miércoles, 10 de mayo de 2017

632. Monte Alto Blues

Otra vez reincorporado a la rutina laboral después de mis días coruñeses. San Benitiño de Lérez cumplió su encomienda principal y la señora Le Pene mordió el polvo de forma clara. No le quedaron, sin embargo, fuerzas para ayudar al Depor, pero todavía tenemos dos oportunidades. A pesar de salir derrotados de Riazor, me gustó ir a ver en directo qué es lo que le pasa al Dépor este año. El equipo no juega mal (a ratos), pero está envuelto en un fatalismo galaico que se arrastra desde el penalti de Djukic y los dos descensos recientes, tres ocasiones en las que la ciudad engalanada se dispuso a presenciar el triunfo de su equipo y las tres veces salió trasquilada. No se les ha quitado el miedo. Lo explicaba muy bien dos días antes del partido un tipo en un bar, cargado de razón, frente a un plato de salpicón de marisco (la especialidad coruñesa por excelencia): –Pero vamos a ver. Faltan tres partidos, hay nueve puntos en juego y le quitamos ocho al Sporting de Gijón. Entonces, ¿cómo es posible que los del Sporting estén ilusionados y convencidos de que se salvan y nosotros estemos acojonados?

Para que el Dépor pierda la categoría, el Sporting tendría que ganar sus tres partidos y el Depor perder los tres, algo bastante improbable, teniendo en cuenta que los gijoneses apenas han ganado otros tres o cuatro en todo el año. Pero en el fin de semana se cumplió el primer episodio de esta fatalidad en tres actos: gano el Sporting y perdió el Dépor. Así que ahora la situación es que quedan seis puntos en juego y le quitamos cinco al Gijón. Y el acojone es máximo. El domingo por la noche, un abuelo se lamentaba delante de una ración de pulpo, con gesto abatido: –Estamos a puntito, a puntito. Pero no damos cirtificada la permanencia, arre carallo. Ese fatalismo se contagia a los jugadores en el campo. Salen empanaos, encajan uno o dos goles y sólo entonces despiertan y se lanzan a la desesperada, para morir en la orilla. Eso pasa una semana sí y otra también y hay que estar en el campo para percibir el mal fario en el aire; viendo el partido por la tele desde Madrid no se aprecia ese sentimiento en el ambiente.

Así que San Benitiño tiene trabajo extra. Por lo demás, pasé cinco días geniales en casa de mi sobrino Marcos, al fondo de Monte Alto. Marcos juega en el Deportivo Ciudad de veteranos y está a punto de cirtificar el ascenso a la categoría superior. El sábado ganaron uno a cero y mantuvieron el tercer puesto que da derecho al ascenso. Abajo les pongo un par de fotos, en su casa, con la torre de Hércules al fondo, y en el estadio de Riazor, cuando estábamos convencidos de que ganaríamos el partido. Por si alguien lo ignora, la torre de Hércules está declarada Patrimonio de la Humanidad, categoría que no ostenta ningún monumento o paraje de la ciudad de Madrid. Hala, para que se jodan los del foro.



El Monte Alto original fue un barrio obrero, construido a partir de 1950, cuando La Coruña fue declarada polo de desarrollo industrial y se creó la refinería. Como en todas las ciudades españolas, se produjo un moderado fenómeno de inmigración desde las áreas rurales gallegas. La ciudad que yo conocí de niño, se componía básicamente de dos barrios. La zona medieval (la Ciudad Vieja), situada en la mitad sur de la península, el lado de sotavento. Y el elegante ensanche decimonónico situado en el istmo, entre el puerto y la playa de Riazor. Desde allí, la ciudad crecía en dos direcciones: hacia el interior del continente, la clase media/alta, y ocupando el resto de la península los obreros y la población que venía del campo en busca de empleo en la industria y la construcción.

Antiguamente, el norte de la península eran terrenos baldíos, entre el continuo edificado y la costa, marcada por el faro de la Torre. Un vacío en el que se situaban equipamientos públicos aislados, como el cementerio de San Amaro, el matadero o la cárcel provincial. Entre ellos, bajo los severos vientos del norte pululaba un personal equívoco, acostumbrado a moverse por zonas peligrosas. Era el final de la ciudad, the edge of the town, el lugar donde las calles perdían su nombre, the streets has no name. Escuchen cómo homenajeaba a este tipo de zonas la banda irlandesa U2 en un tema ciertamente grandioso.


