sábado, 4 de abril de 2020

927. CC8. El reglamento

Así, a lo tonto, ya estamos acabando la tercera semana de confinamiento. Les diré que mi último post tuvo una acogida bastante favorable y recibió parabienes varios, como el de África que dice que, cual Moisés, me he subido al Sinaí para regalar a mis followers unas normas de conducta generales, sencillas y prácticas. Lo que pasa es que un decálogo es como una Ley y cada Ley necesita un Reglamento que la desarrolle, para poder definir y pormenorizar su aplicación, como sabe cualquiera que tenga algún contacto con el mundo jurídico. Así que, sirva este post de texto reglamentario, o al menos de ejemplo de cómo se puede uno aplicar el celebrado decálogo. Ahora mismo tengo amigos muy cercanos ingresados en hospitales con aporte de oxígeno, y toda mi energía mental va dirigida a ellos, para que mejoren rápido y puedan volver a sus casas a terminar de recuperarse. Ánimo, colegas, vosotros podéis. 

Lo de hacer ejercicio parece que se lo ha tomado la gente en serio. Un amigo me cuenta que ha intentado comprar on line una bicicleta estática y le han dicho que están agotadas. Y de nuevo África, que me cuenta que se ha lesionado un tobillo tratando de correr por el pasillo de su casa, para intentar cumplir el primer mandamiento de mi decálogo. Pero otra de mis recomendaciones otorgaba un lugar preferente a la música y es hora ya de que nos regalemos los oídos con algo de primer orden. Un tema para que se lo dejen de fondo mientras siguen leyendo. Para oídos exquisitos, nada como la trompeta de Miles Davis.   


Pero en mi decálogo les hablaba también de desarrollar la creatividad, o en cierta forma las habilidades manuales, y les decía que hicieran puzzles o sudokus. Y aquí se inserta mi actividad de ayer por la tarde. Como pueden imaginar por mi edad, yo pertenezco a una generación que jugaba al fútbol en los descampados con una pelota de verdad cuando la había y, si no, con una fabricada con papeles de periódico y trapos, atada de cualquier forma con una cuerda. Anteayer, rebuscando por la mesa de mi hijo Kike encontré una caja entera de tarjetas suyas de visita, de la empresa EY (Ernst & Young). Por si lo han olvidado, mi hijo trabajaba en esa empresa y siguió en ella hasta que tuvo asegurado su actual trabajo en París. Entonces les dijo que se iba. Pero unos días antes le habían dado una cajita nueva de tarjetas de la empresa. 

Y fue ver las tarjetas y encendérseme una lucecita en la cabeza. De niño me gustaba mucho hacer castillos con las cartas de la baraja y era bastante habilidoso. Con esas cartas era relativamente sencillo, porque estaban muy sobadas y no resbalaban. Con tarjetas de visita sin usar, la cosa es mucho más difícil. Hice primero una prueba, de pocos pisos y me quedó como ven abajo.  


Pero esto no era más que una prueba. Mi intención era hacer un castillo de 8 plantas y me puse con ello, pero era algo muy difícil. Se necesita mucho pulso, concentración y maña. Además, a medida que vas aumentando plantas, el conjunto pasa a ser más endeble, se cae con un suspiro y, cada vez que una tarjeta se caía, arrastraba a todo el resto en un derrumbe completo. Y vuelta a empezar. Estuve varias veces a un tris de conseguirlo, pero siempre se acababa viniendo todo abajo. Lo dejé a la hora de cenar. Pero no me conocen si piensan que me voy a dar por vencido. Ayer me pasé la mañana entera trabajando on line con mi jefa y mi compañera M. Pero, después de comer, me puse de nuevo manos a la obra, hasta que lo conseguí. Y aquí tienen no sólo una imagen, sino un pequeño vídeo que hice para enviárselo a mis hijos por Whatsapp. Les recomiendo verlo en pantalla grande.



