martes, 21 de julio de 2020

958. Quedará al menos el rock

En fin, ayer se consumó el descenso del Dépor a Segunda B, antes llamada Tercera División, una ruina anunciada, sobre la que se supone que tengo que decir algo, aunque en la situación en la que nos encontramos he de confesar que me empiezan a resbalar casi todos los temas, salvo el rock, naturalmente. He subrayado con una cursiva el verbo consumar, que únicamente se utiliza ya para este tipo de desastres, dado que ni siquiera se aplica como antes a los matrimonios, que suelen celebrarse ya consumados, y a menudo son también el inicio de un camino al desastre. El descenso de categoría es el resultado de una política deportiva llena de errores, empezando por la formación de una plantilla confeccionada con fichajes del feirón, recolectados por un director deportivo de funesto recuerdo, premonitoriamente llamado Carmelo del Pozo. Del pozo en el que nos ha metido este señor, nos va a costar mucho salir.

Me duele que el Dépor baje un escalón más hacia la ruina y la miseria, pero tengo que reconocer que el descenso es justo, cocinado a partir de unos jugadores que no saben jugar y tres entrenadores sucesivos a cual peor, si bien el último, Fernandiño Vázquez, vivió el espejismo de ganar siete partidos seguidos, salir provisionalmente del agujero y volver a caer al final, exactamente lo mismo que le pasó en su primera experiencia como entrenador del Dépor, demostración viviente del viejo lema la historia se repite, que sobrevolaba todo el rato sobre la trama de la película Chinatown, de Polansky, una de las historias más terribles de entre todas las que ha contado el cine de Hollywood. La historia de mi equipo se ha repetido también, puesto que el Dépor ya estuvo en 2ªB hace unos cuarenta años (una sola temporada y antes una sola también en Tercera).

Una minucia, al final, esto del Dépor, aunque duela (o, si lo prefieren, una futesa), en medio de la gigantesca calamidad que nos aflige con esto de la CoViD-19, y vuelvo a usar la cursiva porque creo que no hay palabra que mejor defina lo que está pasando: calamidad. Con mi afán de ser positivo, yo fantaseaba con la idea de llegar a abuelo y darles la brasa a unos nietos sentados sobre mis rodillas con cosas como esta: Yo… he visto cosas… que vosotros no creeríais: calles llenas de gente con mascarilla… encontrar a los amigos y tener que saludarlos con el antebrazo… no tener un triste bar en el que entrar a tomar un vermú… Y mis nietos escucharían extasiados este parlamento tipo Brasa Runner. Pero mucho me temo que el equilibrio de la situación actual se rompa hacia el otro lado y la escena sea muy diferente.

Esa escena soñada podría ser con unos nietos con mascarilla y sentados en escabeles a dos metros de mi sillón. Y mi discurso del Abuelo Cebolleta sería el inverso: Yo… he visto cosas… que vosotros no creerías: cincuenta mil personas viendo a Bruce Springsteen en un estadio… una manifestación de un millón de ciudadanos en repudio del atentado de Atocha… carreras de Marathón con veinte mil personas corriendo codo con codo… gente que se abrazaba cuando tenían un hijo, o triunfaban en el trabajo, o su equipo ganaba la liga… calles llenas de bares en los que se podía entrar libremente a tomarse una caña con unos pepinillos o unas gildas… ¿Quedará algo de nuestra cultura? Bueno, pues yo tengo una cosa clara: quedará al menos el rock. Cosas como esta que les pongo aquí abajo, permanecerán vivas en la memoria de la gente. Bowie y Jagger cantándose a la cara sin miedo a las gotas de saliva llenas de virus. Nariz con nariz. Un llamamiento a bailar por las calles de todo el mundo.


En fin, creo que ya he logrado que ustedes dejen de decir eso de que yo, como no sé nada de rock… y empiecen a decir yo no sabía nada de rock hasta que empecé a seguir el blog de Emilio. Realmente, ustedes deben sentirse ya como unos auténticos expertos, después de saborear aquí a Samantha Fish, a Damon Fowler, a Keb' Mo', a Jon Cleary y su banda de los Caballeros Absolutamente Monstruosos. Ninguno de estos artistas es conocido en España. Y también han sabido de la existencia de las cigar box guitar y la importancia capital que tiene el blues en toda esta historia. El blues está en el origen de todo, a partir de la conversión en melodía, con una estructura musical precisa, de los sentimientos de los negros, ese pueblo sometido a una tropelía sin parangón en la historia de la Humanidad. Los blancos americanos aportaron también su música, que podemos llamar genéricamente country, pero el blues es el origen del rock y del jazz, la raíz de todo ese universo cultural.

