lunes, 25 de mayo de 2020

945. MD8. Sobre el duelo y el luto

Empiezo la semana con novedades, tras un finde triste. El sábado se murió por fin mi amigo Guille tras una lucha desigual con el maldito virus. Era una muerte anunciada, estaba tan mal que casi hubiera sido peor que sobreviviera en esas condiciones. Un conocido con el que hablé anoche me contó de un caso parecido, que ha sobrevivido y está en su casa con una unidad de oxígeno, usa pañales y no puede caminar sin ayuda más de tres metros, porque se agota y se cae. Y lo más importante: sin perspectiva de mejora alguna según los médicos que lo siguen. Y tiene 44 años. Yo estoy seguro de que, si a Guille, que era más o menos de mi edad, le hubieran preguntado qué salida del túnel prefería, no hubiera dudado en su elección. Para él es un alivio, lo malo nos toca a su familia y a los que le queríamos, que tendremos que pasar el duelo. Ayer por la tarde, asistí a su incineración en el Tanatorio Sur, lo cual es también una novedad de esta nueva época en la que estamos entrando; hace unos días no hubiéramos podido asistir y estaríamos ahora esperando que nos enviaran sus cenizas por Seur. 

Tenía yo un post in mente para el momento en que saliera de la UCI, que ya nunca escribiré, en el que imaginaba a Guille negociando duramente con el barquero Caronte, al borde de la laguna Estigia, regateando como buen argentino que era y convenciendo al siniestro remero de que emprendiera la navegación él solo (Guille era un personaje complejo, lector compulsivo, memoria de elefante, gran amigo del debate y la polémica, conocedor profundo de Borges y de Cortázar, supporter del Barça, por Messi y un poco también por fastidiar). Había imaginado también una celebración especial en el blog, que no les cuento, porque me la reservo para el día en que de verdad tengamos algo que celebrar. Y hasta había llegado a visualizar la escena del primer asadito que compartiríamos; con argentinos, las penas se conjuran siempre con un asadito. Nada de esto sucederá ya; como saben, el hubiera no existe ni existirá y parece que al final el barquero le convenció de subir a su lancha.

No piensen que cosas como esta van a influir en el blog. Este es un espacio para la alegría, la concordia y los mensajes positivos. Los duelos son una cosa privada, que cada uno ha de cultivar y madurar en su fuero interno, sin dar el coñazo a los demás, que bastante tenemos cada uno con lo nuestro, en la tremenda situación que estamos pasando. El día más triste que he vivido desde que inauguré este blog (y uno de los más tristes de mi vida) fue el 5 de febrero de 2014, cuando murió mi querido hermano Viti. Dos días después escribí un post que se llamó The show must go on, rememorando la frase tradicional del circo clásico. Cuando, por ejemplo, un trapecista se precipitaba al suelo y se mataba, en cuanto se llevaban el cuerpo y barrían un poco la arena, salía a escena uno de los payasos, todavía conmocionado y lloroso, para decir The show must go on, antes de continuar con el número siguiente.

Estoy hablando del Siglo XIX y anteriores. Un tiempo en que la muerte estaba incorporada a nuestra cotidianeidad como algo normal. En la familia de mi padre, por ejemplo, fueron seis hermanos, pero sólo tres llegaron a adultos. Los otros tres murieron de niños, dos de ellos de la misma tacada, por alguna epidemia que no he logrado concretar. Era algo habitual. En cambio, en el mundo actual, al menos en lo que llamamos Occidente, la muerte se oculta y no se quiere ni mencionar. Ni siquiera se usa el verbo morirse, un reflexivo muy preciso, porque el acto de morirse es algo personal e intransferible, es uno mismo quien se muere, no otro. Se utiliza fallecer, que es un eufemismo piadoso, como si fallecer fuera menos terrible y decisivo que morirse. Es un verbo culto, que no se usa en el lenguaje oral: uno, cuando se encuentra muy mal, clama: me estoy muriendo; no dice: estoy falleciendo. Si vuelven sobre mi texto, verán que yo no lo he utilizado, ni con Guille ni con mi hermano.

Es lo mismo en todos los idiomas. En inglés, tenemos el to die, pero también los eufemismos to pass away o to pass on. En francés está por un lado mourir y por otro décédér o partir, que son los eufemismos más utilizados. El lenguaje popular tenía antiguamente una serie de expresiones chuscas que ya no se usan, por estimarse que son inconvenientes o irrespetuosas, como estirar la pata, espicharla, diñarla o doblar (símil taurino). No se usan sencillamente porque no se quiere hablar de la muerte (tampoco de la enfermedad ni de la vejez). Permanecen sin embargo las expresiones supuestamente cultas, como pasar a mejor vida o subir al cielo.

