miércoles, 10 de agosto de 2016

541. El relato de mis desventuras post-quirúrgicas

Esto de el relato, está últimamente muy en boga. Las diez o doce últimas veces que he escuchado al actual decano del COAM, el Colegio de Arquitectos del que yo no formo parte, ha dicho lo mismo: que Madrid es una ciudad cojonuda, pero le falta tener un relato. Parece que también nos falta un relato de nuestra guerra civil: durante el franquismo existía el relato de los ganadores, luego nos dieron el coñazo a conciencia con el relato de los perdedores (yo ya estaba hasta la gorra de tanta película desde el punto de vista republicano), y ahora resulta que estamos todavía sin relato. Se supone que esta expresión cultista viene a significar que no existe una versión realmente imparcial, verídica e irrebatible de lo que sucedió en la contienda. Yo me gano la vida contando a los cuatro vientos el proyecto Madrid Río y parece que he dado en el clavo porque, cuando cambió el signo del gobierno municipal, ya les conté que me llamaron a capítulo para enterarse de qué les estaba contando exactamente a japoneses y similares. Me escucharon y me dijeron que adelante. O sea que he dado con el relato de Madrid Río, puesto que sirve tanto a los del PP como a los de Podemos.

Respecto a la recuperación de mi fractura de húmero, estoy cerca de cumplir seis meses, un tiempo que algunos amigos estiman excesivo y me comen el tarro diciéndome que me hicieron una chapuza, etc. Y, de pronto, he dado con el relato. Ahora sé exactamente lo que pasó. Fue una especie de visión instantánea: de pronto lo supe. Y se lo voy a contar aquí. Entre mis lectores hay gente muy ávida de noticias de mi brazo y, lo siento por ellos, pero ésta va a ser la penúltima vez que hable del tema en el blog. Me queda únicamente un post centrado en el tema de la trazabilidad, otra de las características de nuestro tiempo, como la necesidad de que todo tenga un relato, la manía de pixelarles sus partes a los que son fotografiados desnudos, o las cacerías de monstruos del Pokemon Go.

Bien, el tema de mi accidente, con foto de la radiografía incluida, ya fue suficientemente detallado en el Post #476 “La fractura”. Ya saben que después fui sometido a una intervención quirúrgica que duró toda una mañana, en la que me insertaron un clavo de titanio de 25 centímetros, al que dimos en llamar Konrad Adenauer, sujeto a los dos fragmentos de mi húmero por sendos tornillos perpendiculares, uno en el codo y otro cerca del hombro. Mi tiempo de recuperación va ya por los seis meses, como he dicho, pero ha tenido dos fases totalmente distintas, que llamaré fases 1 y 2. Durante la fase 1, yo no tenía molestia o dolor alguno (excepto los primeros días). Cada mañana acudía puntualmente a mi sesión de rehabilitación en Legazpi, donde me sentía como Robocop: mi húmero, asegurado en torno al clavo, era perfectamente rígido, y mis ejercicios se centraban en mantener la flexibilidad y la musculación (incluso hacía pesas).

El problema es que, durante esa fase, una vez al mes acudía a la consulta del doctor Gárate seriamente esperanzado de que me dieran el alta y me llevaba un inesperado chasco: el doctor examinaba mi nueva radiografía y me decía que la cosa no iba bien (contra lo que yo sentía). Y, cuando le preguntaba qué estaba pasando, recibía respuestas del tipo “verdes las han segao”, “a razón de catorce, siete a la media” o “Santa Marta, Santa Marta tiene tren, pero no tiene tranvía”. Eso sucedió en la consulta un mes posterior a la operación, en la que hacía dos meses y en la que hacía tres, tal como fui contando en diferentes posts. En ésta de los tres meses es cuando el doctor me dijo que tenían que practicarme una segunda operación para quitar el tornillo superior. Y fue en esa consulta cuando yo me cabreé y le dije que no entendía nada y que por qué no me enseñaba esas radiografías que hasta entonces veía él sólo. Inmediatamente, dio la vuelta al ordenador y me mostró lo que estaba viendo. Me llevé tal flash que, boquiabierto, le pregunté: –Pero, esa imagen será la del día siguiente a mi operación. Se encogió muy lentamente de hombros, abriendo las manos con las palmas hacia arriba y dijo: –No, Emilio. Esta es la que te acabamos de hacer esta mañana. 

