martes, 7 de febrero de 2023

1.205. Una bendición papal

Mi vida es un blog, como ya he repetido muchas veces. Un blog que no da tregua. Apenas me da tiempo a contar lo que me va pasando, sin mucho margen para comentar otros asuntos. El miércoles 1 de febrero publiqué mi último post tempranito, acudí luego al mercado a reponer provisiones, comí algo que ya no recuerdo y me di mi cabezadita habitual. Me estaba ya preparando para ir a la clase de guitarra cuando me llamó Werner desde Asturias. Había noticias del grupo de Brazzaville. Y las noticias no eran buenas. Les recuerdo que el tema estaba en el siguiente punto: les habíamos mandado la enésima carta de invitación con la lista ampliada a doce nombres de los señores que querían venir a Madrid. Con esa lista, ellos tenían que negociar el visado para que les dejaran salir del país. Y ese visado debían sellárselo en la embajada de España. Un problema no menor: en Brazzaville no hay embajada de España.

La embajada que se ocupa de los asuntos de los españoles en el Congo-Brazzaville, es la de Kinshasa, en el otro Congo, al otro lado del río. Desesperados por la lentitud de los trámites, los dos principales impulsores del viaje decidieron cruzar el río Congo en alguna de las precarias barcas que unen sus dos orillas y pasar una rigurosa aduana entre dos países que desconfían uno del otro, lo que les permitió llegar a la embajada. Luego dejaron de atender nuestras llamadas, comportamiento típico africano, aunque también explicable por el alto costo de las llamadas a España desde un país extranjero. Y, según nos contaron finalmente cuando regresaron a Brazzaville, estaban a-puntito-a-puntito de que les dieran los doce visados. Les faltaba un último trámite rutinario, la firma de algún capitoste de la embajada. ¿Y qué fue lo que pasó? Pues que llegó el Papa.

Llegó el Papa Francisco a Kinshasa, como habrán podido ustedes saber por las noticias, y todo el Congo ex-belga se paralizó para recibirle. Se cerraron los edificios administrativos, el comercio y, por supuesto, las embajadas, entre ellas la española. El Congo es un país en guerra civil desde hace décadas y no se podían permitir que el Papa sufriera el menor incidente. Así que todo el mundo dejó sus trabajos, afanes y ocupaciones, para ir a vitorear al jefe de la iglesia católica, cuya piel y vestiduras blancas inmaculadas destacaban poderosamente entre la multitud negra, tono bakelita (el famoso negro teléfono) y sus coloridas vestimentas étnicas. Así pues la visita de la ONG Eveil d’Afrique se pospone sin fecha y veremos cuándo se puede reprogramar. No es una mala noticia para mí: con tanta incertidumbre estábamos organizando el programa de los africanos con cierta improvisación y bastante estrés y mejor será que lo hagamos con más tiempo. Así que, por mi parte, recupero esta tonadilla apócrifa que solíamos entonar en los tiempos gloriosos con el Coronel Groucho.

A la vuelta de mi clase de guitarra, me puse a mandar correos y whatsapps a todos los implicados, para que el jueves por la mañana anularan las reservas de sala y autobús y dejaran de agobiarse con las presentaciones en francés y todo lo demás, hasta que tengamos la nueva fecha. No se lo había contado, pero yo había contactado con mi amigo César Hernández, que controla el mundo de los activistas climáticos de Madrid (él mismo pertenece al colectivo Arriba Las Ramas, que cada fin de semana organiza y coordina a grupos vecinales que quieren plantar árboles), para que se reunieran con los africanos una tarde, de cara a establecer redes de contactos con ellos y explicarles sus prácticas habituales. Le escribí también para informarle del aplazamiento y el motivo que lo había causado. Su respuesta: Qué alivio, iba muy retrasado con la organización del acto, casi nadie me había contestado, el retraso me viene muy bien, para mí esto ha sido una bendición papal. Pues ya tenía el título para este post.