Bueno, este es el reto que les planteo: ¿se sienten capaces de hacerlo? Como ven, me sobró una sola tarjeta de la cajita. Y les diré que, nada más terminar de filmar el vídeo, el castillo se vino abajo. Es lo que suele conocerse como arte efímero, el concepto que vende el artista catalán Josep Ponsatí, que hace estructuras hinchables a las que luego corta sus anclajes para que se pierdan en el infinito. Yo supe de él en la Escuela de Arquitectura, donde vino a soltarnos su rollo teórico. A mí siempre me pareció que esto del arte efímero ya estaba inventado de antes (por ejemplo, con Las Fallas), pero sus esculturas eran bonitas y son muy valoradas. Si tienen interés en la obra de este señor, AQUÍ tienen la reseña del MACBA. Como era de esperar, es independentista y habitual colaborador en todas las performances secesionistas que se precien. Mi castillo de tarjetas de visita de EY se derrumbó, como suele suceder con los castillos de arena: el mar los derriba finalmente. Eso decía una de las canciones de la Jimmy Hendrix Experience, que pueden escuchar aquí, dado que supongo que ya se les ha acabado el tema de Miles Davis.    


And the castles made of sand, melts into the sea, eventually. Y los castillos de arena se disuelven en el mar, finalmente. Porque han de saber que eventually no se traduce por eventualmente, sino por finalmente, cosas de los ingleses, lo mismo que actually no es actualmente, sino en realidad. Pero también se habló en el post anterior de cocina y hoy les voy a dar una receta muy práctica, sobre todo para personas solas o parejas (si la mesa es mayor hay que hacerlo por tandas y pierde el punto práctico). Estoy hablando del salmón al microondas. Basta tener una rodaja o unos lomos de salmón natural. Se pone en un plato, sobre un poquito de aceite de oliva para que no se pegue, y se le espolvorea con sal marina, pimienta molida y eneldo. Otro chorrito de aceite por encima, para que todo el aliño se mezcle, y se deja así a que se macere un poco. Vean la pinta que tiene antes de pasar por el microondas.


Mientras, se puede hacer un arroz blanco de acompañamiento, tanto al estilo oriental (luego, en el plato, se le puede echar salsa de soja de la marca Kikkoman, que es la mejor), como al valenciano que es el que me enseñó mi madre y el que más me gusta. Cuando se termina de hacer el arroz (ya saben: se le ha terminado el agua, pero no se ha empezado a quemar), se tapa con un paño y se deja reposar. Entonces se mete el plato con el salmón en el microondas, bien tapado con una tapadera de plástico ad hoc, de las que venden en los chinos. Normalmente basta con un minuto y medio a la máxima potencia. Si sale poco hecho, se puede poner un poco más, pero cuidado que, como empiecen a escucharse explosiones, hay que pararlo enseguida, para que no se estropee. Aquí el resultado, ya con la guarnición.



Voy ahora con un asunto que tiene que ver con dos preceptos diferentes del decálogo: el de mantener el contacto con la naturaleza y el de seleccionar la información que nos llega. En estos días, se ha extendido la historia de que, una vez que los humanos estamos recluidos en nuestras madrigueras, los animales se han apresurado a recuperar espacios hasta ahora vedados para ellos. Es algo íntimamente enraizado en nuestra mala conciencia crónica, que nos hace sentirnos como agentes patógenos sobre la Tierra. Es una mala conciencia bíblica, que arranca de Adán y Eva. Pero, una vez sentado el concepto (los animales recuperan lo que es suyo), la cosa se adorna con mensajes y filmaciones que son falsas. La imagen de un pavo real caminando por una calle de Madrid, puede ser de hace años: de madrugada es frecuente verlos de vuelta al parque de la Fuente del Berro, caminando por las calles del vecino barrio del mismo nombre. 

