sábado, 9 de julio de 2016

529. Un acercamiento al mundo de los humedales

El fin de semana pasado salí por primera vez de Madrid desde mi accidente de febrero, para sumarme a la excursión de cierre de temporada de mi grupo de senderistas. El viernes a última hora de la mañana, cogí un tren a Alcalá de Henares, donde me recogieron en coche para llegar a comer a Sigüenza. Aunque participamos ocho o diez del grupo, se trataba de una actividad formativo-práctica de la Universidad de Alcalá, con una serie de docentes y estudiantes, que comprendía un par de conferencias el viernes por la tarde, sobre el tema de los humedales, y una excursión el sábado para visitar tres de ellos, lo suficientemente próximos para caminar de unos a otros. Y el domingo por la mañana, ya solos los senderistas, hicimos un recorrido sencillo con salida y llegada en Sigüenza, para volver a Madrid por la tarde.

¿Saben ustedes lo que es un humedal? Imagino que la mayoría no. Empecemos por la definición, que se debe a no sé qué estudioso del tema: un humedal es nada menos que una anomalía hídrica positiva, que no es ni lago ni río (ya se lo pueden aprender, que se lo voy a preguntar al final). En realidad, es una surgencia de agua que aparece en medio de zonas áridas, sin relación con lluvias recientes y que ha de tener un cierto tamaño para constituir un ecosistema umbrío puntual. Un ejemplo típico de humedal son los oasis del desierto. ¿A qué se debe este fenómeno? Pues a que el agua de la lluvia se filtra por la tierra y a veces alcanza zonas más impermeables que la dirigen en horizontal, e incluso hacia arriba. Si hay una capa freática más alta, a lo mejor hay un surgimiento de agua en una zona alejada de cota más baja y allí se forma el humedal. Se puede entender en la imagen de abajo, en la que mi amigo el profesor Antonio Sastre señala una capa freática elevada, que provoca un humedal en un punto más bajo, al lado derecho.

A veces, estas aguas tardan décadas o hasta siglos en aflorar a la superficie. Cuando esto sucede, el agua arrastra muchas sales y produce humedales salobres, que están en el origen de muchas de las antiguas salinas  creadas en zonas muy alejadas de los mares y océanos. Dada la importancia que la sal tenía en la antigüedad, para la conservación de los alimentos, los humedales eran un elemento clave en el desarrollo de las culturas. En concreto, en nuestra excursión nos movimos por el entorno de la Sierra Ministra, macizo del Sistema Ibérico que constituye el punto triple, que divide las cuencas del Duero, el Tajo y el Ebro. En efecto, allí nacen tres ríos, uno por cuenca: el Bordecorex, el Henares y el Jalón, respectivamente. La Sierra recibe su nombre de Ministra precisamente por ser el punto que administra las aguas españolas, repartiéndolas en tres direcciones. Que en esa zona tan alta y alejada de todos los mares haya, al menos tres humedales (los que visitamos), da idea de la rareza y singularidad del fenómeno. Abajo el mapa en donde se destaca la divisoria de las cuencas atlánticas y las mediterráneas.

El concepto humedal es relativamente reciente (primeros 60 del siglo pasado). Hasta entonces había quien negaba la posibilidad de que el agua fuera para arriba, algo que parecía sin pies ni cabeza. En torno a 1910, el famoso ministro de Fomento de Alfonso XIII Francisco Cambó (tiempos felices aquellos en que reconocidos catalanistas como éste aceptaban participar en el gobierno de España), se dedicó a desecar humedales como un loco y hoy es una especie de figura nefasta para los ecologistas más radicales. Cambó inició también la política de canalizar los ríos a su paso por las ciudades (el Manzanares entre ellos, cuyas obras, interrumpidas durante la República y la guerra, continuaron después y se remataron en 1955).

¿Por qué esta furia desecadora y canalizadora de ríos? Pues por un motivo claro y meridiano: humedales y tramos urbanos de ríos eran focos de insalubridad, donde se criaban miríadas de mosquitos. Y, por aquellos entonces, los mosquitos no eran ninguna broma, ya que transmitían la malaria, aquí llamada paludismo o fiebres tercianas (quién no ha oído hablar a sus abuelos de las fiebres tercianas). Porque, queridos lectores, aquí, por estas calles donde ustedes caminan ahora consultando sus móviles y creyéndose parte de un mundo aséptico a la americana, hasta hace cuatro días como quien dice, había malaria. Lo mismo sucedía en el sur de Italia, en Grecia y otras zonas calurosas. España no recibió el certificado de país libre de malaria hasta 1964. Cambó fue el padre de las políticas higienistas (también desarrolló un ambicioso programa de repoblación forestal) en la línea regeneracionista de Joaquín Costa y otros políticos de la época.