También con cierto alivio me acosté yo el miércoles tras la intervención oportuna de la divinidad. Pero ya saben que mi sinvivir no da tregua y el jueves hube de madrugar para estar a las diez en punto en la cafetería de la universidad Antonio de Nebrija, en el edificio rehabilitado para ese uso en un antiguo complejo militar detrás del cuartel del Conde Duque. La escuela de arquitectura de esta universidad privada se ha trasladado allí después del verano y debía reunirme en el bar con la investigadora urbanística sueca Jenny Stenberg y mi amiga Alexandra Delgado, que da clases en la citada escuela. Había una cuarta persona citada pero no apareció, al parecer había confundido la fecha. El bar era un lugar bastante ruidoso, así que le pedimos a Alexandra que buscara un aula. Y estuvimos allí buena parte de la mañana.

Jenny es una mujer no mucho más joven que yo, muy agradable, catedrática de urbanismo de la facultad de Goteborg recién jubilada de la enseñanza, pero que continúa con una amplia y nutrida tarea de activista urbana. Con unos colegas pretende montar un sistema de participación ciudadana digital desde la sociedad civil para colaborar con las administraciones. De su bolsillo se había pagado una semana en Barcelona y otra en Madrid para estudiar bien sus sistemas municipales de participación ciudadana y aplicar lo aprendido en Goteborg. Aunque justo es decir que se trata de una señora que adora nuestro país, que tiene numerosos contactos por aquí y que maneja un castellano bastante apañado, lo que facilitó nuestra tarea.

Yo le di mis opiniones al respecto. Para mí, la participación por medios digitales no puede sustituir nunca a la presencial. Sí puede complementarla. Para temas sencillos puede resultar más ágil, pero es más manipulable y deja fuera a mucha gente por la famosa brecha digital. Le puse diversos ejemplos de procesos desarrollados en Madrid, a partir del sistema https://decide.madrid.es/ creado por Carmena y funcionando al tran tran con el nuevo equipo del señor Almeida. Le conté que el primer proceso puesto en marcha fue el de la Plaza de España y que ahí el equipo pecó de novato. Se preguntó a la ciudadanía primero qué preguntas debían hacerse para empezar a hacer la participación. Votaron cuatro gatos, que tuvieron que elegir entre una serie de preguntas que se les planteaban. Algo bastante kafkiano, como ven. Luego se hizo una segunda encuesta en la que los ciudadanos debían responder a estas preguntas.

En esta segunda consulta ya entraron unos pocos más. Con sus respuestas se elaboró un documento de condiciones para un concurso de anteproyectos, al que se presentaron una docena de propuestas. Estos anteproyectos fueron examinados por un jurado profesional del COAM, que eligió dos finalistas. Y sobre estos dos volvió a votar la ciudadanía. En realidad, los esforzados ciudadanos votaban entre dos renders, planos de imagen hechos por ordenador, que salen siempre muy verdes y llenos de árboles, porque, si el papel lo aguanta todo, el render ya ni les cuento. Tampoco estos ciudadanos tenían una formación arquitectónica o urbanística que les permitiera tener un criterio bien formado para estudiarse el resto de la documentación presentada.

El caso es que la competición final fue ganada por el equipo de mi amigo Fernando Porras, a quien mi querida África bautizó hace años muy acertadamente como Don Porras, y así lo vamos a llamar en adelante en el blog. Don Porras había contratado a un equipo de delineantes digitales que le hicieron unos renders de lo más vistoso, pero tenía poco más avanzado el tema. Tuvo entonces que ponerse a redactar el proyecto de ejecución, algo que requiere mucho trabajo y tiempo. Y luego, con ese proyecto, hay que licitar, procedimiento obligatorio establecido por la Ley de Contratos de las Administraciones Públicas, para evitar que los concejales y otros especímenes similares, le contraten la obra a su hermano o al cuñao de su prima hermana. La Ley establece un proceso prolijo y desesperante que no les voy a detallar aquí.

¿Por qué les estoy contando todo esto? Pues porque eso explica el hecho cierto de que, cuando se celebraron las siguientes elecciones locales, en la Plaza de España, proyecto estrella del equipo Carmena, únicamente se habían llegado a colocar las vallas perimetrales de la obra. Se lo puedo jurar. Menos mal que El Topillo decidió seguir adelante con la obra, a él le da igual de dónde venga el proyecto: con tal de meter la taladradora en el suelo, tira para adelante. Gracias a eso, ahora tenemos una plaza reformada, en la que yo encuentro más aspectos positivos que negativos, aunque no se parezca al render sobre el que se votó. En resumen, que a la señora Jenny Stenberg este proceso se lo puse como un ejemplo de cómo no se debe organizar la participación. No quiero cansarles con más detalles de nuestra entrevista. A la salida, le pedimos a una alumna del centro que nos hiciera unas fotos y aquí tiene una.

