jueves, 24 de octubre de 2013

189. El principio KISS y otras modernidades

Acudo esta mañana a una jornada que organiza el Ayuntamiento en Cibeles, sobre sistemas de información pública, canales de atención al ciudadano y su conexión con las llamadas redes sociales. Tengo que estar un poco al día en estas cosas para no quedarme atrás en mi trabajo, ni tampoco en el mundo. La integración en el universo de lo que se ha dado en llamar redes sociales, es una cuestión generacional. Les puedo asegurar que, por ejemplo cuando difundí entre mis contactos que había abierto un blog, recibí más respuestas de las que esperaba del siguiente tenor: yo no entro en Internet, yo no tengo ordenador, si quieres que lea algo que has escrito, dámelo en papel. Indicativos inequívocos del promedio de edad de mis conocidos. Sin embargo, pongan ustedes una tablet al alcance de un bebé de pocos meses y comprobarán como al instante se pone a tocar los iconos de la pantalla con un dedito.
    
Aparte el fondo del asunto, me gusta ir a estas cosas para captar expresiones nuevas, porque la lengua es una cosa viva y cada día se inventan palabras que empiezan a circular y a los pocos días ya las usa todo el mundo. Últimamente he detectado unas cuantas. La primera, expatriados. Ahora a la gente que vive fuera de su país, ya no se les llama emigrantes o extranjeros, sino expatriados. Si buscan las noticias sobre el asalto a un centro comercial de lujo en el centro de Nairobi, encontrarán la palabra por todos lados: el centro era el lugar de referencia de los expatriados de la ciudad.

Otra palabreja de moda: empoderamiento (no me gusta nada). Parece que hace referencia a organizaciones o redes que se dedican a ir ganando poder para sectores hasta ahora desfavorecidos o discriminados, a base de estrategias paulatinas en las que las pequeñas conquistas se van afirmando y consolidando antes de emprender otras nuevas. Es un término positivo, meritorio, cuando se refiere a las mujeres, por ejemplo, o a los pobres, o los desplazados por una guerra o a cualquier sector que se sienta machacado por otro y quiera ganar un poco de poder, en definitiva. No me gusta la palabra, porque no tiene la misma valoración cuando es el sector dominante el que utiliza esas mismas estrategias o mecanismos: los hombres, los ricos, los que mandan, etcétera.

La que sí me gusta y desde ya la voy a incorporar a mis textos es postureo. En este nuevo vocablo, muy en boga en los foros virtuales, se sintetiza toda actuación de cara a la galería, que no responda a una verdadera motivación. Es el pijerío, el dandismo, el llamar la atención porque sí, el ponerse determinadas ropas o adoptar determinadas actitudes sólo para figurar, o para salir todo el rato en los medios del corazón. Tiene un sentido peyorativo: decirle a uno que lo que acaba de hacer es simple postureo es descalificarlo, desvelar su verdadero juego. Por ejemplo, podemos pensar que Miley Cirus saca la lengua todo el rato por postureo. En este mundo de la imagen y la apariencia, hacía falta un término que desenmascarase toda esta parafernalia hueca que nos invade. El postureo es el esnobismo en la era de las redes sociales.

Acudí pues a la jornada, que ocupaba toda la mañana. La primera cosa llamativa era que, en una esquina del salón de actos, un par de intérpretes para sordos, se turnaban en traducir las conferencias para el eventual público de discapacitados auditivos (supongo que se llaman así). No creo que hubiera en la sala un solo asistente que necesitara esa traducción, (o sea que el traer a estos expertos en el lenguaje de signos era puro postureo), pero los dos eran buenísimos y, cuando algún conferenciante se ponía pesado, yo me distraía siguiendo la gimnasia gestual de los traductores, algo mucho más divertido.

Las charlas fueron desiguales, pero algunas me parecieron muy interesantes. Uno de los chavales que hace unos años fundaron Tuenti, explicó la forma en que se creó esta red, de patente española, sus prestaciones dirigidas al público juvenil, la necesidad sobrevenida de fijar un tope mínimo de edad que se estableció en 14 años, y los trucos que hacen los de menos edad para colarse. Les preocupa mucho la privacidad y la seguridad de sus mensajes, sus datos no pasan a indexarse en los buscadores (como sucede con las demás redes) y mantienen un control permanente de los perfiles. Alguien aportó un dicho: el internauta nace en Tuenti, crece en Twitter y envejece en Facebook. Debe de ser bastante cierto. El Tuenti lo usa muy poca gente por encima de 24 años, y el Facebook no deja de ser un lugar en el que cuelgan sus fotos, videos y chistes los jubilados cibernéticos.