La imagen que yo tenía ante mis ojos era terrorífica. Ambos fragmentos de húmero, ensartados por el clavo, estaban separados más o menos un centímetro. En tres meses, el proceso no había avanzado nada, a pesar de que yo me sintiera Robocop y no tuviera molestia alguna. Entramos entonces en la fase 2. Prácticamente desde que se desvanecieron los efectos de la anestesia de la segunda intervención, empecé a tener dolores y molestias importantes, que me siguen durando a día de hoy. Pero, sin embargo, las sucesivas radiografías muestran un acercamiento notable de los dos fragmentos (el dolor viene de que se rozan y eso favorece la creación de los osteocitos que habrán de formar el callo de fractura, también conocido como la señora Ashton). Otras cosas que han cambiado: el doctor está súper animado, diría incluso que eufórico, me muestra ya todas las radiografías sin que yo tenga que pedírselo y cada vez me ofrece la posibilidad de pedir el alta, aun siguiendo con la rehabilitación. Y también han cambiado radicalmente mis ejercicios diarios: ya no hago musculación ni pesas. Ahora me centro en maniobras de compresión del hueso y movimientos para estimular ese rozamiento. La cosa va bien y espero pedir el alta a primeros de septiembre.

Y ahora viene lo del relato, esa especie de iluminación que yo tuve en un momento dado. Es la siguiente. Gárate vio mi primera radiografía tras la operación, allá por los finales de febrero y, en ese momento, ya supo todo lo que iba a pasar. Estoy seguro de ello. Lo que pasa es que optó por no contármelo, decisión que, en parte, entiendo. A muchos enfermos de cáncer el médico no les dice que se van a morir en cuatro meses y lo hace con conocimiento de causa. Por eso me decía que Santa Marta tenía tren y todo lo demás. ¿Y de dónde viene ese convencimiento mío? Vayamos por partes. Los legos en medicina como yo, imaginamos que, romperte un hueso, es como si se te rompe un jarrón. Tú coges todas las piezas, las sellas con superglue y presionas hasta encajarlas perfectamente. Los forofos de la ciencia ficción como yo, encima, imaginamos una operación en la que el cirujano tenga una visión tridimensional de lo que va haciendo y maneje un ordenador al que da sucesivas órdenes de aproximación de fragmentos de diez elevado a menos dos milímetros.

Bueno, pues nada más lejos de la realidad. La traumatología no está tan avanzada. Ellos ensartan el clavo en los dos fragmentos y, antes de apretar los tornillos, presionan un poco, razonablemente, no vayan a causar un estropicio aun mayor, como astillamientos o lesiones a los músculos. Y el resultado es bastante aleatorio. Los fragmentos se acercan a ciegas, a como queden, algo en lo que influye la suerte. Y yo tuve mala suerte y se me quedaron a un centímetro. A lo mejor, si en vez de ser yo, fuera Cristiano Ronaldo que tiene que estar jugando y generando millones de beneficios a la mayor brevedad posible, pues con él hubieran usado una técnica más sofisticada. Pero la medicina es también una ciencia que ha de tener en cuenta el componente económico y tratar de mantener una adecuada relación inversión-rendimiento. Y yo soy un abuelo de 65 años, algo que a veces se nos olvida a todos (y a mí el primero). Es así de crudo.