Un acervo que pasa de padres a hijos. Les voy a hablar hoy de una figura clave en el blues, el gran Magic Slim. Magic murió en 2013, a punto de cumplir los 80 años. O sea que le tocó nacer en un contexto de racismo absoluto, en las tierras profundas del Mississippi. Allí demostró desde pequeño ser un genio del piano, pero al tiempo seguía trabajando en la recolección del algodón, que se manufacturaba con máquinas industriales. Siendo poco más que un adolescente, una desmontadora de algodón le atrapó la mano derecha. Perdió el dedo meñique. Vean qué tipo de peripecia sufría la gente hace apenas cien años, para que nos quejemos ahora del confinamiento y las incomodidades subsiguientes. A Magic Slim el accidente le incapacitó como pianista, pero, con su resiliencia de negro, le llevó a pasarse a la guitarra. Para tocar la guitarra eléctrica, el meñique de la mano derecha no es imprescindible.

Y este señor se fue a Chicago y empezó a rotar por los garitos del blues de esta ciudad de inviernos polares. Se hizo un nombre, formó su propia banda de blues y se convirtió en una celebridad. Y siguió en activo hasta su muerte. El vídeo que les voy a pedir que vean corresponde al Festival de Blues de Pennsylvania de 2011. Es decir, que el hombre tenía 78 años. El batería lo presenta: ¿quieren escuchar al rey del blues? Díganme ¿cómo se llama? ¿CÓMO SE LLAMA? Y entonces sale a escena con su paso titubeante. Le acompaña un asistente que se ocupa de ayudarle a colocarse la guitarra, el micro, etc. Antes de sentarse mueve el culo un poco, al estilo de Maradona en el vídeo que les puse hace unos posts. Y luego… bueno, véanlo. Esto es el blues.


Como ven, cultura que pasa de una generación a otra. El otro día Ringo Starr celebró su 80 cumpleaños y con motivo de eso, muchos artistas le enviaron vídeos desde sus confinamientos respectivos, grabados con móviles o con micros caseros. Entre estos no podía faltar mi admirada Sheryl Crow, que hizo una interpretación del clásico de los Beatles All you need is love, tocando ella todos los instrumentos. Esta mujer es un portento en ese aspecto y pueden ver que domina el ukelele, el piano, el acordeón, el bajo, la guitarra solista, la percusión y hasta el chelo. En realidad, lo único que no toca ella es la trompeta, instrumento para el que recurre nada menos que a su padre, veterano trompetista jubilado que parece estar en buena forma. Además, Sheryl se ha arreglado el pelo y se la ve más contenta que en el último vídeo suyo que traje al blog.


Precisamente hace un par de posts les hice escuchar una versión de la maravillosa canción The weight, que había organizado la plataforma Playing for change, en la que participaba Ringo Starr con Robbie Robertson y una serie de artistas de diferentes pueblos. Les dije que conocía a Larkin Poe, y no iba de farol. Llevo un tiempo siguiendo a este dúo que forman las hermanas Lovell, oriundas de Atlanta, pero más o menos radicadas en Los Ángeles. Megan Lovell es la hermana mayor, 31 años y es la tímida del dúo, a pesar de que toca la bottleneck guitar horizontal de forma primorosa y hace los coros a su hermana. Rebecca Lovell, la pequeña, 29 años, es la de la personalidad arrolladora, sustentada en un vozarrón de contralto de esos que se tiene o no se tiene, es algo de nacimiento. Rebecca también toca la guitarra principal, la que desarrolla los riffs básicos y es una admiradora rendida de Malcolm Young, que hacía esa función en AC/DC, algo que se nota en su forma de tocar. Las dos, con un bajo y un batería, hacen un rhytm and blues de altura. Les voy a poner primero una grabación de estudio, para que vean de qué hablamos.


Larkin Poe son ya un valor en el nuevo rhytm’ blues americano y el Covid les ha machacado la gira que preparaban este verano, como a todos los artistas del rock. En su página Web anuncian ya la continuación de sus actuaciones en directo, a partir de mediados de agosto. Una forma más de hacer como si. La mierda de la nueva normalidad. ¿Es creíble que se reanuden los conciertos en directo en USA a mediados del mes que viene? Yo no pondría la mano en el fuego. Pero, resulta que, en la gira que pretenden iniciar Larkin Poe hay un tramo europeo y una fecha señalada: Madrid 18 de febrero de 2021. Un día antes de mi 70 cumpleaños. Me encantaría ir a verlas, siempre que haya condiciones de seguridad sanitaria. Quién puede garantizar eso. De aquí a febrero, siete meses, es bastante probable que no sea todavía muy recomendable ir a un concierto de rock en una sala pequeña.

