerza entre todos. Y a los escépticos, que hagan como yo rogativas encendidas a San Benitiño de Lerez y a San Benitiño de Rabiño. No sé cuál de los dos es más efectivo, así que, como suele decirse, pongamos una vela a Dios y otra al Diablo. Este virus no atiende a consideraciones éticas, pero sería muy injusto para G. morirse en este momento y también sería muy injusto para los amigos que le queremos, que nos dejara tirados con la pena de su ausencia.

Bien, mis dos posts anteriores han gustado mucho y a mí también, sobre todo, en mi caso, por los enlaces a escritos que me parecen muy interesantes para leer en este momento y a algunos temas musicales de altura. Así que, si un modelo funciona, por qué no mantenerlo. Mis seguidores me hablan maravillas del texto de Franco “Bifo” Berardi, magnífico, desde luego. Y he captado el plus de satisfacción que le supone a la gente el hecho de que yo transcriba textos traducidos y los incorpore dentro de mi post, sin obligarles a recurrir a links que a veces no funcionan a gusto de todos los lectores. Así que hoy voy a transcribirles también un texto que me parece muy bueno, ya que este es un ingrediente de mis post que tanto les gusta. Ya ven cómo les cuido. Es que yo, como la Pantoja, me debo a mi’ zeguidore’, ainnss.

En realidad, escribir un post es como hacer un guiso. Se trata de elegir ingredientes de calidad y combinarlos con tino. Si uno usa ingredientes baratos, del feirón, pues tiene grandes posibilidades de que le salga un plato de baja calidad culinaria. Y si escoge ingredientes buenos, pero los combina mal, entonces conseguirá un ejemplo de lo que el diccionario de la RAE define como bodrio. Además, es necesario aliñar el asunto con especias diversas bien elegidas. Por cierto, ya que estamos en el terreno culinario, les diré, en confianza, que el otro día me hice unas alitas de pollo buenísimas, que había comprado junto con las pechugas que suelo hacerme al curry o con salsa de soja Kikkoman. Bien, las tenía ya partidas y en la sartén con aceite abundante, cuando recordé que a las alitas les va muy bien sazonarlas, además de con sal en cantidad, con un poco de romero seco, del que viene en frasquitos de especias tipo La Carmencita y otras. Rebusqué en mi despensa y hallé al fondo un salerito de romero. Miré la etiqueta y rezaba (se lo juro): consumir preferentemente antes de febrero de 2010. Bueno, pensé que el único problema es que hubiera perdido parte de su poder aromatizante, así que doblé la cantidad. Las alitas resultaron exquisitas.  

Así que hoy voy a empezar por transcribirles un texto de mi admirado José Ovejero, de quien hemos hablado varias veces en este blog. Le conocí en 2013, hace una eternidad, cuando aún vivía en Bruselas, ganándose la vida como traductor simultáneo en el Parlamento Europeo. Estando yo alojado en casa de mi amigo Antònio Trinidad, acudimos los dos a un taller literario con Ovejero, en la entreplanta de un bar con buenas pintas de cerveza Leffe Blonde de presión y unas pocas tapas de disculpa. El taller giraba en torno a un libro de poesía que Ovejero acababa de publicar, y la tertulia fue reseñada debidamente en el blog. Años más tarde, me encontré de nuevo con él, cuando analizamos en Billar de Letras su libro Mundo extraño, realmente curioso. Y después he acudido a algunas presentaciones de sus libros y le he saludado. Hace pocos días, el New York Times decidió empezar a publicar una serie de textos cortos sobre lo que está pasando, bajo el título genérico de Postales del coronavirus. Y eligió para inaugurar la serie un relato de José Ovejero. Según lo prometido, aquí lo tienen.

                        De pronto, la epidemia ya no me parecía irreal

Esta mañana he visto un zorro en el terreno que hay delante de mi casa. Por la tarde, un rebaño de cabras pasaba a pocos metros de la puerta, conducidas por un macho cabrío negro que podría haber salido de un tratado de brujería. Si miro por la ventana rara es la vez que no descubro buitres, petirrojos, arrendajos, jilgueros.

Desde hace días veo más animales que personas.

