domingo, 9 de abril de 2017

623. Nuevos tiempos y más ancianos dinamiteros

Tras unas semanas un poco aceleradas, me tomo un pequeño descanso para disfrutar de la Semana Santa, lo que los anglos llaman el Easter, que todo el mundo aprovecha para salir pitando a las playas a ponerse al sol cual lagartos, de modo que la ciudad se queda tranquila, sin la presión de ese exceso de población que la asfixia a veces. Ya saben que a mí me gusta ir a la contra y que disfruto de la tranquilidad de la ciudad en vacaciones, lo mismo que me gusta salir de viaje cuando nadie lo hace. Mis vacaciones y mis viajes son una especie de contraprogramación en busca de soledad, de intimidad, de la posibilidad de ver lugares y monumentos en silencio, sin la molesta presencia de esas hordas del turismo invasivo que todo lo estropea.

No quiere esto decir que no me encuentre a gusto en medio de una masa que se mueve al unísono en pos de un objetivo. Jamás me he sentido mal en el centro de una manifestación, un concierto de rock o un partido de fútbol, por ejemplo. Y he sido partícipe de esa exaltación colectiva que se suscita ante un discurso enardecido, un acorde de guitarra excepcional o un gol como los que hace tiempo no mete mi Depor, otra vez deprimido tras el efímero efecto Pepemel, fugaz como botella de champán recién abierta. Estos días tal vez me infiltre entre el público de algunas procesiones, más que nada por pulsar el ambientillo. Siguiendo la línea de las principales ciudades europeas, parece que se prohibirá la entrada al centro de los grandes camiones, para evitar lo que todos tenemos en mente. Da igual, si se activa uno de los llamados lobos solitarios, no le será muy difícil secuestrar un autobús de la EMT, y no quiero dar ideas.

La seguridad absoluta es imposible y todos lo sabemos. La calle Drottninggatan de Estocolmo es como si decimos en Madrid la calle Preciados, o lo que fue en su día la calle Real de La Coruña. Yo estuve por allí una semana, hace unos 8 años. Me alojaba en la última planta del hotel Freys, un cómodo establecimiento sito en la calle Bryggargatan, bastante cerca de la estación central del ferrocarril, donde te deja el tren rápido que te trae desde el aeropuerto de Arlanda. Desde el hotel, caminando menos de 200 metros, uno llega a Drottninggatan, más o menos en el cruce donde el uzbeko asesino estrelló el camión. Tras su fechoría, el tipo corrió seguramente por la calle del hotel, llegó a la estación y pilló el primer tren que encontró. Se bajó en una pequeña estación a 40 kilómetros, en donde la gente advirtió que estaba medio requemado y con manchas de sangre en la ropa y dio la alerta a la policía. En el tramo que recorrió el camión de la muerte, hay un Zara y un H&M, que yo recuerde, entre otras de las franquicias habituales de estos ejes comerciales.

Es el terrorismo del siglo XXI. Tan diferente del del siglo XX. A los etarras nunca se les ocurrió arrasar la Barrencalle de Bilbao con un camión de reparto de Kas naranja/limón. Lo que más me llamó la atención de la solemne entrega de armas de ETA del otro día, fue la cutrez del gesto central. Y mira que lo habían preparado todo para enfatizar la solemnidad del acto. Veamos. Unos señores sentados en torno a una mesa de juntas de empresa. Entre ellos, al menos un cura, con el gesto grave de las grandes ocasiones. Se acerca al grupo un tipo calvo, con aires de capataz de un negocio de reparto de correspondencia, y le hace entrega al cura de una carpeta. Una carpeta arcaica con forro barato de plástico negro, de las que llevaban no hace mucho las niñas, con pegatinas de cantantes adolescentes, esas que en un año se arrugaban de modo irreversible. El cura parece dudar si darle al calvo unas moneditas para sus gastos, pero finalmente coge la carpeta y la sostiene en alto, como valorando cuánto pesa.



Entonces el calvo, con aire solícito, se la abre para mostrar el interior: un rimero de aquellas subcarpertas de cartulina azul añil, o amarillas descoloridas, que todos hemos usado. Una por zulo, se supone. Joder, cuando yo era importante, allá por la prehistoria de mi vida, solían pasarme una carpeta de firmas con un envoltorio sólido con el logo municipal, y unos separadores de cartulina roja muy elegantes, con un semicírculo recortado para pasar más cómodamente las páginas. En la era digital, ¿qué menos que enviar la información de los zulos por email? O llevarla en un pen drive, con el logo etarra de la serpiente y el hacha. O al menos que el artesano de la paz (vale que venga sin chaqueta) se sentara enfrente e hiciera entrega de la carpeta con las dos manos, y no medio desde atrás con ese gesto servil. La escenificación del acto no sólo entierra la violencia paleta y cerril de este grupo absurdo y tan dañino para todos; también representa el entierro del siglo XX al completo, con sus glorias y sus miserias.

En el momento actual, hemos de estar muy atentos, sin caer en teorías conspiranoicas, para diferenciar la verdad de la mierda que nos venden los medios. La presencia de un tipo tan imprevisible como Trump al frente de la nación más poderosa, introduce un punto aleatorio súper interesante en el ajedrez mundial. Podemos imaginar a Putin, el rey de negras, diciéndole a su peón Al Assad: –Anda hombre, échate una bombita química en un pueblo y a ver qué hace el pelo-zanahoria. Y Trump, que hizo toda la campaña electoral prometiendo que estas cosas le iban a importar un rábano, que él iba a mirar sólo hacia adentro, se indigna y manda los tomahawks, como hubiera hecho Mrs. Clinton en su lugar. Y Putin, que es un gran actor al que no se le nota la sobreactuación, le dice ahora a Al Assad: –Muy bien, tío, ahora nos vamos a enfadar mucho. Son las reglas de este ajedrez macabro.