Se habló también del llamado Efecto Streisand. Se llama así al fenómeno por el cual un intento de tapar, acallar o censurar una información en Internet, consigue el efecto contrario: que se entere todo el mundo y el asunto se vuelva viral. El nombre viene de un hecho real. En 2003, un fotógrafo californiano se dedicó a sacar fotos aéreas de la primera línea de playa, por encargo de una organización conservacionista que pretendía documentar el efecto de la erosión en el territorio costero. Esas fotos se colgaron en la Web de dicha organización, una página a la que entraban cuatro ecologistas y los parientes directos de sus miembros. Por casualidad, la actriz Barbra Streisand descubrió la imagen de su mansión a pie de playa y denunció a la organización en los tribunales, exigiendo su retirada. Resultado: todo el mundo se enteró, buscó esa foto y pudo verla antes que los tribunales iniciaran siquiera las diligencias previas. Es la versión actualizada del alguacil alguacilado.

Una máxima de las redes sociales: Don’t feed the troll. Se ha dado en llamar troll a un  mensaje (y, por metonimia, al autor del mismo) que se introduce en un foro de Internet con un contenido provocador, intencionado o no, que se carga el debate, porque suscita respuestas airadas de los miembros del foro y la cosa se desmadra. Un troll es casi como un virus por su capacidad destructiva del diálogo y las buenas formas en el intercambio de ideas. Por ejemplo, yo tengo un troll nacionalista que, de vez en cuando, se cuela y hace comentarios en el Blog, y yo entro a su trapo como un gilipollas, con respuestas airadas o desmesuradas. Eso es lo que significa la máxima: no alimentes al troll, no entres al trapo, mantén la calma porque, si quiere, se puede cargar el foro, incluso aunque no fuera esa su intención inicial.

Una última novedad terminológica que he captado en la jornada de esta mañana: el llamado Principio KISS. Es este un acrónimo de keep it simple, stupid. Se trata en este caso de una recomendación a tener en cuenta a la hora de elaborar un escrito que se sube a la red, o unas instrucciones para cualquier proceso. No te enrolles, no hables más de lo necesario, elimina lo superfluo. Un buen texto es aquel que puede entender cualquiera, que está explicado “como para tontos” pero al que no le sobra nada. Vamos, como las novelas de Azorín. Palabras sencillas, escuetas y ajustadas a lo que se quiere explicar. Todos ustedes conocen la célebre primera parte de la recomendación de Baltasar Gracián: lo bueno, si breve, dos veces bueno. Pero seguro que ignoran que este dicho tenía una segunda frase que lo complementaba: y aun lo malo, si poco, menos malo. Hala, ahora tírense el moco de que ya lo sabían.

En fin, curiosidades del mundo de la comunicación virtual. Nada muy novedoso, máximas y refranes de toda la vida puestos al día. Pero, ya saben, si se encuentran en un foro en el que se habla de estas cosas y quieren quedar bien y parecer enterados, no dejen de citar el efecto Streisand, el KISS y lo de don’t feed the troll. Todo sea por el postureo internáutico. Que duerman bien.  
     

14 comentarios:

  1. Me da rabia, y no sé por qué, que principios del sentido común se hagan de pronto como muy populares y muy guáis porque a alguien se le ha ocurrido ponerle un nombrecito más o menos ingenioso. Y me da más rabia todavía si es en inglés.
    ¿Qué me pasa, doctor?