Supongo que no tienen ninguna duda sobre cuál es la sueca y cuál la española entre mis dos compañeras. También les destaco que yo iba perfectamente maqueado con mi abrigo de skater fabricado en cordura y mi mochila para ir después al yoga. Jenny pidió ver algún ejemplo de resultado de procesos de participación y estábamos cerca de la Plaza de España. Alexandra se despidió y yo acompañé a nuestra invitada a recorrer la Plaza de España, los jardines del Templo de Debod y los diseñados por Sabatini junto al Palacio Real. Estos tres espacios públicos están ahora interconectados gracias al proyecto. La acompañé finalmente al Metro, no sin antes decirle que me encantaría encontrarme con ella en Goteborg, ciudad que he visitado dos veces, en ambas ocasiones cruzando en tren el puente internacional que la une a Copenhague.

Y me fui caminando por el centro en dirección a la escuela de yoga. Tomé Bailén hasta Mayor y atajé por Sacramento. Pasando ante la Basílica Pontificia de San Miguel, descubrí que estaba abierta, algo bastante infrecuente. Y decidí entrar a verla (nunca la había visitado), porque tenía tiempo y además, este post está centrado en temáticas vaticanas. Había una misa en curso a la que me sumé, incluso simulando que me santiguaba cuando tocaba. Asistían a la ceremonia exactamente diecisiete personas, contándome a mí. Todos bastante mayores, si bien detecté un par de varones jóvenes con aires de meapilas. He leído luego que la iglesia pertenece a la Nunciatura, cuya sede está enfrente, y que esta institución encargó a mediados del siglo pasado su custodia y mantenimiento al Opus Dei. Lo cierto es que es una iglesia barroca preciosa, con planta de cruz latina, fachada convexa y con una conservación perfecta.

Tras la misa se dispusieron a cerrar la Basílica y yo caminé hasta la cercana academia de yoga. Tras la habitual colación en el Ricla con mis amigos (garbanzos con pie de cerdo y setas) bajé a casa para un descanso breve, porque a las siete quería estar en el COAM para la presentación del libro España Fea, escrito por un periodista de El País especializado en viajes, que ha reunido diversos ejemplos de malos resultados de la praxis urbanística en España. Estaba interesado en asistir a esta presentación, porque en ella ejercía de moderador mi amigo Jesús Sanvicente y en el coloquio participaban además Enrique Bardají, que fuera Gerente de Urbanismo en los mejores años de Tierno Galván, el arriba citado Don Porras, Amparo Berlinches experta en conservación de patrimonio y una arquitecta catalana que se definió como activista urbana y que asegura que, nada más acabar la carrera, hizo una especie de juramento hipocrático comprometiéndose a no hacer ningún proyecto de obra nueva, sólo rehabilitaciones, ya ven qué personaje.

El acto estuvo bien, al final me compré el libro porque tengo curiosidad por leerlo, pero no me puse en la cola para que me lo firmara el autor. Me pareció un tipo de esos que va escarbando por ahí a ver si encuentra mierda, que ha encontrado obviamente mucha y que, desde el punto de vista editorial, ha acertado poniéndole al libro un título resultón y un subtítulo bastante tramposo y exagerado, como verán abajo. El personal que acudió al acto no era el típico de arquitectos, sino más bien de esa gente ceniza que está encantada de que descubramos que somos un país de impresentables y chapuzas y refocilarse en ese sentimiento negativo, al que ya saben que no me adhiero para nada. Nos iría mejor como colectivo si nos quitáramos de encima ciertos complejos. Vean la portada que les digo y seguimos.

