viernes, 20 de octubre de 2017

680. El humor, que no falte

Sigue el culebrón catalonio y yo creo que vamos ganando por muchos a uno. El uno es por el día de las hostias, un auténtico gol en propia meta que se metió el Estado español. Tampoco me pareció muy lucida la intervención del rey, no la de hoy, me estoy refiriendo al discurso por TV a los dos días de las hostias, sin una mínima referencia a los heridos. Ya sé que las cifras son falsas y todo lo demás, pero, siguiendo con el símil futbolístico, el rey es el árbitro y, aunque piense que determinados jugadores son unos cabrones y todo el rato fingen que les han agredido y se tiran al suelo al menor contacto, pues su obligación como árbitro es ir a interesarse por el caído y mostrar una cierta empatía. Que también es el rey de los catalanes, por ahora. Este desliz, sin embargo, no tiene para mí entidad suficiente como para considerarlo un segundo gol en propia meta; dijera lo que dijese, les habría parecido mal y tampoco ha tenido mayor repercusión internacional. No es comparable al hecho de resucitar a los grises, meterlos como sardinas en un crucero atracado y, cuando más cabreados los tenían, sacarlos a repartir estopa.

Ya ven, por el párrafo anterior, que hago esfuerzos sobrehumanos por adoptar una postura menos sesgada respecto a este conflicto, que está en su momento más candente. Pero no consigo grandes avances: mi postura sigue siendo la misma; creo que los nacionalismos son tan perversos ahora como cuando los diseccionó Stefan Zweig (acuérdense de pronunciarlo svaig). Lo que pasa es que intento ponerme en el lugar de los secesionistas, para entenderlos y aumentar mi perspectiva como observador, que eso es lo que yo soy, un observador. Incluso he empezado a practicar sus gritos más emblemáticos desfilando puño en alto por el pasillo de mi casa, hasta el punto de que los vecinos me han llamado la atención y he tenido que parar. Si no se lo creen, pues aquí tienen un videoselfie que lo demuestra.


Por el contrario, no me parece mal que hayan metido en el trullo a los Jordis (recuerden, el Sànchez con el acento al revés, no como lo escriben los taimados periódicos nacionales, que son anticatalanes hasta poniendo acentos). ¿Por qué no me parece mal? Pues por varias razones. UNO, ya va siendo hora de que en Cataluña, como en el resto del mundo mundial, el que la hace la pague. DOS, porque uno de los mayores indicativos de la normalización en el País Vasco fue el hecho de que al señor Otegui le metieran en la trena seis años y medio y los vascos no se pasaran ese tiempo dando la murga en la calle pidiendo su libertad. Algo que este señor (el del pendiente) todavía no ha logrado entender. Tal vez debería leer Patria para empezar a comprenderlo (por cierto, premio nacional de literatura: ¿a quién dárselo si no?). Pero hay una razón más: TRES, la juez Lamela es una persona súper pulcra en sus decisiones y, si conocen a alguien vinculado al mundo judicial, podrán confirmarlo. 

Esta señora se ha estudiado el caso en detalle y ha encontrado en los Jordis el origen del huevo de la serpiente. Y, con la misma pulcritud, ha decidido dejar en la calle a Trapero, que evidentemente no es más que un simple mandado. Alguien a quien pusieron en el cargo unos días antes para que hiciera exactamente lo que hizo. Y no hay que castigar al mamporrero, sino al que le da las consignas. Lo que sorprende es la falta de sentido del ridículo que tiene el movimiento catalán a la hora de fichar a personajes como este (o, véase al amigo Gañán, perdón, Rufián). La verdadera talla de Trapero la da su conocida escena en que le empezaron a apretar a preguntas que ya no sabía responder y optó por cortar el rollo, levantándose y diciendo ante un atónito auditorio: –Bueno, pues molt bé, pues adiós (sic). El asunto fue tan sonado que hasta se ha sacado una cerveza artesanal con ese nombre. Y con la efigie del propio Trapero con algo que parece un canuto. Aquí la tienen.


Un poco de sentido del humor es clave para abordar situaciones dramáticas como la catalana. Lo sabe muy bien gente como Borja Cabeaga que durante los años más duros del conflicto vasco empezó a producir y emitir por televisión los programas de Vaya Semanita, que acabaron viendo todos los vascos y que se reían de todo, incluyendo de los propios separatistas. Más adelante ha escrito y dirigido películas muy buenas como Pagafantas (2009) o Negociador (2014), esta última con una actuación estelar del actor gallego Ramón Barea que hasta pone cara de vasco y todo. Ahora acaba de estrenar una película que aun no he visto y que se llama Fe de Etarras. Los catalanes tienen hace tiempo un programa que se llama Polonia, pero me dicen que se ríen sólo de una de las partes en conflicto. Tal vez si no lo hacen así, se les acaba la subvención.