Las hermanas Lovell son bastante buenas en directo y lo van a comprobar. Este otro vídeo corresponde a su participación en el Festival de Blues de Syracuse, estado de Nueva York, en el verano de 2018. Larkin Poe han terminado ya su actuación, pero la gente les pide otra-otra. Salen y le regalan a la audiencia una versión vertiginosa del clásico Rollin’ and Tumblin’ de Canned Heat. Les pido que se fijen en una cosa. Empieza Megan con su guitarra horizontal. A continuación entra, atronadora, Rebecca con el riff principal. Se agacha para acompasar su voz a la guitarra de su hermana. Y, antes de empezar el grueso de la canción, se marca unos segundos de toque a mano abierta, ciertamente espectaculares, antes de sacarse una púa del bolsillo trasero del pantalón para tocar el resto del tema. Espectaculares Larkin Poe.


Supongo que entienden cuánto me gustaría ver a estas dos chicas en la víspera de mi cumpleaños. Pero hablando de temas interpretados de forma vertiginosa, les voy a despejar todas las dudas: en este blog, la reina indiscutible es Samantha Fish. Y voy a cerrar este post con ella. He consultado su página Web y también tiene programadas actuaciones en USA a partir del 15 de agosto. Y también continuará la gira por Europa. Únicamente tres conciertos en Gran Bretaña, en marzo. Si no fuera por esta nueva normalidad de mierda, en marzo yo ya estaría jubilado y podría coger un avión y aprovechar la disculpa para visitar a mi amiga Clare Haley, a mis primos british Ian and Louise y a mi sobrina Elena que vive en London.

Ese es un tipo de viaje bloguero que ahora no puedo hacer, hasta que se aclare el panorama. Recuerden que, con motivo de la presentación de un libro de mi amigo Diego Moreno en Tijuana, yo me enhebré un viaje para visitar a Shannon Ryan en Los Ángeles y tener un par de entrevistas en el Ayuntamiento de San Francisco, además de visitar San Diego. Y antes de eso, acudí a dar unas charlas en las universidades de Leipzig, Erfurt y Dresde y de paso visité a mi hijo Lucas en Leipzig y aproveché para conocer Weimar y pasar unos días en Berlín. Ese es el tipo de viaje que más me gusta y no puedo hacer ahora. Pero veamos ya a Samantha. Es un concierto en Pennsylvania. Samantha se ha descalzado, como veremos, y, cuando Samantha se descalza, el huracán está garantizado.

La vemos bebiendo un poco de agua cuando ya ha decretado un ritmo de cabalgada, de raíz entre country y surf music. Bromea con el público mientras afina la guitarra, supongo que saben que las guitarras eléctricas se afinan electrónicamente y en el suelo hay un marcador luminoso que te confirma la afinación. Con la guitarra a su gusto se acerca al teclista y lo pone en suerte con unos elegantes armónicos. Luego vuelve y marca el un-dos-tres para empezar el grueso del tema. Lleva a todos sus músicos con la lengua fuera y va modulando su canción con sucesivos climax a los que llega desde zonas valle perfectamente distribuidas. Le gusta venir desde atrás, como en un orgasmo. En un momento dado, se para bruscamente y comienza un coqueteo con la sección de viento, que le lleva ya al final explosivo, con salto de la cabra incluido, digno de El Cordobés. Esta mujer es un portento. Se la dejo de propina, con mis mejores deseos. En cuanto al Dépor, no se desanimen: volveremos.


2 comentarios:

  1. Qué descubrimiento Samantha. Dos detalles: la guitarra tuneada del pescadito se ve ya muy deteriorada en su superficie. No es de extrañar con la forma de tocar de esta mujer y lo afiladas que suelen ser las púas. El otro es que, después del final apoteósico con salto de la cabra y todo, no pierde un segundo en saludar o recibir la ovación del público. Lo único que le preocupa es revisar los pedales del suelo y quitarse el pelo de la cara. Ha de preparar el siguiente tema y no hay tiempo que perder.

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    1. Yo estoy fascinado con esta mujer. La guitarra del pescadito ya la tenía bastante gastada y últimamente usa otras menos artesanales, lacadas y que se estropean menos.
      La forma de cerrar los temas es siempre así, después de la última nota, su gesto es ¡Hala, a otra cosa!

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