El caso es que Gárate vio mi primera radiografía y ya supo todo lo que iba a pasar. ¿Por qué digo esto? Se lo explico. El clavo Konrad Adenauer va por dentro de mi húmero, sensiblemente pegado a la pared interior. Y el hueso, poco a poco lo va abrazando, generando osteocitos que lo van fijando e incorporando a su masa ósea. Eso quiere decir que la extracción del tornillo superior sólo se puede hacer en torno a los tres meses de la primera operación. Si se hace antes, el conjunto se puede desestabilizar y montarse un pifostio importante. Y, si se hace después, ya no sirve para nada, porque el clavo está atrapado por el hueso y no se moverá por muchos ejercicios de compresión que hagamos. Así que, finalmente, estoy convencido de que Gárate va siguiendo un protocolo y el proceso está perfectamente predeterminado.

Durante este tiempo me he portado bastante bien. No me he hecho mala sangre, no he buscado segundas opiniones y he hecho oídos sordos a las voces que pretendían convencerme de que algo raro estaba pasando, que me habían hecho una chapuza y cosas por el estilo. Tampoco me he quejado de mis dolores y molestias, que siguen siendo consistentes, aunque espero que vayan remitiendo en este mes que me queda hasta la próxima consulta. Mi fractura fue bastante tremenda, no soy un veinteañero y a mi edad uno ha de aprender a contener los caballos de la ansiedad. Tiempo al tiempo. Con todo, he tenido algunos momentos de bajón y he estado a un tris de cambiar mi perfil de blogger, porque seguir considerándome corredor veterano y viajero impenitente, no deja de ser una fantasía, cuando llevo casi seis meses amarrado al duro banco y he sentido como una hazaña el hecho de llegarme un día hasta Sigüenza. Pero ya empiezo a ver el final del túnel. Este es mi relato y esta vez les ruego que no me lo rebatan. Si alguno de ustedes tiene otro, no me interesa escucharlo.Yo lo he vivido desde dentro y sé mejor que nadie lo que ha pasado. Que sigan disfrutando del verano.

    

6 comentarios:

  1. Muy buen relato. Consistente. Las fracturas son así y el de los cerros de Ubeda ha estado muy bien para no desesperanzate ni engañarte. !Aúpa el Deportivo!

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    1. Bueno, yo creo que uno llega a tener "el relato" de un suceso determinado cuando puede contarlo sin echar mierda a nadie (con perdón de la expresión). Cuando echas mierda a los demás es porque atesoras algún rencor o insatisfacción.
      Y gracias por tu efusión final. Este año vamos a ser la sorpresa de la Liga.

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    1. Me tienes patidifuso con tu dominio del latín. Ya he visto que has utilizado la foto del marulo de Melide en el Facebook, lo que me parece estupendo. Ya voy entendiendo cómo va esa vaina. Si tú me pones un "me gusta" en cualquiera de mis posts, todos tus contactos de Facebook se enteran de ello y entran a verlo. Los que tienen tus "me gusta" reciben bastantes más visitas, por lo que te doy las gracias. El problema es que eres el único que me pone "me gustas". Al principio lo hacía también una chica de Leipzig, amiga de mi hijo, pero ya se ha cansado.
      Pues eso, que me gusta que mis posts te gusten tanto como para ponerles un "me gusta". Un abrazo, querido amigo.

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  3. Pongo "me gusta" precisamente para eso y, además me avisa de que hay nuevo post. Mi dominio de "latinajos" viene de una página web donde puedes encontrar respuesta a casi todas las sandeces que circulan por la web. Te remito el enlace: http://latin.dechile.net/.
    Mañana noche tengo un concierto de "VINICIUS VIVE". Después contemplaremos las Perseidas. Ya te contaré como nos fue. Supongo que alguien grabará algún video.
    Cuídese el brazo amigo. Un abrazo.

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    1. Pues buena suerte con Vinicius vive. Yo el único latinajo que manejo es ese de mens sana in corpore insepulto.

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