lunes, 8 de septiembre de 2014

283. Ceaucescu IV. El urbanista chiflado

A las personas se les va la olla en un instante. Es difícil precisar cuando, pero uno va viendo a gente que está bien, y de pronto, de un día para otro, ya no están bien. Se les ha ido la olla. Piensen, por ejemplo, en Michael Jackson. A partir de un cierto momento de su vida, su propia imagen revelaba que el tipo ya no estaba en sus cabales. Lo peligroso es que esto le suceda a alguien de cuyas decisiones y buena cabeza dependen las condiciones de vida de mucha gente. Como Calígula o Nerón. Mientras su país pasaba hambre, frío y desesperanza, Ceucescu no dejó de proyectar obras megalómanas, entre ellas las tres que les voy a mostrar.

UNO. El Canal del Danubio. Si recuerdan el mapa, el Danubio marca la frontera sur de Rumania hasta acercarse a unos 60 kms. del Mar Negro. Allí encuentra una barrera de piedra muy dura, que le hace girar al norte, internándose en territorio rumano, donde pasa por la ciudad de Cernavoda. Luego se abre en mil bocas formando el Delta, hoy declarado patrimonio de la biosfera, por donde no pueden circular los grandes barcos, por la poca anchura de los ramales y la inestabilidad del terreno y los sedimentos. La idea de unir la parte navegable del Danubio con el puerto de Constanza mediante un canal, no es de Ceaucescu, sino de Stalin, que se la sugiere a su ferviente seguidor el presidente rumano Georgiu-Dej, al que ofrece colaboración técnica, logística y económica. La idea es abrir una ruta navegable desde el Mar Negro hasta Belgrado, y las ciudades del centro de Europa. Las obras empiezan en 1950, pero tres años después muere Stalin y ya hemos visto que su sucesor Kruschev tiene otras ideas y no aprecia mucho a los rumanos. Al suspenderse la ayuda rusa, las obras quedan paralizadas durante 20 años.

A finales de los 70, Ceaucescu, que ha construido una central nuclear al lado de Cernavoda, retoma la vieja idea de Stalin de salvar los 64,2 kms. hasta el puerto de Constanza mediante un canal navegable. Las obras son arduas y se emplea en ellas a presos condenados a trabajos forzados, tanto comunes como políticos. Allí trabajan represaliados, disidentes y dirigentes caídos en desgracia. Se dice que en las obras murieron 2.000 personas. En relación con las cifras sobre las tropelías de Ceaucescu, debo advertirles que su fiabilidad es relativa. Este señor es ahora un malo oficial y todas estas cifras tienen el riesgo de haber sido manipuladas en su contra. Yo ya he dado tres: 2 millones de niños nacidos en los tres primeros años del Decreto 770, 10.000 mujeres muertas en abortos y ahora 2.000 muertos en las obras del gran Canal del Danubio. Son cifras sacadas de fuentes más o menos fiables, no me las he inventado. Yo las doy por buenas, pero creérselas o no, es cosa de cada uno.

Lo cierto es que el Canal se abre a la navegación en 1984. Y que en 1992 la Unión Europea inaugura a su vez el canal Rin-Danubio. Y que con la suma de ambos, hoy es posible la navegación desde el Mar Negro hasta el Mar del Norte para buques de hasta 5.000 toneladas. Y hacer viajes fluviales turísticos Rótterdam-Constanza. Aquí hay que contarlo todo, lo bueno y lo malo. En ESTE enlace tienen una serie de vídeos de recorridos en barco por el canal. Y aquí algunas fotos.







A la izquierda, Ceaucescu inspecciona la reanudación de las obras en 1979. Y abajo un sello conmemorativo de la inauguración, donde se aprecia el papel preponderante de Elena Ceaucescu








DOS. La carretera de los Fagaras. Esta es una obra directamente ligada al enloquecimiento de Ceaucescu. Su trastorno tenía ribetes paranoicos, que le llevaban a estar obsesionado con la idea de una inminente invasión de las tropas del Pacto de Varsovia, que buscarían castigar su postura disidente. Para poder defenderse adecuadamente de los soviéticos, que entrarían por el norte, era fundamental abrir un paso por los Cárpatos, que permitiera un acceso fácil de tropas y municiones desde la Valaquia a la Transilvania. El propio Ceaucescu indicó el lugar por donde construir la carretera, justo por el macizo de los Fagaras, la sierra más alta y enriscada de toda la cordillera. La carretera se construyó en sólo cuatro años en condiciones muchas veces penosas, aunque aquí no se emplearon apenas presos políticos.