Desde hace meses, E. y yo pasamos más de la mitad del tiempo en este pueblo de montaña, que sólo tiene ocho o diez habitantes, casi todos ancianos, gente de campo que no participó en el éxodo rural de España y se quedó cultivando la tierra o cuidando el ganado. Casi todos se alegraban de que llegase una pareja más joven a quedarse en el pueblo (aquí incluso yo soy “más joven”), nos ofrecían ayuda con esa hospitalidad propia de los lugares pequeños: si necesitáis algo, lo que sea, yo vivo en esa casa, lo que haga falta.

Nos pareció que era una suerte pasar aquí la cuarentena: a un pueblo casi desierto no puede llegar la epidemia. La carretera que serpentea monte arriba no conduce a ningún otro sitio, no estamos en un lugar de paso. No salimos en las guías turísticas. Una furgoneta viene los jueves a traer carnes y quesos, otra trae frutas y verduras los viernes. Ni siquiera tendríamos que ir al supermercado a poblaciones más grandes. Y la semana pasada nos quedamos doblemente aislados: una fuerte nevada hizo nuestro encierro aún más intenso.

Leíamos cada día el recuento de enfermos y de fallecidos en España y nos parecía irreal, como si todo eso sucediese en un país lejano. Aquí seguíamos saliendo a pasear porque ni siquiera en condiciones normales nos encontramos con nadie por los caminos. El primer cambio llegó cuando el panadero se presentó con mascarilla y guantes de caucho. Esa imagen nos acercó la enfermedad. Después fueron el frutero y el carnicero. Días más tarde el alguacil visitó cada casa para repartir unas toscas mascarillas de tela blanca confeccionadas por las mujeres de un pueblo vecino porque en las farmacias se habían agotado hacía mucho.

Dos de nuestros vecinos han sido ingresados en el hospital. Coronavirus. Es una pareja muy mayor. El hombre parece que está saliendo de lo más grave, de la mujer no han sabido decirme. En la minúscula plaza del pueblo nos hemos congregado varios al llegar la furgoneta de la carne. Yo soy el único que lleva mascarilla. Dos ancianos conversan uno pegado al otro. Se conocen, literalmente, de toda la vida. Posiblemente ninguno es capaz de imaginar que la cercanía de ese otro con el que cuidaba cabras ya desde niño pueda suponer un peligro.

E. y yo ya no salimos a pasear. Nos quedan aún muchos días de encierro en el pueblo. Mientras escribo, una pareja de buitres planea sobre el robledal cercano. La epidemia ya no me parece irreal. Lo irreal es que haya podido llegar hasta aquí. Ahora nosotros también ofrecemos ayuda, la que sea, vivimos en esa casa, lo que haga falta. Y esperamos, un poco asustados, a que pase la epidemia.

José Ovejero, para New York Times, 3 de abril de 2020

Espero que les haya gustado. El autor narra con maestría cómo se está viviendo la emergencia sanitaria desde la llamada España vacía, esa extensa zona donde antes se quejaban de que estaban olvidados del mundo y ahora no quieren que vaya nadie, no sea que vaya a traerles el virus. Tengo una imagen magnífica que muestra cómo se está viviendo esto en los pueblos de tamaño medio. Es de un pueblo de Cataluña, creo que no muy lejos de Igualada, en la zona que estuvo totalmente clausurada y cercada. El virus ha llegado a todas partes, a las ciudades, a los pueblos como este y también a los de ocho habitantes como el que describe Ovejero.




Otra cosa que he visto que les encanta a mis seguidores, ese esforzado grupo de entre 30 y 40 lectores que arrastro desde hace bastante tiempo, es que les cuente la historia de algún tema mítico del rock, y/o que les traduzca (libremente) la letra. Es un comentario generalizado: –Joder, es que había oído cuarenta veces esta canción y me gustaba, pero no sabía lo que significaba o lo que decía la letra y ahora, como que me emociona más. Hoy les voy a hablar de una canción que me parece maravillosa, no sólo por su letra sino en conjunto. Suzanne Vega es una persona bastante especial dentro del mundo del rock. Es poeta, escribe, vive su vida y pasa de presiones de la industria discográfica. Por eso sólo ha sacado siete álbumes musicales, desde que debutó allá por el año 1985.