Los que tenemos una cierta edad ya sabemos mucho de estas cosas. Y, en nuestras generaciones, a veces es la gente del mundo del cine la que tiene una mayor lucidez. Ya sé que la audiencia de este blog cae en picado en los períodos de vacaciones (lo que viene a sugerir que el personal sigue mis posts en horas de trabajo, matiz que me abstendré de comentar). Ello no obstante, les voy a poner unos deberes: la lectura de un par de entrevistas recientes con gente del cine, que destacan precisamente por eso: su lucidez. La primera es con el director finlandés Aki Kaurismaki, que anda por Vigo presentando su última película, llamada El otro lado de la esperanza, estrenada en la reciente Berlinale. La anterior película de Kaurismaki, El Havre, creo que es de lo mejor que he visto en los últimos años, intenten verla si pueden. Este hombre, de una claridad mental cegadora, huye del duro invierno finlandés y pasa gran parte del año en Viana do Castelo. Por eso se ha acercado hasta Vigo a promocionar su film. Además, es un birrero notorio, como puede comprobarse en la foto de la entrevista que pueden leer AQUÍ.

Ya que estamos en Vigo, supongo que se han enterado de la noticia: el Celta se va de la ciudad. Era algo imposible de prever, una muestra más del carácter aleatorio e imprevisible del mundo en que vivimos. ¡Adónde vamos a ir a parar! ¿A que ninguno de ustedes se esperaba semejante despelote? Tampoco creo que previeran que Bustamante se iba a separar de su pareja. Yo no, desde luego. Incluso les confieso que casi no sé ni quién es ese señor tan famoso. Me suena que canta, pero no podría nombrar uno solo de sus éxitos y no creo que lo descubriera en una rueda de identificación de la policía. Pero sigamos con gente más interesante. Una auténtica institución en el mundo del cine es el actor Michael Caine, octogenario súper inteligente, que dice exactamente lo que piensa. Por cierto, he de decir que Caine, un londinense auténtico, es desde siempre el ídolo de mi amigo X, que tiene un punto británico innegable. AQUÍ pueden leer la entrevista que ha concedido, con motivo del estreno de su película Un golpe con estilo.

Esta película relata un atraco perpetrado por tres jubilados agobiados por su mala situación económica, una idea que ya se desarrolló en el cine español en la extraordinaria Los dinamiteros (Juan García Atienza-1964), con el gran Pepe Isbert en el papel del veterano jefe de ese gang delirante. De ese film ya se habló aquí en un texto muy celebrado, el Post #334, “Ancianos Dinamiteros”. Algunos de los personajes que salían en aquel texto ya se han muerto, como el entrañable cura Paco. También ha fallecido un tipo que podría haber figurado en ese elenco con todo merecimiento, el gran Jurgen Kawan, el decano de los rockeros y bohemios de la República Checa. El rock es una cultura global y este buen hombre, que nunca salió de Liberec, su ciudad natal, se manejaba entre los tres compases del blues con la misma suficiencia que un negro de New Orleans. Y siguió haciendo lo que más le gustaba hasta sus últimos días. Un ejemplo de vida. Les dejaré de postre el vídeo de una de sus últimas actuaciones. Casi sin voz, este hombre interpretaba así la legendaria Hey Joe. En checo, por supuesto. Les deseo unas buenas vacaciones.




6 comentarios:

  1. Algo le pasa hoy a tu blog. Sólo se puede entrar por el móvil.

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    1. Creo que ya está arreglado. Ayer estuvo el programa toda la mañana tontorrón. Incluso algunos comentarios de seguidores anónimos los convertía en internos, como si me los hubiera hecho yo a mí mismo.

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  2. Un matiz. No sé si el checo ese gordo se puede considerar un ejemplo de vida. En las imágenes se le ve soplando las velas del 70 cumpleaños, cuatro más que tú. Sin embargo, se le ve fatal, no me extraña que se muriera al poco. Como médico te diré que esa voz es la típica de los enfermos de cirrosis en estado terminal. Por desgracia he atendido a muchos. Al tío se le ve en todo momento con una pinta de cerveza al alcance. Pero hacen falta toneladas de cerveza para llegar a ese estado.
    Yo diría más bien un ejemplo de cabezonería. Particularmente prefiero la postura de Michael Caine, que no bebe y come cosas acordes con su edad. Por eso está tan bien de la almendra.
    Escribiendo esto, ha entrado el otro comentario. A mi se me abre el blog perfectamente, como todos los días.

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    1. Supongo que tienes parte de razón. Pero cada uno hace lo que mejor le parece con su vida. A Carme Chacón le dijeron cuando tenía 10 años que tendría que llevar una vida tranquila, si no quería correr riesgos. Hizo caso omiso, y vivió 46 años intensos.
      Yo no me atrevo a decir qué es mejor, si pasar por la vida de puntillas sin hacer lo que te gusta para no quemarte, o vivir con intensidad y disfrutar mientras puedas. Pero desde luego empancinarse a cerveza hasta destrozarse el hígado no parece una conducta muy recomendable.

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  3. Sobre el Celta, se dice que a partir de ahora va a llamarse Real Club Cerca de Vigo

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    1. Ese es uno de los nombres humorísticos que idean los "seareiros" del Dépor. Le digo otros: CSKA de Mos, Esteagua de Mondariz y Villarriba Fairy CF. Cosas de los hinchas.

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