La carretera sube a una altura de 2.000 metros, es una de las más altas y peligrosas de Europa, se cierra de noviembre a mayo por el hielo, tiene tramos donde está prohibida la circulación nocturna y se dice que hasta pueden aparecer osos en su recorrido. En el punto más alto está el lago Balea, en un circo glaciar. Allí existe todavía la Cabaña de Ceaucescu, el refugio de madera junto al lago a donde se retiraba de vez en cuando a cazar o a descansar. Ahora es un albergue de montaña desde donde mi grupo inició una de sus excursiones senderistas. Aquí las fotos de lo que les cuento.






TRES. El Palacio del Pueblo. Bueno, esto ya es la repera. Ceaucescu tenía el secreto anhelo de  reunir en uno solo todos los edificios oficiales de Bucarest y le vino al pelo un terrible terremoto que asoló la ciudad en 1977, causando 1.500 muertos. Uno de los barrios más castigados fue el llamado de La Colina, una zona de chalets y edificios decimonónicos, con 7.000 viviendas, además de doce iglesias, dos sinagogas, tres monasterios y un patrimonio histórico de valor incalculable. En vez de reconstruirlo, Ceaucescu decidió realojar a la gente en bloques, demolerlo todo y situar sobre la colina su gran creación. Desde allí se dominaba toda la ciudad. Aquí sí que se le fue la escala, el palacio es el segundo edificio más grande del mundo después del Pentágono. Pero es que además tiene aire alrededor, es decir, espacio circundante para darle una perspectiva adecuada al inmueble. El resultado de esta obra fue la destrucción de la quinta parte del casco histórico de Bucarest, una ciudad a la que se llamaba el pequeño París. Aquí las fotos.








La última imagen, tomada por mí, es la vista desde el balcón central del palacio. Enfrente, dos edificios oficiales resaltan el comienzo del Bulevar Unirii, medio metro más ancho que los Champs Elysées, para satisfacción de su creador. Las obras empezaron en 1984 y no estaban terminadas en el momento de la revolución. Se emplearon 20.000 obreros y 1.000 arquitectos, todos rumanos. Se usaron mármoles y maderas nobles rumanas. Hay alfombras inmensas de hasta cinco centímetros de espesor. Y debo decirles que, después de visitarlo, he de admitir que, salvando el escandaloso lujo de espacio, la decoración tiene un punto de sobriedad. No es hortera. Para mí es mucho más hortera el hotel Waldorf Astoria de New York, por poner un ejemplo.

Uno de los efectos colaterales de esta locura de trasladar a 7.000 familias de sus chalets a bloques de hormigón, fue que muchas abandonaron a sus perros. Bucarest fue durante años una ciudad asaltada periódicamente por jaurías de perros cimarrones hambrientos, que debían de dar bastante miedo y que además padecían en muchos casos la rabia. La Guía de Rumanía de Lonely Planets todavía lo cita como uno de los peligros del país. Yo confieso que no vi un solo perro suelto por el centro urbano (en los pueblos y ciudades transilvanas sí, pero no me parecieron peligrosos), pero AQUÍ tienen la última información de El País al respecto, de hace menos de un año.

Con su palacio casi terminado, inmune a las críticas, el anciano Ceaucescu está cada vez más alejado de la realidad. En marzo de 1989 anuncia solemnemente que la deuda está ya pagada y empieza una nueva era. El país ha devuelto en quince años 21.000 millones de dólares al 7%. Un esfuerzo absurdo, único en la historia mundial. Al mismo tiempo, Ceaucescu anuncia un nuevo plan a desarrollar en los diez años siguientes. Como un discípulo loco de Le Corbusier, proyecta demoler la mitad de las 13.000 aldeas rurales de Rumanía. Los campesinos serán trasladados a bloques de apartamentos en grandes complejos agro-industriales, con modernos centros dotacionales y administrativos de carácter comunal, como los de las grandes ciudades. Los rumanos saldrán de una vez por todas del atraso secular de la vida rural y se recuperarán 320.000 hectáreas de cultivos.