Respecto a esto, está claro que la parte nueva de todas las ciudades y pueblos de nuestra geografía es muy desacertada y fea (con una excepción que luego les digo), pero es más o menos lo que sucede en muchos otros países. En cuanto el negocio inmobiliario encuentra un nicho del que extraer valor, prima el negocio sobre cualquier otra característica. Pero hay desastres urbanísticos donde no se vive tan mal y no es muy correcto mezclar el mal urbanismo con lo feo o bonito, que es un concepto estético y subjetivo. En general, el autor me pareció un tipo encantado de haberse conocido a sí mismo, muy ufano con los casos que había descubierto él solo y nadie más y en resumen, un personaje cercano a lo que en la novela negra se conoce como el huelebraguetas: el buscador de mierda profesional.  

Yo que me he movido por el mundo, más bien sostengo que es una gilipollez que nos creamos la leyenda negra que nos han colgado desde fuera de forma interesada. Yo tengo claro que los franceses trabajan menos que nosotros, que los alemanes no son tan perfectos y ordenados como se dice, que los belgas son unos bolos, los holandeses unos prepotentes, los británicos un poco insoportables y encima todos aguantan climas mucho peores que el nuestro. Aquí hacemos barrabasadas y no nos quitamos de encima el estigma de la corrupción, pero somos un país cojonudo, al que no hacen el suficiente honor sus políticos (ni sus periodistas). Se habló de cambiar la legislación, idea que alguien puntualizó: lo que hay que hacer es cumplirla. 

La Ley del Suelo de 1956 era fabulosa, lo mismo que su reforma de 1975. El problema es que nadie la cumplía y el ejemplo del que antes les hablaba como excepción es Vitoria. Allí, en pleno franquismo, hubo un alcalde del régimen que ordenó que, si la Ley era esa, se cumpliera a rajatabla. Hoy Vitoria es una ciudad cuya parte nueva es tan agradable para vivir como la antigua. Y además se ha creado una cultura urbanística que les ha permitido desarrollar un anillo verde que es hoy una referencia mundial. Se metieron también con la administración en general, tildada de madre de todos los desmanes, y tuvo que ser Bardají quien saliera a decir que hay que diferenciar a nuestros excelentes funcionarios de los políticos que les ponen por encima. Podría yo hablar mucho al respecto.

Con mi libro bajo el brazo caminé hasta la taberna de Ángel Sierra en Chueca para tomarme un vermú y quitarme el mal sabor de boca. Y dormí como un Papa tras un día tan largo y lleno de cosas. El viernes estuve toda la mañana haciendo gestiones con el ordenador, tanto en relación con la cancelación de la visita de Brazzaville como con la programación de las semanas próximas. A medio día me acerqué al edificio APOT, donde había quedado con mi compañera M. para comer en torno a unas cervezas y comentar con ella diversos aspectos que necesitaba contrastar de cara a prepararme mi clase del día 17 con Alain. Aproveché para felicitarla por el éxito de las jornadas de difusión del Bosque Metropolitano, que resultaron redondas. Y volví con el coche, directo a una breve siesta.

Porque a las siete de la tarde estaba citado con mi grupo de forofos de la farándula para ver la adaptación del clásico de Óscar Wilde La importancia de llamarse Ernesto. Es una función extraordinaria, que les recomiendo sin dudarlo. La obra, que tiene más de 100 años, es maravillosa (Oscar Wilde era un genio) y la adaptación es fabulosa, transmutada en una especie de musical americano, con unos actores que cantan y tocan diferentes instrumentos y con una escenografía y un ritmo escénico soberbios. Abajo una foto del elenco. Para colmo, nos juntamos luego algunos de los contertulios y nos tomamos unas raciones con unos dobles de cerveza en la Cervecería Santa Ana, con presencia especial de mi amigo X, el Ateo Piadoso y otros ilustres amigos y seguidores de mi blog.

El sábado tuve una clase de inglés de dos horas, de diez a doce, para recuperar las dos clases perdidas en la semana. Por la tarde vi entero un reciente concierto de Samantha Fish que acababan de colgar en Youtube y luego seguí el partido del Dépor en el que finalmente ganó por un penalti en los últimos minutos. El domingo salí a correr por el Retiro e hice una buena marca en mis 6,5 kms. El resto de la mañana estuve tranquilo, en casa y por la tarde tuve que coger el coche para acercarme a Coslada para un asunto de los que no se cuentan en el blog. Ayer lunes me acerqué por la mañana al APOT a intentar concretar una nueva fecha para el grupo de Brazzaville, fecha que les hemos enviado ya por Whatsapp. De allí me fui al yoga, comí algo en el Ricla y me volví a casa a escribir este post. Pero a las 9 hube de dejar de escribir, porque había quedado para salir a tomar algo con Werner, que anda por aquí porque ya tenía sus billetes y no los ha podido devolver.