Ya sé que no es esta una temática muy habitual en este blog, pero creo que debo dedicarle un día al duelo por mi amigo. No se preocupen, estoy bien, entero y dispuesto a seguir con este foro en los parámetros anteriores, a partir del siguiente texto. Como la muerte, el duelo es una cosa íntima, que ha de pasarse en solitario. No tiene nada que ver con el luto, que es una manifestación externa del duelo, que se hace con una finalidad social: mostrarle al resto de la comunidad cuan desolados estamos por una pérdida. El luto puede ser sincero, por supuesto, pero también contiene muchas veces un porcentaje de fingimiento o sobreactuación.

Esto es lo que no entiende Pablo fraCasado, que se ha pasado varias de las sesiones de tortura necesarias para las sucesivas prórrogas del estado de alarma, dando el coñazo con la necesidad de declarar el luto nacional y poniendo verde a Sánchez por no llevar una corbata negra como él. Esta era la alternativa del fraCasado al estado de alarma y demás medidas de Sánchez: (además de bajar los impuestos) corbatas negras, crespones negros en las banderas (sin importar que fueran constitucionales o del pollo) y fotos ante el espejo poniendo cara de pena. ¿Cómo dicen? ¿Que no la han visto? No se preocupen, abajo se la pongo. Es obvio que esta imagen no procede de un selfie, hay un fotógrafo emboscado, preparado para hacérsela y probablemente le diga: vale, estoy preparado, ya puedes poner cara de sufrimiento.


Se han escrito folios y folios sobre la imagen de La Dolorosa, con la que IDA apareció en la portada del inMundo, pero esta tiene tela también y ha sido objeto de muchísimos memes. Yo, que no me dedico a los memes, le hubiera puesto el siguiente bocadillo: ser o no ser facha, he ahí el dilema. Con todo, el mejor de todos los memes publicados es, en mi opinión, el que les pongo abajo.



El luto es un asunto muy personal, es legítimo que la gente se vista de negro si quiere y si así entiende que expresa mejor su duelo hacia el exterior. Pero no es algo que deba forzarse o imponerse. Y respecto a este asunto, tengo una anécdota personal que creo que despeja todas las dudas. Mi padre falleció (usaré este verbo por el respeto que le tengo a su figura) el día de Santiago de 1990, fiesta nacional de Galicia. De acuerdo con nuestra madre, los hermanos decidimos organizar el velatorio en casa, algo que antes era frecuente. Por mi casa circuló gente a lo largo de un interminable día, hasta el anochecer, toda Coruña pasó por allí a despedir a una persona que era muy querida en la ciudad. Bien, pues durante todo el velorio, mi madre estuvo presidiendo la ceremonia, sin desfallecer ni un minuto, atendiendo uno a uno a todos los que iban llegando, manteniendo una entereza y una dignidad admirables. Y ¿saben cómo iba vestida? Pues de blanco, de la cabeza a los pies. Hasta el abanico, con el que se daba aire en plena canícula coruñesa, era blanco. Señor fraCasado: hace treinta años, mi madre, una mujer de provincias a punto de cumplir 80 años, era ya una persona más moderna que usted.  

No creo que sea necesario decir nada más sobre este tema. Con el presente post voy a dar por cerrada esta serie de 8 capítulos de Memorias del Desconfinamiento, precedida de otros 18 de Cuadernos de la Cuarentena. Hoy en Madrid entramos en la fase 1, que realmente es un preámbulo de esa nueva normalidad que se nos anunciaba, en la que vamos a seguir instalados hasta que haya una vacuna, o un tratamiento, o el virus mute a una versión más amable, que no sé cuál de estas tres cosas sucederá antes. Aun en cualquiera de esos casos, o incluso si se llegan a dar simultáneamente las tres, todavía seguiremos mucho tiempo acojonados, sin atrevernos a besarnos como antes. Nos queda aun una larga singladura en esta travesía del horror, una serie incierta de batallas que va a durar bastantes meses. Yo tengo claro que me habré jubilado antes de que pueda volver a salir tranquilamente a tomarme un vermú en el bar de la esquina, o darle un abrazo a un amigo que me encuentre.

