miércoles, 2 de septiembre de 2015

422. Learning to dance in the rain

Reproduzco la frase completa: Life isn’t about waiting for the storm to pass. It’s about learning to dance in the rain. En cristiano: la vida no consiste en esperar a que la tormenta pase; consiste en aprender a bailar bajo la lluvia. Es una hermosa máxima de cuya existencia supe por primera vez en mi reciente viaje por Alemania. Una noche, sentado en una terraza al aire libre en Leipzig, pedí la cuenta. La camarera (una cincuentona baqueteada por la vida pero todavía con algo de ternura en los ojos) se fue al interior del bar a teclear mi consumición y sacar el ticket correspondiente. Al poco volvió con el ticket guardado en un díptico de cartón. Hasta aquí todo normal. Pero, antes de dármelo, de pie delante de mí, abrió el díptico y escribió algo con prisas. Luego me lo dio y se fue.

Intrigado, abrí el folleto y encontré la frase que les puse al principio, escrita con una letra nerviosa e inclinada. Llamé a la chica y le pregunté por qué me había escrito eso. Con una media sonrisa, me explicó que el bar tenía editadas esas carteritas para dar la cuenta a los clientes y las camareras tenían libertad para escribir allí lo que quisieran. Y que, tras atenderme, le había venido a la cabeza esa frase. Les prometo que en ningún momento habíamos sostenido ningún tipo de coqueteo ni siquiera visual, que no había visto a esta mujer como un objeto de deseo apetecible; no sé si ella me había mirado a mí como tal sin que yo me enterase, pero lo cierto es que mi sensación en ese instante fue de desconcierto. De otra mesa llamaron a la chica, que se apresuró a atenderles. Pagué, dejé una propina generosa, me levanté y me fui, levantando una mano a guisa de saludo.

A mis años ya no estoy yo para muchas aventuras, pero he de confesar que me fui al hotel con una sensación extraña. No es algo frecuente que una camarera de un bar, al darte la cuenta, te escriba algo tan bonito. Tal vez quería expresarme algo más, pensé, y se había cortado ante mi falta de empatía. Pensé incluso en regresar a ese bar en los días sucesivos, para ver qué desarrollo tenía la cosa. Pero ya saben que soy desconfiado. De pronto, me vino una idea a la cabeza. Abrí el ordenador y tecleé la frasecita de marras. Enseguida confirmé lo que me temía. Había cientos de entradas en relación con esa sentencia, atribuida a una tal Vivian Greene, norteamericana, que aparece en la red como artista global, escritora, visionaria, experta en la felicidad humana y empresaria. En su página hay hasta venta de tazas y pañuelos con la frase impresa.

Mi gozo en un pozo. No me gustan nada esos personajes pseudomísticos que mercadean con los sentimientos y que son seguidos por jovencitas con ensueños prepúberes. Es el mismo público que devora los libros de Paulo Coelho, por ejemplo. No hace falta que les diga que no volví más al bar citado (hay muchas terrazas en las calles de Leipzig). Y que el díptico acabó en la papelera del hotel. Pero la frase es preciosa y hoy ha vuelto a aparecer en mi mente. Porque eso es lo que yo tengo que hacer. Dejar de quejarme y aprender a bailar bajo la lluvia, es decir, a bandearme en el contexto que me ha tocado y que no es para nada desdeñable, sobre todo comparativamente, en un mundo en que los pobres sirios echan a correr huyendo del horror y no encuentran amparo en ninguna parte. Lo que no se entiende es cómo no se han ido TODOS los sirios, irakíes, somalíes, etc. Estamos en un universo convulso, en el ámbito internacional y también en el nacional, ya he insistido de sobra en esta apreciación. Pero no queda otra que adaptarse y seguir el camino. Y, si en el camino vienen curvas, usar el volante, como decía mi padre.

Se va el verano y estamos en ese punto de transición en que comienzan los cursos lectivos y la programación de las empresas. Y la temporada de los corredores. Es el momento de los grandes planes y las buenas intenciones. Respecto a la temporada, he de recordarles que hace dos años la empecé correctamente y llegué a correr dos o tres de mis carreras favoritas antes de las navidades de 2013. Entonces me empezó a doler la espalda y paré. Estuve en el dique seco los siete primeros meses de 2014, sin que mi dolor de espalda mejorase. Me vio un amigo traumatólogo que me dijo que la cosa no tenía relación con la columna y que no tenía por qué dejar de correr. Luego, mi amigo Juanmi el Guitarrero me dio un par de sabios consejos que desde entonces sigo a rajatabla. Hace justo un año empecé la temporada corriendo con una faja de neopreno a la cintura y empecé también a nadar un día por semana. Pero hice un entrenamiento tan gradual (por miedo) que, cuando alcancé una mínima forma, ya se habían pasado mis carreras preferidas. Luego tuve una serie de incidencias, llegó el calorazo de este verano, dejé de correr y pasé a nadar dos días por semana, cuando no estaba de viaje.

