domingo, 1 de octubre de 2017

675. Un fin de semana estupendo

Así de bien me lo estoy pasando en estos hermosos días del otoño madrileño. El viernes en torno a las 12 de la mañana me despedí de mis compañeros de oficina, todavía atónitos después de haberme visto llegar por la mañana perfectamente trajeado y con mi mejor corbata como en los buenos tiempos de mi carrera administrativa. Un coche oficial me llevó a la Casa de la Villa, en donde tenía una cita con cincuenta inversores, promotores, arquitectos y gestores de cooperativas, de la región holandesa de Arnhem. Los traía mi amigo suizo Werner Dürrer y el número inusualmente alto de miembros de esta visita me hizo buscar un lugar adecuado, que finalmente resultó ser la sala de la que disponen los grupos políticos municipales para sus reuniones de trabajo. Otro signo de los nuevos tiempos: tal vez recuerden que a otro grupo de holandeses que me trajo Werner tuve que atenderlos en el sótano de un bar de la plaza de Santa Ana en el felizmente fenecido trienio negro.

Les puse a los holandeses una presentación sobre los tiempos más recientes de la historia del urbanismo madrileño, el Plan General de 1997 y las nuevas líneas del urbanismo madrileño, que nos ocupó aproximadamente hora y cuarto. Recogí mis bártulos (había tenido que llevar mi propio ordenador) y me despedí de ellos, aunque me invitaban a comer en el Santiago Bernabeu, un clásico en los programas de Werner. En realidad tenía después otra cita, era un viernes de programa doble. Caminé hasta el Metro de Ópera y allí tomé el viejo Ramal Ópera-Norte, que me llevó a Príncipe Pío, desde donde seguí andando hasta Casa Mingo, tercera visita al lugar en unas pocas semanas. Allí me esperaba otra vez mi amigo Michael Shölz-Hansen, con un nuevo grupo de alemanes.

Esta vez se trataba de un grupo de expertos en parques y jardines, de la región de Berlín, que tenían un programa bastante completo, incluyendo Aranjuez, Toledo, Segovia, El Escorial, La Granja y los diversos jardines históricos de la capital, como el Capricho, el Retiro y el Parque del Oeste. Estaban acabando de comer cuando llegué, por lo que abrevié con un pincho de tortilla y un doble de sidra de grifo, para salir cuanto antes a Madrid Río. En algún momento le pregunté a Michael si había montado un negocio de viajes especializados, para redondear su sueldo de catedrático. Me dijo que no entre risas. Era una casualidad que le hubieran pillado dos viajes tan cercanos, pero no se pensaba dedicar a eso. La risa provenía de que el dueño del restaurante La Rana Verde, de Aranjuez, había pensado lo mismo que yo y le había invitado a comer, con trato de cliente Premium.

Como esta vez no se trataba de jubilados, la excursión fue más larga, aunque hubimos de cortar cerca de las seis, porque en su programa estaba visitar el jardín del Palacio de Anglona, una pequeña joya junto a la Plaza de la Paja, que cierra sus cancelas a las seis y media. Por cierto, que al menos tres de los cuidadores de jardines berlineses, que se definieron como ecologistas, me dijeron que les parecía una memez la idea de renaturalizar el rio Manzanares, por el sistema de abrir las compuertas de todas las presas intermedias, para que el río fluya libre. Eso ha hecho que salgan cañaverales gigantes y vengan muchas aves de distintos portes: patos, garzas, grullas y hasta cormoranes. Según el pronóstico de los alemanes, también vendrán las ratas y los mosquitos y serán los propios vecinos los que pidan que se vuelvan a cerrar las compuertas para convertir ese tramo del río en una serie de estanques, tal como se preveía en el proyecto Madrid Río. Me limito a transcribir aquí su opinión, este es un proyecto que han llevado adelante mis compañeros del Área de Medio Ambiente, y yo he de reservarme mi opinión al respecto.

Michael me dijo que le encantaría que volviera a visitarle en Leipzig. Les acompañé a coger un grupo de taxis en el Puente de Segovia y luego subí caminando a Príncipe Pío, a coger el Metro. Pero no me fui a casa todavía, sino a una reunión de negocios. Unos negocios de los que ya se hablará en este blog (o no) cuando toque. El caso es que, tras la correspondiente cerveza en una terraza, regresé por fin a casa, todavía con mi traje de gala y cargando con el ordenador. Y me acosté pronto, porque estaba reventado. Y el sábado debía madrugar como si de un día de diario se tratase, porque estaba apuntado a la Carrera del Orgullo Gay 2017, que se celebraba a las 10 de la mañana en el Parque Juan Carlos Primero, al lado de mi trabajo.

