jueves, 15 de junio de 2017

642. La pasión de Brunelleschi


De mi viaje a la Toscana, quedaron algunos temas por contar, que creo que tienen hueco en la temática de este blog. Uno de ellos es la historia de cómo se construyó la cúpula del Duomo de Florencia y cómo surge allí la figura del gran Filippo Brunelleschi, uno de los mejores arquitectos de todos los tiempos. Les resumiré la historia, aunque abajo tienen un link a un excelente (y largo) artículo del National Geographic, en donde se detallan los retos técnicos que hubo que superar para construir Il Cupulone, por si algún lector quiere un relato más preciso de la historia de este señor. Contra lo que se suele pensar, Brunelleschi no estudió jamás en ninguna escuela de arquitectura. Por el contrario, era orfebre, escultor, artesano de la madera, gran dibujante y forofo de las matemáticas. Inventó la perspectiva cónica y, como hobby, construía relojes y mecanismos de todo tipo. Un portento.

En 1401, la ciudad de Florencia convocó un concurso de ideas para el diseño de las puertas del Baptisterio, frente a la Catedral en construcción. Grandes escultores y artistas de reconocido prestigio, presentaron sus propuestas. Pero se vieron claramente superados por un joven desconocido. Brunelleschi tenía 24 años cuando se presentó al concurso. El jurado reconoció que su propuesta era la mejor, pero no le dio el premio porque se saltaba las bases: en ellas se especificaba que en un marco polilobulado había que situar un montón de figuras representando el sacrificio de Isaac, entre ellas un asno, y Brunelleschi situó al asno fuera del marco, como soportando el resto de la escultura. El premiado fue Ghiberti, el artista oficial del establishment de Florencia, pero en el fallo se precisaba que Brunelleschi y él colaborarían en la dirección de los trabajos de realización de las monumentales puertas. Esa colaboración era imposible, porque el joven Brunelleschi tenía en muy mal concepto al figurón, al que ninguneaba en cuanto podía.

Brunelleschi, cuya imagen en un relieve que se muestra en la Academia pueden ver aquí al lado, era efectivamente un tipo bajito, medio cojo y con muy mala leche, mental y artísticamente a años luz de cualquier competidor que quisiera enmendarle la plana. Pero en 1418, la ciudad de Florencia convoca un nuevo concurso, de mucha más trascendencia. La Catedral, cuyas obras habían comenzado en 1296 con el objetivo de conseguir la más grande de todas entre las iglesias de las ciudades-estado de Italia, tiene un problema grave que nadie sabe resolver después de más de cien años de obras, porque han construido una nave octogonal de tales dimensiones, que nadie sabe cómo cubrirla. Una posibilidad fácil era reforzar los muros con arbotantes, pero los poderes fácticos de Florencia rechazaban esta solución porque olía a gótico y ese era el denostado estilo que ostentaban las catedrales del norte, entre ellas la de Milán, ciudad enemiga de Florencia.

En la competencia feroz con Siena y otras ciudades, cada una de ellas estaba empeñada en construir la edificación más desmesurada, pero el estilo gótico no era del gusto de la curia florentina, que consideraba demasiado innovadora esa tendencia, por la que se regían algunas de las principales catedrales europeas. Los poderes locales, como el poderoso gremio de la lana, que financiaba las obras, preferían el románico clásico. Y el románico no tiene arbotantes. Al concurso para resolver la cúpula se presentan los mejores arquitectos del momento, pero el que plantea la solución perfecta es Brunelleschi, que además no explica cómo va a resolver técnicamente el problema, qué trucos va a emplear (no quiere que nadie se los copie). El jurado decide premiar de nuevo a Ghiberti y a Brunelleschi, pero esta vez deja claro que será el segundo el que lleve la voz cantante. AQUÍ pueden leer la historia detallada de la construcción de Il Cupulone, con los detalles técnicos al completo.

