martes, 14 de febrero de 2023

1.206. Siempre nos quedará París

Supongo que les suena la frase, pero por si acaso, aquí tienen el fragmento inolvidable del final de la película Casablanca, cuando Rick convence a su amada Ilsa de que se suba al avión con su marido. Efectivamente: siempre nos quedará París.

Pues aquí me tienen en París, instalado en la casa de mi hijo Kike y su chica, a la que yo suelo llamar Clarice, en honor a Clarice Lispector, apodo que me consta que no le disgusta. En noviembre pasado estuve aquí los tres días de rigor para no incurrir en el refrán al uso (el huésped y la pesca a los tres días apestan) y además, estaba sólo mi hijo. Esta vez voy a estar más de una semana y con los dos, por lo que he de extremar mi cuidado de no molestar más de lo necesario. Por otro lado, el programa que traigo y que ya les detallé en el post anterior, me va a ayudar en ese sentido, porque estaré bastante tiempo fuera de casa. No obstante, tendré por ejemplo dos sesiones de yoga on line de hora y media y otras dos de inglés, en una casa que cuenta sólo con dos espacios. Procuraré ser discreto para que me inviten a venir más veces.

Pero la llegada hasta París no fue sencilla, como les contaré más abajo. Mis últimos días en Madrid no tuvieron demasiada historia. El martes día 7, tuve la clase regular de inglés y a continuación rematé mi post anterior en el que les anunciaba que ya tengo un gato apalabrado. En relación con este tema, he de precisarles que el gato me lo está guardando mi amiga portuguesa Tato, que es una de las personas más originales que conozco. Le he dicho que hasta el 12 de marzo no puedo recibirlo, que luego tal vez vaya yo a Portugal a recogerlo, o bien ella me lo trae si tiene que venir por Madrid. Y le he preguntado si el gato tiene nombre. Respuesta: se llama Tarik Marcelino. Tal cual. Por supuesto, yo le puedo poner otro nombre y esa era mi idea inicial.

Pero el jueves llegaron mis hijos a casa y se lo comenté a Kike. Inmediatamente me dijo que, en su opinión, el nombre de Tarik Marcelino es brutal y no se lo debo cambiar. Estoy considerando qué hacer, porque ya saben que mi hijo tiene mucho predicamento conmigo. Me temo que se va a quedar con el brutal apelativo. Porque además, va a ser mi nuevo compañero para todo y he de aceptarlo con todas sus características, incluido el nombre, que los gatos son muy sensibles y si lo llamo de otra manera puede que me coja menos cariño. Por lo demás, el miércoles acudí a comer a La Llorería, restaurante de mi amigo José, donde por cierto cada vez se come mejor, están afinando las recetas de una manera increíble. Fui allí a comer con mis amigas Marga y Brezo, responsables del proyecto Campus for Living Cities que es, entre los diferentes ganadores de Reinventing Cities Madrid, el que va más adelantado, hasta el punto que las obras pueden arrancar a comienzos del verano, en el llamado Campus Sur de la Politécnica, en Vallecas. Con el Covid hacía tiempo que no nos veíamos y pasamos un rato estupendo. Ellas se fueron encantadas con La Llorería y quisieron hacerse unos selfies delante del restaurante.


Hay que precisar que entre los tres nos habíamos pimplado botella y media de vino blanco, lo cual ayuda también a la euforia comensal y afectiva. Apenas pude echarme una breve siesta en casa y ya salí para Palomeras, por primera vez sin mascarilla en el Metro, qué alivio, para mi sesión con Henry Guitar, que esta semana me voy a saltar lo mismo que mis dos turnos de running por el Retiro. El jueves llegaban mis hijos a Madrid. Lucas aterrizaba a mediodía pero no lo pude recoger porque tenía yoga. En el Ricla me obsequiaron con unas judías pintas con costilla, guiso exquisito de color chocolate, a modo de despedida hasta dentro de quince días. Y por la noche llegaron Kike y Clarice a los que sí pude recoger en el aeropuerto. Del viernes no hay mucho que contar, estuve preparando mi equipaje y un poco mi conferencia, comimos en casa algo que preparó Kike y luego nos estuvimos probando los abrigos de skater, yo me puse el heredado de Kike que me han arreglado y él se calzó el mío nuevo. Ambos de cordura, si bien cordura de la otra no nos sobra, como pueden ver en estos selfies de rappers que nos hicimos.


