jueves, 7 de mayo de 2020

939. MD2. Potajes

Para empezar este texto, segundo de las Memorias del Desconfinamiento, una foto que alguien me hace llegar. En el estado de Utah, voluntarios han cortado el trafico en una carretera local para hacerles el test del coronavirus a los conductores. Con el potaje mental que tiene Trump, los yanquis no saben cómo evitar que su curva siga creciendo exponencialmente. Practicamente es la única curva desbocada en el mundo, sólo emulada por la británica, pero ésta porque empezó a combatirse más tarde gracias a la temeridad del señor Johnson, alguacil alguacilado que luego las pasó canutas y estuvo a punto de palmarla, incluso ha declarado que empezó a escuchar con toda nitidez las temidas campanitas de la gloria. Vean la foto y continuamos. 



Y, hablando de Gran Bretaña, nos desayunamos ayer con una noticia cojonuda, de las que me gustan a mí. El jefe del equipo de científicos que asesora a Boris Johnson, Neil Ferguson, se ha visto obligado a dimitir, después de que la prensa sensacionalista inglesa revelara que el principal impulsor del distanciamiento social en el país, había aprovechado la situación para reunirse en su casa con una amante, de estranjis in the night, al menos dos veces, contraviniendo lo más esencial de las directrices que él mismo promovía. Este es un potaje muy british (recuerden el caso Profumo, hace poco falleció Christine Keeler a los 65 años), pero tiene otras implicaciones. Para empezar, el tipo había pasado la Covid-19, se había recuperado y, tras guardar la cuarentena de 14 días, se había lanzado en brazos de su amada (doble imprudencia). Y el colmo de los colmos: se trata de una señora casada. ¡¡Qué escándalo!! proclaman las damas bienpensantes, mientras se colocan los rulos ante la imposibilidad de ir a la peluquería. ¡¡Qué vergüenza!! braman ofendidas las escualidas spinsters londinenses, mientras acarician a sus proverbiales gatos.

Es de destacar que este señor fue el que hizo caer de su burrez a Boris Johnson, pronosticando que, si seguía adelante con su suicida plan inicial, el número de víctimas en Gran Bretaña estaría entre las 250.000 y el medio millón. Entonces Johnson, que ya empezaba a sentirse un poco raro físicamente (¿qué serán estas decimillas, este come-come, estos temblores?), se desdijo y decretó el confinamiento como pedía Ferguson. Los periódicos españoles apenas han aludido al escándalo y han publicado sólo la foto del caballero adúltero que, por cierto, se da un cierto aire a Fernando Simón. Pero ya saben que yo siempre que puedo me voy a las fuentes. El tabloide que destapó el potaje es el Daily Telegraph y, como no podía ser de otra manera, publica también la foto de la fogosa doña. Les voy a pedir que entren a verla, porque una imagen vale más que mil palabras y aquí está la clave de todo. Es que, por una señora como esa, yo sería capaz de tirarme al mar e intentar llegar nadando a la pérfida Albión. Han de pinchar AQUÍ.

El tipo ha tenido que pedir perdón y desaparecer del mapa, pero yo lo entiendo perfectamente. Yo ya estoy un poco viejo para ciertos trotes, pero hubiera actuado igual que él. Ya saben lo que dijo La Rochefoucauld: a los viejos nos gusta dar buenos consejos, para consolarnos de que ya no podemos dar malos ejemplos. En fin, que yo me pasé ayer el día pensando en esta señora estupenda, protagonista de un escándalo tan típicamente britton, sin podérmela quitar de la cabeza. Nada que ver con la realidad patria, centrada en el agrio debate de prolongación del estado de alarma. Hay que ver qué enfadados y qué crispados parecen todos: Abascal, Pablo Ca, Rufián. Cada vez que se me ocurría poner la tele y ver un cacho de esa esgrima insufrible, me empezaba a poner malo y volvía a buscar la foto de la rubia para recuperar la fe en el ser humano. ¿Será que los políticos españoles follan poco?

Y, para potaje, el que por fin logró cocinar Pedro Sánchez. Todos creíamos que, con los ingredientes que tenía, le iba a salir un bodrio incomible, pero al final logró ponerle las especias necesarias. Además, yo me congratulo de que, tanto el PNV como el Ciudadanos de Inés Arrimadas, pasen a tener voz e influencia en la gobernabilidad. Son dos opciones moderadas que contribuirán a que el gobierno haga una política menos sesgada y no tenga que depender de los catalanes. A ver si los políticos empiezan a aprender lo que es hacer política y dejan de acosarse y de insultarse. La prórroga del estado de alarma en estos momentos era una cosa de sentido común. Hemos estado cincuenta días confinados para algo. Es comprensible que la gente tenga prisa, pero no podemos arriesgarnos a tirarlo todo por la borda por una salida precipitada y descontrolada del confinamiento. A ver si la vamos a cagar.