Lo que sí le gusta es hacer giras y, como otros muchos artistas del rock, tenía conciertos contratados a partir de finales de mayo, que se han ido a la mierda por el coronavirus (de los cojones). Suzanne Vega tiene ahora exactamente 60 años y exhibe un aspecto magnífico, como pueden ver en la imagen de la izquierda. Nacida en Santa Mónica (donde yo me alojé tres días hace ya un montón de tiempo, en mi anterior vida libre y viajera), su madre se la llevó a Nueva York cuando tenía dos años. Desde entonces vive allí. Suzanne es el prototipo de la neoyorkina elegante y sofisticada, a pesar de haberse criado en el Spanish Harlem, un lugar peligroso en aquellos años. El hombre con el que se casó su madre y del que ella tomó el apellido era portorriqueño y por eso se instalaron allí. Al igual que Alicia Keys, que se crió en la Hell’s Kitchen, Suzanne hubo de sobrevivir en un ambiente difícil para una mujer tan guapa. Es decir, que hubo de lidiar con una adolescencia en la que tenía que cuidarse de ligones, moscones, violadores, atracadores, etc. Es lo que tiene ser una flor de estercolero.

Suzanne mantiene su carrera viva, hace giras y participa en festivales de jazz en Europa y conciertos multitudinarios en su tierra. Y todavía dice sorprenderse de que todo el mundo le pida siempre que cante una de sus viejas canciones: Luka. Se trata de un tema de su segundo álbum, que no fue en su día un éxito mayor que otros suyos, pero que con el tiempo se ha convertido en todo un símbolo. En los conciertos, la gente se la pide y, cuando ella al fin les complace, puede comprobar que todo el mundo se la sabe y la corean con ella. ¿A qué se debe este fervor? Pues sin duda a la letra, que voy a proceder a ponerles abajo, con una de mis traducciones libres que tanto aprecian. Luka trata del espinoso y difícil tema del maltrato infantil dentro de la familia. Tal vez en el cine recuerden una película española: El Bola (Achero Mañas, 2000). Creo que es la película más impresionante que he visto sobre este tema. Pero hace falta mucha sensibilidad para esbozar este asunto con dos trazos, en unas cuantas estrofas, como hace Suzanne Vega. Vamos con esa letra.

Luka                                                     Luka

My name is Luka                                         Me llamo Luka
I live on the second floor                             Vivo en el segundo piso
I live upstairs from you                                Justo encima de ti
Yes I think you’ve seen me before              Sí, creo que me has visto antes
If you hear something late at night              Si escuchas algo, muy tarde por la noche
Some kind of trouble, some kind of fight     Algún tipo de follón, algún tipo de pelea
Just don’t ask me what it was                     Sencillamente, no me preguntes qué era
Just don’t ask me what it was                     Sencillamente, no me preguntes qué era
Just don’t ask me what it was                     Sencillamente, no me preguntes qué era

I think it’s because I’m clumsy                    Creo que es porque soy torpe
I try not to talk too loud                               Intento no hablar demasiado alto
Maybe it’s because I’m crazy                      Quizá es porque estoy loco
I try not to act too proud                              Trato de no ser demasiado arrogante
They only hit until you cry                            Sólo te pegan hasta que lloras
After that you don’t ask why                        Después de eso, ya no preguntas por qué
You don’t argue anymore                             Y ya no discutes más
You don’t argue anymore                             Y ya no discutes más
You don’t argue anymore                             Y ya no discutes más

Yes, I think I’m okay                                     Sí, creo que estoy bien
I walked into the door again                         Me he dado con la puerta otra vez
If you ask that’s what I’ll say                        Si me preguntas, eso es lo que diré
And it’s not your businees anyway               Y de todas formas no es asunto tuyo
I guess I’d like to be alone                            Supongo que me gustaría estar solo
With nothing broken, nothing thrown            Sin nada roto, nada tirado
Just don’t ask me how I am                          Así que no me preguntes cómo estoy
Just don’t ask me how I am                          Así que no me preguntes cómo estoy
Just don’t ask me how I am                          Así que no me preguntes cómo estoy