Mi finde ha sido atípico, como les decía al principio. El viernes tuve una mañana de mucho trabajo, porque los temas de nuestra Dirección General se están acelerando y la fecha de entrega de propuestas para Reinventing Cities II es este próximo viernes 29 de mayo. No sabemos cómo va a incidir esta Fase 1 de desconfinamiento en nuestra incorporación o no al trabajo presencial, pero pronto tendremos que organizar un jurado que seleccione a los finalistas de RC-II y quizá haya que hacer las sesiones por videoconferencia. Como un anticipo de esto, el viernes por la tarde participé, como miembro invitado del tribunal, en el acto de presentación de trabajos del Máster de Planeamiento de la Universidad Antonio de Nebrija. La directora Alexandra Delgado, puso este año como tema del máster una actuación de nuestro proyectado Bosque Metropolitano, y había pedido una persona de nuestra Dirección.

El asunto me tocó a mí, que ya conocía a esta profesora de haber dado alguna charla en su máster hace años. La sesión duró tres horas, en inglés, porque cada equipo contaba su proyecto y luego los invitados (entre los que había un holandés que no hablaba castellano) hacíamos una ronda de comentarios sobre ese proyecto concreto, ronda en la que siempre me dejaban el primer turno, no sé si por deferencia con la edad o para joderme. Después de tres horas, los invitados nos despedimos y los profesores titulares se quedaron para decidir las calificaciones finales. Yo acabé literalmente agotado.

El sábado corrí en círculos por mi casa, con la sensación de que quizá fuera mi última carrera indoor. Mañana martes me toca correr otra vez y tal vez ya salga al Retiro, en función de las imágenes que vea hoy de la reapertura. Estuve el resto de la mañana recluido en casa para no tropezarme con la astracanada de los de Vox con sus coches y sus bocinas. Ni siquiera son conscientes de lo que supone la imagen del atasco que organizaron, con sus coches último modelo (incluidos muchos ejcapotables), contaminando el aire que llevaba más de dos meses impoluto. Estos señores han distribuido un mensaje perverso: el estado de alarma es innecesario, lo que quieren Sánchez y El Coletas es tenernos encerrados todo el tiempo que puedan, para establecer una dictadura leninista-bolivariana y por eso lo prorrogan una y otra vez.

En medio de lo que estamos viviendo, con amigos muriéndose o jodidos de por vida, ese es un mensaje repugnante. Un mensaje que sólo llega a la gente ya infectada previamente. Lo malo es que se va extendiendo y por eso cada vez se oyen más cacerolas. A mí me ha sucedido ya varias veces estos días que he llamado a algún amigo o conocido al que llevaba tres o cuatro años sin llamar. Y desde la primera frase se ha dedicado a poner verde al gobierno con una furia inusitada. Hasta el punto que les he tenido que cortar: Oye, para un poco, que yo no te llamaba para que me des un mitin, sino para asegurarme de que estás bien, preguntarte por tu mujer y tus hijos y contarte de los míos. Respuesta: sí, sí, todos estamos bien, a pesar de que Pedro Sánchez…

Y, en el Alcampo, el otro día encontré a una señora con banderas del pollo pegadas hasta en el culo, que había llevado ese mensaje perverso un paso más allá: recriminada por la cajera por no llevar mascarilla, proclamó a gritos que todo esto del virus era una farsa, que el gobierno comunista había tomado posesión en enero y se había aprestado a instaurar la dictadura del proletariado, con la ayuda de los chinos que también son comunistas, que el virus no existe, que todo es una mentira urdida entre los comunistas del mundo y que los ataúdes que salen en la tele están vacíos. Se lo juro, lo vi con mis propios ojos, la cajera, los demás clientes y yo nos mirábamos atónitos, ante semejante barbaridad. Se ha dicho que el sábado salieron 6.000 coches en Madrid. Aun suponiendo que fueran cuatro personas por coche, serían 24.000 manifestantes: una miseria, en una ciudad de más de 6 millones de habitantes. Lo que pasa es que hacen mucho ruido y parecen más, como muy bien expresa este dibujo de un periódico extranjero. 


