miércoles, 22 de abril de 2015

371. Más sobre la mano de la ignominia

Bueno, empezaré por sacar un poco de pecho. El día 16 trincaron a Rato, aunque sólo estuvo detenido un rato, y el mismo 17, a las 11.35, tenían a su disposición mi Post #369 “La mano que aprieta”, centrado en esa mano que le echaron al cuello para que no entrara solo en el coche y subrayar así su ignominia pública. Me puedo preciar de haber sido uno de los primeros pero, por suerte, no fui el único que se percató del significado de esa imagen. Llovieron comentarios sobre la maldita mano, en periódicos y redes sociales y hasta el periodista de El País Manuel Jabois contó cómo a él lo habían detenido una vez en Canarias y lo habían metido en un coche de esa misma indigna manera. Debe de ser un protocolo. El caso es que si uno ve la escena en televisión, apenas se advierte el detalle, es un segundo, pero la foto de marras es la leche.

Digo que no fui el único por suerte. Joder, es que es un alivio comprobar que esta sociedad no se las traga cuadradas y sabe leer las imágenes, igual que los arquitectos leen los edificios y los planos y los buenos centrocampistas son los que saben leer el partido. En este país se leen cada vez cosas más peregrinas, y cada vez menos libros. Mañana es el día de Sant Jordi (no el Pujol, el santo) y supongo que saben que han de regalar una rosa a la mujer que aman (los caballeros) y un libro al hombre que les ama (las señoras). Sant Jordi era un santo catalán, escolti, no m’emboliquen, que yo sólo he díu que era catalán ¿eh? no que fuera soberanista ni independentista ni nada por el estilo. Sant Jordi era un guerrero, como el del antifaz, con cota de malla y casco y, ataviado de tal guisa, mató al dragó (no el Sánchez, el de verdad) y de la sangre del dragó brotó una rosa (arose a rose, que dicen los ingleses) y por eso la tradición de la rosa. ¿Y lo del libro? Y yo qué sé, desde luego los españoles no hacen más que venga preguntar y venga preguntar, son ustedes unos centralistas insoportables.

¿En qué estábamos? Ah, sí, en que a Rato le echaron mano al cuello y todo el mundo habló de la noticia del día, que era casi más la mano que la propia detención. La potencia de esa imagen es tal que hasta el propio cuerpo de policías de aduanas hubo de salir al paso y sacar un comunicado en el que dice que eso se hace habitualmente y tiene por objeto evitar que el detenido se haga daño al entrar en el coche. Cojonuda la explicación, oyes, ahora sí que lo han arreglado. Tú detienes a un etarra, un suponer, y, como no tengas cuidado y te olvides de agarrarlo por el cuello, el tipo embiste al dintel (o como se llame) de la portezuela, se hace un siete en la cabeza y luego alega violencia policial, se lo enseñan en los cursillos de fin de semana que hacen en Biarritz y Saint Jean de Luz, impartidos por pied-noirs argelinos. El sábado dedican la mañana a practicar el cabezazo al coche y luego vuelven a casa como ecce-homos y tienen que decir que han estado haciendo barranquismo abertxale, para que no se mosquee la amatxu.

En fin, en este mundo mediático y gilipollas, en el que domina el postureo, el figurar y el hacer-como-si, que te echen la mano al cuello no es lo peor que te puede suceder. Todavía resulta más grave y decisivo que Rajoy se refiera a ti como ese señor. Y por cierto, todo el mundo presupone que la mano de verdad, la que mueve las marionetas del circo patrio, más bien teatrillo de títeres de cachiporra, es precisamente la del ínclito señor Rajoy, preocupado de que la multiplicidad de escándalos, que involucran a prebostes del PP un día sí y otro también, afecte decisivamente a las posibilidades electorales del partido y no le dé tiempo a remontar para noviembre. Eso es lo que sugiere, por ejemplo, el juez Elpidio Silva, a quien se le ocurrió intentar empapelar a Blesa, concurdáneo o compañero de francachelas de Rato, y ya sabemos el resultado: Blesa en la calle y él inhabilitado como juez, con la inhabilitación recurrida y pendiente de resolución. AQUÍ pueden leer lo que dice este señor, aunque ya se sabe que es un rencoroso calvo como Varoufakis. 

También se habla de la complicidad en el manazo de Guindos y Montoro, los dos adláteres económicos de Rajoy. A cuenta de ello, los periódicos han rescatado del archivo la foto de Rato con el segundo de ellos llegando juntos a la boda de Agag en El Escorial. La viva imagen del refrán: cría cuervos y te sacarán los ojos. Abajo la tienen, es también una foto cojonuda. Sobre todo, para constatar que Montoro era todavía más feo de joven. Coincidirán conmigo en que este señor, dentro de lo que cabe, ha guapeado con los años y la acumulación de poder. Aunque conserva de aquel tiempo un cierto aire de cristobita, con la cachiporra oculta, listo para empezar a arrear palos a defraudadores y tramposos.



La verdad es que el recuento de asistentes a esa boda, que dio la verdadera dimensión de la locura aznárica (que se manifestaría en toda su crudeza en la participación en el ataque a Irak), es ciertamente estremecedor. Correa y El Bigotes, los reyes de la trama Gürtel. Ana Mato y su a-la-sazón-marido, el señor Sepúlveda. Bárcenas el grande. Camps y Jaume Matas. Lo más granado del lobby pepero. No sé si asistió Granados, el tipo cuya deriva ha alcanzado una especie de justicia poética: ahora mismo ocupa una celda en la cárcel que él mismo inauguró. Por no hablar de Berlusconi. Todos imputados o, como se dice ahora, investigados, de acuerdo con la terminología derivada de la flamante Ley de Enjuiciamiento Criminal.

