miércoles, 21 de marzo de 2018

714. Las pensiones

El asunto de las pensiones está explotando y esta es otra de las materias en las que me he adelantado en el blog. Ya saben que me gusta presumir de ver las cosas antes que los demás, pero eso es precisamente porque normalmente no cazo casi nada al vuelo, me pillan todos los temas por sorpresa y soy un negado anticipando lo que va a suceder. Cuando se cumple algo que pronostico, me pongo muy contento, me pongo hasta tonto, como en el asunto del Dépor. Fui al campo de Riazor en enero y allí, de pronto, tuve la intuición de que estaba ante el peor equipo de Europa y supe que nos íbamos de cabeza a segunda división. Desde entonces no ha ganado ningún partido. En este tema me gustaría estar equivocado, pero está claro que el vudú de Seedorf no ha dado resultado y, ahora mismo, esto no lo remedia ni San Benitiño de Lérez. Los milagros tienen un alcance limitado, para que suceda un milagro hace falta una mínima base de partida. Un equipo que juega tan mal como el Dépor no puede esperar milagros. Ya conocen la frase del recientemente fallecido Stephen Hawkings: hasta los que creen firmemente en la infalibilidad del destino, miran antes de cruzar la calle.

Estábamos con las pensiones. El año pasado, por una casualidad, recibí una información e intuí lo que se nos venía encima. Rajoy de Moncloa tiene aprobado desde diciembre de 2013 un cambio en el sistema de actualización de las pensiones. Hasta ahora se revalorizaban por el IPC, el índice del coste de la vida. Pero, a partir del 1 de enero de 2019, el sistema será otro y entrará en vigor el coeficiente de sostenibilidad, aprobado en la antedicha Ley y sólo pendiente de un Reglamento a elaborar este año, que determinará en detalle cuál es el recorte que nos dan. El año pasado yo estaba pensando en jubilarme y acudí a la Seguridad Social a que me explicaran qué estaba pasando. Tuve la suerte de dar con una señora que me lo contó todo. Y con sus explicaciones elaboré el Post #665, La tercera decisión. Allí, yo me sorprendía de que estuviéramos todo el rato hablando de Cataluña y otras nimiedades, mientras nos colaban semejante gol. Por cierto, algunos compañeros han repetido luego la gestión en la Seguridad Social y no les han contado nada, se ve que dieron con funcionarios menos empáticos.

Yo creía que el tema iba a salir a flote a finales de este año, pero lo cierto es que estamos todavía iniciando la primavera y el asunto ya es tremending topic. Nos queda un largo año de ancianos cabreados vociferando por las calles. El pasado fin de semana, por ejemplo, menudearon las protestas. El sábado hubo tres manifestaciones en Madrid, una amparada por el PSOE, otra por Podemos y una tercera contra la llamada Ley Mordaza. Esta dispersión generó comentarios despectivos entre los medios de la derechona: los izquierdistas, divididos como siempre. Pero no se dieron cuenta de que todas las manifestaciones que se convocan en esta ciudad tienen invariablemente un componente común que las unifica: todas pasan por Atocha. El sábado me habían invitado a comer y bajé a la calle en torno a la una del mediodía. Pensaba ir en coche a mi cita, pero sacar el coche del garaje se convirtió en algo tan imposible como la salvación del Dépor. Así que me tuve que ir en Metro. Antes anduve un rato en medio del gentío, me encontré a una amiga jubilada que se puso muy contenta pensando que yo era también un manifestante (apreciación de la que no la desengañé) y hasta escuché uno de esos gritos coreados que tanto me gustan: Rajoy, canalla, que robas a las yayas.

Qué decir de este problema monumental. Pues que tiene muy mal arreglo. En 2007 entramos en una crisis económica de la que todavía no está claro si hemos salido o no. Hay que recordar que la crisis vino desde fuera, de los Estados Unidos, con el colapso de las hipotecas subprime, aunque es justo reconocer que el tema nos pillaba en situación de debilidad, por la dependencia de nuestra economía del sector inmobiliario, entonces en plena burbuja. Pero la crisis vino de factores exógenos. Y la afrontamos con duras medidas de ajuste, que Rajoy de Moncloa aplicó sin pestañear. No creo que un Zapatero lo hubiera hecho diferente, excepto por la previsible cara de pena, escasa claridad del discurso y profusión de excusas. Resultado: las medidas de ajuste se han cargado el mercado laboral, tal como lo habíamos conocido en las últimas décadas. Ahora mismo, las condiciones de contratación y despido están a niveles tercermundistas. O, para no ser tan drásticos, a niveles eslovacos (ya saben que buena parte de la industria del automóvil se ha deslocalizado a ese enclave rural en el centro de Europa).

