viernes, 10 de abril de 2015

366. Víctor o victoria

Hace mucho que no hablo del Dépor, pero es porque este blog es el reducto del optimismo y las noticias de mi equipo eran todas para tirarse al suelo y echarse a llorar. Ahora por fin hay algo que puede ilusionar un poquito: el Consejo de Administración ha decidido echar al entrenador. Ha cambiado a Víctor Fernández por Víctor Sánchez. Parece un chiste, pero lo cierto es que VF, aragonés a quién en Coruña llaman el Vende Fumes, estaba llevando al equipo al abismo de la Segunda División, por pura cabezonería maña. El primer Víctor era incompatible con la palabra victoria. Esperemos que el segundo nos pueda sacar del pozo. Ya he dicho alguna vez que esto del fútbol es para sufrir, pero es que lo de este año del Dépor más bien se define por el viejo dicho de mear y no echar gota.

El domingo pasado me animé a ver el partido con el Getafe, aprovechando que tenía que subir a la plaza de Callao a última hora, a comprar unos libros. En esa zona se concentran La Casa del Libro, el FNAC y La Central, librerías que abren los domingos. En concreto, compré Los últimos días (Raymond Queneau, 1936) y Stoner (John Williams, 1965). El primero es para mi club de lectura y lo estoy empezando a leer. Queneau es un escritor francés inclasificable, amigo de Breton y los surrealistas y autor de novelas como Zazie dans le Metro, que dio origen a una divertida película de Louis Malle. Stoner es el libro que me regaló mi hermano mayor en Navidad. Luego me lo volvió a regalar por mi cumpleaños y tuve que ir a cambiarlo por otro. Cosas de la edad. Es una novela cojonuda que acabo de leer. Narra la vida completa de un profesor de la Universidad de Missouri. Las putadas que le hace el claustro de profesores de una institución típicamente endogámica, digo yo que han de basarse en su propia experiencia porque, si no, es imposible describirlo con tanta fidelidad y exactitud.

Con la misma precisión de cirujano, disecciona su relación matrimonial, un aspecto del libro que es como una venganza contra el género femenino. Es terrible el retrato que hace de la típica esposa americana. Así que, ya que iba a por el libro de Queneau, pensé en comprar otro ejemplar de Stoner para regalárselo a un buen amigo argentino con el que comparto una misoginia amable y resignada. Para ello cogí el Metro, pasé por la estación Vodafone-Sol, deseché la línea 2 Vodafone-Cuatro Caminos y me bajé en Gran Vía, no sin antes tirarme unos cuantos Vodafone-pedos en el andén. Estaba la Gran Vía como imaginan. En Semana Santa, los madrileños huyen de la urbe, y la capital se llena de turistas del entorno (Segovia, Ávila, Toledo). Las calles del centro bullen atestadas de bolos y lugareños de Villarejo de Salvanés y otras aldeas primigenias, que recalan por aquí a ver las procesiones y ponerse ciegos de torrijas.

Regresé a casa andando y, de camino, encontré un bar en el que daban el Getafe-Dépor en pantalla grande, por el entorno de la Plaza de Santa Ana, ya saben, una de las plazuelas que consiguió crear José Bonaparte por el sano sistema de demoler el convento que la ocupaba, previo desahucio de los frailes. Para que luego vinieran cuatro analfabetos y, tras ponerle el mote de Pepe Botella, lo echaran a patadas del trono. Allí me pedí una cerveza con un plato de jamón, esperanzado de ver renacer a mi equipo, en una fecha tan señalada como el Domingo de Resurrección. Pero no hubo resurrección: el Dépor salió con la torrija puesta y al descanso ya perdía 2-0, así que pagué lo que correspondía y me fui a casa. El Getafe es un equipo malísimo, pero metió dos goles casi sin querer, mientras los defensas del Dépor practicaban un sistema que han inventado y que deberían patentar: el marcaje al delantero con la vista, también llamado estrategia de defensa visual.

Al final, quedaron 2-1 y parece que jugaron algo mejor en la segunda parte, pero yo ya no lo vi. Este miércoles había nueva jornada de Liga y la cosa era ya a vida o muerte. Jugaban con el Córdoba, de lejos el peor equipo de la Primera División. El Córdoba llevaba diez derrotas seguidas y hubiera batido un récord histórico, de haber perdido también con el Dépor, que además jugaba en su casa. Pues ni así. El Vende Fumes hizo su última chapuza y el equipo se superó a sí mismo. Cerca del final del partido, la situación era crítica. El Dépor perdía 0-1, tenía un jugador menos y estaba a merced del Córdoba, que le pudo meter media docena, pero sus delanteros son tan malos que, a pesar de que los marcaban con la vista, disparaban y la echaban fuera. A continuación de ese partido se jugaba el Granada-Celta y todo el mundo daba por hecho que el Celta no se esforzaría mucho en ganar (está salvado hace varias jornadas) y perdería con el Granada, que se jugaba la vida. Y de paso fastidiaba un poco más al Dépor, su enemigo secular. La victoria del Granada, combinada con la derrota del Dépor, nos dejaría por detrás de los granadinos, en puesto de descenso a Segunda.