En los 60, se inició el cambio de tendencia que empezó a considerar los humedales como algo muy valioso. En parajes áridos y predesérticos como los que recorrimos estos días, la presencia de un humedal es un lujo. En ellos se desarrolla una vegetación específica, anidan diferentes aves, hacen estación otras que viajan a África y vuelven, y se esconden también jabalíes, corzos y otros animales de tamaño medio. En 1971, se firmó en la ciudad iraní de Ramsar un convenio auspiciado por la ONU para la protección de los humedales en el mundo. Los países pueden inscribir sus humedales, cumpliendo una serie de condiciones (como se hace con los bienes Patrimonio de la Humanidad) y obtienen un estatus especial que comporta ayudas a su protección. La llamada lista Ramsar, contiene actualmente cerca de 2.000 humedales. España es el tercer país del mundo con mayor número de humedales, sólo por detrás del Reino Unido y México. Nosotros examinamos tres de estos humedales, los de Madrigal, Conquezuela y Ambrona. Un autobús nos llevó al primero y nos recogió por la tarde en el tercero. Aquí unas imágenes del aspecto de estas anomalías hídricas en el secarral del entorno.











Su regulación ha debido enfrentar numerosas dificultades, por tratarse de parajes durante años considerados como bienes mostrencos (sin dueño y que no tienen ninguna utilidad), lo que entorpece su identificación y deslinde. La Unión Europea, esa que la mitad de los británicos han decidido abandonar, por considerarla un simple club neoliberal al servicio de los bancos alemanes, pues resulta que ha hecho mucho en cuestiones de regulación medioambiental. Como la DMA, Directiva Marco del Agua, que entró en vigor a finales del 2.000 y a la que los países miembros han de adaptar sus leyes de protección de un bien tan valioso como es el agua. 

Los humedales que recorrimos están ahora siendo objeto de acciones de mantenimiento en esa línea. Por cierto, acabamos la excursión del sábado cerca de las 4 de la tarde en el gran humedal de Ambrona al que corresponden las dos últimas imágenes de arriba. En su centro, el pueblo del mismo nombre. Resulta que se celebraba ese día nada menos que un festival de música indie. El único bar del pueblo, con un amplio emparrado externo frente a la carpa del festival, cobraba distintos precios según tuvieras o no la pulsera identificativa de haber pagado la entrada a los conciertos. Pero habíamos negociado con ellos que nos sacaran un tentempié en la parte trasera, en una pequeña plaza. Menos mal, porque teníamos ya una hambrona considerable. 

Por lo demás, Sigüenza es un lugar precioso y cuajado de historia, ahora mismo segundo destino turístico de Castilla La Mancha después de Toledo. Su Castillo, su Catedral, o el hecho de que la Calle Mayor esté pavimentada con mármol (fotos de abajo), dan fe de la importancia pasada y del esplendor de esta ciudad, donde estableció su sede el famoso obispo Don Bernardo de Agén, un franchute cluniacense que manejaba mejor la espada que el hisopo y que reconquistó toda esta región a los árabes. En fin, que a mí me gusta mucho Madrid, la contaminación y el asfalto, pero es conveniente salir de vez en cuando. Que pasen un buen finde, salgan o no. Por cierto, ¿ya se han aprendido la definición de humedal? No vale mirar arriba.





2 comentarios:

  1. Para que veas que tu labor de instruir deleitando no cae en saco roto, te comunico que me he aprendido la definición de humedal. No tuve que mirar arriba.
    Pero la nostalgia es muy traicionera y con esto de memorizar definiciones, me vino a la mente la Ekística de Zanón, sin exagerar la "cosa" a la que más intensidad de estudio tuve que dedicar en la carrera para memorizarla como era exigido. Al final, académicamente no me sirvió de nada, pues tuve la mala fortuna de caer en un grupo que llevaba Alfonso Álvarez Mora (no sé si es amigo tuyo, mío no) que acabó frustrando mi firme vocación urbanística.
    Me alegro de tu recuperación, que ya te permite reanudar la actividad de correcaminos.
    Felices vacaciones. Yo aquí sigo, esperando irme a Vigo en cuanto pueda, que estos calores de Madrid ya no son propios para mí.

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    1. Muchas gracias, Paco. Yo también me tuve que aprender la Ekística de memoria, porque era imposible de entender. A mí, por esos caprichos de la memoria, se me ha quedado alguna de las definiciones. Por ejemplo, características de las relaciones en la gran ciudad: transitoriedad, superficialidad y anonimato. Es como aquello de ¿cómo entraron los bárbaros? Respuesta: en oleadas sucesivas.
      Recordarás también la parte práctica de los exámenes del señor Zanón, con la gente tIrando puñaditos de tizas de distintas dimensiones, a ver si, de manera aleatoria, salía una ordenación presentable.
      Un abrazo, amigo, espero que te puedas ir pronto a Vigo. Yo seguiré por aquí pasando calor, con alguna escapada esporádica, como la del fin de semana que viene. Que lo pases bien.

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