jueves, 25 de julio de 2013

154. Qué putada

24 horas después del accidente del tren de Compostela. Tenía algunos textos a elegir para subir hoy al Blog, pero no he tenido cuerpo ni claridad mental para pensar en temas diferentes. Este es un foro normalmente alegre y desenfadado. Mi objetivo es suscitar la sonrisa en algún momento de la lectura de mis posts, cuyos temas  escojo para que sean variados, interesantes (al menos para mí), diferenciados de los mensajes que se contienen en la prensa diaria y, en lo posible, con algún mensaje positivo más o menos explícito. Hoy me es imposible mantener el tipo y tampoco me parece adecuado quedarme callado, como si no hubiera pasado nada.

No tengo ningún familiar afectado y, por ahora, tampoco sé de ningún conocido al que le haya pillado este horror. Pero creo haber pasado muy cerca del lugar el lunes pasado y sé lo importante que es el día de Santiago en Galicia y cuánto gusta a los gallegos que están fuera regresar a su tierra en este puente. Los billetes de avión, tren o autobús para estos días hay que sacarlos con mucha antelación. Los hoteles y hasta los campings están abarrotados. Y por todas partes se preparan las fiestas de los pueblos, las verbenas, los cohetes, las tazas para el Ribeiro, los cachelos, el pulpo. Este año se ha ido todo al carajo. 80 muertos son muchos.

Parece claro que el accidente se debe a la velocidad excesiva. La prensa más carroñera se ha apresurado a culpar al pobre maquinista. Menos mal que ha sobrevivido y se podrá defender. Algo más debió de fallar, porque nadie en sus cabales circula a esa velocidad a 4 kilómetros de la estación en que ha de pararse. Parece que el maquinista comunicó por radio tres veces que iba muy deprisa, a 190, luego a 200 y luego otra vez a 190, poco antes de estrellarse. Eso sugiere que se estaba dando cuenta de que algo iba mal y estaba intentando corregirlo. Dejemos que los investigadores hagan su trabajo. La verdad se sabrá en su momento.

La verdad se sabrá, porque había dos maquinistas y los dos están vivos y se explicarán donde corresponda. Si fuera uno solo, cabría la posibilidad de que fuera un psicópata que se montara una versión falsa, pero aún en este caso la verdad se sabría, como se ha sabido en el caso de José Bretón, que sigue sosteniendo que los niños se le escaparon en un parque, aunque ha constatado que nadie le cree. Leo la declaración de Juan Santamera, presidente del Colegio de Ingenieros de Caminos (en El País le llaman José Antonio, pero yo sé que es Juan, porque es amigo mío). Dice Juan, esta tarde, que casi descartaría el fallo humano. Eso mismo pienso yo.

Viendo el vídeo captado por una cámara de seguridad, se observa que la máquina del tren toma correctamente la curva por sus raíles (a mucha velocidad, eso sí) y es el primer vagón, que circula inmediatamente detrás, el que se sale de los raíles y vuela por encima de la máquina, arrastrando a los demás. ¿Por qué? Pues puede ser por la fuerza centrífuga generada por el exceso de velocidad. La máquina lleva el motor y es más pesada. Por eso no vuela. Pero también puede ser porque el maquinista esté intentando frenar desesperadamente y la inercia empuje al resto del tren. Cuando uno entra en coche demasiado deprisa en una curva, a veces es peor frenar. Si frenas demasiado fuerte, el culo del coche se te va y derrapa. En un vehículo articulado, ese derrape se puede traducir en un descarrilamiento.

Conjeturas. Normalmente, un accidente de este tipo es el resultado de la concatenación fatal de una serie de causas. No suele bastar con una sola. Ojalá que la investigación revele algo así, directamente relacionado con la fatalidad. En caso contrario, no quisiera estar en la piel de los que tengan alguna responsabilidad y se la demuestren. En cualquier caso, las imágenes no desparecerán nunca de la memoria de los supervivientes, ni de los testigos. Esa señora que estaba tendiendo la ropa en la huerta, junto a las berzas y las nabizas, y que echó a correr, porque el vagón volador se le echaba encima, como en una película de ciencia ficción. Ese chaval que ayudó a su padre a llevar mantas y edredones al lugar del siniestro.

Un amigo mío vivía en las casas de la calle Téllez, cuyos balcones dan a las vías que entran en la Estación de Atocha, justo enfrente de donde estalló un tren el 11-M. Digo vivía. Ya no vive allí. Vendió su casa y se mudó, y lo mismo hicieron todos los que pudieron. Años después de los atentados, las escenas que se vieron obligados a presenciar, cuando bajaron con las mantas, se les revivían y les perseguían, cada vez que miraban afuera desde sus ventanas.

Desde dentro, estas catástrofes suceden a menudo en medio de los momentos de fiesta, de alegría, de plenitud vital. Uno va escuchando su música preferida con los cascos, leyendo un libro, charlando con su novia en el ambiente de confort de un tren moderno, pensando tal vez en los familiares que le esperan en la estación cuyo nombre acaba de ser anunciado por la megafonía, porque el tren está ya a 4 kilómetros de los andenes. Y, en apenas unos segundos, la escena da varias vueltas de campana en medio del estruendo de las explosiones, y se para brutamente convertida en un amasijo de hierros, de cadáveres, de miembros amputados. Y la suave música de ambiente se interrumpe y en medio del silencio repentino brotan los gritos del horror, un sonido que ya nunca se olvida.