Pero sucedieron dos milagros. El Dépor, que era incapaz de dar dos pases seguidos y estaba hundido en la desesperación, no se sabe cómo, consiguió forzar un corner, casi en el último minuto. El saque de corner, que nadie acertó a rematar, le rebotó en el culo a uno del Córdoba y entró. Gol en propia meta. Final del partido. Dando por segura la victoria del Granada sobre el Celta, los nuestros se quedarían todavía un punto por delante de los granadinos. Un punto por encima del abismo. Este segundo partido siguió la pauta esperada entre un equipo desesperado y otro que no se juega nada: el Granada ganaba 1-0, cuando el árbitro asistente levantó el tablón con el tiempo de descuento. Cuatro minutos de añadido. En ese tiempo se produjo el segundo milagro. Un suplente del Celta que acababa de salir al campo, se acercó al área y la enchufó. Resultado final: 1-1 y el Granada tres puntos por detrás del Dépor.

El suplente que marcó es un chaval belga de raza negra (seguramente de origen congoleño, porque todos los belgas negros vienen de la única colonia que tenían). Se llama Bongonda y parece que todavía no entiende muy bien el castellano. Los seguidores recalcitrantes del Celta, que querían que perdiera para joder al Dépor, se echaban las manos a la cabeza: ¡Arre coño! ¿Pero es que nadie le explicó al belga que hoy no había que marcar? ¡ARRE CARALLO! En fin, esto del fútbol es como la vida misma, no sabes por qué, pero de pronto suceden cosas milagrosas. Hace poco he revisado la película Un ángel pasó sobre Brooklin, un film español de los 50, dirigido por Ladislao Vajda, que cuenta una historia de este tipo: están a punto de desahuciar a todos los inquilinos italianos de un bloque, cuando una vendedora callejera le echa un conjuro al malvado casero y lo convierte en perro. Como es natural, el personaje requiere dos actores: Peter Ustinov y un chucho de aspecto feroz. Los dos hacen excelentes interpretaciones. Y, por cierto, las calles de Brooklin se reconstruyeron en los estudios de Chamartín con mucho acierto; si no lo sabes, no se nota.

Pero, como un club de fútbol no puede depender de milagros como esos, la misma noche del miércoles echaron al Vende Fumes y contrataron al otro Víctor. El tipo viene con ilusión y seguro que nos da alguna chance más. El Vende Fumes perdía casi siempre y luego daba unas ruedas de prensa dignas de Breton y sus amigos surrealistas, sobre la base de Yo creí que íbamos a jugar mejor y otros lugares comunes. Excusas. De niño tuve un profesor muy cursi y repolludo que, cuando le íbamos con excusas del estilo Yo creí que…, nos cortaba con un epigrama demoledor: El Creíque y el Penseque son hijos de Doña Ignorancia y Don Perdereltiempo. Estaba yo en lo que entonces se llamaba Párvulos, pero aún me acuerdo.

Habrá que confiar en VS, que es buen tipo, y deportivista acreditado. Durante los siete años del mejor Dépor fue el extremo que corría la banda derecha. Ganó una Liga y participó en el Centenariazo. Su hijo mayor es coruñés. Bien es cierto que esta es su primera experiencia como entrenador, pero en el fútbol lo principal es el corazón. Ahora lo que hace falta es que tenga suerte. Los dos golpes del destino que han dejado a su equipo tres puntos por encima del nivel del mar, son un buen augurio para esta nueva andadura. Tocaremos madera. Porque, como bajemos a Segunda, nadie nos detendrá. Llegaremos hasta el fondo, como el Titanic. En cambio, si el Dépor logra mantenerse a flote, habremos superado el primer año de calvario. Aún habremos de sufrir otro, antes de que llegue la nueva normativa que va a permitir repartir los ingresos de TV de forma equitativa, como ya se hace en Inglaterra y en Alemania. Aquí, hasta ahora, se lo quedaban todo el Madrí y el Barça, pero el sabio Rajoy de Moncloa está ya a punto de aprobar la nueva Ley. Por cierto, este señor, tras cuatro años haciendo lo que hay que hacer, ha alcanzado el siguiente nivel de sabiduría: Habremos de corregir lo que haya que corregir. Es un crack. 

Que pasen un buen finde. 

2 comentarios:

  1. Pues bien desesperados deben de estar los de Coruña, para confiar en un entrenador que no ha dirigido nunca a ningún otro equipo. La suerte del Dépor es que este año hay unos cuantos equipos tan malos como ellos.

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    1. Víctor I está un poco mayor, llevaba mucho tiempo sin trabajar y tiene unos conceptos bastante anticudos. Antes fue un buen entrenador, sin duda, aunque siempre tubo ese punto maño de cabezonería.
      Victor II viene con la ilusión del principiante y lleva muchos años preparándose para el momento. Fue el número 1 de su promoción y, si alguien puede lograr el objetivo, es él. El objetivo es dejar a tres equipos debajo y, como usted dice, hay candidatos para aburrir, pero hay que trabajar mucho, porque el calendario es difícil.

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