Y los gorriones no han vuelto, entre otras cosas porque no es el humano el que los espanta, sino las cotorras argentinas que invaden los parques de Madrid y hasta las desagradables urracas, que van siempre en pareja, como la Guardia Civil. Y dice la gente de Venecia que en sus canales siempre ha habido peces, lo que pasa es que ahora se ven más porque el agua está más limpia, por la ausencia de barcas de motor. Hubo también una imagen de delfines llegando al puerto, que se distribuyó como si fuera de Venecia, cuando luego se ha revelado que era de Cagliari, extremo sur de Cerdeña adonde suelen llegar todos los años. En esta línea, me llegó el vídeo que les pongo abajo. Iba acompañado de un mensaje alborozado de que los jabalíes estaban recuperando el uso de una carretera de montaña. En realidad, la filmación corresponde a una granja de Centroeuropa, como lo prueba el hecho de que ese grano de color claro en ambas cunetas es el pienso con que los alimentan. 


Este tipo de engaños es lamentable, y reproduce en el mundo digital el tradicional cotilleo de porteras, que extiende rumores de forma exponencial, como los virus, de modo que cada uno le añade algún matiz nuevo de su cosecha y al final el mensaje original se pervierte y se transforma en otro diferente, totalmente falso. El vídeo que les puse yo de la Sierra de las Cabras era auténtico, pero imagino que cada invierno es posible ver escenas similares. También es cierto que los coyotes campan estos días por las calles de San Francisco sin la incómoda presencia de los humanos (ya les conté durante mi visita a la ciudad, cómo los parques estaban llenos de advertencias sobre la presencia de coyotes y qué hacer en caso de encontrarse con uno). Abajo tienen un par de fotos de coyotes en San Francisco. 

 

Y también es auténtica la foto que les pongo abajo. Corresponde al pueblo de Llandudno, en Gales del Norte. Es un pueblo de unos 15.000 habitantes, cercano al bosque de Great Orme, por donde pulula un rebaño de unas 200 cabras de Cachemira, descendientes todas de una pareja que regaló el Sha de Persia a la reina Victoria en 1837. Estas cabras son muy apreciadas por los vecinos, aunque sólo se dejan ver de lejos. Pues bien, estos días, con la gente encerrada en su casa, las cabras han bajado al pueblo, seguramente en busca de comida, y andan enredando por los jardines y las calles. Los vecinos las han fotografiado desde sus casas. Por cierto, estas cabras son de la misma especie que la de la Legión.


La contemplación de los animales, yo no sé si produce endorfinas o no, pero mola todo. Suele decirse que se considera animales superiores a los que tienen expresividad facial y gestual. Por ejemplo, un lagarto no es un animal superior: su cara es completamente inexpresiva. Ya saben de mi predilección por los gatos y los demás felinos. Son animales que pueden expresar en sus caras un montón de sensaciones: miedo, fastidio, indiferencia, curiosidad, atención. Tengo aquí una foto de gatos bebé y otra de linces jóvenes, para que vean lo que les digo. Joder, es que son más expresivos que Abascal o Torra.



Y hablando de expresividad animal, les voy a dejar con un vídeo muy emotivo. Supongo que han oído hablar de la primatóloga Jane Goodall. Algunos la confunden con Dian Fossey, la antropóloga de San Francisco que inspiró la película Gorilas en la niebla. Esta mujer, que desarrolló su actividad en Ruanda, en el hábitat de los grandes gorilas, fue asesinada por cazadores furtivos en 1985, como sabrán si han visto la película. Jane Goodall en cambio, es británica y está vivita y coleando. Tiene 86 años y continua con su trabajo que en este caso se desarrolla en Tanzania y está centrado en los chimpancés. Jane lleva nada menos que 55 años en ese empeño y ahora tiene una discípula de unos 45 que se llama Rebeca Atencia y ¿a que no saben de dónde es? Pues sí, han acertado: gallega. Es una veterinaria de Ferrol que lleva ya diez años en Tanzania y ahora mismo dirige uno de los institutos de la Fundación Jane Goodall.