En Cataluña hay una acendrada tradición de cómicos (recuerden a Cassen o al gran Eugenio). Siguen la saga gente como Andreu Buenafuente y Berto Romero. Que personas con una vis cómica tan grande se hayan puesto serios, es indicativo del grado de deterioro de la situación. Vivimos tiempos difíciles y los cómicos de la televisión son fundamentales. En Estados Unidos también el gran Jimmy Fallon se puso serio y lanzó un dramático mensaje a su país, cuando Trump pareció disculpar a los supremacistas que la montaron gorda en Charlottesville, Virginia (tres muertos). Este Jimmy Fallon es el tipo con mayor vis cómica que he visto desde Martes y Trece. Sus imitaciones de estrellas del rock son míticas, desde su programa The Tonight Show, de la cadena NBC, el que más norteamericanos ven. Vean aquí cómo imita a Jim Morrison, el cantante de los míticos Doors, fallecido en París en 1968 (yo he visitado su tumba en el cementerio del Père Lachaise).


Jimmy Fallon, cuya imagen pueden ver aquí, es un hombre de aspecto cotidiano muy normal, y de vida hogareña y familiar. Tiene dos niñas pequeñas y vive en Nueva York donde nació. Y es increíble cómo se transmuta cuando hace sus imitaciones. Últimamente ha patentado un tipo de show consistente en que realiza una imitación de un rocker y, a media actuación, convoca al auténtico y continúan cantando los dos. Y hasta las estrellas más hurañas (supuestamente), como Neil Young, entran a su trapo, acceden a vestirse igual y a participar en el show, riéndose de sí mismos. Vean lo que les cuento.


El que también acudió al programa de Jimmy Fallon fue Bruce Springsteen, pero esto no me sorprende tanto como lo de Neil Young, porque el Boss se apunta a todos los bombardeos. Bruce está en estos momentos dando nada menos que 80 conciertos seguidos en el Walter Kerr, un pequeño teatro de Broadway, Nueva York. Toca él solo, sentado en una silla de madera, con una guitarra acústica, de lunes a viernes, y descansa el fin de semana. Durante su actuación, hace un recorrido por su propia vida, todos los días el mismo repertorio. Empezó el 3 de octubre y su plan inicial es mantener estos conciertos durante 16 semanas, hasta primeros de febrero, con un descanso para la Navidad. Pero las críticas han sido unánimemente buenas y se dice que no descarta prolongar su show hasta junio. En fin, les dejo con su participación en el programa de Jimmy Fallon. Sean buenos.



3 comentarios:

  1. De acuerdo en lo básico querido amigo, salvo en que el discurso del Rey me pareció absolutamente impecable, conciso, directo, sin ambigüedades. No así como la actitud en este conflicto de gente como Colau, Iglesias, que día a día no hacen más que alimentar el monstruo independentista _ya solo merece calificarse así_ y desunir, sembrar la duda. La actitud de esta izquierda es destructiva, a mi me entristece profundamente. Leer artículos de Público, de siniestros personajes como Monedero, Espinar,.. es un ejercicio de masoquismo hasta que ya no he podido más, porque me parecen indecentes muchas cosas que he leído en este periódico. ¿desde cuando a lo largo de la Historia, la izquierda apoya los nacionalismos?Es contra natura, va contra su esencia. Recomiendo un artículo de opinión que sale hoy en el País sobre la perversidad moral en los colegios catalanes, y el ambiente en una ya rota sociedad catalana. Aunque el título del artículo llame al buen humor, me embarga la tristeza. Y el 155,.. no había más remedio que aplicarse.

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    1. No identifico quién eres, pero te lo digo bien alto: NO TE ENTRISTEZCAS. Llevo cinco años proclamando que la izquierda y el nacionalismo son incompatibles. Una izquierda que no tenga esto claro no me interesa lo más mínimo. Es el ABC de la ideología. Y los partidos de izquierdas que coquetean con pulsiones identitarias, acaban por desaparecer. Si la propuesta de un PSC no se diferencia de la de ERC, pues los votantes de los primeros acabarán pasándose a los segundos. O bien integrando las tristes filas de la abstención.
      Bueno, que arriba ese ánimo.

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  2. Emilio, el motivo por el que Trapero pronunció esas palabras que se hicieron tan famosas no fue el que mencionas, sino otro bastante diferente. Se cuenta en diversas crónicas periodísticas, como por ejemplo esta:

    https://verne.elpais.com/verne/2017/08/22/articulo/1503392460_378150.html

    Te envío como siempre un cordial saludo.

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