Pero este mensaje está calando en todos los países. El otro día les hablé de la señora Meloni y su partido, los Hermanos de Italia. Algunos seguidores me han pedido más datos y aquí los tienen. Giorgia Meloni, romana, fue ministra de la Juventud con Berlusconi, convirtiéndose entonces en la ministra más joven de la historia de su país. Hace cinco años fundó su partido, que sostiene que Salvini es un blando, un mandiles y hasta un medio-rojo. Según cuenta La Razón, cuando la crisis de los barcos con emigrantes que Salvini, entonces en el poder, no dejaba desembarcar en ningún puerto italiano, esta señora declaró públicamente que lo que había que hacer era bombardear esos barcos y hundirlos y así se acababa el problema, hay que ser burra. Los Hermanos de Italia vienen sacando en torno a un 6% de los votos de su país. Y en el último congreso de su partido, celebrado el verano pasado en la Isla Tiberina, invitaron a dos líderes extranjeros: uno el húngaro Viktor Orban. ¿Saben quién era el otro? Pues abajo pueden verlo con ella.


Yo les estaba intentando contar mi finde, lo que pasa es que me disperso en digresiones varias. El sábado, después de correr, estuve descansando y leyendo mi libro para el Billar de Letras de mañana. Luego me hice una receta nueva de pasta, que ya les contaré, me la comí y me eché una merecida siesta. Al despertar me dieron la noticia de la muerte de mi amigo y ya me quedé chafado. Aún así, a las 8 salí a aplaudir y a las 9 puse otra vez a los Beatles a todo volumen. Hay que acallar como sea las cacerolas. El domingo estuve todo el día pendiente de que me dijeran la hora de la incineración de mi amigo, al final era a la 17.30 en el Tanatorio Sur. Me ofrecí como conductor para llevar a parte de los asistentes, porque (tal vez no me crean), una de las cosas de las que más mono tenía, era de conducir. Mi Toyota llevaba dos meses y medio parado. En el kilómetro 7.777, algo curioso que no sé si significa algo. Pero respondió a los mandos a la primera.

La despedida de mi amigo en dirección al crematorio fue muy emotiva, todos lloramos e incumplimos todos los protocolos para darnos abrazos a tutiplén, aunque su familia ha pasado el virus y supongo que es una imprudencia, pero cómo regatearle un abrazo a un chaval de 20 años que acaba de perder a su padre, a una mujer que acaba de perder a su marido después de una lucha de más de dos meses. Al llegar a casa eché toda la ropa a la lavadora, me lavé reglamentariamente las manos y el bigote y me duché de nuevo con agua muy caliente. Y toqué madera. Estas cosas le dejan a uno agotado, devastado. Me impresionó también conducir por la ciudad vacía, en la que unos pocos coches circulaban con una prudencia exquisita, extremando la educación viaria, de puro acojone. Pasamos un control en el que paraban a muchos conductores. En cuanto me vieron a mí la cara, me dijeron que circulara sin preguntarme nada. Y eso que con la mascarilla no se me ve el bigote. Cumplí como chofer y, cuando me quedé solo en el coche de vuelta a casa, puse la radio.

Tenía preseleccionada la emisora Rock FM y empecé a escucharla. Y sucedió que el rock me atrapó por sorpresa y me subió el tono vital como no me hubiera imaginado. Subí el volumen a lo máximo que soportaban mis oídos y empecé a conducir de mi forma arriesgada habitual, adelantando en diagonal a todos los lentos. Y, en un momento dado, rompió a sonar el Fortunate Son de la Creedence. Entonces abrí la ventanilla, levanté un puño al cielo y desahogué toda mi rabia gritando el estribillo It ain't me, yo no soy eso, observado por algunos conductores que debieron de pensar: otro que se ha vuelto loco con este encierro. Desde luego que yo no soy eso: un cayetano con cacerola pidiendo libertad, cuando lo que quiere no es la libertad sino el poder, porque piensa que le corresponde por una especie de derecho de pernada. A lo que no hay derecho es a que ciertos políticos infravaloren lo que está pasando y azucen a la gente a pedir libertad con mensajes equívocos (en realidad, la loca del Alcampo es la que ha entendido bien el mensaje). Cuando se nos están muriendo los amigos y los abuelos. 

Los políticos que hacen eso son unos verdaderos canallas. Son escoria. Son miserables. Son basura que exuda un lixiviado, que es su mensaje. Tenemos que estar unidos contra ellos. Habría que organizar una manifestación monstruo, de apoyo al pueblo y a los médicos y a los reponedores de supermercado y a los basureros municipales y a los policías y a los enfermeros y celadores y a los mayoristas de Mercamadrid y a los electricistas y a los camareros. Llenar las calles con un millón de personas en pos de la concordia y el sentido común. Y contra los cayetanos de la cacerola. Hagámosles ver que somos más. Y que somos nosotros y no ellos los que ponemos en el primer lugar la vida de las gentes. 