Como ya he dicho en algún post anterior, John Irving, el gran escritor de New Hampshire, piensa que la vida es una línea quebrada, de trazado irregular, compuesta por tramos rectos que discurren plácidamente entre los diferentes accidentes que sufrimos a lo largo de ella y que cambian nuestra trayectoria. Los accidentes marcan completamente nuestra vida. Irving ha sufrido algunos y en casi todas sus novelas sucede alguna de estas catástrofes, individuales o colectivas, que siempre llegan de manera inesperada, en momentos de alegría. Y siempre suceden también como resultado de la concatenación fatal de una serie de factores que, uno por uno, no serían suficientes para provocar la desgracia.

Hoy me he separado de mi línea habitual, irónica, festiva y positiva. Es mi forma particular de expresar mi condolencia a esas familias atacadas por la fatalidad que ha truncado las fiestas más señaladas de mi tierra. Ustedes, lectores de otros lugares, sabrán entenderlo.

6 comentarios:

  1. Desgraciadamente el dia de Santiago Apóstol va a ser recordado negativamente durante muchos años. Que horror. Que lástima...

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    1. Y que lo digas. Es ciertamente una putada. Poco más se puede decir. Un abrazo y a seguir adelante.

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  2. Comparto contigo esos sentimientos de dolor, rabia y solidaridad que manifiestas. Una grandísima putada y su fatal coincidencia con la fecha del Apostol.
    Tambien coincido en que la causa no es única y, sin señalar todavía a nadie, hay cosas que llaman mucho la atención: una línea de alta velocidad en la que hay curvas que no se pueden tomar a más de 80 Km./h. parece una contradicción en sus propios términos; una línea en la que, al parecer, es obligatorio tener instalado un sistema de seguridad muy sofisticado que retiene el tren automáticamente y no lo tiene, pues no parece serio ni responsable, (me entero ahora de que el recientemente inaugurado a Alicante sólo dispone de ese sistema hasta Albacete, pero no lo tiene instalado entre Albacete y Alicante, eso para más adelante, ahora inauguramos que viene "la nit del foc" y luego, sin saberse cuando, pues ya veremos),un cachondeo. Una curva no es posible tomarla a más de una determinada velocidad, según las características de la curva, porque !la física es la física! que dice un hermano mio.
    No quiero cansarte más. Sigue contándonos cosas curiosas, interesantes, simpáticas y exageradas, como tu comilona en Muros. Si ahí no hay percebes!, te faltó un centollito,fantasma!.
    Un abrazo solidario.

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    1. Querido amigo, del tren se pueden hablar ríos y ríos de páginas. En este país, cada vez que hay una desgracia, se destapan todas las trampas habidas y por haber. Cada vez que se mata un obrero, resulta que la obra no tenía licencia, que el andamio estaba mal atornillado, que el tipo no tenía la cualificación necesaria ni llevaba las protecciones obligatorias, que era un marroquí sin papeles, que el casco era de cartón piedra... En esta desgracia elevada a ochenta, saldrán toda clase de chapuzas e irregularidades. Vivimos en un país agobiado por un sinfín de normas que nadie cumple. Habría que simplificar esa normativa tan prolija y crear una cultura de cumplimiento de la Ley. Mucha tela, para un gobierno que bastante tiene con defenderse del ataque de Luis El Cabrón.
      Lo de la comilona lo has entendido mal, porque mi redacción puede ser equívoca. Cierto que a veces exagero para darle la gracia, pero no en esta ocasión. Estuve varios días en Muros y comí todas las cosas que digo (en diferentes momentos). El día del festejo principal, mis sobrinos coruñeses llegaron cargados con los percebes, nécoras y cigalas, comprados por la mañana en la lonja de La Coruña. Las empanadas, el lacón guisado y las bebidas las encargamos en el lugar. Esa noche cené yogur y fruta. Y al día siguiente comí pulpo y cené calamares. El calificativo "recién pescados" se refería sólo a estos últimos. La gramática castellana tiene estas cosas. Para decirlo sin dar lugar a equívoco, tendría que haber escrito: "y calamares, estos últimos, recién pescados", pero creo que así queda menos bonito.
      Pues eso. Un abrazo muy fuerte. Felicitémonos de que el maldito tren no se nos haya llevado por delante y honremos a los afectados. Que pases un buen verano.

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  3. Una tragedia; cuando nos toca de cerca, ochenta muertos no son una estadística, son una tragedia, aunque sea una tragedia coral. Los muertos de Angrois, ¿borran los todavía recientes muertos de Ávila, los del autocar que se despeñó también en una maldita curva? Dostoyewsky decía que la capacidad de olvido de los seres humanos es infinita. ¡Menos mal!

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    1. Ya volveremos sobre ello. Para personaje digno de Dostoyewsky, el maquinista con su cargo de conciencia a cuestas. Después de treinta años de trabajo impecable. Estas cosas les pasan a los buenos profesionales. Que se confían. Los novatos van tan acojonados que, si tienen que frenar 4 kms. antes, empiezan a tirar del freno 12 antes. Es lo mismo con los arquitectos. Las casas se les caen a los mejores. Los mantas triplicamos el acero que se necesita.
      Que ni usted ni yo tengamos que decir nunca: "La he jodido, me quiero morir".

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