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    1. No soy psicólogo, pero le doy una opinión de lego. El mundo de los avances tecnológicos es un movimiento imparable. Uno puede subirse a la ola, como yo intento, sin perder una visión crítica y un poco irónica. O bien, puede quedarse al margen y decir: esto no es para mí. Esta es una postura absolutamente respetable. Si ese es su caso, mi consejo es que no rabie, quédese en su torre de marfil analógica y disfrute de la vida, tal como usted la entiende. En la jornada de ayer dejaron claro que una cosa es Internet y otra las redes sociales. Que Internet ha calado ya en un porcentaje alto de población, pero las redes no tanto, todavía. En ese margen estamos usted y yo, me temo. Hay otros que niegan incluso Internet (mis amigos que me dicen que sólo leerán mis textos si se los paso en papel). A primeros de los 90, yo hacía risas de la gente que llevaba móvil (tal vez usted recuerde los primeros "zapatófonos" con soporte, y qué importancia se daban sus propietarios, cuando llegaban a una reunión de trabajo y plantaban su mamotreto encima de la mesa. Sé de uno que daba instrucciones a su secretaria para que le llamara a los diez minutos). En aquellos tiempos, yo juraba que nunca tendría móvil. Ahora llevo dos encima. Todavía unos años más atrás, mi padre se negó a entender el vídeo, ya tenía bastante con la radio y la tele. Nunca salió de su postura.
      Si usted quiere subirse a la ola tecnológica, no tendrá más remedio que entrar en las siglas, el inglés y la jerga de usuario (la de los técnicos y analistas de sistemas es como chino, para mí). Digamos que son cosas que van implícitas, forman parte del pack-regalo. Como persona ya contaminada por este fenómeno, le juro que no se necesita una inteligencia especial (ni para el inglés, ni para las siglas, ni para el mundo virtual). Sólo hace falta curiosidad, un poco de memoria y espíritu proactivo. Pero no se preocupe: fuera de esa onda también se vive de puta madre. Un abrazo.

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    2. Pues eso de "como muy" está ya desfasado, por no hablar de "guay", ahora lo que se lleva es "cool", ¿a que sí, Emilio?

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    3. Huy, huy, huy, cómo está el patio. Más abajo consideran a este comentarista un troll potencial y ahora tú te metes con sus expresiones. Lo de "como muy" es un poco de otra época, ciertamente. Lo otro no tanto. Ten en cuenta que no dice "guay" sino "guáis", con acento y todo, lo que puede indicar una distancia irónica. Los de una edad, digamos, intermedia, utilizamos más "cool". Los más jóvenes dicen "qué chachi", "mola mazo" y otras. De todas formas, qué divertido está hoy el foro.

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    1. Vistas las horas de los comentarios (sincronizadas con la costa este de USA), parece claro que el suyo, amigo Groucho, va dirigido a nuestro contertulio anónimo del principio. Su consejo para él es, matiz arriba, matiz abajo, el mismo que yo le doy. Me admira que sólo necesite usted dos palabras para lo que a mí me cuesta un rollo interminable. Sólo falta que nuestra amiga chirriante entre a regañarme por hacer respuestas tan largas. Un abrazo también para usted.

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  3. Posturear mola pero lo de KISS es infumable. A mí, particularmente, cuando alguien dice eso del "know how" me da un poco de mal rollo. Es como llamarle "darlin" a tu tronca. En vez de moderno me recuerda a las pelis cutres de Pajares y tal.

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    1. Estoy de acuerdo, en general. Si relees mi texto verás que hablo del postureo con admiración (y lo uso después), del empoderamiento con asco, y del expatriado con indiferencia (si yo me voy un día al extranjero, me seguiría considerando emigrante, nunca expatriado, que suena a espatarrado). Sobre los términos del mundo virtual, no me pronuncio. Son jerga informática. Me molestan lo mismo los españoles (resetear, formatear). Los he traído a mi texto a título informativo, porque estuve de observador en una mesa redonda en la que todos los iniciados sabían de qué hablaban cuando los citaban. Sólo pretendo que el lector los conozca, para que no se sobre nadie con él en este terreno, y que tenga también la oportunidad de posturear un poco, si eso le divierte.
      Si tu tronca es extranjera y se hace la dura contigo, no te sonará tan mal decirle: c'mon, honey, take it easy, babe...Si consigues la entonación de Bogart en "Tener y no tener", la verás reblandecerse al momento.

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  4. Por alusiones. La chirripitifláutica de los cojones. Si dijera de los ovarios no rimaría. A mí la tirria esa contra los anglicismos, me remite a una generación senior, la única viva a la que no le han metido el inglés por las orejas, casi antes de perder el chupete. Los más jóvenes tenemos también más familiaridad con el ordenador, la tablet y el smartphone. Desde esta posición te digo: ten cuidado Emilio, este del know-how es el mismo de ¿qué me pasa, doctor? Un aspirante a troll como te descuides.