Yo sólo les cuento lo que más me interesa resaltar. Brunelleschi, que había estado un tiempo en Roma, estudiando el Panteón y otras cúpulas de tiempos de los romanos, planteaba construir dos cúpulas concéntricas con un entramado medio que las sustentara. Pero Ghiberti empezó a dar el coñazo y a ir por su lado. Entonces, Brunelleschi fingió ponerse muy enfermo y se retiró de los trabajos. Y la obra se paralizó un tiempo. Ghiberti no tenía la menor idea de cómo continuar. Los líderes del poderoso gremio de la lana fueron a visitar al enfermo y a petición suya firmaron un documento que de hecho expulsaba a Ghiberti del equipo. Entonces Brunelleschi sanó milagrosamente y la obra se reanudó. Más adelante, se suscita un problema con los diversos gremios que intervenían en los trabajos. Los gremios querían imponer sus condiciones tradicionales, de modo que ellos decidieran si trabajaban diez carpinteros y cuatro orfebres, aunque no hubiera trabajo para todos. Brunelleschi quería, en cambio, escoger él a los diversos artesanos y no emplear más que a los necesarios. El conflicto de interese acabó en huelga general. Y la obra se paró por segunda vez. Y otra vez hubo que ir a buscar a Brunelleschi y aceptar sus condiciones.

Como ven, el tipo iba haciendo amigos por todas partes, y todos ellos se conjuraron para acusarle de un asunto menor (un impago a un empleado que no había trabajado a su gusto). Y Brunelleschi acabó en la cárcel. Y se pararon las obras por tercera vez. No hace falta que les detalle cómo se solucionó la cosa. Al final, la cúpula se terminó y todo el mundo se quedó maravillado. Gentes de todas las ciudades europeas venían a Florencia a contemplar el portento. Tras haber ganado de hecho el concurso para las puertas del Baptisterio con 24 años, Brunelleschi dedicó una buena parte del resto de su vida a la construcción del Cupulone. Su obra maestra se terminó en 1436, y sólo la sobrevivió diez años. Para entonces había conseguido redefinir el papel del arquitecto, como artista que decide todos los aspectos constructivos, estructurales, decorativos y funcionales de un edificio. Brunelleschi fue el primer arquitecto moderno.

Pero, por si todo eso fuera poco, Brunelleschi sentó las bases de la arquitectura renacentista, al construir el Spedale degli Innocenti, uno de los primeros orfanatos de Europa, financiado en este caso por el no menos poderoso gremio de la seda. Pudimos visitarlo en nuestro viaje, se encuentra en la Piazza della Santissima Annunciata, en donde se iniciaron sus obras en 1419. A primera vista podría pensarse que es un edificio que hemos visto decenas de veces. Pero es que su valor proviene precisamente de que es el primero y todo el mundo lo imitó después. El arquitecto aplicó al diseño sus conocimientos matemáticos y concibió una edificación modular, basada en la proporción áurea, en la que todas las dimensiones están relacionadas y meditadas. Se trata de una edificación modesta, construida con materiales baratos y decoración poco ostentosa.

El edificio se eleva sobre una peana con una escalinata de acceso, y su fachada está compuesta por arcos de medio punto, con columnas corintias y elementos rescatados de la arquitectura romana. Tras ella, un pórtico con bóvedas vaídas, de proporciones perfectas: el ancho del pórtico es igual que el de los vanos y la altura de las columnas, como resultado de un sistema geométrico que ya se adoptaría por la arquitectura durante siglos. La disposición de los vanos en la fachada es perfecta. Les dejo con unas imágenes de esta maravilla. Ojo a los rosetones de terracota vidriada, con imágenes de niños, que decoran los intervalos entre los arcos, obra del artista Andrea della Robbia.





4 comentarios:

  1. El 16.06.17, Anónimo escribio:
    Pues leyendo el articulo de National Geographic, cuenta algunas historias diferentes de las que tú cuentas...

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    1. Mi respuesta del 17.06.17:
      Por supuesto el artículo de NG es más de fiar. Lo mío es más fabulado, como todo en este blog

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  2. El 19.06.17, Anónimo escribió:
    ¿No decía usted que no le interesaba la arquitectura?

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    1. Mi respuesta del 19.06.17:
      Ésta sí. Esta me apasiona. Pero en la Escuela de Arquitectura no me enseñaron a amarla.

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