Por la tarde/noche fui al teatro con mi amigo X y los demás colegas del grupo farandulero. De la mayoría de las obras que vemos apenas digo nada en el blog, lo que quiere decir que me han gustado pero sin exagerar. Sólo hago referencia de las que me maravillan, como la de la semana pasada, o las que me parecen un bodrio. Esta era del segundo grupo: Amistad, de Juan Mayorga. Lo siento, pero no me gustó nada, me aburrí casi desde el primer minuto y no remontó para mí en ningún momento. Mi querida África faltó a la cita y luego me aclaró que Juan Mayorga le desagrada en general. En el caso de esta obra estoy de acuerdo al cien por cien. De todas formas yo acudo al teatro para encontrarme con X y los demás, y especialmente para las cañas del post-teatro.

Y llegamos al sábado, primero de los diez días que va a durar este viaje. Mi vuelo era a las 11.35, así que me llevó Kike al aeropuerto en mi coche, con tiempo para luego cambiarse e ir a la boda a la que habían venido. Poco antes de abrir el embarque, se nos comunicó que había una hora de retraso por problemas en el aeropuerto de Orly. Como la cosa me olía a chamusquina, aproveché para comerme un bocata de jamón con una caña y afrontar lo que viniera con el estómago un poquito lleno. No les voy a detallar los sucesivos aplazamientos, incluyendo subir al avión, desalojarlo otra vez (con todo el equipaje de mano), volver a subir de nuevo. Sólo les cuento que el origen del problema era una huelga sorpresa de los controladores aéreos franceses, que obligó a cerrar Orly durante más de tres horas. Después de innumerables y sucesivas incidencias, despegamos de verdad a las 18.40.

Más de siete horas de retraso, la mayoría sufridas dentro del avión en tierra y con el personal cargando mala uva y protestando cada vez con mayor indignación. Les confieso que nunca en mi vida me había pasado algo ni siquiera parecido. Para mí fue un ejercicio de paciencia, procuré no perder la sonrisa y divertir al personal con chascarrillos diversos. Pero tiene cojones que todo esto se genere porque el señor Macron quiera subir la edad de jubilación de 62 a 64 años, cuando yo he estado hasta los 70 y sigo trabajando en lo que puedo y me va saliendo. Lo que sí les diré es que Iberia es una compañía que ha perdido definitivamente el señorío de antaño y está ahora al nivel de Ryan Air y similares. En realidad, Iberia hace honor a la pronunciación de su nombre en inglés: Hay-Birria. En todo ese tiempo no nos dieron más que agua y un paquete de cuatro galletitas sosas de Gullón por persona. Y eso que tenían comida para la clase business y para quien quisiera pagar por ello.

Después de todas las calamidades, el piloto aceleró e hizo el trayecto en hora y media, lo que suscitó varias ovaciones del exhausto pasaje. En París cogí el RER, cambié al Metro hasta Gare du Nord y logré acceder a la casa de Kike sin problemas. Dejé mi equipaje y bajé enseguida a buscar una brasserie, porque tenía mucha hambre. A esas horas sólo quedaban abiertas las que hay enfrente de la propia estación, en donde me comí una hamburguesa con patatas y ensalada. En cualquier otra ciudad francesa distinta de Paris, me habría quedado sin cenar y habría completado una forma de ayuno que dicen que es muy buena para el cuerpo. Sin embargo, yo me comí mi hamburguesa con una pinta de Leffe Blonde pression, que tampoco es nada malo para la salud. De vuelta de la brasserie, subí los seis pisos hasta mi casa de acogida y dormí como un verdadero cura.

El domingo, me tomé un expreso en casa, aprovechando que mi hijo tiene también una De Longhi Magnífica recién estrenada. Luego bajé a una boulangeríe abierta en domingo en la que hube de esperar una cola de clientes para tomarme un café-créme con un croissant. Di un pequeño paseo y subí a esperar a mi hijo Lucas, que volaba desde Madrid y tuvo más suerte que yo con el espacio aéreo. Parafraseando una película de Almodóvar, podría yo decir entre suspiros: ꟷ¡Ay! Qué mal se ha portado conmigo el mundo de la aviación. Lucas subió sus cosas y nos bajamos a comer a un indio vegetariano que contralaba él y donde nos pusimos de verduretas hasta arriba. Luego dimos un largo paseo hasta la zona de La Villette y volvimos a recoger su equipaje para coger el tren de Lille. Arriba, en casa de Kike nos hicimos algún selfie también para mandárselo al titular de la vivienda.