En el mundo soviético hace tiempo que soplan nuevos aires. Al amparo de la apertura de Gorbachov, los regímenes autoritarios del Pacto de Varsovia están maduros como brevas y, entre octubre y noviembre de 1989, caen uno tras otro, como fichas de dominó: Polonia, Hungría, Alemania del Este, Checoslovaquia y hasta Bulgaria. El 9 de noviembre cae el muro de Berlín, todo un símbolo del cambio. Sólo falta Rumanía. Ceaucescu, impertérrito, prepara el 14º Congreso del Partido Comunista Rumano. Como si nada hubiera ocurrido, el 21 de noviembre abre el solemne acto inaugural con un discurso de 6 horas, donde manifiesta su voluntad de continuar su línea política y pide un nuevo esfuerzo de austeridad a los rumanos. Ignoraba que apenas le quedaba un mes de poder (y de vida).

En la calle, la cosa está que arde. Rumanía es un polvorín, sólo falta la chispa que lo incendie. En medio de la tensa espera del último mes se produce un hecho de alto carácter simbólico. Nadia Comaneci escapa de Rumanía. La niña de 14 años que había maravillado al mundo en la Olimpiada de Montreal de 1976 es ya una mujer y está harta. Su primer entrenador Bela Karoly, el hombre que descubrió el potencial gimnástico de las niñas a partir de los once años, hace mucho que se ha ido a Estados Unidos y la reclama de vez en cuando. Nadia es una institución en Rumanía, un símbolo del régimen. La tratan como una reina. Pero eso sólo le ha valido para convertirse en  la amante de Nicu Ceaucescu, el hijo díscolo del dictador, jugador, borracho y putero.

El viejo sátrapa ya no se fía de nadie y ha repartido cargos entre sus familiares más directos. Elena está al cargo de la defensa y la seguridad. El hijo crápula no se lleva bien con su padre y es enviado a la ciudad de Sibiu, capital de Transilvania, como gobernador regional. Allí vivirá 5 años en pareja con Nadia a pesar de conservar esposa e hijos en Bucarest. Por cierto que los habitantes  de Sibiu nos contaron que deben a Nicu el hecho de que en su ciudad no se tocara el patrimonio edificado. Nicu, el borracho que moriría de cirrosis unos años después, no compartía los gustos urbanísticos de su padre. El 30 de noviembre, Nadia Comaneci decide que ya no aguanta más y se larga de Rumanía. Para ello ha de caminar varios días entre bosques, acompañada por un guía forestal que la conduce sana y salva hasta una aldea húngara, donde la recogen sus amigos norteamericanos. Apenas un mes después, hubiera podido salir legalmente, pero ella no lo sabía. O tal vez intuía la revolución inminente y no quería presenciar como sus compatriotas se mataban entre ellos.

2 comentarios:

  1. Muy buen artículo. Ya solo falta aderezarlo con la novela "El Palacio de los Sueños" de Ismail Kadaré, el gran escritor albanés. Si bien en dicha novela se hace referencia al Palacio de Tirana (o del "tirano"), el Palacio de Ceaucescu es el que mejor retrataría el ambiente de la novela.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Albania tiene algunos puntos en común con Rumanía, ambos países se desmarcaron de Rusia y se acercaron a China, terminando en regímenes dictatoriales y personalistas. Pero Albania es muy pobre y lo ha sido siempre. Mientras que Rumanía es una tierra llena de riquezas naturales.
      El Palacio de los Sueños es un libro onírico, kafkiano, extraordinario. Hace poco he leído otro libro sobre Albania: El Sueño de Damocles de Fatos Kongoli. Es curioso que aquí se hable también de las moscas omnipresentes y de las jaurías de perros salvajes. La miseria impuesta por sistemas absurdos tiene tintes comunes en todas partes.

      Eliminar