Ahora la situación es diferente. Este año no he parado tanto tiempo y estoy en mejor forma. Empecé haciendo 5 kms el 15 de agosto y ya me veo en situación de ampliar el recorrido a 6,5, algo que el año pasado no conseguí hasta por lo menos noviembre. Y ayer inauguré la natación en el Polideportivo Luis Aragonés. Veremos hasta dónde llego. Ayer era día 1 y la piscina recién abierta estaba prácticamente vacía. En un momento dado nos quedamos sólo dos usuarios. ¿Saben quién era el otro? Sí, han acertado. El Cangrejo Taciturno estaba allí como un clavo, nadando a espalda con sus gestos ampulosos de orador inseguro, que le hacen abarcar toda la calle. Me situé en una calle a su lado y comprobé dos cosas. Una, que en estos dos meses de parada ha perdido la forma: le dejaba atrás con facilidad, a pesar de que sigue haciendo la trampa de darse la vuelta mucho antes de llegar al extremo de la calle. La otra: se ha comprado un gorro de baño nuevo que le queda pequeño y tiene tendencia a formarle un bollo en la coronilla, como si se hubiera calzado un preservativo muy ajustado.

Otro de mis propósitos de principio de temporada está ya en marcha. Me he apuntado a un taller de conversación en inglés. Lo organiza una escuela que hace grupos por niveles. Cada grupo se reúne una vez por semana en un bar céntrico, de 20.30 a 22.00 y practican de forma dirigida. No sé todavía qué grupo me tocará, creo que puede ser el de los martes, lo que será un inconveniente por coincidir con el taller de lectura en el que me gustaría seguir. Pero la oferta del inglés me salió al camino a través de una amiga, de estas que rebotan todo lo que reciben a todos sus contactos. Y ya saben que soy de la teoría de que las ocasiones que te salen al paso hay que pillarlas. Si no, se pierden para siempre. Así que, además de a bailar bajo la lluvia, espero aprender también a conversar en inglés de manera más fluida. 

Aparte los temas externos (Siria, Ucrania, el cambio climático, los emigrantes, los catalanes), me han tenido inquieto en esta segunda quincena de agosto los asuntos propios de mi trabajo. Confiaba en un gran movimiento de reajuste del personal municipal, para adaptarlo a los requerimientos del nuevo equipo de gobierno. Y ese gran tsunami no se ha producido. Los mínimos ajustes que ha habido, apenas me han afectado. Pero creo que tengo alguna posibilidad de participar en temas interesantes de manera transversal, prescindiendo de la estructura. Y que esos temas pueden ser gratos para mí, y valorados desde el equipo de la nueva Alcaldesa. Es sólo un albur y no puedo ser más concreto porque no me parece oportuno hablar aquí de los detalles de mi trabajo. Esa discreción fue una de las premisas de partida de este blog, a la que me ajusté durante mucho tiempo, hasta que empecé a saltármela en los últimos momentos del malhadado trienio negro de la señora Botella y su inane concejala de Urbanismo. El escándalo que me generaba la forma de actuar de esta señora, me llevó a pasarme mucho con ella y su equipo de inútiles, porque no les tenía el menor respeto y me daba igual que tomaran represalias.

Ahora la situación es diferente y ya les anuncio que, por el momento, no voy a contar nada más sobre mi trabajo, al menos mientras tenga esa expectativa. En consonancia con eso, les confirmo mi intención de pedir el reenganche, en el plazo que me dan para ello: entre el 19 de diciembre y el 19 de enero. Si dejara pasar ese plazo sin hacer nada, estaría condenado a jubilarme el 19 de junio. De esta forma, puedo luego largarme cuando quiera, con la única condición de avisar con tres meses. Como les dije a los de Recursos Humanos que me atendieron, esto de los tres meses es lo que menos me gusta de todo el proceso: yo querría tener la posibilidad de irme en un calentón. Es decir, bramar un día un estentóreo y clamoroso IROS A LA MIERDA y no volver más. Pero eso, me dicen que es imposible. Así que tendré aquí también que adaptarme. Y bailar bajo la lluvia. Al fin y al cabo, como ya he dicho cien veces, la lluvia no es nunca un problema para un coruñés como yo. Como no podía ser de otra manera les dejo con el inolvidable y eterno Gene Kelly. Disfrútenlo.



2 comentarios:

  1. Bueno, pues si hasta ahora estabas pesadito con el inglés y los títulos de los posts, ahora que vas a mejorar el nivel cualquiera te aguanta... Bueno, más en serio: me alegro que te alejes del tono tristón de algunos de tus últimos textos. El mundo está complicado, pero la mejor manera de afrontarlo es la que se trasluce en este post, no la de los otros. Ánimo y p'alante.

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    1. Tal vez tú también debas mejorar tu inglés, como yo. Sin idiomas no se va a ninguna parte. Más en serio: gracias por tu apoyo. Trato de ser positivo y solía lograrlo casi siempre. En estos últimos tiempos me ha costado más, yo creo que también por el insólito calor. De todas formas tendré que estar atento.

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