Y mi alegría es doble, al ver que el señor Pablo Ca ha terminado mordiendo el polvo. Según se fueron sucediendo los acontecimientos a lo largo de la semana, este señor proclamó a los cuatro vientos que votaría no. Su estrategia viene de antes de la pandemia y se limita a ponerle palos en las ruedas a Sánchez a ver si se la pega. Es muy tonto, porque ahora mismo no podría ganar una moción de censura, es cuestión de tener unas nociones de aritmética o incluso de contar por los dedos. Podrían convocarse elecciones, algo muy peligroso en este momento de la epidemia, pero Pablo Ca volvería a perder, porque todo el país ha visto ya cuál es su juego y se ha hecho una idea precisa de su talla. Entonces ¿qué le queda? Pues lo que está haciendo: ruido, caceroladas y discursos apocalípticos al rebufo de Vox, con un nivel de matonismo en el tono que deja chiquito al peor Rufián. Una estrategia temeraria, porque recuerda a la que originó la Guerra Civil: la izquierda gana legítimamente unas elecciones y la derecha no lo acepta, se tira al monte y acabamos a hostias.

Pero vale. Este señor anunció que votaría no, sumándose a Vox, que trae el no de serie. Entonces se sumó ERC, que serán de izquierdas (cosa que dudo mucho) pero antes son catalanes. Y los catalanes, una vez que perdieron su envite independentista, están en Madrid con un único objetivo. Lo he dicho muchas veces en el blog. ¿Ya se les ha olvidado? Atención, pregunta: ¿Cuál es el único objetivo de los partidos catalanes representados en Las Cortes? Respuesta: ¡¡DAR POR CULO!! Así que ya estaba preparado el escenario para la tormenta perfecta, Pablo Ca rumiaba anticipadamente su victoria, El inMundo y el ABC se relamían de gusto. Pero no contaban con que Sánchez es un trilero, creo que no hay mejor definición de él. Movió los cubiletes y consiguió atraer al sí a Ciudadanos y PNV. Cuando ya se supo lo que iba a pasar, El inMundo cambió sus titulares significativamente: Barones del PP desaprueban la estrategia frentista de Casado. Se lo juro, yo lo leí.

Ahí está el quid de la cuestión. Pablo Ca es un tipo sin talla política ni personal, al que le ayudaron, se dice, a aprobar la carrera y el máster. Y que llegó al puesto donde está por una doble carambola, debida en ambas situaciones al factor humano. Primero, Rajoy perdió la moción de censura y se negó a dimitir, lo que automáticamente hubiera convertido a Soraya en presidenta (le habría tocado el marrón del Covid-19). Pero no hubo forma de convencer a Rajoy de que dimitiera, a pesar de que lo tuvieron secuestrado toda una tarde en un restaurante dándole solysombra y puros a mansalva. La segunda carambola: un PP un poco noqueado todavía, se empeña en parecer moderno y convoca unas primarias, las primeras de su historia (los anteriores secretarios generales se nombraron de manera digital, recuerden el cuaderno azul de Aznar con su terna misteriosa). Y, como no lo saben hacer, se les va de las manos y gana el que no querían que ganara (por cierto, al PSOE le pasó lo mismo: el partido quería a Susanita-tiene-un-ratón).

Pablo Ca no ha presentado una sola alternativa a las medidas de Sánchez. Lo único que hace es mirarle de refilón con ese gesto de odio reprimido que recuerda las miradas que le echaba Salieri a Mozart en la película Amadeus. Yo creo que es tan tonto, que se ha llegado a creer que ha sido Sánchez el que ha provocado la epidemia. Yo tengo muchos amigos del PP (militantes, simpatizantes y simples votantes), y sinceramente creo que este señor no los representa, que no, que no, que no los representa, quenoquenoquenó. Antes o después se lo quitarán de encima. No llegará nunca a presidente. Lo cesarán y acabará dentro de unos años de concursante de Master Chef Celebrities. Ese es mi pronóstico y ojalá viva lo suficiente para verlo. Y otra de La Rochefoucauld: entre mis enemigos prefiero a los listos, porque de vez en cuando me dan un respiro. Pablo Ca es de los otros, es cerril, contumaz y cansino. Y, por cierto, al final su grupo se abstuvo, con un mensaje meridiano: si no le podemos hacer daño a Sánchez, la votación nos la bufa.