Y queda resumir rápidamente el sinvivir prospectivo, mi programa para los días venideros. Hoy será mi último día de tranquilidad, para ir pensando en la preparación de mi charla y también en mi equipaje. Mañana miércoles he quedado a comer en La Llorería con dos amigas vinculadas a uno de los proyectos de Reinventing Cities que se están desarrollando y a las que hace casi dos años que no veo. Por la noche tengo clase de guitarra. El jueves tengo clase de inglés y yoga. A lo largo del día vienen mis hijos, Kike con su novia y Lucas solo. Vienen para asistir a una boda que será el sábado. El viernes estaremos todos juntos y por la noche tengo teatro de nuevo: Amistad, dirigida por Juan Mayorga esta vez en el Matadero. El sábado salgo en avión a París. Voy a casa de Kike que tiene que darme la llave.

El domingo, Lucas vuela a Paris por la mañana, así que comeré con él en alguna brasserie, antes de que coja el tren a Lille por la tarde. Y por la noche llega su hermano con su chica. El lunes he quedado a cenar con un paisano que se llama Alexandre Pillado, coruñés nacionalista que estudió en Paris e hizo una especie de tesis sobre el modelo Reinventing, para lo que sostuvimos varias charlas on line y desde entonces estamos conectados. El martes posiblemente me encuentre con Alain a comer y dar una de sus vueltas largas por la ciudad, mientras concretamos los términos de mi clase. El miércoles me he citado con Hélène Chartier, la directora de Reinventing Cities, con la que tengo muy buena sintonía. Imagino que comeremos juntos.

El jueves tal vez esté en casa centrado en prepararme mi clase. He de añadir que pienso cumplir con mis clases de inglés y yoga en versión on line, de forma que sólo me pierdo el running y la guitarra. El viernes estaré todo el día centrado en la clase, la posterior comida y el previsible gin-tonic. El sábado, mis anfitriones y yo cogeremos un tren a Lens, para ver la extensión del Louvre, un edificio construido según el proyecto del estudio japonés SANAA, ganadores del Pritzker hace unos diez años, un lugar que tengo muchas ganas de visitar. Nos reuniremos allí con Lucas, que bajará desde Lille, para ver el museo y comer por allí. Por la tarde cogeremos todos el tren a Lille, donde al día siguiente, domingo, celebraremos mi 72 cumpleaños. El domingo por la tarde me vuelvo con Kike y su chica a París y el lunes cojo el vuelo de vuelta a Madrid. Un plan fabuloso, como ven.



Después tengo el concierto de Ghalia Volt el día 23, cuyo cartel de anuncio de gira tienen aquí arriba. Esta gira la organiza Jose Peinado, mi amigo y organizador de festivales de Jerez de la Frontera y estoy implicado en el tema, porque la chica viene en una furgoneta desde Bélgica con todos sus amplis y aparatos diversos y he de ser yo quien le facilite el permiso para entrar en Madrid Central y descargarlo todo en la sala. Y aún me queda la posible llegada de los de Brazzaville del 25 hasta el 5 de marzo y a continuación la visita de Alain con los alumnos de su máster. Hasta el día 12 de marzo no tendré un poco de tranquilidad. Y he de decirles que ya tengo un gatito apalabrado, pero he pedido que me lo retengan hasta el día 12, porque quiero estar en casa para darle la bienvenida, que nos conozcamos mutuamente y que aprenda a vivir conmigo. De momento sólo tengo un vídeo que les dejo de despedida. Ya que hemos hablado del Papa, en vez del tradicional Que sean buenos, me despediré diciendo Podéis ir en paz

2 comentarios:

  1. Menudo frenesí de actividades, amigo, agota solo de leerlo. Le va a venir bien un tiempo de más relax con ese precioso gato que nos enseña. Yo creo que le va a ayudar a bajar el ritmo, que nunca viene mal.

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    1. Gracias, y usted que lo lea. De momento no puedo bajar el `pie del acelerador, pero todo acaba por llegar.

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