Ambas mujeres graban en vídeo sus experiencias, para hacer películas que expliquen su labor. Y entre todas estas películas hay una que les pido que vean. La tarea de estas mujeres consiste en rescatar chimpancés heridos o enfermos, curarlos y, cuando ya están bien, llevarlos a una isla fluvial en donde tienen su paraíso, puesto que nadie puede atacarlos, para que continúen su vida en libertad. Rebeca ha rescatado y curado a una chimpancé a la que han llamado Wounda y la película muestra el momento en que la trasladan a la isla y la sueltan. La reacción de Wounda es la hostia, algo inenarrable, les pido que lo vean. Wounda es muy lista y sabe que Rebeca es quien la ha salvado de la muerte, pero también sabe que Jane es la persona con más autoridad y la autora intelectual de toda esta iniciativa de salvamento animal. Por eso le dedica su más emotivo gesto. Son unas imágenes de una belleza increíble. Luego, ambas mujeres acompañan a Wounda un rato, hasta que sigue por sí misma.

Si el ser humano es capaz de esto, tal vez esta especie patógena de bípedos implumes no sea tan perversa, tan despreciable. Hemos de seguir en nuestra pelea. Como dicen algunos: un día más, un día menos. Un día menos para que nos podamos abrazar, nosotros también. Desde aquí un voto por los que pelean en diferentes grados de la enfermedad. Y por todos los que todavía luchamos para protegernos de ella. Cuídense mucho y mantengan el ánimo. Les dejo ya con la película de la que les he hablado. Que la disfruten.



4 comentarios:

  1. A mí también me encantan los felinos, son los seres más gráciles, bellos y elegantes de la creación. Dicen que el hombre domesticó al gato porque era la única forma de acariciar el lomo de un tigre y salir ileso. Aunque la otra teoría es que el gato es el único animal que ha domesticado al hombre. Me ha gustado mucho el video de la liberación de Wounda, pero lo más impresionante es tu castillo de ocho plantas, qué tenacidad. Que sea tan efímero es sorprendente, considerando que es obra de un arquitecto, no de un equilibrista. No sé tú, pero a mí me está gustando tanto el confinamiento, que a lo mejor no vuelvo a salir, como Misia Cena, la tía de Epifanio del Cristo, de "Caballo Viejo",
    "culebrón" inolvidable, con unas connotaciones de realismo mágico inesperadas en el género. Pues eso, que me quedo en casa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ufff, yo confío en salir a la calle algún día y te juro que lo voy a disfrutar como un enano. Lo mismo que el primer vermú en una barra, el primer día de trabajo presencial. Más lejos veo que nos vuelvan a dejar ir al teatro, conciertos, etc. Esto va a ser duro y tal vez la mejor actitud es la tuya: hacer de la necesidad virtud. El gato no es un animal domesticado, sino libremente asociado al hombre por su conveniencia. Ya se ha contado esto en alguna entrada del blog.
      Y la coña con lo de que el castillo me sale tan bien porque soy arquitecto, ya contaba con ella.

      Eliminar
  2. Muchas gracias por este texto tan amplio y variado. Algunas cosas. Sobre lo del castillo de naipes, sencillamente no tengo palabras, es algo de mucho mérito, menos mal que le hizo la foto y el vídeo, si no, nadie se lo hubiera creído. El salmón parece muy apetitoso y no sabía que se pudiera hacer así de fácil. No obstante, las puntas parecen haber sufrido esas explosiones de las que habla. Y maravillosas las cabras de Cachemira, con ese aire aristocrático de señoras con abrigo de piel. Ánimo, usted siga con su guerra y no se preocupe de los demás, cada uno vamos haciendo lo que podemos, pero empeños como el suyo ayudan y son de agradecer.

    ResponderEliminar
  3. Pues me ha proporcionado usted el nombre que no encontraba: castillo de naipes. Mil gracias. Efectivamente, como ahora recomiendan que la comida se cocine mucho, me salió el salmón un poco crudo a la primera, lo puse un poco más y sonaron un par de estallidos. Lo apagué enseguida, pero se le habían estallado los extremos de la rodaja. Los recompuse un poco para la foto, pero cantan. Pero no afecta al sabor.
    Y respecto a las cabras, de acuerdo, son la leche.

    ResponderEliminar