Arrimadas estaba deseando arrimar el hombro, valga la gilipollez. Ella sabe que por la senda que marcó Albert Rivera el partido se autodestruiría en pocos meses. Así que se ha movido con sutileza de mujer y se ha colocado donde ha querido. Sólo con ese movimiento puede haber duplicado sus votantes de la última elección, recuperando a una parte de los que huyeron espantados del engendro de Rivera, que en este blog bautizamos como Ciudadanospedorros. Pero este enroque ha producido dos efectos muy curiosos. Uno: Rufián dice ahora que vota no, porque Sánchez ha pactado con Ciudadanos. Se cree que somos tontos, que hemos olvidado que anunció su voto negativo dos días antes del movimiento de Arrimadas. Dos: a la luz del paso adelante de Arrimadas, varios dirigentes de su partido se han marchado de forma estentórea y teatral. Como el que se pica ajos come, ahora ya sabemos quiénes fueron los que aconsejaron mal a Albert, encabezados por el imbécil de Girauta, un émulo de Jiménez Losantos, que empezó en la LCR de Barcelona (Sí, la Liga Comunista Revolucionaria, entonces pronunciaba su apellido Yirauta) y luego fue pasando por el PSUC, PSC, PSOE, PP y Ciudadanos. Menudo elemento.

Así que seguiremos alarmados hasta fin de mes. A mí me da igual, yo voy a seguir confinado todo lo que me dejen. Me encanta esto del teletrabajo y, si quieren que vuelva a la oficina, van a tener que llevarme de la oreja. Sigo escrupulosamente las instrucciones sanitarias y les voy a revelar un secreto: cuando vuelvo de la calle, no solo me lavo con agua y jabón las manos, sino también el bigote. Salgo de compras una vez por semana, teletrabajo, asisto a conferencias on line y sigo corriendo en casa. Al menos hasta que el alcalde Almeida tenga a bien abrir el Retiro. Este señor me cae cada vez mejor, aunque no le guste a algunos de mis comentaristas, es una pena que no sea un poco más agraciado. Es que es tan feo que la mascarilla le favorece. Y además es el único español que se pone las gafas por encima. Debe de ser para que no se le empañen. Yo lo he intentado, pero no veo ni hostia.



Pero habíamos quedado en hablar de potajes y les voy a contar cómo me surgió la idea. El miércoles de la semana pasada, yo tenía que subir al Mercado de Antón Martín, así que le mandé un Whatsapp a mi amigo Luis el Charcutero, anunciándole que iría a media mañana y con la lista de las cosas que quería. Me contestó lacónico: OK, ven a la una. De camino empecé a darle vueltas en la cabeza a algunos conceptos, en esos circunloquios con los que entretengo mis paseos y que luego desarrollo en el blog. Y de pronto me vino a la cabeza una analogía: cuarentena/cuaresma. Efectivamente, la Cuaresma es una verdadera cuarentena. Un período de cuarenta días en que la gente se recoge para preparar la celebración de la Semana Santa. A nosotros este año se nos ha pasado la Semana Santa sin enterarnos, encerrados en otra cuarentena de fuerza mayor.

Así que, en cierta forma, lo que estamos haciendo es una especie de cuaresma. Y la Cuaresma es un concepto ligado en la memoria de mi infancia coruñesa a un plato delicioso: el potaje de garbanzos, espinacas y bacalao, que preparaba siempre mi madre por esas fechas. El potaje es para mí como la magdalena de Proust, créanme. Así que llegué al mercado y me agencié un paquete de espinacas listas para comer, antes de dirigirme al puesto de Luis. Enseguida averigüé por qué me había citado a la una. Había hecho lo mismo con varios de los clientes más cañeros y prestigiosos del barrio. Cuando estuvimos todos allí, abrió una botella de Verdejo de Rueda y escanció vinos para todos. 

El más llamativo era un tipo hirsuto, de grandes patillas y chupa de cuero, que decía que estaba muy nervioso con esto del desconfinamiento que ya se anunciaba y que no podía sujetar su cuerpo, sentimiento que exteriorizaba sobreactuando, dando unos saltitos muy graciosos mientras gritaba: ¡Ay, qué nervioso estoy! La cosa fue ganando intensidad, Luis abrió una segunda botella y acabamos todos medio borrachos, cantando Vallecas patria querida, además del inevitable Resistiré. Luis estaba feliz y nos acompañaba la bebida con finas lonchas de jamón que iba cortando a cuchillo. Nos contó que se le había ocurrido la idea porque ya estaba hasta los huevos de la situación de encierro y había que abrir gas de alguna manera. Yo le pregunté si no había pensado en poner un bar, para cuando nos den suelta. Respuesta: imposible, yo ahora ya tengo que aguantar la mala cara de mi mujer porque llego a las nueve de la noche. Si pusiera un bar llegaría a las tres de la mañana y borracho: divorcio seguro.