Por acabar con la mano de los cojones, aquí les traigo lo que dicen al respecto en eldiario.es, una de las plataformas de información independiente más recomendables. El periodista Javier Gallego juega como yo con el título de una película, lo que pasa es que, como es más joven, no conoce La Mano que Aprieta, y sí La Mano que Mece la Cuna. Este señor no ha sido tan rápido como yo, pero su texto es tremendo, veinte veces mejor que el mío. Lógico: él es un analista político de larga trayectoria y pluma bien afilada y yo un chisgarabís que perpetra escritos a bote pronto (reflexiones a la carrera) y cada vez se va más por los cerros de Úbeda. Léanlo AQUÍ. De verdad que merece la pena.

Entre estos y otros divertimentos, estamos a un mes de las elecciones locales más inciertas de los últimos tiempos. Todo esto de los corruptos hace mucho daño al PP y yo no sé cómo van a hacer para enderezar la situación. De una de estas, recurren a Floriano. ¿A quién? A Floriano. Agárramela con la mano. Nada, que no nos libramos de la mano de las narices. Esperanza hace equilibrios para que no le salpique la cosa, pero va a necesitar la habilidad de un Houdini para librarse. Y ya que todo este disbarre parte de La Mano que Aprieta, voy a cerrar este post con otra película de ese tiempo, ésta excelente, que tampoco conocerán ustedes, jovenzanos agrestes como son. Me refiero a El hombre del Traje Blanco (Alexander McKendrick, 1951). En este estupendo film, Alec Guinness interpreta a un científico que descubre alborozado un tejido que no se rompe ni se mancha ni se estropea. Se hace con él un traje blanco que nunca se desgasta, aunque se revuelque por lodazales. Todo el mundo le alaba, es un gran inventor, su creación es un paso adelante para la humanidad.

Pero muy pronto empiezan sus tribulaciones. Los dueños de las grandes empresas textiles se unen contra él y conspiran para que el invento no se divulgue. Y lo peor de todo no es eso, sino que los propios trabajadores y sus sindicatos se ponen en su contra, le ven como alguien que amenaza su puesto de trabajo y empiezan a atacarlo por todos los medios, desde los más sutiles hasta los más violentos. No les cuento cómo acaba, pero se lo pueden imaginar. Se trata de una película en blanco y negro, realizada con mucha pulcritud y que contiene una reflexión filosófica demoledora sobre el capitalismo y las contradicciones de este mundo supuestamente civilizado que habitamos. Y con un cartel anunciador maravilloso, que ven aquí a la izquierda. 

¿Cómo dicen? ¿Qué por qué traigo esto ahora? No me digan que no han caído. Es que están tan acostumbrados a que se lo dé todo explicadito que están perdiendo reflejos. Pues está bien claro: Esperanza es como el hombre del traje blanco. Está metida en todos los lodazales, pero pretende salir inmaculada. No sé si lo conseguirá. Y menos después de leer la última entrada del blog de Javier Marías. Este señor sí que escribe bien. Se la dejo de postre. Disfruten de ella: AQUÍ. Y vayan pensando en dónde van a comprar la rosa.


4 comentarios:

  1. Bueno, varias cosas. Como siempre, nos obsequia con unas cuantas palabras infrecuentes, que sorprendentemente, pueden encontrarse en los diccionarios de Internet: concurdáneo o cristobita. Es fácil imaginar la cachiporra oculta tras la espalda del joven Montoro, lista para empezar a arrear mamporros a sus sucesivos compañeros de teatrillo. Las imágenes, estupendas también. Y la sutil diferencia a cuenta de los regalos de hombres y mujeres en Sant Jordi. Ya vamos captando eso de la misoginia tranquila y resignada.

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    1. Espero que no se haya dado usted por aludido ante las palabras concurdáneo y cristobita, y sí, en cambio, por la de jovenzano agreste, que tampoco es manca. Creo recordar que yo he proclamado una misoginia amable, que no tranquila y, desde luego, como parte especializada de mi misantropía general. La mía es una misoginia amable, resignada, desesperada, respetuosa y hasta admirativa: las mujeres en general son admirables.

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  2. Si a tu producción de tres textos a la semana, añades enlaces a no sé cuantos artículos, pues a mí no me da tiempo a leer tanto. Se me va acumulando el retraso y lo siento. No sé como hacen tus otros seguidores. Por lo demás, coincido con el anterior: la foto es muy buena (ya la había visto) y el cartel de cine, extraordinario, no tenía ni idea de la existencia de esta película, que parece muy interesante.

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    1. No te preocupes, hombre, mis textos quedan ahí alojados, en la nube, puedes entrar cuando más te convenga y ponerte al día. Si escribo todo lo que escribo es (además de por otros motivos que no voy a explicar aquí) por evitar que las cosas caigan en el olvido. Los mayores vamos perdiendo memoria. Yo, por ejemplo, releo ahora algunos de mis primeros posts y encuentro cosas que ya se me habían olvidado. Si no las hubiera dejado por escrito, se habrían perdido en la nada del tiempo que huye.

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