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    1. Querida desconocida, me enternece la forma en que me apoyas y me adviertes de peligros virtuales varios pero, por favor, no lleves tu instinto protector al extremo de faltarle a los otros comentaristas. Aquí se trata de llevar un debate sano, en el que cualquier opinión es respetada. Menos mal que en mi texto se caracteriza al troll por sus resultados, no por sus intenciones.
      Lo que dices del inglés es cierto. Cuando me premiaron la novela La Human Race, el presidente del jurado, que era Luis Mateo Díez, dijo en su discurso que lo único que no le gustaba de mi relato era el título y que me recomendaba cambiarlo al castellano. En mi respuesta le dije que no pensaba hacer eso de ninguna manera, que a mí casi lo que más me gustaba era el título, su doble sentido y la forma en que se bromea con ese doble sentido a lo largo de la narración. La explicación de esta controversia está en lo que tu señalas: Luis Mateo es bastante mayor que yo y pertenece a una generación pre-anglófila. Cierto que hay mucho de esnobismo y postureo en el uso de palabras inglesas intercaladas, pero la irritación que le produce a ciertos elementos revela un claro complejo por su desconocimiento supino de una lengua que ya todo el mundo domina.
      En otro orden de cosas, si no quieres resultar tan contundente en tu auto-presentación, puedes descartar la rima, no sea que te tachen de esquirola de género, como decías en otro mensaje. Ya sabes que, en tiempos de Franco y la censura, los curas solucionaban un problema similar diciendo: "cuando el grajo vuela bajo, hace un frío del demonio".

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  5. Pues, aunque te parezca extraño, la mayoría de los españoles estudiamos en el bachillerato la máxima completa de Baltasar Gracián, cumbre de la teoría del conceptismo. Y también su corolario: Valen más quintaesencias que fárragos. Y que sepas, Emilio, que Gracián es muy apreciado en algunas prestigiosas universidades norteamericanas y "El Criticón" libro de cabecera de muchos prohombres del país de Obama. También corre otra máxima suya: Un sabio saca más provecho de sus enemigos, que un necio de sus amigos. Era listo el aragonés, quizá no supiera inglés, pero que sabía latín, es evidente.

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    1. Bienvenida otra vez al foro, querida amiga. Luego dicen los demás que como sé que el anónimo es anónima. A este foro (por ahora) sólo entra una persona que sabe más que yo de gramática y literatura, y esa persona eres tú. Los demás son de ciencias y no te extrañe que confundan a Baltasar Gracián con Baltasar Garzón. Desconocía que fuera tan popular en USA, pero no me extraña. Gracias por tus comentarios. Tus aportaciones elevan el nivel del Blog.

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  6. Dos cuestiones. Una general: ¿todo este post no es una muestra de postureo? Otra más concreta: para un lego crónico sin remedio en materia de informática, ¿puede aclararnos qué es exactamente eso de que los datos de Tuenti no se indexan en los buscadores? Gracias.

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  7. Cuestión uno. Tal vez. De todas formas, en mis intenciones predomina el afán didáctico. Cualquiera de mis seguidores, tras leer este post, puede intervenir en una conversación sobre el tema diciendo, por ejemplo: "eso es un claro Efecto Streisand". Sus contertulios le mirarán con sorpresa y pensarán "mira este, el que parecía que no se enteraba". Pero finalmente, tiene usted razón, todo esto es una forma de postureo. Aunque sin mayor malicia.
    Dos. Se lo aclaro con un ejemplo. Si usted teclea en Google un nombre cualquiera (Manolo Sánchez Valencia), le saldrá una lista de entradas en las que puede usted pinchar para obtener información sobre ese señor. Entre esas entradas, estarán los datos de los perfiles en Facebook, Twitter, Linkedin, etc. del señor Sánchez Valencia, suponiendo que exista. Nunca sus datos de Tuenti, si es que también se maneja en ese foro. Cuando usted mete un dato suyo en cualquiera de esas plataformas, pasa a aparecer automáticamente en Google y cualquier otro de los buscadores que cualquiera puede utilizar. Por el contrario, los de Tuenti están bloqueados por la propia plataforma.

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