Todo cambió en los años noventa, con la construcción del Paseo Marítimo y la urbanización y edificación de los terrenos del norte. El barrio se convirtió en una especie de Malasaña, donde se radicaba la gente más alternativa, al olor de los precios inmobiliarios más asequibles, pero sin perder su carácter. Monte Alto es hoy un enclave diferenciado y con entidad propia dentro de la ciudad de La Coruña. Es un ecosistema autosuficiente, en donde habita una especie peculiar: el koruño, un animal de costumbres, endurecido por los vientos del norte y los temporales atlánticos, un tipo que trabaja a salto de mata en lo que puede, pero vuelve siempre al barrio, donde tiene de todo.

El bar Cascabel es el centro del cotarro, en donde la gente se reúne ya para desayunar con los estupendos bizcochos que hace el dueño. Más tarde, corren los quintos de Estrella Galicia para acompañar las albóndigas y otras delicatesen locales. Allí se celebran debidamente los triunfos del Deportivo Ciudad de veteranos, se ven partidos en la tele, se comenta la actualidad de la ciudad, se cruzan chanzas en gallego entre los conocidos y se lanzan aturuxos que se oyen por toda la Avenida de Hércules, verdadero eje del barrio. En Monte Alto hay estupendas jamonerías, tiendas de alimentación de todo tipo, restaurantes transnacionales (están a punto de abrir un indio), antros duros, peluquerías y centros de tatuaje. Vean abajo la foto de la pescadería de Marc del Norte, con su camioneta aparcada. El cartel anuncia las especies en venta: palo a 5,95, pintarroja a 3,95 y lirio a 1,95. Y no dejen de fijarse en la presencia de una gaviota, caminando con la soltura de un peatón habitual.


Las gaviotas son un animal desagradable, invasivo, ruidoso y con mala leche. Hacen sus nidos en casas abandonadas o no tan abandonadas y por las noches montan aquelarres que desvelan al personal. Además, si los cazas, resultan incomibles. Por casa de Marcos no se acercan por la presencia de la gata Tutti. La elegante duquesa siberiana se sitúa en lugar preeminente y las observa evolucionar con paciencia. Si alguna se descuida y se acerca de forma imprudente, castañetea los dientes y toma impulso. Parece que ya ha cazado al menos una, algo muy meritorio. Una muestra más de su helada sangre azul. Aquí algunas fotos más de mi compañera de estos días coruñeses.




Monte Alto tiene finalmente una cultura propia en la que no puede faltar una emisora de radio, cuyo cartel pueden ver abajo, y por la que se difunden los acontecimientos del lugar, los únicos que interesan al personal de este hábitat autosuficiente. En un momento dado, en el bar Cascabel, consulté las noticias en mi móvil y exclamé: –¡Coño! Dos ciclistas muertos por una conductora ebria. Todos a mi alrededor gritaron –¿DÓNDE? Miré la noticia y contesté: –En Valencia. Entonces, todos dijeron aliviados: –Ah, bueno. Y siguieron bebiendo y cantando.


Y también hay un idioma vernáculo, el koruño, del que el principal órgano de difusión es el Neno!, del que ya les puse un recorte hilarante al final del Post #570 y del que les dejo un par de entregas más. Sean buenos.

 

2 comentarios:

  1. El 11.05.17, Paco Couto escribió:
    Volvemos a las mismas. No voy a entrar en la polémica de cuál de los San Benitiños es más milagreiro pero, sin que tengas que renunciar a tu devoción por el de Lérez, podrías pedir la intercesión del más cercano a mi comarca del Ribeiro, el San Benitiño do Rabiño. Creo que con esos dos avales el Depor se salva sí o sí. Yo pienso recurrir a los dos. La papeleta del Celta con el Manchester United no es fácil.

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    1. Mi respuesta el 15.05.17:
      Bueno, el fútbol es un juego en el que interviene mucho el azar. Podemos darle a esto el nombre de cualquiera de los San Benitiños, pero el balón que tuvo Guidetti en el último minuto del partido del Celta en Manchester, lo normal es que vaya para dentro. Y al Depor el otro día es increíble que no le metieran unos seis goles. Tuvo la suerte que le había faltado en la mayor parte de la temporada.

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