La canción repite luego algunas de las estrofas. Ahora les pongo el vídeo, para que vean la interpretación que hizo Suzanne con su grupo, en un programa de televisión, allá por el año 1987. Es una auténtica maravilla. Suzanne tenía entonces 27 años. Por cierto que muchas veces se le ha preguntado a la autora si la historia era real, si tuvo alguna vez un niño vecino llamado Luka al que maltrataban en casa. Su respuesta ha sido siempre elegante. Tuvo un vecino de encima que se llamaba Luka, pero era un niño feliz, al que nadie maltrató jamás. Ella simplemente utilizó su nombre, para poner cara a un problema que le preocupaba muchísimo entonces y le sigue preocupando, el del maltrato infantil. Ahora, ustedes pueden creerse esta historia, o no. Y no sabemos si ese niño feliz del que habla se hizo luego arquitecto, o médico, o si por el contrario acabó en una esquina, consumido por el crack. Escuchen la canción y rematamos.


En fin, ¡Lo que están aprendiendo ustedes de rock y de literatura y de todo con este blog! En esta situación de atasco social, a la que de momento no se le ve un salida próxima, tenemos que hacer por entretenernos los unos a los otros. No vale sólo con salir a aplaudir a las 8 de la tarde. Con ese sano propósito, yo he jugado hoy sobre seguro, les he preparado un menú a la medida: de primero, un texto transcrito y de segundo un tema de rock explicado, con traducción de la letra incluida. Y de postre les contaré que el viernes se pusieron en contacto con nosotros desde la Concejalía de Urbanismo de París, para que les contásemos cómo se había hecho en Madrid para adaptar hoteles para albergar a enfermos del Covid-19 no necesitados de cuidados intensivos. Mi jefa me pidió que me encargara de ello y el encargo estaba cumplido a mediodía. Digo yo que no lo estaremos haciendo todo tan mal como dicen algunos, si los de París intentan copiarnos.

Por si tienen curiosidad, les contaré que aquí se ha firmado un protocolo con algunas cadenas de hoteles. Ese protocolo especifica que el hotel ha de suministrar un recepcionista y un miembro de la contrata de mantenimiento por cada turno de 8 horas. Se les dotará de mascarillas, guantes y pantallas plásticas para el mostrador de recepción. El catering se traerá desde el hospital y se entregará a la puerta de las habitaciones por enfermeras, en recipientes desechables de un solo uso. El hospital aporta su lavandería, su servicio de limpieza y se encarga también de llevar el registro de admisión. Las habitaciones tendrán teléfono, preferiblemente no tendrán moqueta, deberán contar con un taburete o similar junto a la puerta, para dejar la bandeja de la comida, y un contenedor para la basura cada dos habitaciones. A ser posible debe haber dos ascensores, uno para médicos y otro para pacientes. Caso de haber uno solo, el hotel aportará personal de limpieza para la desinfección del ascensor después de cada uso. 
  
Eso dice en esencia el protocolo que yo he podido ver y que les hemos mandado a los de París. Con esto les dejo. Pasen un buen domingo en su confinamiento y mantengan el ánimo, que ya va faltando menos. Y cuídense, desde luego.

6 comentarios:

  1. Hombre, ya tenía olvidado este temazo de la Sra. Vega. Excelente bajo todos los puntos de vista. Aprovecho para sugerirle otro del maestro Lightfoot.
    Un abrazo brother.
    https://youtu.be/v5tr_L31StI

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    1. Gracias, ya lo he escuchado. Es muy bueno y también lo tenía medio olvidado. Grandes temas.
      Un abrazo y cuídese.

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  2. Impresionante Suzanne Vega y esa canción desoladora. La calle vacía impacta, pero el minino que interpela al fotógrafo con esa mirada entre curiosa y despectiva que adoptan los gatos, pone un punto de vida en este "maldito baile de muertos" que ha caído sobre la inocencia del mundo. Lo que me faltaba es que el virus se cebe también en un pueblo de ocho habitantes. Si lo piensas, es la tasa más alta del planeta, un 20% de contagiados. ¿Iremos a colapsar como especie? Si es así, por favor, sé un músico del Titanic, no dejes de tocar.

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    1. Querida, en seis renglones y medio dices cosas más profundas que yo en un post entero. Deberías dedicarte a escribir en serio. Abrazos y a cuidarse.

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    1. Es de lo mejor que hay ahora: sencillo, sin demasiadas pretensiones y con una calidad literaria innata. Es un texto de encargo: se lo piden y responde en poco tiempo con esto.
      Abrazos y cuidaros.

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