viernes, 27 de julio de 2018

757. Los algoritmos y el sentido común

Bien, empezaré por informar del proceso de reconstrucción de mis posts perdidos. Pues va viento en popa, pero con accidentes nuevos que les cuento. La verdad es que me estaba resultando más fácil de lo que esperaba. Con cada post, yo reunía texto con fotos y vídeos (en ocasiones mejores que las originales), publicaba forzando la fecha para que se colocara en su sitio y luego iba al archivo de comentarios a buscar los correspondientes, que añadía por el procedimiento del corta y pega. Venía haciendo unos seis diarios, sin apuros y con buenos resultados. Hasta que, en un momento dado descubrí que los comentarios de los posts que me faltaban por reconstruir, se habían borrado todos. Así de un plumazo. La causa de esto es que el archivo de comentarios tiene un límite de capacidad de 1.000. Me fui hasta el final del archivo y comprobé que el último registrado era de 2015. Es decir, que los de los tres primeros años ya no están en ese archivo (aunque cada comentario sigue al pié de su post).

Ese archivo está gobernado por un algoritmo y, como en estos días le he metido presión publicando muchísimos comentarios reconstruidos, pues lisa y llanamente se ha petao. Es decir, en lugar de seguir eliminando comentarios por el final como hasta ahora, pues ha decidido borrar los de los posts inexistentes, suprimidos por mí por error en una noche funesta y todavía sin reconstruir. Es que estos paratos no están hechos para pensar. Y, en cuanto se ponen a pensar, la cagan. Es como los obreros que te hacen una reforma en tu casa. Como no estés encima de ellos, toman siempre la decisión equivocada. El jodido sistema podría haber borrado cualesquiera otros comentarios sin problemas para mí. Pues ha tenido que eliminar justo los que yo no tenía en ninguna parte. Resultado: los posts del #619 al #654 están ya reconstruidos con comentarios y todo. Los posts #555 al #618 han perdido en su gran mayoría los comentarios de mis queridos lectores. No todos: por en medio hay seis que recuperé del teléfono. Eso deja 57 posts sin comentarios, entre los que puede que hubiera otros seis o siete que, ya de por sí, no hubieran suscitado ningún comentario.

Pero en torno a 50 de mis textos se han quedado sin sus aportaciones, queridos lectores, y de verdad que lo siento. La cosa tiene una ventaja y es que, al no tener que hacer esa tarea adicional, la reconstrucción de lo perdido es mucho más rápida y espero tener el trabajo terminado a mediados de agosto. Es algo que debo hacer en los ratos libres de por la tarde, porque en mi ordenador del curro no tengo copia de mis archivos del blog. En esa tarea, ya me he encontrado en ciertos textos referencias a comentarios anteriores, que ya no existen. Incluso hay un post, el #582 A Dios para ser bueno le falta una O, cuyo título parte de un comentario de Alfred, que con esa estupenda frase me advertía de que tenía una errata en el título de un post anterior, en donde había puesto Good save America, en vez de God save América. En fin, se hace lo que se puede. Que todos nuestros problemas sean estos.

Lo cierto es que yo no sabía que los comentarios que se guardan en el archivo están limitados a 1.000. Y, al hilo de ese descubrimiento, me entró una neura, la de que el número de posts también estuviera limitado a 1.000, posibilidad muy preocupante, teniendo en cuenta que ya vamos por el #757 y yo no aflojo el ritmo de producción. De pronto imaginé que escribo el post #1.001 y el jodido sistema me borra el #1, con el cariño que le tengo. Con esa preocupación, me he puesto en contacto por escrito con los gestores de la página, esa especie de reino de las sombras que gobierna nuestras vidas desde el lado oscuro y a los que a menudo me refiero como Matrix. Me han contestado muy amable y detalladamente y me han asegurado que el blog tiene una capacidad ilimitada. Y estoy tranquilo por ese lado.

Lo que me han explicado desde las tinieblas, supone que los gestores de blogger.com saben con quién se juegan los dineros. Saben que muchísimas personas estamos haciendo blogs en estos momentos; que este es un juguete que la tecnología nos ha brindado a un cierto tipo de gente, de un rango de edad, nivel cultural y circunstancias personales determinadas (un chaval de 20 años lo suyo es que esté atendiendo a la hormona y no manteniendo un blog). Y saben también que la gente no tiene límites, si no hay alguien que se los ponga. Con esa idea, han introducido en la página unos límites basados en el sentido común (el subrayado es mío). Por ejemplo: los títulos de las entradas no pueden tener más de 90 caracteres. Los comentarios de los lectores están limitados a 4.096 caracteres. Un post no puede tener más de 20 etiquetas. Un solo autor no puede tener más de 100 blogs (si han puesto este límite es porque puede suceder, que manda carallo). Bien, pues el límite de 1.000 en el archivo de comentarios está en ese mismo paquete. Es éste un archivo en el que sólo puedo entrar yo y donde se guardan los últimos, por si a mí me resulta de utilidad (los originales están en los posts en que se han publicado, sin límite alguno). Y el archivo va guardando los 1.000 últimos. Salvo que le presiones y se ponga a pensar por su cuenta.