Ayer lunes empecé mi programa previsto, tuve mi clase on line de yoga sin mayores problemas y salí a cenar con mi amigo Alexandre Pillado. Por la noche le comenté a Kike que mi amigo y paisano tiene exactamente 33 años y este fue su comentario: ꟷQué grande mi padre, se hace nuevos amigos de 33 años, eso no lo consigo casi ni yo. La verdad es que quedamos a las 18.30 para que me enseñara algunas operaciones urbanas en el entorno del restaurante, donde cenamos bien e hicimos una larga sobremesa, hasta que me dejó en la estación de Metro de su tocayo Alexandre Dumas como a las 22.30. No paramos de hablar de urbanismo y de la vida en general; cuando hay una conexión mental fuerte, la diferencia de edad no tiene ninguna incidencia. Nosotros teníamos esa conexión on line, pero la renovamos en persona.

Esta mañana he tenido problemas con el WiFi para mi clase de inglés, no sé a qué se deben, pero he de recuperar la hora perdida. Y a las 12.30 he quedado con Alain Sinou para una larga sesión de caminar por París, comer como cosacos y beber como irlandeses. Pero antes de ir a mi cita, quiero darles algunas informaciones de actualidad en relación con el mundo del rock y mis artistas favoritos. Para empezar, hace unas noches se concedieron los premios Grammy de este año, de los que ya les he comentado que es una vergüenza que Samantha Fish no tenga aún ninguno. Este año, para más inri, le han dado el premio al mejor documental musical del año al grabado durante el Festival de Jazz de Nueva Orleans, en donde Sam tuvo un papel relevante, hasta el punto que usan su imagen en el cartel promocional. En el anuncio del premio usaron esta imagen que ven abajo. Podemos decir que, a falta de un Grammy a su música y su maestría con la guitarra, le han dado uno al culo.

Siguiendo con el tema, les diré que este domingo se celebró la SuperBowl, en cuyo intermedio reapareció Rihanna en una actuación muy comentada, pero no quiero hablarles de eso, sino del equipo que se proclamó finalmente campeón: los KC Chiefs, el equipo de Kansas City y por tanto el equipo del que es fan declarada Samantha Fish. Abajo les pongo unas cuantas imágenes al respecto, una en el propio estadio de los Chiefs, otra con su gato vestidos ambos con los colores del equipo y por último la que ha usado la propia Sam para felicitar a su equipo, tocada con la gorra reglamentaria.

 

En cuanto a Ghalia Volt, les diré que estos días estaba cerrando una gira por Europa con su grupo, que ha concluido en su Bruselas natal con un concierto fastuoso, del que les pongo un tema que ya se ha subido a Youtube. Dentro de unos días empezará su siguiente tour, exclusivamente por España y en su versión One Woman Band, es decir, tocando ella sola todos los instrumentos. Por si no lo saben, esta mujer es hija de un belga y una señora de Motril, y tiene abuelos de Barbate. Por eso le tiene un especial cariño a nuestro país que es también el de sus ancestros maternos. Ya les he contado que tengo mi entrada reservada para verla en Madrid el día 23. De momento vean el vídeo citado.

Por último les anuncio que el gran Van Morrison, el maestro del rock al que muchos adoramos a pesar de ser un borde y encima antivacunas, sigue su producción infinita. A sus 77 años de edad, su discográfica acaba de anunciar la inminente publicación, el 10 de marzo, de un nuevo álbum de este señor, del que, a título de muestra, ha adelantado ya este sensacional tema Worried Man Blues, el blues del hombre preocupado. Es una tonadilla clásica del rítmo típico de Nueva Orleans, que les dejo de propina. Ni siquiera me da tiempo a repasar este post para ver si tiene erratas. Si pillan alguna, les pido disculpas. Sean buenos y disfruten del gran gruñón del rock.

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