En cuanto a los sueldos, basta con un dato. El adjetivo mileurista nació como peyorativo antes de la crisis. El que ganaba sólo 1.000€ era un auténtico pringao. Ahora mismo, el chaval que gana 600€ es un potentado. Porque el común de los mortales (jóvenes) está ganando apenas 400. Incluso han conquistado las mentes de nuestros jóvenes. Mis hijos ven normal que los trabajos que les ofrecen (universitarios los dos) sean en precario; que los puedan echar en cualquier momento. Dicen que eso del trabajo fijo como el mío era una especie de momio insostenible que antes o después tenía que desaparecer. Qué curioso cómo cambian las cosas. A mí, a su edad, me vendieron el puesto fijo como una conquista de la clase trabajadora, en su lucha por mejorar sus condiciones de vida.

Pero esa situación tiene una consecuencia inmediata. En un mundo cada vez más envejecido, el volumen de cotización de los jóvenes, con sus trabajos de mierda, no permite pagar las pensiones de los mayores, cada vez más numerosos. El sistema es inviable y estallará antes o después. Se trata de un sistema diseñado cuando había poco más de 5 millones de pensionistas, antes de la crisis. Teníamos también, en grandes cifras, tres trabajadores por cada jubilado. Tras diez años de crisis, los pensionistas se acercan ya a los 10 millones, porque están llegando a viejos los del baby-boom. Y la proporción ahora es de dos trabajadores por cada pensionista. Estamos al borde del abismo, como el tipo de la foto de abajo. Haciendo una proyección de las magnitudes contempladas, en unos años tendremos 15 millones de pensionistas y casi uno por cada trabajador. Lo dicho: imposible.


Pero, a medio plazo, todo esto tiene otra derivada aun más perversa: la gente joven, en la situación actual, no puede formar una familia. Los jóvenes soportan tres factores: 1.-Un paro juvenil altísimo, el doble de la media europea, 2.- Unas condiciones de precariedad máxima (35% de contratos temporales) y 3.- Los ya citados sueldos de mierda. Hay que estar muy loco o ser muy inconsciente para tener un hijo en estas circunstancias. Con lo cual, la natalidad está también cayendo en picado, un factor que hará todavía más inviable la existencia de un sistema de pensiones públicas como el que teníamos hasta ahora. Si a día de hoy no funciona porque los jóvenes tienen poco trabajo, precario y con sueldos bajos, en no mucho tiempo fallará porque ya no habrá ni jóvenes.

Dicho lo cual y a la vista de que ya estoy alcanzando el tamaño crítico de mis posts, pues les voy a dejar aquí. ¿Cómo? ¡Ah! Que lo que ustedes querían es que les contara cuándo me voy a jubilar. ¡Pero mira que sois ustedes-vosotros cotillas, joé! Eso ya se lo cuento otro día. Estoy madurando la cuestión y tengo tiempo para ello hasta septiembre (si quiero irme antes de que Rajoy de Moncloa aplique sus condiciones de sostenibilidad). De momento, lo más indicado es que ustedes y yo nos sumemos a las manifestaciones de jubilados que se organicen, al grito de ¡AL LÍO! Para mí no es mucho problema, total, todas pasan por Atocha, sólo tengo que bajar la escalera. Rajoy de Moncloa es el que ha montado este quilombo y hay que ir a por él.



Los abuelos abarrotaremos las calles puño en alto y derribaremos el sistema. Como alguien ha dicho, en mayo de 1968 los jóvenes salimos a la calle y la liamos parda. 50 años después haremos lo mismo los viejos (o sea, los mismos). Seremos el Ejército de la Nación Siete. Batallones de esqueletos avanzando marciales con la enseña del Rayo Vallecano (por cierto, el Rayo avanza con ese mismo paso firme rumbo a la Primera División: ya tengo equipo al que apoyar el año que viene). Para saber de que hablo han de ponerse el vídeo que les dejo de regalo. Súbanle el volumen: es uno de los riffs más poderosos de toda la historia del rock.  



2 comentarios:

  1. Los esqueletos del Rayo Vallecano son terroríficos.

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    1. Desde luego. A mí se me aparecen en mis pesadillas de vez en cuando. Y últimamente me he sorprendido andando como ellos por los pasillos del Metro, yo que antes intentaba todo el rato imitar al Richard Gere de American Gigolo...

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