Entre medias le dije que si me podía completar el pedido con un poco de bacalao. ¿Para qué lo quieres? Para hacerme un potaje. Vale, es que, si fuera para hacerlo rebozado o con tomate, te daría unos lomos. Para guisar lo mejor es una oreja. Se fue al fondo y vino con una oreja enorme, gigantesca, llena de aletas pinchosas. Empecé a decirle que era mucho, pero me interrumpió: yo esto te lo corto con la guillotina en tacos, y esta noche, lo pones a desalar. Todo. Día y medio. Cuando ya esté desalado, apartas lo que vayas a usar en el guiso y congelas el resto. Así es como se hace: el bacalao se congela una vez desalado. Una cosa nueva que han aprendido hoy, queridos lectores. Lo dice Luis el Charcutero, el que corta el bacalao en el Mercado de Antón Martín. Nada más llegar a casa, lo metí todo en agua día y medio y luego congelé la mitad, más o menos. Y ya les voy a contar la receta, que llevan desde el principio deseando que llegue este momento. Un premio a su paciencia.

La noche antes hay que poner en remojo los garbanzos, un par de puñaos. Así que a la hora de preparar el guiso ya tenemos el bacalao desalado y los garbanzos remojados de toda la noche y la mañana. Yo hago el potaje en la olla a presión porque, si no, se tarda mucho en hacer. En el fondo de la olla hay que poner un par de cebollas (tres si son pequeñas) bien troceaditas pero sin exagerar, para que se vayan haciendo a fuego bajo con un poco de aceite. Luego se añaden un par de ajos también troceados. Se remueve de vez en cuando con una cuchara de madera. Cuando la cosa está ya pochada sin llegar a dorarse, se echa una cucharadita de harina y otra de pimentón de la Vera. Se siguen dando muchas vueltas para que no se pegue y se añade el bacalao, para que se sofría un poco. A continuación se añaden las espinacas, medio paquete, y se le siguen dando enérgicas vueltas al conjunto hasta que las espinacas empiezan a tener el aspecto que tendrán al final. 

Entonces se echan los garbanzos, se cubre todo con agua, se le añade sal a gusto y se cierra la olla. El tiempo de cocción es el que indiquen las instrucciones de la olla; la mía necesita veinte minutos. Un consejo: es mejor que se quede un poco soso. Eso se soluciona con un salero. En cambio, si sale demasiado salado, la avería es muy difícil de arreglar. A mí me salió de rechupete. Tuve comida para tres días. Y queda el toque maestro: mientras se hace el guiso se pone a cocer un huevo por ración. Luego, ese huevo duro se trocea sobre el plato ya servido. El aspecto resultante es el que pueden ver abajo. Supongo que ya saben que este tipo de platos se conservan muy bien en la nevera y están mejor a partir del segundo día. Yo aun tengo una tercera ración que me pienso comer, con su permiso, hoy a mediodía. Brindaré por su salud. Cuídense.



2 comentarios:

  1. Tío, enhorabuena, estás sembrao. Llevas unos cuantos posts verdaderamente redondos, llenos de pequeñas joyas que le hacen a uno soltar la carcajada aunque no quiera.
    Dos consejos de amigo. Tus textos cada vez son más largos y debes tratar de controlar eso, si no, va a haber un momento en que alcancen una masa crítica y se vuelvan excesivos. La otra: deja de preocuparte tanto por la política, los políticos españoles son vomitivos y no se merecen que les dediques tanto espacio. Tú, al rock, al humor y a tus reflexiones sobre la sociedad en que vivimos, que son lo que hace especial este blog.
    Dicho todo ello sin la más mínima acritú. Desde el cariño. Y cuídate tú también.

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    1. Agradezco tus elogios y también los consejos, aunque sólo voy a intentar seguir el primero. Desde luego que debería intentar acortar un poco mis textos. Pero lo político es consustancial a este foro. Que los políticos españoles sean vomitivos (valoración en la que coincido plenamente contigo) no quita para que aquí continuemos intentando desbrozar qué hay de cierto y qué de engaño en la llúvia de información que nos inunda cada día. Y eso es contenido político. Pero del bueno.
      Un abrazo.

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