Este es mi mensaje. Vienen tiempos duros, esta va a ser una guerra larga y tenemos que estar prestos a defender el estado de derecho de estos auténticos fascistas. Desde este blog pueden contar conmigo hasta donde me den las fuerzas. Les dejo hoy con la canción que me subió el tono en la triste tarde de ayer. Para que canten también a voz en grito: IT AIN'T ME. Además, viene con un vídeo de escenas del pueblo yanqui, ese pueblo yanqui al que yo adoro, ese grupo variopinto y admirable que está ahora mismo sufriendo lo peor de esta pandemia, ese pueblo en el que confío para que le dé una patada en el culo a Trump en noviembre. Pónganselo en pantalla grande Y sean felices si pueden, no desaprovechen las oportunidades de serlo. 


7 comentarios:

  1. El confinamiento hace que en cierto modo tu blog sea una versión actualizada de “Viaje alrededor de mi habitación”, de Xavier de Maistre. Por supuesto que en 1794 no existía internet y mal podía el hombre tener un blog; pero tengo para mí que la semilla de la idea es la misma o muy parecida.

    Respecto a lo que nos cuentas en este post decirte que siento lo tu amigo Guille, pues aunque no lo conocía, ahora me apena no poder llegar a conocerlo nunca. Sin duda era de ese tipo de personas con las que se disfrutaba su conversación y su presencia. Que descanse en paz.

    Abrazotes.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Un abrazo fuerte, amigo Berto. No dudo que Guille te habría caído muy bien, era un gran tipo y es muy injusto que esta mierda de virus se lo haya llevado por delante.
      Gracias por la comparación con ese clásico, que tanto le gustaba precisamente a Borges. Lo mío es algo de otro nivel, adaptado a la época actual y condicionado por esta fiebre escritora que me entró ya hace unos años.

      Eliminar
  2. Siento mucho lo de su amigo, como todos sus lectores. Imagino que está usted pasando momentos malos y por eso está más crispado y tenso.
    Aun así le hago una reflexión y le pido disculpas si no le gusta. Nosotros (usted, este blog, sus lectores) somos el partido del sentido común. Y tenemos que diferenciarnos de los otros. A pesar de que sus cacerolas y sus exabruptos nos irriten y nos den ganas de contestarles a gritos, debemos de marcar distancias, tener paciencia, contar hasta cien y luego manifestarles nuestras opiniones con firmeza, pero con tranquilidad. Hemos de evitar convertirnos en su reflejo. Lo nuestro es procurar el bien común, hacer lo correcto y proteger al colectivo.
    Hemos de defender nuestro mundo con las armas de la verdad y la buena educación. Reivindicar nuestros derechos hasta el último centímetro, pero siempre con la fuerza de la razón.
    No sigo, estas son mis opiniones.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo también estoy de acuerdo con lo que me dice, querído anónimo misterioso. Dígame donde hay que firmar, que lo haré encantado.
      Es un código de conducta que procuro seguir. Pero no creo que sea contradictorio con calificar de repugnantes determinadas conductas o llamar miserables a ciertos personajes. Si que es cierto que la mala noticia me ha hecho estar más sensible y proclive al cabreo. Creo que diré algo más al respecto en el próximo post.
      De todas formas, muchas gracias por su comentario, y lo mismo para ti, querido Mariano

      Eliminar
  3. Siento mucho lo de su amigo Guille. En cuanto a lo de las caceroladas, no voy a entrar en si los motivos son justificados o no, ni en valorar a quienes las promueven; simplemente decir que no creo que haya que celebrar ninguna manifestación para demostrar que somos más. También han fallecido amigos míos y creo que deberíamos tener claro que no es momento para manifestaciones. Es el momento de las mascarillas, los dos metros de distancia y de la prudencia extremada en nuestro contacto social para tratar de que no haya rebrotes.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Susana, me alegro de que sigas entrando en este blog de vez en cuando (tu último comentario debe de haber sido como hace dos años). De acuerdo con lo que dices. Yo lo llevo a rajatabla. En cuanto salgo de casa me pongo la mascarilla y procuro no acercarme a nadie.
      Saludos.

      Eliminar