La verdad es que no tenía un especial interés en esa carrera en concreto, la elegí porque la distancia es de 5 kilómetros y porque es toda por el interior de un parque que conozco bien. No sé si han caído en la cuenta de que es la primera carrera que corro desde hace mucho tiempo. Se me ha ocurrido ir probando con la distancia de 5 kms, la misma que entreno dos o tres veces por semana, para ir recuperando sensaciones pero, si no me cantan la espalda o las rodillas, mi objetivo es llegar a correr otra vez alguna carrera de 10 kms. En esta ocasión, se apuntó conmigo mi amigo Marce, jefe de un restaurante cercano a mi curre donde suelo comer algunos días cada semana. Era la primera vez que corría una carrera, pero acabamos los dos con bastante dignidad, como pueden comprobar en el selfie que nos hicimos.


Después de la carrera cogí el coche de vuelta a casa, me duché a toda prisa y bajé a un bar a ver el partido del Deportivo, que por fin ganó remontando frente al Getafe. Esto de ser del Deportivo, me temo que este año es una vez más para sufrir. Hemos empezado muy mal y, a menos que mejoren las cosas, cada partido va a ser un dolor. El del sábado me dejó mucho más agotado que los 5 kilómetros anteriores. En el resto del fin de semana tuve tiempo de descansar y coger fuerzas para las semanas que vienen, que también son de órdago. El otoño es una estación preciosa en Madrid y uno puede pasear a la sombra de los castaños de Indias, tomarse un vermú de grifo en una terraza o visitar cualquier museo, sin que nadie te de la murga identitaria.

Hoy, 1 de Octubre ha sido un día clave para mí. Hoy se cumplen 35 años del día en que entré a trabajar en el Ayuntamiento de Madrid. Lo que quiere decir que, a partir de mañana puedo pedir el premio en metálico que está estipulado en mi convenio. Espero no tener que reclamarlo en los tribunales, como me sucedió con el de los 30 años, historia que se contó oportunamente en el blog. Poco más reseñable. He pasado la tarde viendo series, porque no me interesa nada lo del referéndum. Yo ya he dicho en estas páginas cuál es mi opinión acerca de un pueblo que se deja infectar por la independentella fastidiosa. Y he precisado que, aunque hubiera un 80% de partidarios de la secesión, a mí no dejaría de parecerme una  tendencia retrógrada y casposa, impropia de los tiempos en que vivimos.

A este respecto, coincido plenamente con el artículo que pueden leer AQUÍ. Lo firmaría sin cambiarle una coma. Se publicó hace unos días en el diario francés Liberation, el que fundó Jean Paul Sartre, ahora mismo una verdadera referencia de la izquierda europea. Le atiza bien también a Rajoy, con todo merecimiento. Lo cierto es que el presidente está manejando bastante mal la partida. Los independentistas buscaban hoy la foto de la señora con la cabeza llena de sangre y toda Europa se ha desayunado ya con ella. Lo demás ha sido un correlato lógico. Esto no ha hecho más que empezar y yo no soy quién para decir lo que habría que hacer para reconducir el entuerto. Tal vez debería de intervenir la Unión Europea, si no quieren que el mal se reproduzca. O buscar el arbitraje de la ONU. El otro día sugerí a Pedro Sánchez como persona que podría ponerle el cascabel al gato, pero hoy ha estado desaparecido. Necesitamos a Penélope Cruz gritando: ¡PEDROOOOO!

A comienzos de semana, los coreanos del KDI me pidieron que les recomendara un lugar en donde escuchar flamenco. Les hablé de Casa Patas, donde se puede cenar y presenciar el espectáculo por un precio relativamente módico. Un par de días después viajaban a Zaragoza en tren, para visitar unas obras hidráulicas del Ebro que no conseguí precisar. Y luego seguían a Barcelona, desde donde volaban esta noche a Seúl. O sea, que les ha pillado todo el pollo. Entiendo que se han llevado una visión muy precisa de España: flamenco e independentismo. Sólo les ha faltado ver una corrida de toros.

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