A eso es a lo que voy. Estos límites están basados en el sentido común, y eso quiere decir que detrás de ellos hay una persona, no una máquina, ni una aplicación, ni un algoritmo. Punto clave. En este momento de la evolución humana, estamos dejando en manos de algoritmos cosas que sólo puede hacer un humano. Y la máquina no piensa. No tiene sentido común. Por ejemplo. En ciertos Ayuntamientos se ha impuesto un sistema de concurso-subasta para las obras, que sólo tiene en cuenta la oferta económica. Para elegir al adjudicatario, es suficiente un sistema que compruebe quién ha presentado la oferta más baja. Y se ha llegado a la aberración de que sea una aplicación quien adjudique los contratos (esto es auténtico, no me lo estoy inventando). Naturalmente, una aplicación no puede detectar una cosa de límites tan difusos como las llamadas bajas temerarias. Y hace mal su trabajo.

Más ejemplos. Los correctores de los periódicos. Ayer por la tarde, durante un buen rato, figuró en la página de El País el siguiente titular: Condenado a 18 años de fútbol por abusar de una menor. El titular correcto era Condenado a 18 años de prisión un ex-entrenador de fútbol por abusar de una menor. Pero un algoritmo, o una aplicación, estimó que era un título muy largo y había que acortarlo. Y lo hizo al estilo de las máquinas: sin sentido común (enseguida lo corrigieron y yo no estuve rápido para capturar el titular equivocado). Esto es aplicable también a los sistemas de atención telefónica. Durante los últimos años se ha impuesto ese maldito soniquete que te dice pulse almohadilla y otras simplezas. Vale, las empresas se ahorran puestos de trabajo y costes. Pero el resultado, en cuanto tienes una pregunta que no se ajusta a lo que tienen programado, es muy malo. Más de una vez he acabado yo a gritos, cagándome en la madre del aparato.

Sin embargo, recientemente he comprobado que las grandes empresas empiezan a volver atrás de esos sistemas de atención telefónica diabólicos. Por distintos motivos que no vienen al caso, he tenido que dirigirme a los servicios de atención al cliente de Apple y Amazon. En los dos casos, me han atendido, nada más marcar, dos señoras súper amables, con sentido del humor, sin prisa y muy eficientes. La de Apple, incluso se choteaba de mi forma de pronunciar Google (ha de decirse Gu-guel y yo suelo decir Gu-gle). Así que ella me iba guiando para incorporar una novedad a mi Ipad. –Ahora ya puede abrir el Gu-gle, como usted le llama. –No se ría de mí. –No, si es que me parece muy gracioso.

Resumiendo. Que estamos ante un rasgo distintivo de estos tiempos modernos: la incapacidad de los algoritmos para el sentido común. Y su radical inadecuación para ciertas funciones, que han de ser desempeñadas por humanos si queremos dar un buen servicio. En mi reciente periplo por California me he encontrado con diversos sistemas automáticos en aeropuertos, transportes públicos o similares. Pues, al lado de todas las máquinas, suele haber una persona para ayudar a los que no se aclaran. En muchos casos son señoras mayores muy amables y maternales. Y se me olvidaba el sistema mecánico diabólico por excelencia: el corrector ortográfico del Whatsapp. Un ejemplo. Yo tengo un sobrino-nieto al que llamamos Pepiño. Pues en cuanto me descuido, me lo convierte en Pepino. Se pueden imaginar la cara de su padre cuando recibió un mensaje mío que decía: dale un achuchón al Pepino de mi parte.



Y una nueva categoría emergente: las erratas atribuibles a la informática. Lo que pasa es que las de los humanos eran también muy divertidas. Es famosa la de la imagen que les voy a dejar de despedida. No he logrado saber en qué ciudad del mundo está el garaje de la foto. Se ve que le encargaron la confección del letrero a un sabidillo o resabido, de esos que lo quieren hacer todo tan perfecto que la cagan. Échenle un vistazo a la foto. Lo que debía haber sido Pague antes de salir, al añadir una ese a exiting se ha convertido en Pague antes de existir. Se pueden imaginar las coñas: Pago luego existo. Dios no descansó el séptimo día, es que tuvo que parar para pagar el parking. Joder, se me olvidó pagar y ahora sólo soy una idea. Nadie ha expresado mejor lo que es una crisis existencial. Etc. Que pasen una buena semana.  



2 comentarios:

  1. Bueno, en cuanto se descuida uno, resulta que ya tiene dos textos pendientes de leer. Este primero es bastante asombroso, sus incursiones en Matrix, armado con su sentido común, o más bien su carácter práctico, son admirables. Hay aspectos colaterales que podría usted desarrollar. Por ejemplo, cómo esos sistemas modernos, pensados para facilitar la vida de los ciudadanos, se convierten en manos de los burócratas de ventanilla en nuevos métodos de tortura para el esforzado paisano que no quiere molestar sino sólo que le solucionen algún problema. O esa capacidad de las redes como armas de destrucción masiva contra el tipo que ha metido la pata o que, simplemente, se ha expuesto más de lo necesario.
    Me pongo a leer el post siguiente.

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  2. Muchas gracias, querido lector anónimo. Las líneas que usted me sugiere ya se han desarrollado en el blog, no recuerdo ahora los números de posts, pero la frase mágica "el sistema no me deja hacerlo", que ahora te dice cualquier burócrata de medio pelo, ha sido bastante comentada aquí. Y recuerdo un post que se titulaba "Los que la cagan" donde se contaba entre otros el caso de una señora a la que habían fotografiado haciéndole el baile del gorila a un futbolista negro del equipo rival y, a partir de eso, le habían hundido la vida, la habían echado del trabajo y los amigos ya no la llamaban nunca. Cosas de los tiempos modernos.

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